NUEVAS MANERAS DE DIGERIR LA PROBLEMATICA DEL VIH/SIDA
Podría dejar de ser una enfermedad terminal y convertirse en una cuestión crónica, si los análisis se hicieran en tiempo y forma. Pero dos de cada tres personas que viven con VIH no lo saben... ¿o no quieren saberlo? La Fundación Huésped organizó un concurso que muestra las nuevas maneras de acercar posiciones en la cultura joven.
› Por Julia González
Todavía existe el pudor de sacar el forro de la cartera o pedir que lo saquen, usarlo desde el principio, ya sea una relación anal, oral o vaginal. No hay nada más ingenuo que creer que “a mí no me va a tocar”. Lo importante es tomar conciencia de que el sida está acá, no es necesario conocer a alguien que conviva con el virus, ya que no es una enfermedad congénita o hereditaria sino que es transmisible y prevenible. “Mucho tiempo hemos tardado los seres humanos en saber que el acto sexual engendra al hijo, y mucho más tardaremos en comprender que en él existe peligro de contagio.” Es un fragmento de Memoria selectiva, de Cecilia Berry, ganadora en la categoría literatura del concurso Cultura positiva. Obras de Arte sobre VIH/sida que organizaron la Fundación Huésped junto con la Secretaría de Cultura y la Dirección Nacional de Juventud del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación en literatura, audiovisual, dibujo, pintura y fotografía.
Más de 500 trabajos fueron presentados, lo que significa que más de 500 jóvenes tuvieron el disparador de la enfermedad para sentarse a crear, a pensar y reflexionar. Porque, a decir verdad, el premio (una notebook) no los haría ricos, ni famosos. La idea de que el concurso fuera federal invitó a los pibes del país a plantearse el sida, que hoy se presenta como una epidemia, según las cifras alarmantes del crecimiento de infectados y muertes en el mundo (ver recuadro). La intención no es asustar a la población con los números que crecen a zancadas sino tomar conciencia de que le puede pasar a cualquiera. Y ésta es la realidad que le explota en la cara a nuestra generación y a las venideras. Existe otra variante de la enfermedad, la de quien no sabe que vive con el virus, entonces, no sólo llega tarde al tratamiento para lograr retardar el desarrollo sino que también puede seguir transmitiendo el virus sin saberlo.
Quienes participaron del concurso se animaron a nombrar el VIH/sida, a mirarlo de frente. Sin miedo, pero sí con respeto. Bajaron del imaginario colectivo lo que se conoce de esta enfermedad, y la colgaron en una muestra que estará una semana en el Palais de Glace y luego será itinerante por el país. El NO conversó con los ganadores de las cinco categorías y todos coincidieron en que se cuidan en sus relaciones sexuales. Algunos se lo tomaron con más seriedad que otros, ya sea porque tienen cerca a alguien infectado o porque sufrieron la transmisión de enfermedades por vías sexuales. Algunos crearon impulsados por el bichito de la concientización, y para otros fue sólo un encargo de trabajo con una temática específica: abordar la enfermedad desde la concientización, la no discriminación y la prevención. No es poco.
Esbelta riojana de sugestivo corte carré y profesora de Filosofía en su provincia, Cecilia Berry se queja porque en la entrega de los premios en el Palais de Glace sólo estaba expuesto un fragmento del cuento original, el cual se extiende a seis carillas. “Aquí aparece como una poesía erótica, de alto voltaje y con un remate, nada más. Sólo pusieron la parte sexista del cuento”, dice Cecilia, comprometiéndose a enviar por mail el texto completo ni bien llegue a su provincia. “¿Cómo no participar de este concurso?”, se pregunta; porque la temática que aborda todo lo relacionado con el sida, como el amor y la sexualidad, además de gustarle, le toca de cerca. Es por eso que encaró su cuento desde los límites, entre el riesgo, el sexo y la imposibilidad de enfrentar el cuidado del organismo.
“Y éste es el lugar en donde se tocan mi interés por el amor y el problema del sida. Uno cree que hace lo que quiere, por amor, por deseo, por libertad. En realidad siempre hay una variable de peligro”, cuenta Cecilia y es sincera al confesar que se inspiró en su propia vida para escribir el texto. Ella no tuvo sida, pero sí HPV, una enfermedad venérea, que fue la causante de la extracción de una parte del cuello de su útero, hace dos años. A partir de esta transmisión, no sólo cambió su forma de prevención sino que tomó conciencia de cuán importante es cuidarse. “Cuando doy clases, los chicos me preguntan, y uno siempre se va postergando y lo más concreto no lo decimos nunca; y es que el preservativo debe usarse todo el tiempo, desde el inicio hasta el final de la relación sexual.”
–¿Y cómo reaccionaste ante esa enfermedad?
–Me di cuenta de que era promiscua, que no me había cuidado. Me di cuenta de que había estado expuesta, por amor o por lo que sea, me sentí una boluda. No pude llamar por teléfono a ninguno de los cuatro para decirle hacete el análisis.
El corto Cambiemos fue dirigido por el jujeño Cristian Suárez, que se vino desde el Norte con toda la familia, que no paraba de sacarle fotos y de filmarlo cuando ganó el premio. El soundtrack del corto es un murmullo, el ronroneo constante de nenes felices en un recreo. La locación principal es la sala de una escuela y sus alumnos con la maestra, animados mediante la técnica de las películas de antes: “Muñequitos de papel que eran unas fotodiapositivas muy rápidas y nada más. Lo hice todo solo”, se enorgullece el director y aclara que sólo se trata de un hobby. Cristian trató el tema desde la ternura y la redefinición de lo terrible que es la discriminación entre los nenes con el virus y, más allá del premio (“yo ya tengo una notebook”), quería dar su visión del VIH. “El corto trata una discriminación muy intrascendente que se da en una escuela, en una dimensión muy pequeña, pero también intentaba mostrar con el video cuán doloroso puede resultar cualquier tipo de discriminación.” Suenan unos segundos de Bitter Sweet Simphony de The Verve antes de finalizar Cambiemos. Agridulce y esperanzador. “Melancólico”, define Cristian.
Okey es un monumento a una mano que mantiene erecto su pulgar (grande, ancho y altanero), el cual está aprisionado por un preservativo rojo, bien llamativo. Y en el mármol donde descansa esta estatua, la placa donde nada se lee, solamente se destaca la cinta roja que representa la lucha contra el sida. Esta obra tiene un tinte cómico. Un guiño, si se quiere. “El dedo forro, exactamente”, confirma riendo su creador, Isidoro Reta Duarte, de prolijo look beatle y cierto aire adolescente. “Los concursos de ilustraciones me motivan, es como un encargo que me hicieron y, como recién estoy empezando en el mundo de la ilustración, quería ver si respondía, y por suerte sí”, dice el dibujante y cuenta que se inspiró en el delirio absoluto porque la figura de este dedo erguido no existe. Isidoro siempre se sintió atraído por el mundo de arte, del cine, se considera creativo y es por eso que hace diez años se reparte entre cursos de pintura, guión, montaje, cámara, talleres de comic y diseño de imagen y sonido. Cuenta que cuando era chico, además de jugar con el Sega, se juntaba con sus amigos y mandaba “dale, hagamos un corto. Vos hacé esto, vos lo otro. Y hasta me autogestioné una revista de comic, de historietas. Estaba buena, pero la tuvimos que cerrar”.
“Me gustó la idea de trabajar un día en la vida del enfermo, pero el que está insertado en la sociedad, desde que se levanta hasta que se va a dormir. Mostrar cómo una persona convive con la enfermedad y a la vez lleva una vida trabajando, una vida normal”, cuenta Fernanda Morana, la ganadora del premio de fotografía que se inspiró en alguien que tiene la enfermedad para plasmar este Diario positivo, una serie de seis tomas en blanco y negro que muestran a un hombre en todas sus facetas cotidianas: el despertar, el desayuno, el cóctel de pastillas que sostiene una mano venosa, con su hijita (ambos con expresiones como vacías y lejanas), en el trabajo y de vuelta a casa por la noche. Fernanda es estudiante de fotografía y se enteró del concurso por medio de la Secretaría de Cultura. Enseguida se sintió movilizada para participar por la causa contra la discriminación. “Me parece interesante poder usar el arte para preocuparse por temáticas sociales, es una forma de difundir estas ideas”, dice convencida. “Aparte de la carga que es la enfermedad, el problema también es la condena social”, reflexiona Fernanda. Hoy, quien fue la fuente de inspiración de sus fotografías, está imposibilitado de trabajar.
La obra ganadora se llama Todos podemos y es del artista plástico Sebastián Pastorino. Tienen fondo blanco y unos bichos amorfos que van cayendo en remolinos nubosos, de a ratos aparecen, se amontonan, y de a ratos se esconden tras la niebla. El significado es metafórico y no tiene que ver con el tema en particular sino más bien con la propuesta, como lo explica su autor: “Quería mandar algo que no fuera tan afiche ni tan específico, prefería algo más pictórico. Es una técnica que vengo trabajando hace muchos años y la elegí por el tema de la no discriminación, la idea de que todos podemos contagiarnos y todos podemos cuidarnos, todos podemos hablar del tema”.
–¿Y vos te cuidás?
–Ahora que tengo pareja estable ya no; pero cuando era soltero, seguramente.
–¿Pero igual seguís haciéndote los análisis? Porque uno nunca sabe, todos podemos...
–Sí, sí, sí...
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