Jueves, 20 de diciembre de 2007 | Hoy
EL MAMUT, DISCO NACIONAL DEL 2007
Los Massacre sorprendieron este año con un disco brillante (en varios sentidos) producido por Juanchi Baleirón que apunta a ganarse un lugar en el podio de los mayores remadores del rock argentino, y también en busca de nuevo público, nuevos mercados y la misma esencia skate-rock.
Por Roque Casciero
1° El Mamut Massacre: 9 votos
2° La Lengua Popular Andrés Calamaro: 7 votos
3° Entre Aristas Y Dialectos Catupecu Machu: 5 votos
“¡Vamos El Mamut con todo!”, grita Walas cuando se entera de que el undécimo álbum de Massacre fue el disco del año en la encuesta del NO. “No lo puedo creer”, insiste el ex skater, producido para la foto en alusión al disco de Teenager of the year de Frank Black. “Estoy contento y sorprendido de que estemos haciendo tanto ruido con este disco después de tantos años de perfil bajo.” Primero elogia a Andrés Calamaro, que quedó segundo a dos votos con La lengua popular (“un genio que cada vez se acerca más al objetivo que tenemos nosotros, que es hacer la canción perfecta”), y luego piensa en las razones por las cuales ganó Massacre: “Supongo que, por un lado, es una especie de premio a la trayectoria, a tantos años de remo (risas). Y además, bueno, creo que tienen razón los colegas: hicimos un discazo”.
–A esta altura, no sé si tiene que ver con la edad o con los momentos que estamos pasando, ya no somos los chicos tirabombas que fuimos en algún momento. Hoy en día podemos darnos el lujo de decir “tranquilo y a esperar”, mientras que antes era la urgencia de salir a buscar no se sabe qué, a destruir, a cambiar el mundo. Es otra cabeza, ya no queremos ser los incomprendidos, los de la alcantarilla. Nos cansamos de hablar en chino y predicar en el desierto, cosa que hicimos durante años.
–Totalmente. Es que me di cuenta de que durante muchos años estuve hablando en chino, no me entendía nadie. Ahora estamos empezando a hablar en argentino (risas), entre otras cosas porque tocamos ante más público y hacemos más entrevistas, entonces estamos dándonos cuenta de cómo hablarle a la gente. Ojo, por un lado nosotros estamos aprendiendo a hablar en español, pero por otro el mundo estudió chino: en cualquier capital del mundo las tapas de las revistas son del rock de culto. La gente también quiere aprender de esa materia de la que se habla tanto, el rock.
–Para los sponsors, para los multimedios y el gran público, hoy en día el rock es la octava maravilla. Originalmente, el rock era lo que yo extraño: vehículo de boicot social. Lo que propondría es que sepamos tamizar lo bueno que tiene y que lo disfrutemos como la verdadera maravilla que es: un laberinto privado, una alfombra mágica, una salvación.
–Exactamente. La verdadera revolución es pensar. Desde que un vivo creó una sociedad para manejar a todos los demás, el sistema quiere que no pensemos. Y las imágenes que te muestra un disco de rock te liberan: es un laberinto privado que hay que disfrutar, aunque hoy en día sea una bomba de juguete y no un himno de boicot a Vietnam, como dice la canción.
–La idea original era que lo produjera Gabriel Ruiz Díaz (Catupecu Machu), pero después de su accidente tuvimos que ver para dónde íbamos. De Juanchi nos habíamos enamorado cuando lo vimos grabando las violas de Antihumano, de Attaque 77, y cuando empezamos a elegir productor nos acordamos de eso. Descubrimos que es una gran persona y el dueño de un patrimonio cultural alucinante, más allá del personaje del reggae y todo eso. Es un experto en rock grosso y de alcantarilla, un estudioso de los mejores violeros, y tocó con todo el mundo: con Iorio, con Comando Suicida, con Attaque cuando empezaba... Ahora que lo pienso, para este momento de la banda nos vino mucho mejor el laburo que hizo Juanchi que el que hubiera hecho Gaby. ¿Por qué? Porque en este momento necesitábamos a un tipo que no nos respetara: nos vino bárbaro que Juanchi nos dijera que no a muchas cosas, aunque se copó con nosotros a nivel artístico. Nosotros siempre fuimos de asesinar los hits.
–Sí, confiamos en el hacedor de discos de oro. Pero, la verdad, siempre lo prioritario fue que sonara bien todo, decisiones artísticas por sobre lo comercial. Intuíamos que había temas más normales que otros, como La reina de Marte, que es bien lineal.
–¡Es un delirio! Con ingesta de hongos, cualquier cosa... Nuevamente Massacre juega con fuego, porque un cantante gordo hablando de dieta es tentar a las fieras (risas). O un cantante varón diciendo “soy la reina de Marte”. Pero, bueno, es lo que hicimos siempre: jugar con los límites.
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