EL EXTRAÑISIMO MUNDO FOLK DE COCOROSIE EN EL PERSONAL FEST
Las dos hermanas norteamericanas asentadas en París (que grabaron su primer disco dentro de un baño) proponen el ingreso a un mundo paralelo, donde los sonidos son apenas un estorbo para escuchar el silencio. Viaje al mundo de dos colgadas... de YouTube.
› Por Mariano Blejman
Las estadounidenses Sierra y Bianca Casady son hermanas desde que nacieron, pero según dicen –karma mediante– se conocían desde antes. Se separaron un tiempo, eso sí, en esa edad en que las hermanas siempre se llevan mal. Se encontraron en París (casi una historia de amor, cuando Bianca apareció de improvisto en el departamento de Sierra después de años de desencuentros), cantaron en una bañadera... eh... encontraron en ese ambiente calmo de la Francia profunda el lugar ideal para hacer andar su propaladora de ondas semimudas. Dos colgadas de YouTube que merodearon el mundo de Devendra Banhart, el nuevo folk romántico y hippie, y aprendieron a respetar los silencios; a jugar con los objetos, lograron hacer del rebote sónico un ambiente cándido, una mélange de ausencias. Cuando Sierra habla desde París con el NO, tampoco emite demasiados sonidos a través del teléfono, pero cuando logra encarar una frase dice cosas como “me interesa la realidad paralela que ofrecen nuestras canciones”. De todos modos, da la sensación de que su mirada está dispersa observando alguna imagen bien pour être jolie a través de la ventana. Sin embargo, de pronto Sierra advierte sobre su próxima visita a la Argentina: “Estamos encantados de ir. Estuvimos en Brasil y México, que nos gustó mucho, pero yo quiero ir a la Argentina, nos gusta mucho comer carne. Mi papá era un campesino, nos gustan las vacas”, sorprende.
¿Qué estilo tiene CocoRosie? Indie rock, indie electrónico, trip hop, post rock, experimental, dream pop. Cualquiera de esas etiquetas pueden considerarse ciertas, pero no necesariamente todos funcionan en todo momento. “No nos preocupamos por las etiquetas. La gente quiere escuchar música, es importante la cuestión emocional. Estamos cuidadosamente preocupados por llevar a la gente a un estado emotivo”, asegura Sierra. Las dos niñas (finalmente ése es su aspecto) editaron La Maison de Mon Reve en 2004 junto a Devendra Banhart. Su segundo álbum se llamó Noah’s Ark y además de Banhart tuvo la participación de Antony, de Antony and the Johnsons. Y este año sacaron The Adventures of Ghosthore and Stillborn, también con la participación del texano amante de Atahualpa Yupanqui.
Sierra llegó a París a estudiar ópera francesa y música clásica “probablemente hace unos seis años”, cree. Después apareció Bianca, se pusieron a cantar en la bañera, grabaron La Maison... y ya desde entonces no pararon: tocaron en Estados Unidos y Europa, y giraron junto a artistas variopintos como TV on The Radio, Bright Eyes, Devendra, Big Black y Killdozers, entre otros. Se fueron a Brooklyn un tiempo, a probar el medio ambiente de la Gran Manzana, pero se volvieron a París. “Con Bianca podríamos estar en cualquier lugar. Pero el entorno es muy importante, estamos muy adheridas a nuestra imaginación, a intentar crear un paraíso artificial alrededor nuestro. No sé de dónde viene, es una reacción natural a la mortalidad. Es algo que permite saber lo que es estar vivo, y lo que es innatural. Nosotros armonizamos. Con esta realidad estamos armonizando, estamos ficcionalizando el entorno”, dice Sierra después de que este cronista probara una manera de entrarle a la charla. ¿Pero por qué volvieron a París? “Bianca estaba muy interesada en el perfume”, ríe Sierra. Pero el chiste no quedó ahí: la música de CocoRosie sirvió para musicalizar dos publicidades de perfumes, el Amour de Kenzo (usó Good Friday) y el Into The Blue de Escada (usó Not for Sale). ¡Vaya ironía!
El bathtube sound (sonido de bañadera) es otra manera de definir las metafísicas interpretaciones de las CocoRosie. “Hicimos el primer disco en pequeños cuartos, que representan de algún modo una manera de acercarnos tanto a una cárcel como a un amor homosexual; y eso realmente puede compartirse con los demás”, cree Sierra. Debido a la profunda conexión de Banhart con las niñas Casady, este cronista pregunta ahora si comparte el interés por la estética vintage que tanto desveló a Devendra en su visita a Buenos Aires el año pasado, llevándose vinilos de Color Humano y Atahualpa Yupanqui. “Nos interesan algunas cosas del pasado, especialmente de Sudamérica, pero no es verdaderamente una cuestión mental en ese sentido sino que se trata más que nada de una conexión espiritual.” Ahá.
La interpretación de la música, dicen, es “algo kármico para nosotras, es la posibilidad de conectarnos con otros mundos”, insisten. Bueno, aquí habría que hacer una salvedad importante: el interés por la cultura de lo naïf seguramente fue mamado de cuna, ya que la madre de las chicas era una maestra y artista que recorrió el país de un Estado a otro de forma compulsiva, mientras que el padre –también viajero incansable– estaba involucrado en el chamanismo y la “Peyote religion”, lo que ellas también compartieron (¿y mamaron?). “Hay cosas de las que no tratamos de hablar. Los idiomas adulteran el misterio, pero tengo que decir que hay algo que trabajo en la vida es justamente el misterio. No es exactamente un juego, es el viaje que propone el tiempo. Y que puede ser útil para usar la memoria. Es algo que nos perdemos cuando hablamos, que es saber encontrar los sonidos.”
Las canciones de las CocoRosie están plagadas de detalles; algo así como animales que hay que descubrir ocultos en el medio de una jungla. Sierra opina: “Ojalá sea así... Eso espero, es bueno cuando podemos hacer eso”. Ambas se saben parte de una nueva escena de cantantes folk, mal que les pese. El mote freak folk tampoco las excluye, pero no lo entienden como un “complot” mediático sino más bien como una evolución natural de un grupo de amigos. “Somos tres o cuatro amigos que andamos juntos, hay muchos amigos y una historia kármica. Grupos de gente que tienen ciertas palabras y cosas en común y se conectan, y creo que algunas veces la gente reacciona, ve eso, y habla de la existencia de un movimiento.”
A pesar de la lisergia de las letras, la presencia del silencio y lo naïf de las interpretaciones (e incluso de su pasado por el Peyote’s world), Sierra no cree necesario tener que explicar que su relación con las drogas es innecesaria: “Sabemos que las drogas ayudan a experimentar y a abrir la sensibilidad, pero ni Bianca ni yo tenemos necesidad de usarlas. Tenemos momentos high y excitantes sin necesidad de usarlas. Buscamos los momentos adecuados para tratar de crear algo realmente profundo, trabajando con el silencio. Para nosotros eso es lo más importante. Cómo tocar el silencio es algo de lo que hablamos. El silencio es el lugar desde donde comenzamos”. A callar, entonces.
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