Jue 04.10.2007
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FANTASMAGORIA TIENE NUEVO EP Y TOCA DOS VECES

“El panorama argentino está falto de ideas”

Estos fantasmas del paraíso sacaron del arcón de sus ideas otros capullos de folk rock espeso y setentoso, como casi ya no quedan. Ideal para sonorizar una noche de museo. Perfecto para darle nuevos aires al folk.

› Por Daniel Jimenez

Si algún día se decidiera recopilar la historia de la new wave, el garage, el punk rock y el glam, deberían primero pegarle una ojeada a la discoteca personal de Gori. En el primer piso de una austera y silenciosa edificación sobre la avenida Jujuy, convertida desde hace dos años y medio en vivienda y sala de ensayo, el guitarrista y voz líder de Fantasmagoria muestra orgulloso su colección de tesoros más preciados: vinilos de Stone Roses, Cream, The Lords of the New Church, Them, 13th Floor Elevators y hasta un disco de Los Saicos, un loco experimento peruano y punkie fechado en 1965. En su habitación personal, lejana y oculta de los bardos porteños y los humos que provienen de la calle, Gori encuentra su propio universo. Allí está su música, su glamorosa cama en tonos púrpura, cables sueltos y un vestuario que envidiarían unas cuantas estrellitas extranjeras carentes de look.

Dos cuartos a la derecha, instalado en un cómodo sillón de dos cuerpos espera Ignacio Brizuela, baterista versátil y segunda cabeza parlante de un trío –eventualmente cuarteto– que se burla de los prejuicios y que desde hace casi ocho años ha elegido un camino distinto al de muchos colegas. Pero antes pongámonos en situación. Una vez que Fun People tuvo su certificado de defunción al regresar de una gira por Estados Unidos, Carlos Loncharich (según su DNI) decidió armar su proyecto de acuerdo con sus tiempos, que suelen ser los mismos que los de su grupo. En el horizonte apareció Nacho, ex compañero de Catarsis y, junto a su hermano Gustavo, comenzaron a darle forma a su criatura glam.

Luego de Albina, un promisorio primer EP que vio la luz a comienzos de 2001, Fantasmagoria editó Gorianópolis, Atravesando el camino (que nos lleva a otros caminos) y Clearence; producciones que, en la mayoría de los casos, no superan la media hora de duración. “Creo que el debut nuestro duraba algo así como veintiún minutos y éste debe durar algo parecido. Si te fijás bien, la canción de apertura dura como cuatro minutos quince... es mucho”, reflexiona el cantante, en clara referencia a Abracadabra, tema que además da nombre a su nuevo trabajo. El álbum, aparecido primero en Brasil y posteriormente en la Argentina, consta de seis exquisitas piezas de corazón rockero y atmósfera folkie: tres que encuentran en materiales anteriores (Caballos negros atravesando el desierto de noche, La laguna y Aterrizaron aterrizados) y tres estrenos (Alicia, La paciencia y Abracadabra), respetando casi religiosamente la saga de EPs sin solución de continuidad. “Para ser sincero, el plan era más que nada poder editarlo en el mercado brasileño para que se moviera un poco la cuestión allá, y de paso que nos sirva de puente hacia lo que viene”, señala Nacho, quien al igual que su camarada reniega de las leyes del mercado que, en infinidad de veces, descartan toda propuesta que signifique un mínimo riesgo artístico y un potencial fracaso de ventas.

“Estábamos buscando un sello que nos editara el tercer disco y que nos propusiera un lindo contrato, y en el camino encontramos uno que parecía estar bueno. Cuando nos mandaron el contrato para firmar nos dimos cuenta de que era una cagada y dijimos que no. Entonces vino Maldita Sea!, que es mitad argentino y mitad brasileño, y nos ofreció sacar el EP, a instancias de una chica que me vio tocar con Fun People en Brasil. Así que grabamos pensando en eso. Para nosotros ya era demasiado aire porque habían pasado tres años sin editar nada”, explica Gori, quien se ríe al recordar una de las propuestas más disparatadas que tenga memoria: “Una compañía de acá nos mandó un contrato que decía que si alguno de nosotros trabajaba en una novela, ellos iban a cobrar por eso. ¿Qué te pasa? ¿Estás loco? Cualquier cosa que hiciéramos, les pertenecía. A nosotros nos sonó muy gracioso. Tampoco podíamos usar sombreros y el arreglo de guita no era bueno”.

A partir de este instante, la charla se deriva hacia las multinacionales, los sellos independientes, el marketing y la posición del artista. En medio de frases cruzadas y reincorporándose a duras penas de un sillón que pareciera querer devorarlo, Nacho dispara: “No conozco ningún grupo que esté en una compañía grande y que me guste. No sé qué es lo que pasa artísticamente, pero tal vez se acude más a lo popular y lo seguro; y los demás, a su cucha. Creo que el panorama argentino hoy está falto de ideas y de originalidad”.

El baterista sabe muy bien a lo que se refiere. El mercado nacional actual no tiene mucho espacio para proyectos poco convencionales, ni toma el riesgo de promover a un tipo que tenga la osadía de incluir nueve acordes por canción o que se dedique al folk rock espeso y setentoso, como el que practica Fantasmagoria. Con las mejores perspectivas para convertirse en la próxima banda de culto de la escena de Buenos Aires –después del tardío reconocimiento a Massacre–, Gori ensaya una comparación que, aun odiosa, no deja de ser real: “En Norteamérica sabés que en cada ciudad hay una movida, una escena, entonces podés ir girando y extender el circuito; pero acá tocás para doscientas personas y al mes siguiente tenés que hacer algo distinto o irte a Uruguay o a Chile, y no todos lo pueden hacer”.

Una de las críticas que suelen recibir no llega a través de su vena musical sino de su metodología de trabajo. Desde su nacimiento, su lema siempre fue el “less is more”, y lo expandió a sus actuaciones en vivo, las que, en promedio, no superan la hora de duración. Pero, para Loncharich, todo tiene una explicación: “A mí me pasa que cuando voy a ver un concierto, en el tema número nueve ya me distraje completamente, estoy en cualquiera y me pongo a hablar. Tiene que ser muy bueno para que no me mueva. La primera vez que me pasó algo así fue en el recital de Genes Loves Jezabel en Obras. En un momento empecé a desear que terminara porque ya no lo soportaba más, era un embole. Prefiero dar un show corto y que la gente se quede con ganas, o que yo me quede con las ganas, para poder tocar a la semana siguiente”.

Así como la música es el principal satélite por donde oscila el universo de Fantasmagoria, no es el único. Existe en el trío un fuerte concepto estético, que no sólo se manifiesta en uno de los vestuarios con más onda del rock argento sino que es parte de una mirada artística y nihilista que se presenta como continuación natural de ambos. “A mí me gusta mucho Kiss, y el otro día estaba mirando un video de 1995 donde el baterista no puede tocar y lo reemplaza el plomo. Al chabón lo pintaron todo... ¡y quedó como un falso Peter Criss! Acá no hay gente que proponga algo así porque no hay muchas cosas que te entretengan visualmente. También hay algunos que se preocupan por la imagen y descuidan el resto, y eso para mí es peor. Primero afiná un poco y vemos”, comenta el cantante, quien asegura rescatar de la fluorescente década del ‘80 el look sombrío de The Mission, The Damned y The Cult. Entonces, ¿la imagen es todo, Gori? “Yo me doy cuenta de que estamos medio disfrazados, viste, pero la gente entra y te dice ‘no, porque la imagen, la imagen’; y yo ya me había olvidado de la imagen. Qué sé yo... ya estaba ahí” (risas).

Aunque han recorrido un largo camino y son verdaderas bestias de escenario, ambos aseguran no poder abstraerse de su propia obra, impidiéndoles poner en práctica el sentido crítico. Al menos, para Nacho, es un ejercicio imposible, porque “todo pasa a ser parte de una rutina: tocamos, grabamos y hace diez años que ya estamos con esto. Yo por ahí leo una nota nuestra y me fijo qué pusieron, pero no puedo abstraerme ni en pedo”. A su lado, Gori suma un elemento: “A veces me interesa saber qué dijimos y cómo salí en la foto, así le aviso a mi viejo para que compre el diario. Pero recién me cae la ficha cuando varias personas me dicen lo mismo. ‘¿Por qué la guitarra acústica?’ Qué sé yo... hay un montón de grupos con guitarra acústica. Donovan y Love la usaban, y nadie se sorprendía”.

Si bien su clásica formación está relacionada con el símbolo del trío electroacústico, la banda ha venido trabajando de manera intermitente con Fino Crivelli en las cuatro cuerdas y Sebastián Volco, cuarto integrante que oficia de tecladista y rueda de auxilio, pero que no modifica la columna vertebral del combo, ya que, como apunta el baterista, “los que estamos comprometidos con esto somos nosotros dos. Ya cambiamos tres veces de bajista y a Volco lo invitamos para una fecha. Es buenísimo laburar con él porque vos le sugerís que toque algo y lo agarra muy rápido”. Sebastián llegó al Planeta Gori como debía ser: a través del rock. Y lo hizo al viejo estilo. “Lo conocí una noche en un bar”, cuenta el ex Fun People. “El chabón se me acercó y me dice: ‘¿A vos te gusta Syd Barrett, no?’. ‘Sí’, le digo yo. ‘¿Y te gusta Kiss?’ ¿Kiss? Listo, vamos a tocar a tu casa (risas). Y nos tomamos un taxi con mi hermano a las dos de la madrugada y nos fuimos para allá. Hicimos unas zapadas y tocamos los primeros tres temas de The Piper at the Gates of Dawn de Pink Floyd de corrido y canciones de Kiss. Cuando me estaba yendo, ya de día, me acompañó a la parada del colectivo, porque yo en aquel tiempo estaba viviendo en Vicente López. Y antes de llegar me dice: ‘¿Che, te caben los Ratones?’ ¿Los Ratones? ¡Volvamos!”.

* Fantasmagoria se presenta hoy jueves en La Trastienda, Balcarce 460, junto a Los Alamos y Caléxico. A las 20. Y el sábado en la Noche de los Museos, junto a Bicicletas, Los Alamos, El Mató a un Policía Motorizado, Mostruo! y dj Bad Boy Orange en la Torre Monumental, Libertador 49. A las 19.30. Gratis.

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