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Jueves, 1 de noviembre de 2007

LOS UMBANDA, UNA BANDA QUE LLAMA LAS COSAS POR SU NOMBRE

“Somos gente moderna en busca de una raíz que no tenemos”

“Sumo, Mano Negra, Atahualpa, Beastie Boys, rock en estado puro, Black Uhuru, música brasileña, música cubana...”, así definen, entre otros, los ingredientes que mezclaron para concebir su flamante Musikadelante.

 Por Mario Yannoulas

Pocas son las bandas a las que les interesa hablar de su nombre. Los Umbanda es una de ellas, y desandando el camino de su corpus ideológico puede entenderse el porqué de esta necesidad. En portugués, el nombre puede significar “una banda”, y desde lo más simple ese concepto los explica. Porque para ellos la música funciona como una especie de exorcismo, un catalizador de razones y corazonadas, la catarsis de una vorágine informativa. Es así la tapa de Musikadelante, su quinto y flamante disco, en el que se superponen parlantes, tambores, micrófonos, un camión, una boca y una hoja de chala. “Este arte representa bastante a la banda: la mezcla a conciencia de estilos e influencia, pero con un sello propio. Hoy hay mucha más gente como nosotros del lado del público, que flashea con el groove del reggae, la lírica del hip hop, y esta cosa de poder meter sonidos autóctonos”, dice Gaspar, dueño de las voces, la programación, el sampleo y principal compositor, que invita a conocer el reducto en el que pergeñó gran parte del disco: es un cuarto de dos por dos, con no mucho más que una PC y unos buenos parlantes.

Con el disco rodando, una ecléctica fusión de reggae, hip hop, reggaetón, música afrocubana y un “medio cover” de Chico Buarque, entre muchas otras cosas, mediante una compleja maraña de loops, samplers, beats galopantes y tracción a sangre. Los sonidos se suceden progresivamente, y son muchos, como una avalancha de datos que revela que hay mucho para decir. A un plantel de base rockera, de batería, bajo y guitarras, se suman la percusión, el charango y las máquinas. Y a todo esto se agregan las participaciones como invitados de Tavo Kupinsky de Los Piojos (hermano de Matías, guitarrista) y Alejandro Sokol de Las Pelotas, entre otros. “En este disco hay mucha data, apuntamos al trance, a la catarsis. No enfocamos hacia el virtuosismo sino hacia el ritmo, el mantra”, resume Gaspar, que junto al percusionista Ropi pretende explicar de qué se trata.

—¿Cómo llevan al vivo toda esa información de los temas?

Gaspar: —Venimos experimentando desde hace tiempo con el sampler en vivo. Cuando empezamos eso, en nuestro ambiente, que era de reggae-rock, no de electrónica y ni siquiera de hip hop, no había bandas que lo hicieran. El disco tiene mucha data a nivel sonido, sampleo, tanto que a la hora de los créditos se nos complicó un poco. Se gestó de una manera progresiva, en casas y en la sala, grabando y componiendo a la vez. En nuestra banda, el vivo es una película aparte. No nos hacemos mucho la cabeza sobre cómo están grabados los temas porque en ese sentido el disco es bastante limitado. Estamos contentos porque refleja una evolución, tiene vida propia.

—¿Cuál es el criterio para samplear?

Gaspar: —Eso lo veo sobre la marcha. Hay cosas grabadas con un minidisc por alguno de nosotros. Está el gallo del vecino de acá, audios de películas o de artistas que nos gustan, algunos incluidos a manera de homenaje y otros de forma más casual.

Ropi: —Gaspar incorpora colores, situaciones menos estructuradas. Su búsqueda es más espontánea, no tiene que ver con una rutina de trabajo sino con el desarrollo del tiempo.

—¿Cómo trabajan con la composición para incorporar tantos factores?

Ropi: —Cuando entramos al estudio las canciones ya estaban bastante armadas; ahí desarrollamos las bases de batería, bajo y percusión. El trabajo más fino viene con la parte casera.

Gaspar: —Una parte del disco se asemeja más a lo que hace la banda en vivo, y otra a los temas que salieron de la computadora, del sampler, de los loops, en los que no grabamos batería y que grabé casi todo yo.

—¿Qué música mamaron de chicos?

Ropi: —Todos escuchamos punk-rock de adolescentes, que tenía mucho que ver con la postura joven de esa época. También escuchamos el reggae, y la evolución de toda esta música negra que habita Latinoamérica, que es lo que se incorpora al mestizaje Umbanda. Todo en paralelo, Jaime Roos al lado de Bob Marley.

Gaspar: —Sumo, Mano Negra, Atahualpa Yupanqui, Beastie Boys, rock en estado puro, Black Uhuru, música brasileña, música cubana: todo es una influencia. Ropi y Gusi estudiaron percusión y batería en Cuba, yo también viajé a Cuba y por el lado de los tambores nos acercamos a la música afrocubana. En todos los discos de los Umbanda está esa música, y no en un sentido antropológico sino como algo más.

—La mayoría de las letras se emparienta con el formato hip hop. ¿Es más difícil trabajar con rimas cortas?

Gaspar: —A nosotros nos interesan la música y la letra por igual. A veces, palabras o frases aparentemente simples pueden ser muy poderosas, y pueden decir cosas que otros artistas expresan de un modo más frontal. Más que nada nos concentramos en tirar una buena, porque con el tiempo entendimos que el espacio que habíamos creado era muy grosso como para tirar mala onda.

—Hacia el abismo se suma a la visión apocalíptica que asumió el rock en los últimos tiempos. ¿De dónde sale esa conciencia?

Gaspar: —En apariencia es un título bastante pesimista, y es real que estamos viviendo una suerte de abismo. Pero la idea es que vamos hacia el abismo de la mano de Babilonia, de este sistema, de la concepción del mundo a la que tratamos de combatir.

Ropi: —Puede ser interpretado de muchas maneras. Parece que estuviésemos viviendo el final del planeta, pero en muchos otros sentidos: en lo cultural, lo social, lo musical. No es simplemente una mirada ecologista. Gaspar incorpora palabras que no sólo pertenecen al castellano. Ahí también está planteada la cuestión mestiza.

Gaspar: —Somos gente moderna en busca de una raíz que no tenemos.

—¿Cuál es la búsqueda?

Ropi: —No hay posibilidad de construir un futuro sin pleno conocimiento del pasado. Tiene que ver con desentramar toda esa red de prejuicios que la sociedad impone en un montón de planos y a la que la música no es ajena. Es una rebelión ante ese mandato.

Gaspar: —No nos interesa pronunciar bien el inglés. Hay un tema que se llama No More Yucan, que significa no más miedo. A la hora de hacer música, no le tenemos que tener miedo a nada.

—¿Cuáles son las señales del abismo?

Gaspar: —Hay síntomas en el día a día. Tener que laburar de cualquier cosa para poder morfar, y no de lo que nos gusta hacer. Es paradójico, porque vamos hacia el abismo, pero tiene que estar todo bien siempre.

Ropi: —Podemos hablar de la historia de la hegemonía política en la democracia reciente en nuestro país. Acá se vota y nadie sabe quiénes son los candidatos, ni hay debate político. En lo musical también hay un abismo próximo, esa barrera débil entre música y entretenimiento también es una especie de vaciamiento.

—¿Qué lugar le dan a la religión?

Gaspar: —Ah, está bueno hablar lo del nombre. Cuando lo pusimos estábamos en primer año del colegio y no sabíamos qué quería decir, pero Umbanda nos parecía una palabra provocadora. Con el tiempo entendimos que no era lo que pensábamos, que sí era provocadora, pero que se trataba de un conjunto de tradiciones afrobrasileñas. Después tuvimos un acercamiento al afrocubanismo. En Cuba tocábamos en un grupo de percusión, por medio de los tambores Batá terminamos relacionándonos con un sacerdote, y vimos que era una religión súper rica culturalmente, nada que ver con el catolicismo. Nos dimos cuenta de que era algo muy respetable, y además relacionado con la marginalidad.

Ropi: —Era una palabra que podía incomodar, y hay algún paralelo con esa cosa tan difícil de definir musicalmente de la banda.

Gaspar: —Es algo que en teoría es súper conocido, pero nadie te sabe decir bien qué es. Se le tiene miedo sin sentido. Las religiones nos parecen más limitadoras que otra cosa, pero si le tenés miedo al umbanda, tenele más miedo al catolicismo. Todavía hay gente que escribe a la página preguntando si hacemos religión, pero no somos una banda religiosa.

—¿Cuál es el poder de la música, entonces?

Ropi: —La función básica de la música es el intercambio emocional. En este plano apocalíptico, que haya cuatrocientas personas paradas frente a vos durante una hora y media es una gran responsabilidad, y es un tiempo que vale mucho, porque tenés que decidir cómo vas a pasar ese tiempo, si va a ser una rutina o algo que va a dejar una marca. Por eso no tenemos un mensaje social directo, pero se pueden percibir un montón de cosas.

Ropi: —A veces la postura rebelde es medio ridícula. Podés estar dentro del sistema porque necesitás plata para vivir, el tema es cuál es tu grado de conciencia respecto de las cosas que hacés para que eso no se perpetúe.

* Los Umbanda presentan Musikadelante en el Chill Out de Ituzaingo, Colectora Gaona 7565, Zona Oeste. Viernes 2 de Noviembre.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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