MOSKY, CONTROL Y MACHETE
Fue separado de su antigua agrupación y armó Elektromanos. Combatividad, ideología, compromiso, rock obrero y... música industrial. “De última, está bueno que haya dos bandas activistas”, dice detrás de su máscara.
› Por Cristian Vitale
Hernán “Mosky” Penner se esfuerza por tiernizar las palabras cuando habla de Las Manos de Filippi, su ex grupo. Dice que no quiere meter mecha, que desea evitar “un puterío gigante”, que no quiere hablar por respeto al nombre de la banda. Y que la verdad es tan difícil –y cruel– que no da para contarla en un diario. Está dolido, pero esperanzado. En una sala de ensayo –escabullida entre las paredes del Banco Francés de San Isidro–, titila. Se apaga cuando recuerda el conflicto, y se enciende cuando el tema es Elektromanos, su nuevo proyecto. Relojea a José, el baterista, y lo testea: “Este pibe va como piña”. Al lado está Jejo, el cantante, el otro portavoz. “Esta es una banda con convicciones y mucho poder musical. Tenemos cosas que decir, en un momento en que el rock está pasteurizado. El rock tiene una esencia, nació como un movimiento contestatario que con el tiempo se fue perdiendo. Nosotros pensamos que el género aún tiene algo que aportar como herramienta de cambio”, rescata.
Nada que sea ajeno a la sustancia de Las Manos: combatividad, ideología, compromiso, rock obrero. Pero otra cosa; la detección más nítida de los elementos estéticos que Mosky le venía aportando a Las Manos en los últimos tiempos: utilización de máquinas, música industrial en la línea de Ministry, pistas, oscuridad, “activismo electrónico”. “Modestia aparte, y sacándome de encima el egocentrismo de mierda de todo rockero, se metieron con la mitad de Las Manos –dice Mosky, sobre el pasado reciente–. Antes de mí, la banda era El cucumelo. Me dijeron que mi música era muy oscura y para mí es un halago eso; para colmo me enteré de que tengo fotofobia”, se ríe. Elektromanos, en rigor, recupera el trabajo de Mosky en los Filippi. Pero también en Estimulation y MPM, sus proyectos paralelos. Abordan temas ecológicos, usan máscaras y taladros (foto) y un giro: el cambio interior. “También apostamos al cambio interior, que cultiva mucho más que lo superficial, que la TV. Saber quién es uno y empezar a mirarse a los ojos es algo que pasa muy poco”, reflexiona Mosky.
–A tomar el control de todo. Es una propuesta industrial con protesta y bronca. Con munición pesada. Cuando hablo de tomar el control, me refiero a algo que ya pasaba en Las Manos y también en el momento previo a integrarme a ellos. No quiero que se pierdan ni esa identidad, ni la que tenía antes: siempre canté en contra de las multinacionales y la revolución productiva. ¿Por qué no seguir haciéndolo? Además, el 60 por ciento de los temas de Las Manos son míos y no voy a dejar eso por nada del mundo. Esta banda es re-pesada con algunos temas pastillosos. Activista, pero no panfletaria.
Insistencia del NO: “¿Por qué te fuiste de Las Manos?”. Mosky vuelve a medir las palabras. Desliza que una discusión muy fuerte con el baterista –Coco– provocó su ida. Que hubo exceso de sectarismo, falta de respeto y diferencias ideológicas. “Yo fui el que llevé a la banda a tocar en el primer piquete. La hice tocar en Brukman, le presenté a la gente de Zanon. Fui el más activista, pero nunca me cabió enrolarme con el PO, ni con ningún partido. Tampoco me gustaba el MUR (Músicos Unidos por el Rock), no me gusta poner siglas para hacer algo. Igual, no tengo ganas de pelearme, como pasó con Bersuit. Ya estoy grande. De última está bueno que haya dos bandas activistas”, concilia el autor de Cutral Có, Mama pepa y varios temas de Contra la explotación, el último disco de Las Manos. “La producción artística de este disco corrió por mi cuenta, estuve dos años laburando en la preproducción y no se me respetó. Ni a mí, ni al público, que es el 50 por ciento de toda banda. Los seguidores de Las Manos quedaron fríos con mi derrocamiento.”
En el futuro inmediato de Mosky –además de Elektromanos– está el estreno de No moriré sola, quinto largometraje de Adrián Bogliano, cuya música corre por cuenta del Movimiento Popular Masoch, su proyecto de ¡música electromasoquista! El y la voz de Malena D’Alessio se complotan para “colorear” un film de violación y venganza. “Metí el tema Pastillas y putas en la película de terror más fuerte de la historia, y también estoy cantando en Falsa Realidad: armamos un frente entre las dos bandas para tomar el control de todo”, exagera Mosky, y no habla más.
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