¿SE PUEDE COMER CON EL HARDCORE?
Etica, estética y convicciones infranqueables perduran en el corazón del género. Pluk, de Las Armas, y Fedex, de Reconcile,
le cuentan al NO cómo resisten el espíritu del “hacelo vos mismo”.
› Por Federico Morandi
No hay que ser un entendido para saber que la respuesta a la pregunta ¿con el hardcore se come?, de manera sintética y concisa, sería un rotundo “no”. Ni Tinelli ni las discos venden hardcore y, a lo máximo que puede aspirar el género, es a unos pocos segundos de gloria en la cortina de algún programa periodístico de poca difusión. Nada demasiado mainstream. Pero las bandas se las arreglan para poder conseguir la autonomía característica del under. Diez años después de la peor depresión del Buenos Aires Hardcore, la escena comienza a resurgir de la mano de bandas como Reconcile, Orientación, Nueva Etica y El Eterno Enemigo, que se cargan el BAHC al hombro y lo sacan adelante a puro pulmón. Emiliano (más conocido como “Pluk”), baterista de Las Armas –grupo que armoniza el hardcore con el punk y el screamo en su único trabajo hasta el momento, En busca de la furia perdida–, y Fedex, cantante de Reconcile que cumplen ya ocho años sobre el escenario, le cuentan al NO cómo resiste este género, de qué manera se las ingenian sus devotos para volver a adquirir la popularidad perdida y si se puede vivir del hardcore en la Argentina.
La planificación de las fechas se da en un modo bastante peculiar: los miembros de las bandas suelen concurrir a las fechas hardcore y conocerse allí con aquellos que están tocando. A partir de ese momento comienzan a formar una “familia” entre grupos amigos; sin embargo, Pluk cuenta que “siempre es bueno estar predispuesto a las bandas que no pertenecen a estos núcleos, para poder entrar en otros nuevos”. Una vez que existe cierta confianza comienzan a arreglar próximos shows a través de Internet (fotologs, myspace y por e-mail son los medios más habituales).
En cuanto a locales para alquilar, no existen ya mecas del hardcore en Buenos Aires. Fedex se lo atribuye, más que al decrecimiento de popularidad del género, a las regulaciones post-Cromañón: “En los ‘90 había recitales todo el tiempo en el centro, a los que concurrían el triple de personas que ahora. Hoy están todos los lugares cerrados y tenés que ser amigo de Telerman para poder tocar. Si no, nos tenemos que ir para provincia, en donde no nos joden tanto. De todas maneras, en el ‘99 había shows por toda la provincia e íbamos todos. Hoy no elegimos los lugares, ellos nos eligen a nosotros. Estamos en una posición en la que no podemos elegir nada. Somos mala palabra, se piensan que por nuestra culpa les van a clausurar el local; o capaz es porque no consumimos nada en la barra y no les dejamos plata”. Esto hace que los shows sean más costosos para las bandas, dada la reducida oferta y competitividad de los lugares a alquilar. Hoy en día, éstos se llevan casi la totalidad de la recaudación, así que si un grupo hardcore puede mantenerse solo, no es gracias a las constantes fechas que organizan los grupos.
Parece que la enorme autonomía de las bandas no tiene nada que ver con el poder económico de cada una, y el incidente de Las Armas en Mar del Plata es lo suficientemente ilustrativo: luego de que sus instrumentos fueran robados, muchas bandas “amigas” les prestaron equipos para recaudar fondos destinados a recuperar equipos perdidos. “Los hubiéramos podido bancar con la plata de la banda, pero los necesitábamos con urgencia porque era incómodo seguir tocando con instrumentos prestados, así que pusimos una parte de nuestros bolsillos”, afirma el baterista.
Este lazo tan fuerte que existe entre las bandas también se ve reflejado en las giras por el Gran Buenos Aires y el interior del país. Es muy común que ocurra una especie de “viaje de intercambio” entre bandas, en los cuales los grupos (muchas veces sin conocerse las caras) se invitan a través de Internet a sus ciudades de residencia y alojan a los miembros de la banda “visitante” en sus propias casas y viceversa. De esta manera les es posible hacerse conocer fuera de los circuitos habituales y satisfacer los oídos de los fans que se encuentran a una gran distancia sin afrontar los enormes gastos que una gira representa para un grupo under.
En el caso particular de Reconcile, tuvieron la posibilidad de tocar en Chile (en donde debido a la cantidad de público que acude a este tipo shows “alcanzó para que todos nos pagáramos los pasajes”) y en Brasil. Allí se alojaron “en la casa de chicos que tocan en bandas, o de sus amigos, o del que hace el show. Por ahí en Chile, que ya fuimos tantas veces, puedo decir que nos quedamos en casas de amigos nuestros, pero las primeras veces que íbamos no los conocíamos realmente. Pero igual nos daban casa, comida, risas, nos mostraban la ciudad... todas esas cosas”.
Internet es el medio de comunicación fundamental para el contacto y la difusión de estas bandas. “Imaginate que hasta hay gente de Perú que nos conoce. Eso es gracias a Internet”, agrega Pluk. Dada la poca masividad del hardcore, no es difícil entender por qué las grandes discográficas de la Argentina no representan a ninguna banda. Por esta razón, muchas de ellas fundaron sus propios sellos independientes, encargados de distribuir y difundir los discos, pero también se ocupan en algunos casos particulares de traer material del exterior y editarlo en el país, ya que no es fácil de conseguir y suele ser costoso. Este es el caso del sello Varsity Hardcore, perteneciente a Fedex, que, además de los trabajos de Reconcile, elabora reediciones de clásicos internacionales del hardcore. “Tener a alguien que hace eso por vos, es no hacerlo vos”, afirma. Pero nuevamente, si bien no genera pérdidas, un sello de estas características no es la fuente de ingresos de nadie. “Para eso nos involucramos en las cosas que hacemos, y en el hardcore... para hacer cosas, no para que estén hechas.” Nuevamente el objetivo es sentar un precedente, no recaudar dinero para el beneficio personal.
En el caso de Las Armas, Pluk explica que la totalidad del costo del proceso de grabación y producción de En busca de la furia perdida tuvieron que afrontarlo de su propio bolsillo, mientras que desde su sello Rebirth Records (que fundaron junto a los miembros de Romeo Tragedy y Mantente Libre y Consciente) se ocuparon de la venta, distribución y difusión del mismo. Sin embargo, Emiliano y Fedex coinciden en que hoy en día podrían grabar un disco “sin poner un peso” de su propio bolsillo. Sin embargo, acuerdan en que este superávit que obtienen debe ser reinvertido en merchandising y viajes para aumentar la difusión y expandir así los horizontes de la misma y, por qué no, del mercado del hardcore.
Los discos suelen estar en venta en los mismos recitales. Allí también es posible conseguir merchandising, tanto de las bandas como de los sellos que las representan. Por lo tanto, los shows suelen tener discretos, pero importantes puntos de venta, en donde se pueden conseguir desde remeras y gorras con el logo de las bandas hasta milanesas de soja para satisfacer el apetito de los vegans. Fedex afirma que, si las cosas se hacen bien, cada banda se autoabastece económicamente (shows, tours, discos, fanzine).
Cuando todo empieza a parecer una película con final feliz, Fedex dispara: “Un chico que no tiene un peso y hace las cosas bien, se las puede rebuscar para armarse una banda, tocar, grabar y hacerse un nombre en la escena. Pero hay una gran diferencia entre bancar la banda y bancar a quienes la integran. Hoy en día esto último no es posible”. La esencia del hardcore nunca cambió: lo que mantiene al género en el país es el sentimiento y las raíces de este movimiento, y ni por todo el dinero del mundo dejaría de comer sus milanesas de soja y traicionar su resistencia.
Tras el auge del hardcore en el país durante la década del ‘90, el género cayó rápidamente en el olvido, conservando sólo unos pocos adeptos. Sin embargo, al hardcore están apegados estilos de vida como el “straight edge” (SxE) y el “vegan”, que implican un fuerte y eterno compromiso para quienes lo adoptan (los straights se abstienen de tomar alcohol, consumir drogas y tener sexo casual; y los vegans, de comer alimentos provenientes de animales).
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