LOS ESTUDIANTES SECUNDARIOS, MOVILIZADOS POR MUCHO MAS QUE EL BOLETO ESTUDIANTIL
En marcha
El reclamo justo de rebajas en el precio del transporte desató una ola de amenazas e intimidaciones (físicas, incluso), que potenciaron el compromiso de los chicos que, además de estudiar, sonreír, charlar en un recreo o pensar en el fin de semana, quieren un país más justo y mejor.
› Por Cristian Vitale
Parecía un jueves más. FL madrugó, salió de su casa para ir al colegio Carlos Pellegrini y tuvo una mañana normal, como todas. Cuando volvió, encontró a su madre pálida. “Llamó un tipo, voz gruesa y sin identificarse, dijo que te cuides, si no, te van a reventar, y cortó.” FL, asustada, se quedó en su casa. No quiso salir ni a la vereda en todo el día. “La verdad es que el miedo me paralizó. Pero hablé con una amiga y decidimos que teníamos que decirlo, porque es esencial no estar solos. Mentiría si dijera que no tengo miedo: son amenazas y uno no sabe cuál es el límite. Sin embargo, milito hace tiempo y no voy a dejar de luchar por el accionar de unos cretinos”, le cuenta al No. Mientras ella habla, unos 12 compañeros la rodean en círculo: algunos se están enterando en ese momento de lo que le pasó. “La conclusión que saco es que las amenazas tienen que ver con un plan sistemático de intimidación y represión tanto a estudiantes secundarios y universitarios como al campo popular, algo que comenzó en 1976 y no terminó nunca”, concluye. }
Desde julio del 2001, varios centros de estudiantes de colegios de la Capital Federal se están movilizando con un objetivo concreto: llevar el boleto estudiantil –el célebre BES– a cinco centavos. La ley en vigencia, promulgada en 1989, indica que el abono para estudiantes debe valer, siempre, el 50 por ciento de lo que cuesta el boleto normal. Por lo tanto, ellos están pagando 40 centavos por viaje. “Nos preguntamos por qué tenemos que pagar 40 centavos para ir al colegio. Hay chicos que no pueden pagarlo y tienen que dejar la escuela... Después se quejan de que los pibes no saben”, reflexiona Anabela, del Nacional Buenos Aires. “Además -prosigue Gabriela, que cursa en el Pellegrini– no tomás un solo colectivo: estudiar significa también ir a bibliotecas, reunirse en la casa de alguien, etcétera. En lo personal, no me conviene sacar un abono porque, además, pocas veces tomo el mismo colectivo.”
El factor movilizante de los pibes también tiene que ver con el aumento sin anestesia que aplicó la empresa Metrovías, al llevar el archipromocionado subtepass de 15 a 18 pesos y eliminar el pase libre del abono estudiantil, limitándolo a 40 viajes. “Sin ningún justificativo”, reclama Anabela. La idea de obtener una credencial única estudiantil (CUE) los llevó a presentar un proyecto en la Legislatura de la ciudad en julio del 2001, que chocó con la negativa del secretario de Transporte en octubre del mismo año. “Nos obligan a replegarnos para que no luchemos más por un derecho. No estamos robando nada sino exigiendo lo que es nuestro”, sostiene FL.
Luego de un año de golpear puertas sin demasiado efecto –fueron rechazados un par de veces más en diversos organismos–, una brutal agresión a un estudiante del Mariano Moreno, que terminó con Tres A tajeadas en su pecho, modificó el rumbo del plan de lucha estudiantil. Las movilizaciones crecieron en calidad y cantidad: a los tajos sangrantes respondieron con una multitudinaria manifestación de Congreso a Plaza de Mayo, que a su vez motivó una catarata de amenazas que no sólo incluyen la de FL. “Tenemos contabilizadas entre 6 y 8 amenazas en los distintos colegios. En los últimos días hubo tres: dos compañeras del Pellegrini y una del Buenos Aires. Son llamadas telefónicas al grito de: ¡Te vamos a matar, dejate de joder con el boleto! O cartas al mejor estilo película de terror con frases tipo basta de militancia socialista”, resume Ana.
Por sus connotaciones simbólicas, la intimidación más funesta ocurrió el 5 de julio, cuando tres alumnos del Colegio María Claudia Falcone –una de las estudiantes desaparecidas el 19 de septiembre de 1976, por razones similares– fueron amenazados con el mensaje: No se movilicen porque les va a pasar lo mismo que a los piqueteros, frase escrita sobre un papel y graficada con fotos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Juan, compañero de los tres amenazados, narra el hecho. “Eso sucedió unviernes... A los compañeros les ‘recomendaron’ que pensaran en su futuro. Encima, el lunes fuimos al colegio y nos encontramos con que habían arrancado la placa que lleva el nombre María Claudia Falcone. El jueves, después de la marcha que hicimos y el corte de calle en Scalabrini Ortiz, llamaron a otro compañero para decirle que no habíamos entendido nada, que esto no era joda. Parece que la mano viene brava.”
De inmediato, se activaron los puentes de la memoria y los chicos contaron con el apoyo de Pablo Díaz –único sobreviviente de la funesta Noche de los Lápices– y el hermano de Claudia Falcone. “El día de la marcha por lo del Moreno estuvo Pablo Díaz y en el discurso nos dijo: ¡No están solos! Fue increíble: sentimos algo re-fuerte en Plaza de Mayo. Todos los padres del Falcone coincidieron: no va a volver a pasar eso que decía la revista Para Ti, que si tu hijo dice ‘proletario’ es un subversivo. En esa época había otra visión, te decían que querías cambiar el mundo sólo por rebelde... Hoy se ve otro escenario, la consecuencia de todo aquello que no quisieron ver”, apunta Anabela.
Lo saben. Son conscientes de que están montados sobre las espaldas de aquella generación desaparecida, con la experiencia que ello implica. Al vulgar y desfasado “algo habrán hecho”, oponen su compromiso. “Claro que nuestra lucha no se limita al boleto, las becas o las viandas, es mucho más profunda –sostiene Gabriela–. En un mundo desigual, creemos que la educación es una herramienta que homogeniza a la sociedad. A lo mejor dicen: Estos pibitos, qué hincha pelotas con el boleto... Pero que sepan que estamos planteando cosas más profundas: no nos bancamos el hambre, la desigualdad y la injusticia. No queremos un país para pocos, queremos un país para todos. Implicamos, y lo sabemos, un peligro para los sectores dominantes, porque significamos que la juventud está reflexionando para construir un nuevo proyecto de sociedad.”
Además de los reclamos puntuales y el apoyo moral que recibieron los amenazados, subyacen en los chicos metas que hoy –a diferencia de otros tiempos– coinciden con reclamos generales. Más allá de los enlaces con las organizaciones piqueteras, hay una contención real y necesaria por parte de padres y familiares. “Los padres de mi vieja, que era una militante, iban para atrás. La militancia, antes, era clandestina para afuera y para adentro. Tu viejo te decía: No hagas nada, que el liberalismo era bueno y esas cosas”, dice Gabriela. “A nosotros nos marcó mucho el Argentinazo del 19 y el 20 de diciembre –apuntala Ana, del Normal 4–, todos salimos a la calle y triunfamos. Hoy estamos todos movilizados, tanto los padres como los hijos, los tíos o los abuelos. Todo el mundo laburante sale a pelear y ve bien las luchas que se dan y ve mal la represión, por eso fueron masivas las marchas del 3 y el 9 de julio. Esto demuestra que el escenario es otro.”
Una de las modalidades de lucha, la toma de escuelas, fue la otra respuesta a las intimidaciones: más de mil estudiantes de siete colegios de la Capital. Dice Marina, del Lenguas Vivas: “Nuestro laburo consiste en sacarles el miedo a los chicos que recién empiezan, en luchar contra el no te metás. Las amenazas son un impedimento pero, por otro lado, una manera de levantarnos. Se intenta alejar a los compañeros, pero muchos se acercan porque nadie quiere volver a lo que pasó”.
Gabriela piensa que el Argentinazo rompió definitivamente con la dicotomía “democracia-dictadura”. Opina que dio origen a una nueva red social “horizontal”, integrada por hijos, padres y abuelos, que se organizaron en agrupaciones estudiantiles, asambleas populares y movimientos piqueteros. Se detiene, mira a todos sus compañeros y dice: “Recibí una amenaza ayer y mi familia, que trabaja de lunes a viernes, no tiene derecho a no poder dormir porque yo quiera cambiar el mundo”.