Jueves, 16 de agosto de 2007 | Hoy
LA EVOLUCION DE CARAJO EN LA PRESENTACION DE SU NUEVO DISCO
En la etapa “post-acústica”, la banda de Corvata presentará Inmundo, donde propone juntar saliva (y usarla) contra lo más podrido del sistema: la violencia, la falta de inocencia, la tele-basura. ¿Toda la furia o el problema de madurar?
Por Cristian Vitale
Banda, Carajo. Disco, Inmundo. Lámina interna, dedicatoria sintomática: “Para la iglesia punk, en el nombre de Jesús... pura vida para todos” (¿?) ¿Acaso el trío que alguna vez fue new metal, mitad animal mitad espiritual, y después bajó al sonido acústico, ahora curte un sincretismo inexplorado?, ¿iglesia, punk, Jesús?, ¿de qué va esta articulación de palabras y significados contrastantes? El autor, Marcelo “Corvata” Corvalán, trata de restarle importancia. Dice que es como un juego. “Nosotros no tenemos religión, ni nada, es como una ironía; nos reímos nosotros mismos del nombre: la iglesia punk es una reunión de amigos en la que cada uno trata de ser como es.” Pero el detalle no resulta azaroso. Así se irá develando en el transcurrir de una conversa que, a veces, parece en un cónclave de monjes agnósticos. Por caso, uno de los temas del flamante disco –el cuarto hasta hoy– se llama Punk sin cresta, tal vez una autobiografía “hacia atrás” en la que el personaje rememora sus primeros tatuajes, bardos, tachas y graffitis, dejando en claro lo que alguna vez fue y hoy no es. Y lo que hoy es puede ser una búsqueda espiritual (¿religiosa?) que antes no era. O no estaba clara.
La pregunta, entonces, cae madura del árbol y mezcla desordenados pensamientos sobre esto de la iglesia, el punk, Jesús y el amor. En rigor, cuando Tery Langer (guitarra) tiene que contestar si Carajo tiene una veta punk, descarta la saga reviente-descontrol-nihilismo: su vertiente atea y carnal. Pura, digamos. Y se asienta sólo en factores estéticos. “Eso es lo común hoy en día, está tan visto y repetido, que lo punk pasa por otro lado –cuenta–. Además, si uno analiza cómo nació el punk, en un determinado país y bajo una determinada actitud, yo no me siento eso. Carajo toma solamente algo de la cosa musical, y cierta actitud contestataria. Pero el rock en general tiene esa actitud. Inmundo es precisamente una especie de escupitajo que tiene que ver con lo contestatario. Si se lo toma como algo punk, bueno; en ese sentido, sí.” “Y sí: lo punk ya no es tan punk”, reflexiona Corvata.
Los tres, porque también está Andrés Vilanova, el baterista hijo de Miguel Botafogo, matan el frío a mate y galletitas, sobre una mesa improvisada: una madera finita que techa un metegol realmente tentador. Esos antiguos, de fierro indestructible. No están pensando en jugar –aunque el número de personas dé justo– sino en seguir enfrentando las preguntas del NO. Están los tres muy tranquilos. Tal vez los contagie la hora –en Santiago del Estero sería la de la siesta– o el frío taladrahuesos que congela el afuera, y obliga a estar bajo techo seguro. La guarida de Villa Ortúzar es eficaz.
Corvata: –Un poco marca el pasar del tiempo y ver cómo la vida va cambiando. Uno ya tiene familia, hijos y le pinta un poco el recuerdo de aquellos momentos de la adolescencia. Es un poco la conclusión de que no se es punk por una cresta sino por vivencia. También es un juego de palabras: despertar preguntas para que cada uno se imagine lo que quiera. En términos de contexto, es la canción nueva y diferente. La incluimos en el disco a último momento, luego de pensar bastante en hacerlo. No es un tema común para Carajo, pero se ganó su lugar.
–De alguna manera sí: es como un mirar atrás y darse cuenta de qué quedó de esa juventud medio rebelde. En ese momento, para nosotros era muy punk o aventurero estar callejeando, bardeando por el barrio o amagando pelear con pandillas de otro barrio. Ahora, la calle ha cambiado mucho y hay que tener otro código: se acabó la inocencia en un montón de aspectos.
Corvata: –Es una manera de tomar conciencia de lo delicado que resulta para una persona perder cierta inocencia. Una vez que la perdés, tal vez no haya vuelta atrás, y medio que el mundo cada vez acelera más los tiempos. Nacemos sabiendo todo, lo malo y lo bueno.
Tery: –Si hoy te dicen “mirá qué inocente que sos”, es como decir que sos un boludo.
Corvata: –Cuando en realidad la inocencia tiene algo muy valioso. Cuando ves una persona que actúa realmente sin buscar ninguna conveniencia, o sin premeditar ni especular, es algo positivo. Me inspiré en la parte infantil, la cosa que ocurre cuando uno rompe el cascarón y sale a la vida. Cuando antes pasaba a los 15 o 18 años, hoy a los 12 ya está: los pibes saben de falopa, putas y tienen todo al alcance de la mano.
Corvata: –Sí. Inevitablemente les tenés miedo a muchas cosas mundanas. Mi nena va a cumplir seis años y te da como temor verla crecer.
Tery: –Yo no tengo hijos, pero me pregunto siempre qué pasará mañana si tengo uno. Hay muchas cosas de las que uno se tiene que cuidar para que su hijo no vea, por eso de no acelerar los tiempos. Lo vulgar hoy está al alcance de todos y la televisión es un elemento central para que esto ocurra, porque destruye y acorta plazos.
Corvata: –Es muy complicado elegir contenidos. Hasta en una publicidad o propaganda te meten cosas que preferís no ver. Tener chicos en tu casa te hace ver un montón de cosas: qué te importa, por ejemplo, ver una mina en tanga en la tele... Pero cuando pasa tu hija y la ve, preferís que no lo haga. Yo, igual, lo logré porque en casa no tenemos tele, aunque el consumismo se mete por todos lados. Cada padre elige cómo criar a sus hijos.
Corvata: –A que la tele es adictiva. La letra más bien habla de que los niños se alejen del aparato para evitar una cultura difícil de cambiar en el futuro. Si a un chico acostumbrado a ver tele lo llevás a otro lugar donde ésta no exista, se te va a complicar: ¿qué hace con ese tiempo que le sobra?, ¿podrá dibujar, hacer deportes? Por eso decimos que la tele es adictiva como las drogas. A mí no me tocó tanto, porque me crié en la época que había cuatro canales, tenías dibujitos a las cinco, tomabas la leche y listo. Era distinto.
Tery: –El problema es que la preponderancia de contenidos basura está un poco trastornado.
Corvata: –Eso lleva a confundirte, a creer que todo está basado en eso y que no existe otra cosa en el mundo. Eso deprime y preocupa: a veces es difícil tomar cierta distancia de las cosas, no darle bola.
Andrés: –Yo diría que tiene letras contundentes, aunque es menos catártico que el primero. En aquél largamos todo, y en éste buscamos contundencia temática y musical. Hay temas como Carne que, si lo escuchás separado, no te das cuenta de que es de Carajo.
Corvata: –También tiene que ver con qué es lo que se entiende con contestatario.
Corvata: –Sí. Aunque Carne y Alma y fuego son excepciones en este sentido, porque aparece algo más poético o romántico, en términos de rima. Algo que antes no hacíamos; puede que sí hayamos buscado que sea contundente en otros aspectos: en la melodía, el doble bombo o la guitarra.
(Risas)
Tery: –Es loco, porque el resultado es fuerte. Pero cuando componemos, salen cosas muy disímiles. Con el disco armado genera la sensación de potencia, pero esto es forzado: uno elige los temas y les da una coherencia. El disco no denota eso esotérico, místico, que a veces baja para los tres en la sala de ensayo. Las cosas no se piensan demasiado: salen. Somos temporales a lo que nos va pasando.
Corvata: –Es lo que decidimos mostrar, porque había un total de 24 temas que nos daban la posibilidad de llevar el disco hacia donde queríamos: hacia lo relajado, lo potente, o lo recontra punk-rock. Creo que agarramos lo mejor de todo. Además, en este momento estamos autoinfluenciados por todo lo que hicimos anteriormente, que se mezcla con una lavada de cara.
Corvata: –Pintó algo así, medio setentista. Incluso hay temas así que quedaron afuera: están esperando el momento de ver la luz para sorprender. Es difícil no tener prejuicios, pero hay que saber empujar para ir corriendo el techo. El accidente de Andy, por ejemplo, nos llevó azarosamente a encontrarnos con una variedad de música que antes no habíamos frecuentado, incluso a reversionar nuestras propias canciones, de una manera divertida. Una influencia muy fuerte de esa experiencia hoy es implementar en vivo toda la parte electrónica. Disparar sonidos grabados y secuencias.
Corvata: –Y de aprender a trabajar de otra manera, porque hasta ahora éramos tres rockers a mansalva. Rompimos nuestro formato de trío y empezamos a encontrar alternativas.
Corvata: –No (risas). Refleja al hombre que vive en un país raro como éste, en el que nunca sabés de dónde te vienen los disparos. Si no es De la Rúa, es el dólar, o la cumbia que se pone de moda; nunca sabés qué pasa. Estar en el rock, aquí, es como atravesar continuamente un campo minado, nunca sabés dónde poner el pie. No imagino lo que debe ser hoy para una banda que empieza: con Carajo ya tenemos un status que nos permite vivir de lo que nos gusta, pero no sé qué aconsejar a los pibes: simplemente que lo hagan con amor. A mucha gente el día a día se le hace muy pesado, se le apagan las luces y puede ser el tipo más bueno del mundo, pero una vez que explota, rompe todo. Llega un momento que tiene que sacar toda esa bronca por algún lado.
Andrés: –El chico granada es esa persona donde la lucha siempre es cuesta arriba. Habla del resentimiento que le puede llegar a generar a uno vivir en un país injusto y desigual, donde los arquitectos manejan taxis. Cada uno tiene un grado de chico granada y nunca sabés cuándo, dónde y a qué hora podés detonar.
* Carajo presenta Inmundo el 25 de agosto en el Teatro de Flores.
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