BREAKDANCE EN BUENOS AIRES
Que se doble y que no se rompa
› Por Javier Aguirre
”No soy un niño rico, ni el hijo de Spinetta”, rapean con furia –pero, evidentemente, también con cierto humor– los Punto Cero, el grupo de hip hop que calienta el cemento de Cemento mientras los pibes se preparan para competir en la cuarta edición del Buenos Aires Break, certamen de breakdance que merece la calificación de imperdible. Los uniformes reglamentarios dan el color: gorros polar y de entidades deportivas yanquis de todo tipo, camisetas de la NBA, pero también de Maradona (sabor local), dreadlocks y pantalones camuflados. Y la temperatura la ponen los rimadores que –en la calle, antes de entrar– ensayan sus rap-payadas, sus acompañantes que reproducen los shiiick-¡pums! propios del scratch de un DJ y, en especial, los bailarines que practican, entre aplausos.
“El que no salta es concheto”, arengan (y saltan) los casi 600 asistentes al evento. Para cuando comienza el torneo –que tiene dos categorías, una para demostraciones grupales y otra para dúos de principiantes–, hay de todo. Gabriel Espinosa y Leonardo Tejera (ambos de 13 años y de Berazategui), por ejemplo, se metieron en el breakdance hace apenas un mes y ya giran sobre la cabeza a una velocidad que despierta ovaciones. Pero ellos, a pesar de su evidente destreza, inexplicablemente no compiten: “Venimos a ver pasos para aprenderlos, y a conocer gente que sepa más de esto”, cuentan modestamente. También están los expertos, como los protagonistas del monopólico superclásico de la final, entre las agrupaciones Universal y Aniquilación, que fue la ganadora: hasta hace poco, ambas facciones eran una sola, que se llamaba Aniquilación Universal... Pero otros jóvenes valores surgen y, así como Turquía y Corea del Sur sorprendieron en el Mundial, aquí la revelación teen son los Operación Fama, cuyo frontman Peto Romero –17 años, from Glew– detalla: “Empezamos a bailar hace dos años y ahora nos conocen en todos lados, en Rosario, Buenos Aires... hay muchos que se quieren matar”, desafía. Y se pone a bailar, llevando a su espalda a marcar ángulos anatómicamente insólitos, y haciendo todo lo posible para que su pantalón se le baje un poco todo el tiempo y muestre sus boxers cuadriculados. Peto es un verdadero líder hip-hopper: cada vez que camina, con un andar oscilante propio de Harlem, lo sigue toda su crew, conformada por graffiteros, MCs y rimadores. Y, durante toda la tarde que dura la competencia, es masajeado en la espalda. ¿Nace una estrella?