Jueves, 10 de enero de 2008 | Hoy
TU PROXIMA BANDA FAVORITA
Jon McClure editó uno de los mejores discos subterráneos de 2007, después de haberle enseñado “todo” a los Arctic Monkeys. Radiografía del hombre que será el culpable de una nueva adicción llamada Reverend & The Makers.
Por Daniel Jimenez
Jon McClure es un genio. Pero esa clase de genios que jamás aceptaría tal distinción. De su cabeza salieron tres de los proyectos menos rentables –al menos en el comienzo– y más creativos de los últimos cinco años en el Reino Unido. Proyectos que él mismo se encargó de boicotear hasta que hizo las pases con la industria y, luego de examinar con su mirada hija del estrabismo el contrato que hace unos meses le propuso el sello Wall of Sound, el “Reverendo” puso el gancho para firmar a la nueva promesa del rock inglés: Reverend & The Makers.
Nacido en la industrial y grisácea Sheffield hace un cuarto de siglo, McClure se ganó su apodo eclesiástico siendo un adolescente, interesado por los chiches musicales que tenían sus amigos y alimentando su voracidad instintiva por la escritura, la composición y... las ideas poco viables. Desde su púlpito de agitador cultural salió a patear las calles de su ciudad a finales de la década pasada en busca de aventuras y se encontró con una escena que, si bien no le aportó muchas estrellas nativas al firmamento rockero –Joe Cocker, Pulp, Def Leppard, Heaven 17, Cabaret Voltaire–, estaba virgen para que algún iluminado la expusiera al mundo.
Así comenzó recitando poesías en pubs y cañerías, alternando las lecturas con veladas musicales que no necesariamente presentaban una banda fija. De a poco se ganó el respeto de colegas, que se transformaron en admiradores, y de admiradores, que se convirtieron en fundamentalistas de su arte. Harto del stand up callejero, el loquito de Jon puso un aviso convocando artistas sin experiencia previa para “un colectivo multicolor de sonidos y emociones urbanas”. A su llamado concurrieron diferentes personajes con diferentes expectativas que se encontraron con un tipo con título religioso, ojos ligeramente desviados y una capucha digna de un monje tibetano. ¿Parámetros musicales? Ninguno. El Reverendo ya tenía un master–plan y sabía que no se iba a aplicar de la noche a la mañana.
Con los curiosos que se acercaron, nuestro genio armó en 2002 un combo delirante al que bautizó Judan Suki; un experimento germinal que supo tener miembros nómades, modificando su formación de acuerdo con el humor y el interés de los participantes (un día eran veinte músicos en escena y al otro... sólo tres). Entre el torbellino de aprendices pasaron Ed Cosens y Laura Manuel –quienes hoy lo acompañan en Reverend & The Makers– y dos pendejos con acné y actitud de rock star que copiaron uno a uno los movimientos del maestro: Alex Turner y Matt Helders, nada más y nada menos que cantante y batero de Arctic Monkeys, que al poco tiempo construyeron su propia historia y despegaron de Sheffield. ¿Qué hizo McClure? Nada.
Continuó trabajando y esquivando contratos. “Creo que Judan Suki no era un buen grupo en aquel entonces y que le faltaba mucho para ser considerado por una compañía, más allá de que tuviéramos varias ofertas. Todo era muy anárquico y hacer algo en serio lleva su maduración, por eso me parecía que meterse a grabar iba a ser apresurado y tal vez poco feliz”, confiesa Jon en una declaración que sorprende por su honestidad brutal.
Luego de algunas vueltas, el cantante mató a Suki y le dio vida a una leyenda del under norteño británico: 1984. Inspirada en la novela de Orwell, la música cambiaría su dirección y se volvería más electrónica. Cuando se perfilaba para su esperado disco debut, llegó el boicot. El Reverendo no halló lo que buscaba y desarmó el grupo a comienzos de 2005 sin dejar nada grabado. Ni siquiera un concierto pirata. Según él, “podés crear una obra a instancias de lo que ves y escuchás, que es muy fácil, pero no es algo que me agrade. ¿Formar un cuarteto de guitarras? No, gracias. Quiero ser un innovador, no un imitador. No soy de pensar qué me conviene para ganar dinero rápido y conseguir un excelente arreglo comercial. Aunque no venda ni un solo ejemplar, prefiero mirar atrás y pensar que hice lo que quería”, asegura con firmeza.
El único registro viviente de la corta existencia de 1984 se encuentra, casualmente, en una canción de los Arctic Monkeys. A manera de homenaje, Turner le dedicó la línea “dancing to electro-pop like a robot from 1984” en el demoledor I Bet you Look Good on the Dancefloor, de su primera incursión discográfica. Va un dato más sobre la amistad de los muchachos: el flaco con cara de limado que aparece en la opera prima de los Monos del Artico es Chris McClure, hermano de Jon.
“Cuando empezamos con Reverend & The Makers no quería que fuéramos otra expresión convencional dando vueltas sino que esperaba poder generar una reacción sin necesidad de mandar las guitarras al frente. Y creo que lo conseguimos”, explica quien lidera a los Makers junto al leal Ed Cosens en bajo, Tom Jarvis en guitarra, Joe Moscow en teclados, Ricky Westley en batería, Stuart Doughty en percusión y Laura Manuel en coros.
El primer síntoma de éxito incipiente en Inglaterra se dio con Heavyweight Champion of the World, corte de difusión de The State of Things, que si tienen suerte lo pueden escuchar eventualmente en Rock & Pop. El álbum, lanzado en septiembre pasado, contiene doce canciones a puro beat y funk pegajoso, esconde por lo menos cinco hits potenciales y genera una adicción inmediata. Bandits, Open your Window, Miss Brown y la irresistible Armchair Detective no sólo pueden hacer bailar toda la noche, sino que escupen la ironía y el cinismo de este fanático de Manu Chao, Bob Marley y Ojos de Brujo que se había levantado contra la ocupación norteamericana en Irak y le había dicho “no” tres veces a un sello que intentó venderlos como “los nuevos Arctic Monkeys”.
“Lo bueno de tocar con ellos es que tenemos una audiencia muy grande que nos viene a ver de rebote. Pero para mí lo importante es que estoy compartiendo una salida con mis amigos. Hace poco estuvimos tres semanas viéndonos todos los días y fue realmente divertido, como si estuviéramos en casa. Y esas cosas no tienen precio”, comenta.
De gira durante gran parte de 2007 con Ian Brown, los reaparecidos The Verve y sus amigotes del barrio, Reverend & The Makers ofrece en vivo un espectáculo interactivo y energético donde todos saltan, todos arengan y se arman verdaderos fiestones de mil personas agitando descontroladas de principio a fin de cada show.
“Mirar a la gente cantar y disfrutar así los temas hace que tu música tenga groove. Siempre me gustó agregar un elemento bailable, con la batería y el bajo bien fuerte a los costados. Hace algunos años veíamos a la gente quieta en los conciertos, y hoy la vemos moverse todo el tiempo. Y a mí me gusta ver a los chicos bailando”, se ufana McClure, y remata: “La otra noche en Nottingham había cientos de personas en un viaje mental y físico, y yo los podía ver desde el escenario. Cuando terminamos The State of Things me quedé observándolos en silencio unos segundos y pensé: Cómo me gustaría estar allá abajo y no acá arriba... No había cantante y tampoco público. Nos estábamos divirtiendo todos”.
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