AMINOWANA PRESENTA DISCO
El reggae-ska toma formas curiosas en los bordes de la escena.
Nuevo trabajo de la banda, producido por el Goy de Karamelo.
› Por Juan Manuel Strassburger
Un chimpancé de mirada calma y sabia, un fondo verde selva y un logo que conjuga artesanía africana y cultura maoí. Si la movida reggae-ska siempre tuvo contacto directo con lo más primal del ser humano –el entusiasmo, el salto, la hipnosis irresistible de un ritmo acompasado–, Aminowana lo hizo explícito en la portada de su nuevo disco: ami (sí, en minúscula). “Tota Andrade, nuestro percusionista, es también artista plástico. Y a él se le ocurrió lo de poner los chimpancés en las tapas. Que en realidad somos nosotros un poco caracterizados. Los que conocen, sabrán reconocernos”, dice, risueño, Jao Cavagnaro, bajista y referente de la banda a la hora de hablar con la prensa. “A veces los humanos somos más bárbaros que los animales –agrega–. Y la idea fue marcar un poco ese contraste: mientras el hombre tiene capacidad de aprender o de hacer daño, ellos son puro instinto.”
El flamante disco cuenta con producción de Goy y Lucas, de Karamelo Santo. Y marca un salto cancionero con respecto al debut (Hoja sabia, de 2004). “Buscamos no alargar demasiado los temas, que las canciones fueran bien concisas. Y en eso se nota la mano de Goy”, reconoce, a la vez que agradece, Jao. Para los que están al tanto de la movida, saben que casi todo en el ambiente reggae-ska se resuelve y disfruta de manera colectiva. Programas de radio barriales, fiestas en ascenso como las D-Rock y Clandestina, y una constante efervescencia de bandas que combinan todo tipo de latinaje (desde la cumbia-ska hasta el reggae-punk). “Yo creo que el circuito se ha vuelto muy interesante. El crecimiento es lento, y seguramente nos va a costar mucho. Pero a la larga se va a terminar consolidando.”
La banda que completan Vato Santillán y el Negro Alborés en guitarras y voces, Virginia Castro en saxo alto, Ricardo Boretta en batería y Santiago Reboaro en teclados, ensaya justamente en sala Zona Norte, uno de los epicentros de la movida. “Es como un club. Todo el tiempo va y viene gente, se arman partidos de truco y de fútbol. Imaginate que nosotros ensayamos de 9 a 11 de la noche, y a las 6 ya hay gente. ¡Y por ahí ninguno es de la banda!”, se ríe Jao. “Hay una imagen equivocada respecto de Zona Norte. Es cierto que por ahí es una zona de clase media un poco más arregladita, pero hasta ahí. En Munro, en Villa Martelli, de donde somos nosotros, se respira mucho rock. Y te digo que apenas cruzás la General Paz, el aire cambia: en esta época del año se empiezan a deshojar los paraísos, que dejan un aroma muy particular (risas).”
–¿Qué opinan frente a los que plantean que el reggae debería mantenerse puro y no fusionarse con otros ritmos?
–Que cada uno tiene que hacer la suya. Me parece bien que haya puristas que se fijen en las raíces y la religión. Pero también que existan bandas como nosotros que les guste mezclar con otros ritmos. Nunca nos sentimos discriminados en un festival de reggae. Y no creo que pase. Sería una locura plantear la desunión desde la música.
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