LOS ROLLING STONES TRANSARON
› Por Javier Aguirre
Aquella máxima perezosa que decía que “trabajar es tan horrible que hasta te pagan por hacerlo” suele hacer agua cuando el trabajo en cuestión –más allá de que dignifique– te gusta, te divierte o responde a tu vocación. Y ni hablar en caso de que, si por una hora y veinte minutos de trabajar en lo que te gusta, te pagan varios millones (el sonidista del NO, en este momento, pone un sonoro “¡CLINK!” como de caja registradora). El gran ejemplo de que esa utopía laboral existe y se llama Rolling Stones. Veteranos, invencibles, inimputables, deliciosos y con varias décadas de after-todo, los sexagenarios más cool de Occidente tocaron en una fiesta privada para 500 personas que organizó el Deutsche Bank, en Barcelona, y cobraron un cachet de alrededor de –justamente– 4 millones de dólares. ¡Y todo a beneficio... de ellos mismos! Fueron 80 minutos en los que sonaron Ruby Tuesday, Start Me Up, It’s Only Rock’n’Roll, Brown Sugar, Miss You y Satisfaction, entre otros. Y Jagger, ante el público compuesto por el directorio bancario, hasta bromeó con que lo mejor de la velada... eran las ganancias.
No será este suplemento el medio que sostenga con tipografía solemne que “Los Rolling Stones transaron”. O que “Mick Jagger y Keith Richards traicionaron al barrio, a los pibes del maxikiosco y al pogo, y se vendieron al oro de unos banqueros alemanes caretas”. Ni a palos. Sin embargo, y denuncias-que-aquí-no-se-harán al margen, la batería de prejuicios rockeros tiene sus complejidades; y los artistas de rock son reacios, no tanto a tocar en una fiesta privada sino más bien a admitir que, de vez en cuando, tocan en una fiesta privada a cambio de un cachet. Cumpleaños de 15, casamientos, fiestas de canales de TV, radios o bancos; lanzamientos promocionales de marcas de cigarrillos, teléfonos celulares, gaseosas, cervezas, prepizzas...
El sector privado ofrece diversos eventos dispuestos a pagar por una “banda en vivo” para divertir a los presentes, y esa banda puede ser de rock. ¿Te tocó ver en alguna fiesta privada a Miranda!, a Babasónicos, a Los Auténticos Decadentes? El Departamento de Etica Rockera del NO, recientemente creado después de la mudanza, analizó y debatió si un artista de rock que accede a prestar sus servicios musicales a un privado a cambio de dinero, vulnera en ese acto algún tipo de –rígido, inclaudicable o antisistema– valor rocker. Y no, parece que no. ¿Se escandaliza alguien si Matisyahu se presenta en un bar mitzvá? ¿KISS en el lanzamiento de una marca de cosméticos? ¿Metallica para una empresa de antioxidantes? ¿La Renga en un simposio de ortopedistas? ¿El Indio Solari en la fiesta de fin de año de Telefé? Ningún caso parece grave. Así que no te asombres si en la próxima fiesta privada a la que asistís toca una banda de rock, justito entre el carnaval carioca y la mesa de dulces.
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