FRESCA IRONIA DE THE FRATELLIS
Aparecieron hace un par de años, con energía como para incendiar los escenarios de los festivales europeos. Editaron Costello Music.
› Por Roque Casciero
Confesémoslo: ya nos acostumbramos a recibir a “la nueva banda retro” con una mirada torva y a pensar en cuánto tiempo habrán invertido sus integrantes en diseñar cuidadosamente su sonido, su actitud y hasta su peinado “desprolijo”. Sin embargo, si no fuera porque nos pusimos cínicos, ya que la escena actual nos alimenta de demasiadas estrellitas prefabricadas, deberíamos entregarnos a las canciones y al desparpajo de The Fratellis con menos reservas, tal como sucedió hace unos cuantos años con el adrenalínico I Should Coco, el primer álbum de Supergrass. O, hace unas cuantas décadas, con las melodías vibradoras de los glamorosos Marc Bolan y David Bowie de los ‘70. Sucede que de esa materia están hechas las canciones de estos tres escoceses que, en un guiño a los Ramones, decidieron apellidarse con el nombre de su banda. Y aunque no sean vanguardistas ni derrochen ideas novedosas para renovar al rock, su álbum debut Costello Music (que tiene edición local) garantiza tres cuartos de hora con una sonrisa clavada en el rostro: los Fratellis saben reconocer un buen “tarará” —de esos que levantan el ánimo— cuando lo encuentran, casi por casualidad, en el estribillo de alguna de sus canciones.
Como acá hiciera Miranda! cuando todavía era un trío, en cada entrevista Jon (voz y guitarra), Barry (bajo) y Mince Fratelli (batería y coros) dan una versión diferente sobre sus comienzos, de dónde sacaron el nombre de la banda y a qué “Costello” se refieren en el título del debut. Más que controversia, lo que el misterio ha generado es un pequeño jugueteo que a la prensa inglesa parece deleitarle. Aunque nunca falta algún plomazo que cree en la rigurosidad periodística y que dice que ellos se llaman, respectivamente, John Lawler, Barry Wallace y Gordon McRory.
También está más o menos establecido que se conocieron por un aviso publicado por el batero en una casa de instrumentos de Glasgow: la historia semi-oficial dice que pedía músicos dispuestos a “conquistar el mundo” y que lo firmó con otro nombre porque no quería que se ofendieran los miembros de la banda en la que estaba en ese momento. Pero hay versiones más divertidas: “Escuché que nos habíamos conocido trabajando en una feria y que éramos una banda para casamientos”, dijo Jon. “Es probable que la verdad sea una mezcla entre las dos versiones, algo así como que teníamos que tocar en un casamiento en una feria.” ¿El nombre de la banda? Barry asegura que Fratelli (“hermanos” en italiano) es su verdadero apellido, pero también hay quienes claman que lo sacaron de un personaje de la ochentosísima película Los Goonies. Y, finalmente, el misterioso Costello bien podría ser el segundo Elvis más famoso de la historia del rock, o bien un personaje de la peli Still Crazy, o el nombre del estudio en el que ensayaba la banda.
Mucho mejor que andar hurgando cual detective es divertirse con The Fratellis y su humor simplote, pero entrador. Un pequeño ejemplo a cargo de Jon: “Sting me llamó hace poco y me dijo que había una sola banda que podía ser soporte de The Police y éramos nosotros. Y si decíamos que no, ellos no iban a juntarse. Pero no podíamos privar a tantos oyentes de volver a escuchar a The Police. La verdad, podemos hacer que se junte cualquier banda”. Estos tres tipos, que no son precisamente sex symbols, ¿hablarán en serio alguna vez?
Si hay que guiarse por las letras, da para dudar un rato largo. La pegadiza Henrietta es una especie de Vení Raquel de los Decadentes, pero Made in UK: “Querida Henrietta, somos sólo tres chicos solitarios / Aunque las chicas nos aman estamos / tan increíblemente enamorados de vos (...) Podés venir a vivir con nosotros entre los perdedores y los adictos”. Y la dama a la que le cantan en la delicada (con silbiditos, coros prolijos y hasta un banjo) Whistle for the Choir, de tan tonta, se les hace irresistible. “No he visto una pupila en sus ojos durante dieciséis días”, es como describen a Vince The Loveable Stoner (Vince, el amoroso drogón), una más de las canciones en las que el link con el Supergrass inicial es evidente. Nada extraño, si se lo piensa bien: los Fratellis existen hace poco más de dos años y tienen energía para incendiar los escenarios de los festivales europeos, donde salen cada noche con la premisa de no tomar prisioneros (fíjense en los clips que hay en YouTube). Pero, claro, tratándose de ellos, el arma de destrucción masiva es la sensación de bienestar que transmiten con esas melodías y esos coritos de los que cuesta deshacerse, incluso en el espantoso invierno porteño.
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