Jue 03.05.2007
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NOTA DE TAPA - ACTITUD MARIA MARTA SE DEFINE POR EL MOVIMIENTO BOLIVARIANO

“Preferimos apoyar algo concreto”

Actitud militante. Prestancia política. Puesta escénica. Además de palabras, el trío conformado por Malena D’Alessio, Karen Pastrana y Karen Fleitas propone pasar a la acción. Vienen de girar por Venezuela (muy cerca de Hugo Chávez), Brasil y México con su mezcla de hip hop, rap consciente y ¡reggaetón! Y están a punto de editar un nuevo trabajo, todavía sin nombre. Imparables.

› Por Cristian Vitale

l”¿Y de Venezuela no me vas a preguntar?” Malena D’Alessio intenta convertir el encuentro con el NO en un monólogo... ¡y pide preguntas! Se la nota analítica y reflexiva, tal vez mucho más que en tiempos de Acorralar a la bestia —diez años atrás—, cuando irrumpió fuerte y firme con Actitud María Marta. Pero, tan verborrágica y resistente como entonces, le resulta difícil parar de hablar. Escuchar. Aunque, felizmente, sea consciente. “Cuando me largo, no paro”, admite en el bar que enfrenta al Británico, en diagonal al Parque Lezama.

—Bueno, dale, ¿qué pasó en Venezuela?

—Muy loco. De pasarme la vida cantando contra los gobiernos me tocó hacerlo para apoyar al de Chávez rodeada de militares. Un poco me hizo cortocircuito el contexto, pero los militares bolivarianos se asemejan más a guerrilleros que a milicotes.

Las incursiones de Malena al corazón bolivariano de Latinoamérica fueron varias. Junto a la más o menos reciente formación de AMM —ella, más Karen Pastrana y Fleitas— tocó en el referéndum que legitimó al presidente en el poder, en uno de los encuentros para la juventud, en el último Foro Social Mundial, en la primera graduación del Plan Robinson y en el programa Aló Presidente, donde el héroe petrolero cantó con ellas Quimera, una especie de ¡reggaetón antiimperialista! “Preferimos apoyar algo concreto, aun a riesgo de equivocarme, que seguir con las grandes palabras, que nunca se materializan en nada. Si canto tantas cosas y después no me da el cuero para jugármela, me tengo que dedicar a otra cosa, ¿no? Uno no puede quedarse en medias tintas, hay que definirse y actuar en consecuencia”, sostiene.

—¿Qué otra experiencia tenés para contar de Venezuela? Fuiste testigo directo de momentos cruciales en la historia reciente de ese país.

—Una vez tocamos en un pub medio chetón, antichavista, y nos cortaron el sonido porque hicimos una canción que testimoniaba contra el golpe de Estado. Jamás me había pasado algo así, para que veas cuán democrática es la oposición a Chávez. Cuando fue el intento de golpe, yo me desesperaba, porque lo que se decía afuera era una mentira descarada. Que Chávez era un dictador, que había una inmensa oposición que lo quería sacar... cuando en realidad era al revés: las manifestaciones bolivarianas, por calidad y cantidad, eran increíbles. Y eso no salía en ningún medio. Uno a veces se queja de la prensa acá, pero el bloqueo mediático de la prensa venezolana fue impresionante durante esos días de abril. Imaginá que un canal de TV importante impulsó una manifestación para generar caos y fue la gente en las calles la que echó a los golpistas.

Venezuela fue la parada más importante de esta especie de gira interminable que AMM viene desarrollando por toda Latinoamérica. Que el trío haya disminuido su presencia aquí, explica precisamente su compulsión trotamundos. Malena —además de los “secretos” del flamante tercer disco— tiene en su cabeza un libro imaginario de viajes con viñetas, notas al pie y prólogos incluidos. Otra parada fue Brasil. “Estuve mucho en las favelas de Río, donde el funky carioca, el hip hop y el samba cumplen una función recuperadora de jóvenes. Pibes que estaban metidos en la droga y la delincuencia se están convirtiendo en grandes poetas, porque tienen un espacio donde canalizar sus historias. El hip hop se ha convertido en causa nacional allí”, cuenta.

—¿Y México?

—Es un lugar distinto a todo. Casi no hay presencia afro y la comida es muy picante, pero el hip hop está en crecimiento. Da mucha bronca ir allí y ver las iglesias construidas sobre las pirámides aztecas. ¿Por qué tienen que estar tan mal los dueños de la tierra? Por más que lo sepas de toda la vida, cuando lo tenés enfrente te abofetea.

—El género que curtís desde siempre opera como herramienta de oposición en muchos países. ¿Funciona así en Cuba?

—Yo soy fanática del rap cubano y toqué en tres festivales del género en La Habana. Lo que llama la atención de Cuba es que ves pibes pobres, que viven en monoblocks y que en otros países por ahí ni estudian, convertidos en grandes poetas. Escriben letras metafóricas, con gran nivel estético y cero panfleto. Son letras humanistas y críticas, pero muy desde adentro, porque no hay raperos gusanos. Está claro que son parte de una generación que no vivió la revolución en carne propia y por eso no tiene la euforia revolucionaria de sus padres. Pero son un buen parámetro para ver el resultado de lo que hizo la revolución en términos de educación. Y, sobre todo, son gente muy sana.

—La Argentina parece una isla en términos de hip hop... nadie les da bola a bandas como Hermanos de Causa, Public Enemy, Dead Prez. ¿A qué lo atribuís?

—A que es un país rockero ortodoxo. Y el hip hop es uno de los últimos eslabones de la música afro, que acá no ha tenido fácil acceso. El rap se está desparramando por todo el planeta, pero acá llega con delay. Hasta en los países árabes y en Irak hay grupos de rap. Ser rapero en la Argentina te convierte directamente en un investigador... es una especie de Columbo (risas). Yo leo, viajo, me informo y sé que se está generando una red de grupos en todo el planeta, incluso en Estados Unidos, pese a que lo que difunden los medios sea lo más berreta, comercial y banal del género. Hay cosas que pasan subterráneamente y que son parte de la lucha contra el capitalismo.

—¿Y vos luchás contra el capitalismo?

—A mí no me interesa quedarme en la cómoda y decir “soy artista, lo demás no me interesa”, porque lo primero que el artista tiene que ser es pueblo, traducir el sentir del pueblo y tomar posiciones... sobre todo en este momento crucial de la historia. Escucho a muchos artistas decir “yo hago arte y no me meto en política”. Entiendo que en las últimas décadas hemos tenido políticos traidores y muchos necesitan despegar. Pero es un error, porque en realidad tuvimos chantas y corruptos, no políticos. La política es otra cosa: es la que define quién come y quién no, quién se educa y quién no. Entonces, el que dice que no se mete en política está regalando la mejor herramienta que tiene el hombre para solucionar los grandes problemas. Lo más peligroso para el poder es que el pueblo se politice; por eso, tirar un mensaje de despolitización es una irresponsabilidad. No hay nada más fácil de dominar que un pueblo apático e indiferente. La música ha reemplazado a la militancia, incluso se escuchan más discos y se leen menos libros, y de ahí la centralidad del rap, donde la palabra es imprescindible.

El nuevo disco de Actitud María Marta, que parece el segundo pero es el tercero —el sucesor de Acorralar a la bestia es casi un enigma aquí— marca una evolución. Además del cambio de formación (su antigua compañera, Alicia Dal Monte, siguió su propio camino con Alika & La Nueva Alianza), el trío de rimadoras antianestesia canta sobre pistas de violines y bandoneones, y fusiona un 60 por ciento de hip hop —según cuantifica Malena— con cumbia, tango, folklore, reggae, dancehall y ¡reggatón!, más la cuota de soul que aporta la voz de Karen Fleitas. “La idea es hacer un hip hop con identidad sudamericana —sostiene D’Alessio—. Aprovechamos la esencia del rap, que es hacer percusión con palabras, pero nos abrimos a otros estilos. Igual, nunca fuimos un grupo puro... incluso creo que este género, por su raíz nostálgica, se lleva bastante bien con el tango.”

—¿Por qué abrazaste el hip hop en un país que lo relega?

—No sé. Hay una explicación corporal... me pegó directo en el cuerpo. El baile es algo muy central en el género. Y me invadió. En mi caso, logré conjugar mi vocación de escribir y militar con la música. Creo que en la historia de la música no hay un género que ponga tan en primer plano el discurso y la palabra... y a mí me vino como anillo al dedo. También fue una forma de darle una inyección de energía a la amargura.

—¿Por qué?

—Por motivos que prefiero dejarles a los sociólogos (risas).

—En Acorralar a la bestia puteabas al poder y al gobierno. ¿Cómo ves a éste, que ha puesto mucho énfasis en los derechos humanos, cuestión que te toca muy de cerca por razones familiares, tu militancia en H.I.J.O.S., etcétera?

—Tener un gobierno haciéndose cargo de los derechos humanos es una conquista del pueblo, un resultado de años de lucha popular y nacional. Aunque también hay una cuota de mérito propio, porque otro gobierno no hubiese hecho un carajo, como ya pasó. Igual, las cosas nunca se resuelven con un líder que baja de un plato volador sino con el pueblo en la calle, presionando. En la Argentina y en Latinoamérica, hoy, se ha generado un espacio para hacer: es responsabilidad nuestra tomarlo o no.

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