Jueves, 14 de junio de 2007 | Hoy
INES EFRON Y MARTIN PIROYANSKY, PROTAGONISTAS DE “XXY”
Hombre. Mujer. ¿O algo más? La película de Lucía Puenzo, ganadora del gran premio de la Crítica de Cannes, reflexiona sobre lo que puede pasar en el interior de una mujer que quiere ser hombre. Intersexualidad e identidad, a flor de piel.
Por Federico Lisica
En los primeros amores urge la necesidad de dejar una marca de la relación (sea en un árbol, una carpeta o cualquier lugar que se preste) a través de dos caracteres posibles: X e Y. Lo que une a dos personas son esas letras, sellando azares, futuras elecciones, y lo que las hormonas, además de los cromosomas (X e Y limitan taxativamente la sexualidad de un ser) ponen en juego. La normalidad, mejor dicho, quienes la viven, suponen que al final de esos signos residen un nene y una nena. ¿Qué hay de lo que no cuadra de esos parámetros? XXY, la opera prima de la directora Lucía Puenzo, se inserta en el campo poco (y nada) trabajado en el cine de la alteración cromosomática, la intersexualidad y la identidad. Hombre. Mujer. Algo en el medio. Algo más.
“Para hacer este personaje tuve que pasar del pensamiento al cuerpo. Ya el vestuario me daba como una actitud. En verdad, este papel no es tan diferente a cualquier otro. Lo distinto es que está más alejado de lo que es mi realidad. ¿Cómo será el cuerpo de una persona en el que conviven dos sexos y que supuestamente debe elegir por uno u otro? Partí de esa imagen para hacer de Alex”, señala, con suave dicción, Inés Efrón. “No tengo esa distancia con la composición, no me puedo separar tanto del ‘personaje’, soy yo, físicamente al ver la película, me gusta. Sé que desde el guión está muy contenido, tiene un mundo interior muy interesante, de mucha fuerza; y quedó algo lindo”, remata con una media sonrisa la actriz encargada de representar a una adolescente de 15 años que vive su despertar (sexual y emocional) alejada de la ciudad.
Sucede que papá y mamá (Ricardo Darín y Valeria Bertuccelli) decidieron recluirse en las afueras de Piriápolis para que Alex pudiese crecer ajena a la mirada estigmatizante de los demás. Imposibilidad que explotará cuando a ese micromundo llegue una familia amiga, compuesta por Alvaro (Martín Piroyansky), una mamá sobreprotectora (Carolina Peleritti), y ese papá tan ausente como macabro (Germán Palacios), un cirujano que está ahí por una razón muy clara. “Y esta pendeja muy masculina se quiere acostar conmigo desde la primera escena juntos –relata Martín Piroyansky–. Me costaba mucho entender por qué Alex se enamora de Alvaro. Un pibe que tiene todas en contra. Torpe, tímido, bobo. Y por alguna razón esta chica tan grandiosa, tan mujer, hombre, o lo que quieras llamar –un ser muy potente– ayuda a que se conozca a sí mismo. Sucede. Uno encuentra cosas afuera y se descubre a sí mismo”, dice acerca de un papel que fue hallando en el mismo rodaje.
“Yo tenía todo un esquema en la cabeza y en el primer día de filmación, mientras iba en un auto con Darín, éste me tira tres o cuatro directivas sobre lo que no tenía que hacer. Obviamente era todo lo que había pensado. La película, por otro lado, también fue cambiando. Tenía un tono y culminó en otra cosa. El mío, en un principio, era un personaje cómico. Aunque no quería romper tanto, porque la cosa se iba tornando oscura. Salvo que me pusiese un nariz de payaso; pero no daba”, cuenta el actor.
Lo sombrío del film no surge exclusivamente del tono, aunque la trabajada fotografía acentúe los climas y sensaciones de los personajes: “Es azul, gris, húmedo, pesado, con mucha niebla”, destaca Efrón. “No es para nada feliz. En ningún momento te da ganas ir a la playa y sentarte en la arena. Es horrible. No querés estar ahí”, suma Piroyansky. La narración de XXY da lugar a misterios que se van develando, extrañamientos crecientes, y miradas desconfiadas que mutan a encuentros corporales, algunos buscados, otros forzados violentamente.
“Para la escena de sexo no tuvimos ningún pudor; claro que conocernos de antemano sirvió para trabajar más tranquilos. No te das cuenta, pero esa base existe y disfrutás”, cuenta la actriz. Y esa relación existe desde hace tiempo. Además de haber actuado en la comedia Cara de queso, comparten camaradas en común y estudiaron teatro con una misma profesora. “Más allá de la formación previa similar, nos ayudó ser amigos. Porque estábamos conviviendo en Uruguay solos. Con todo el equipo de gente nueva teniendo la mejor, pero nosotros dos íbamos agarrados el uno al otro, juntos, como un equipo”, aporta el actor. Haber participado de films realizados por directores noveles es otro punto de conexión entre ambos actores. “Trabajé en tres operas primas y los directores están como viendo qué pasa. Con ideas claras, pero muy abiertos a los comentarios. Creo que Lucía percibió eso. Se vio adentro de la película ella misma”, remarca Efrón. “Es por eso que parte de la dirección recae en los actores, y esa ingenuidad está buenísima. ¿A ver qué es esto? ¿Qué me da el actor? Y no plantarse únicamente desde la consagración. Lucía tuvo la sensibilidad de cambiar la película”, cierra Piroyansky.
XXY está llamado a ser uno de los estrenos fuertes del año en la cartelera local; por haber recibido varios premios en el último Festival de Cannes (entre ellos el prestigioso Grand Prix de la Semana de la Crítica); excelentes críticas de medios como Variety (“Views like teen spirit” o algo así como “se ve como espíritu adolescente”, tituló en su reseña); y el tratamiento de una temática más común de lo que se cree. “No fui consciente de la dimensión. Incluso cuando ganamos el premio. Recién cuando se te acerca la gente y te felicitan empezás a caer”, aporta la actriz que viajó a Francia para acompañar sus proyecciones. Piroyansky remata: “Creo que XXY atrae por lo diferente. Tanto por la historia como por el personaje de Inés. Tiene algo ambiguo. A nivel discursivo, a nivel sexual, la película es enigma. En pantalla aparece una cosa, te está diciendo otra, y vos querés ver. No desde el morbo. Querés ver”.
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