Jueves, 18 de julio de 2002 | Hoy
R.E.M., CALAMARO, JOHN FRUSCIANTE, CASOS TESTIGO DE LA MUSICA LIBRE EN INTERNET
Ya sea porque a sus sellos discográficos no les interesó o por decisión propia, los últimos discos de tres artistas de primera línea se pueden bajar gratis de sus respectivos sites oficiales (o casi) de Internet. La jugada dispara la posibilidad de repensar el futuro de la distribución de la música, debate que diez músicos argentinos aceptaron para estas páginas. La yapa: una opinión autorizada sobre el tema.
Por Martín Pérez
Andrés
Calamaro, Deepcamboya
www.deepcamboya.com.ar
“Las canciones son para la gente, no para las compañías”,
anuncia una cita de Andrés Calamaro que no casualmente abre la página
del site desde el que se pueden bajar los diecinueve temas inéditos de
Deepcamboya, su sorpresivo álbum online. Suerte de nota al pie de El
Salmón (2000), el álbum quíntuple con el que Calamaro terminó
cumpliendo su promesa, Deepcamboya vendría a ser un virtual sexto dedo
a sumar a los cinco discos/dedos de El Salmón. Creador incontinente,
desde hace tiempo que Calamaro parece existir sólo para componer canciones.
Atado a su particular “Deep Camboya” –en principio el nombre
de un cuartito al fondo de su hogar recoleto, devenido estudio casero–,
el artista en estado de gracia completa discos y discos grabables llenos de
canciones nuevas, así como incontables versiones propias y ajenas. Algunas
de ellas son las que han sobrevivido para terminar en este disco en el que el
pop brilla por su casi total ausencia, y los aires mestizos y tradicionales
impregnan sus caprichosos mid-tempos. Quienes hayan terminado de investigar
el continente salmón y deseen volver a recorrer el aparentemente inabarcable
y más reciente Planeta Calamaro, se encontrarán en esta isla con
cinco instrumentales, un cover de “La última curda” y las nuevas
canciones, ninguna de las cuales apunta para hit perdido, al menos en el estado
aquí presentado. Pero que no dejan de ser más que interesantes.
Casi todos los inéditos apenas si promedian los dos minutos (“No
sabés la cantidad de cosas que se pueden decir en dos minutos si evitás
los solos y los estribillos”, Calamaro dixit), y son predominantemente
confesionales y/o declamativos. Entre los primeros son jugosos los recuerdos
porteños y adolescentes de “Volver a los 17”, mientras que
entre los segundos apunta alto “Los argentinos”, cuya letra asegura:
“No hay peor argentino que su propio asesino”. Se recomienda detenerse
en “El Azteca” (dedicado al estadio Azteca, donde Argentina salió
campeón mundial en 1986), el breve fragmento pop de la zitarrosesca “La
libertad” –su versión completa sí que sería un
éxito– y el improbable mundo de ese Beach Boy porteño bautizado
como “Brian Bachicha”.
R.E.M., r.e.m.IX
www.remhq.com
Según apunta el propio Michael Stipe en el site oficial de
la banda, la idea para este disco de remixes de Reveal (2001) surgió
cuando estaban mezclando el álbum anterior, Up (2000). “Escuchando
durante meses y meses cómo las pistas del disco eran ‘deconstruidas’,
‘hibridizadas’ y vueltas a armar, me di cuenta de que lo que estaba
escuchando sonaba muy parecido a la música que suelo escuchar cuando
estoy solo, como música dance, experimental, instrumentales en plan dub
o trance”, cuenta Stipe. A partir de ese descubrimiento es que nació
su curiosidad por saber qué rumbo hubiesen tomado aquellas canciones,
de haber estado otras personas a cargo de tomar las decisiones. Sin embargo,
luego de terminar el primer álbum sin su baterista original Bill Berry,
en vez de tomar el camino del remix, el grupo decidió celebrar el hecho
de aún ser precisamente un grupo y salir de gira. Pero con Reveal finalmente
Stipe decidió satisfacer su curiosidad, y –sin gira de la que tomar
parte– convocó a personajes como Matthew Herbert, Andy Lemaster
–de Now It’s Overheard–, Matthew Darien (Bilal) o Jamie Candiloro,
un habitué de la casa, pero también colaborador de Luscious Jackson
y Buffalo Daughter. “Creo que la mayoría de los convocados se sorprendieron
porque R.E.M. no suele ser carne de remix, pero todos quisieron intentar al
menos con una canción. Y otros incluso con dos”, continúa
Stipe, que asegura haberles dado libertad a losremezcladores. “Sólo
les aclaré que no quería escuchar una versión dance de
una canción, pero les dije que podían hacer lo que quisieran con
las voces o con el resto del tema. No hubo nada de ego, ni les rompí
las bolas.” El resultado del experimento es un álbum casi tan etéreo
como el original, con dos versiones de “The Lifting” y cuatro de “I’ve
been high”, sus dos primeros temas. Recorrer precisamente aquellas cuatro
versiones permite comparar el trabajo de los remezcladores, que nunca llegan
a subvertir el espíritu del grupo sino que le agregan matices a las melodías
originales, y moldean los temas como si estuvieran creando R.E.M. paralelos.
La única sub-versión auténticamente bailable viene de parte
del colectivo Chef, que apuntó al tema “Beachball”, auténticamente
beach boy en el original, aquí carne de ritmo y luces estroboscópicas.
John Frusciante, From the Sounds Inside
www.johnfrusciante.com
Luego de abandonar a los Red Hot Chili Peppers en el pico de su
popularidad como grupo, poco y nada se supo de John Frusciante más allá
de sus bizarros álbumes solistas Niandra Ladies and Usually just a T-shirt
(1995) y Smile from the Streets you Hold (1997). Hasta que una nota del semanario
gratuito L.A. Weekly lo describió perdido en un heroínico mundo
imaginario en el que parecía estar obsesionado con la muerte. Parecía
el final en el camino de aquel fan que apareció mágicamente en
escena reemplazando a Hillel Slovak, pero la sensación terminó
revirtiéndose. Es más: regresó a la banda luego de la partida
de Dave Navarro. Otra vez en casa, Frusciante puso su guitarra al servicio del
implacable Californication (1999), y durante su interminable gira mundial editó
su tercer opus como solista: To Record Only Water for Ten Days (2001). Presentado
en su site oficial canción por canción durante el año pasado,
y actualmente –justo cuando RHCP tiene un nuevo álbum– accesible
íntegramente en su site oficial, From the Sounds Inside es casi la respuesta
acústica a To Record..., cuyos arreglos homenajeaban al pop electrónico
de los ‘80. Suena casi siempre como un Spinetta en la cumbre álgida
de “Cristálida” o “Cantata de los puentes amarillos”,
este “Internet Album 2001” (tal su subtítulo) conecta directamente
con aquel díptico drogadicto inicial. Sin recordar jamás el funk
de los Peppers -una constante en todos sus discos–, From the Sounds Inside
es acústico, y tal vez sea apenas un rejunte de los restos de los demos
grabados durante la gira de Californication. Sin embargo, aun en su monotonía
armónica, es un disco que brilla en la melancolía de temas como
“Three Thoughts”, “The Battle of Time”, “I’ll
Always be Beat Down” y, especialmente, “Penetrate Time” y su
contagioso punteo en guitarra acústica.
CRISTIAN
ALDANA, El Otro Yo
La piratería
es una gran organización que en este momento resulta difícil de
combatir, porque la gente tiene muy poco poder adquisitivo y prefiere la copia
pirateada (y barata) antes que el disco original. Como artista, y como sello
independiente, la única forma de combatirlo es esforzarnos con el arte
de tapa y con el diseño de los discos, para que el valor del original
sea la diferencia. El slogan de nuestro sello Besótico es: “No lo
copies, comprá independiente”. Nosotros somos un sello independiente
nacional y nuestro único ingreso es por los discos que vendemos. La última
vez que fui a una disquería fue hace una semana y media, y me compré
el disco Down to Earth, de Ozzy Osbourne.
SERGIO
CHOK, Los Natas
Es imparable, al menos en cuanto a Internet o a los quiosquitos en la calle.
Los artistas tienen que descartar esa lucha, o dejársela a Sadaic o al
Gobierno. La piratería hace que bajen las ventas oficiales, pero ayuda
a la difusión, es como el boca a boca. A una banda under como nosotros,
nos ayuda. Después, si llegás al corazón del oyente, seguro
va a terminarcomprando el disco oficial. Esto es un paso más, como el
casete, el vinilo, el CD... La industria va a encontrar otro formato y listo,
no va a ser tan fácil deshacerse de tiburones que vienen remando desde
hace tanto. El último disco que me compré fue El loco, de ZZ Top,
en una disquería de usados, hace tres meses.
JUANCHI
BALEIRON, Los Pericos
Lo vivo como músico y también como consumidor de música.
Creo que las copias caseras y el MP3 no restan sino que son cambio, evolución,
y lo que hay que hacer es analizarlas y adaptarse a ellas. En cambio, cuando
la copia pirata es en serie, se convierte en una industria organizada, paralela
a la industria oficial; sí merece una condena, porque es una tocada de
orto. Si vos tenés un nombre, trabajás y te matás durante
años; no vas a querer que venga un chorro hijo de puta, se cuelgue a
tu laburo y te cague, para hacer guita. El último disco que me compré
fue Billion Dollar Babies, de Alice Cooper, en diciembre, en Estados Unidos.
TANQUE
IGLESIAS, La Renga
Lo veo mal, la piratería nos re-afecta, aunque yo también he comprado
algún disco trucho. Prefiero que nos perjudiquemos un poco y no que un
pibe que no tiene 20 mangos se quede afuera. Pero estoy seguro de que detrás
de la piratería hay gente grossa y muy organizada, y está claro
que es impune. Ya no es sólo el Parque Rivadavia, ahora conseguís
piratas en quioscos, librerías, puestitos callejeros. Y no se ve un repunte
cercano, las compañías echan gente, la venta de discos cae...
Parece que va a haber que hacer más discos truchos, muchos más...
(risas). El último que me compré fue Californication, de los Red
Hot Chili Peppers, hace más de dos años. Como todo argentino,
los regrabo. Si los de la industria quieren parar esto, que vendan los discos
a 7 pesos, y no a 20.
MOSCA,
2 Minutos
Estoy completamente a favor de la piratería, especialmente ahora, que
los chicos no se pueden comprar un disco ni ahí; más allá
de que pueda tener un lado contraproducente. Nosotros, en el ‘98, cuando
todavía estábamos en la multinacional Polygram, nos negamos a
firmar un documento de repudio a la piratería. Cuando era chico, y no
tenía filo, comprábamos un disco entre cuatro pibes, lo sorteábamos,
y los que perdían se quedaban con una copia. Las corporaciones gigantes
no se van a terminar, por lo menos no pronto, algo van a inventar. El último
que me compré fue Is This It?, de The Strokes, en enero.
FERNANDO
BLANCO, Súper Ratones
Este problema ya existía en la época del casete. Ojalá
todos tuviéramos más poder adquisitivo, y ojalá los discos
costaran menos. Lo que hago, como fan de la música, es comprar sólo
los discos fundamentales, y grabarme los otros. Creo que Internet contribuye
a la difusión, pero no estoy de acuerdo con los puestitos en la calle,
porque desprestigian al disco. Tampoco apruebo el desprestigio que sufren las
multinacionales, ya que nuestra experiencia en una multinacional fue mucho mejor
que cuando fuimos independientes. En cualquier caso, no me preocupa el futuro
de la industria discográfica sino el futuro de los artistas. Entre la
piratería y la crisis, todo reventó, y hay que ver cuántos
quedan. El último disco que compré fue el de The Hives, hace un
mes y medio, en Nueva York. Estaba de oferta, lo pagué diez dólares...
o sea que la “oferta” al final me salió como 35 pesos.
ANDRES
GIMENEZ, A.N.I.M.A.L.
Nunca me molestó la piratería, existe de la misma manera acá
que en México, Perú o Venezuela, y el dilema es simple: en la
disquería te cuesta 17 dólares; y en la calle, 2 dólares.
Por más que lo quieran cambiar, va a seguir existiendo, es el ying y
el yang. Creo que el verdadero fan sólo se compra un pirata si está
muy en crisis, y es probable que si el disco el gusta, a la larga se termine
comprando el original, que tiene un sabor especial. La industria discográfica
debería darse cuenta de que lo más importante que tiene son los
artistas, ahí está su fuente de ingresos totales. Si les importa
más el dólar que el artista, que cierren la discográfica
y abran un banco. Sin artistas, no existirían el MP3 ni las discográficas.
El último CD que me compré fue de Slayer, God Hates Us All, hace
dos meses.
DANTE
SPINETTA ZALAZAR
Me genera
emociones mixtas; por un lado está bárbaro que un flaco que no
tiene guita para comprarse un disco, igual pueda conseguir la música,
pero tampoco me cabe que me saquen la guita. El problema es Internet, no el
puestito de la calle. En Audiogalaxy, por ejemplo, había música
mía; y eran discos que yo no vendía, guita que no me entraba.
Todo depende de la posición en la que esté el artista: si recién
empezás y tu disco está disponible gratis, es buenísimo.
Pero también comprendo que Dre o Metallica hagan juicio a Napster; yo
además le rompería el culo a patadas al dueño. La industria
vive una crisis tremenda, y por más que se esfuercen, siempre va a haber
un hacker cabezón de Illinois que invente algo. Yo hace un par de meses
que no me compro un disco, ¡si los importados ahora cuestan como 80 pesos!
Con mis amigos, cada vez que uno compra un disco, lo copiamos.
MANUEL
QUIETO, La Mancha de Rolando
Si a pesar de la crisis los precios de los discos no bajan, es normal optar
por grabarlos. Lo importante es acceder a la música: con la piratería
la música gana, los que pierden son los que la comercializan. Es cierto
que mucha gente vive de la venta de discos oficiales, especialmente en las discográficas,
y quizás yo también. Esto es como cuando se inventó la
fotocopiadora. Me parece que el disco se muere y que va a venirse otra cosa;
tocar más en vivo, juntar música e imagen para que sea más
difícil copiar, o algo así. Lo que deja de tener valor no es la
música sino el disco en sí mismo, como objeto. Yo nunca en mi
vida compré un CD, ni para regalar. Tengo compactera recién desde
hace un año y medio, y todos mis discos son copiados, prestados... o
choreados.
ANTONIO
BIRABENT
No apruebo ni apoyo la piratería, porque es una práctica ilegal.
Pero al mismo tiempo comprendo perfectamente que comprar un disco en la Argentina
de hoy es un acto heroico. Y... no me acuerdo de la última vez que fui
a comprarme un disco a la disquería.
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