Jueves, 14 de junio de 2007 | Hoy
SOBRE LA VUELTA DE SODA STEREO
Por Mariano Blejman
“Tengo que aprender a fingir más” es un estribillo que no necesitan cantar los tres integrantes de Soda Stereo, ni sus sponsors, ni los fotógrafos, ni la productora del esperado reencuentro de Gustavo Cerati, Charly Alberti y Zeta Bosio sobre el escenario. La historia de cómo se forjó la vuelta de Soda Stereo queda reducida a la anécdota ante la impresionante repercusión; con las entradas prácticamente agotadas para los dos River vendidos del 19 y 20 de octubre, y la presunción de que habrá alguno más. Pero el asunto de la “primicia” sobre la vuelta de Soda es un buen ejemplo para entender cómo funcionan los medios en la época de la hiperinformación y cómo actúan los productores y sus sponsors, cuando las históricas figuras del rock se convierten en valores de cambio de un mercado que decide subirse al caballo de otro. Pero, además, sirve para entender qué pasa cuando se enfrentan dos lógicas distintas: la del emprendimiento comercial que busca imponer un producto, y la de la empresa periodística que pretende informar.
Soda Stereo es, sin dudas, la marca del rock argentino impuesta en América latina desde hace dos décadas, y sobre sus espaldas se sube otro monstruo (Personal, el sponsor), con el que recorrerán Chile, Ecuador, Perú, Venezuela, México, Colombia y Estados Unidos. Soda Stereo, decíamos, es lo que fuimos, aunque su música siga vigente en las discotecas del continente. Es lo que fuimos, aunque el sponsor implica pensar en lo que seremos. Un público ABC1 con alto poder de consumo, que apuesta a la hipertecnologización de sus vidas cotidianas como recategorización de su entorno. Soda es lo que fuimos, nosotros somos lo que consumimos. Siempre es hoy, si ayer hubo un gran presente. Más allá de todo, en época de iconos en baja, el NO celebra el reencuentro musical de tres celebridades.
Como sea, el resurgimiento giró desde el comienzo en torno de la cabeza de Gustavo Cerati, el único de los tres músicos capaz de plantarse ante los sponsors, y esperar que la apuesta suba. Y eso es lo que pasó, y no en partes iguales. Como esas cosas que nunca se alcanzan, en los últimos dos años, los rumores sobre la reunión habían tenido sus idas y vueltas, pero al menos desde hace un año había demasiados datos fuertes como para encorsetar la noticia. Pero si los contratos de confidencialidad habían permanecido bajo un hermetismo de cementerio (como bien escribió el periodista Adrián Mouján de Télam), la historia iba a empezar a filtrarse a través de los países vecinos cuyos productores comenzaban a reservar estadios con mucho tiempo de antemano.
Los primeros vestigios los largó la radio cordobesa Cadena 3, cuando un cronista de la emisora cubría el festival de Viña del Mar durante este verano, donde también actuó Cerati. En marzo, el periodista Yumber Vera Rojas vino corriendo a la redacción del NO con el pan caliente debajo del brazo: la reunión de Soda Stereo era un hecho, había un puñado de datos que parecían irrefutables, pero los tres músicos, los productores, el manager y el sponsor juraron que eran rumores falsos. “Inflado con Soda” fue el título de la nota en donde los tres músicos desmintieron por boca propia los “rumores”, de un negocio que ya tenían firmado desde diciembre pasado. Es más, el propio Cerati pidió socarronamente a este medio que compráramos las entradas y que entonces él iba a ir a su propio concierto.
Pero el que iba a armar un celebrado lío fue el periodista de Télam Adrián Mouján, quien el miércoles 6 de junio a las 14, despachó la nota con la “bomba” informativa (90 mil entradas vendidas –un River y medio– el primer día de Ticketek lo demuestran); y entonces el Bebe Contempomi pudo salir a decir por Telenoche lo que sabía hace tiempo y el jueves Roque Casciero confirmó en Página/12 la noticia, con información precisa, y de primera mano. Con todas las fichas jugadas, estuvieron lentos los colegas de Clarín (que tenían pautada la exclusiva que finalmente no fue para el domingo: hay que saber, se habla de “historia secreta”, cuando no se puede tener la primicia de domingo) y ni qué hablar de La Nación.
Se presume, más allá de lo que diga el gran diario, que la necesidad de mantener a los integrantes del “operativo retorno” bajo estricto contratos de confidencialidad no tiene que ver con la carrera de los músicos (los tres en alto nivel de exposición en la actualidad) sino más bien con una necesidad comercial: los usuarios de teléfonos móviles iban a enterarse de “la” noticia a través de mensajes de texto en sus celulares. Esta vez, la primicia organizada no la iba a dar sólo un medio sino un portátil. Por suerte, la lógica noticiosa le ganó a la comercial. Ah, y por cierto, ayer intentamos ir a comprar las entradas para invitarlo a Cerati, pero no pudimos, había mucha cola, hacía frío y se estaban por agotar.
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