Jue 17.01.2008
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ROCK MESTIZO PATENTADO EN BARCELONA

Noches de rumba

A diez años de la edición de Clandestino, de Manu Chao, la escena catalana revela un paisaje en el que conviven los precursores con las flamantes divas de la hibridación. Aunque los protagonistas reconocen que el boom ya pasó y ahora se está cocinando otra cosa, nombres como Gertrudis, La Troba Kung-Fú, Barrio Negro, Mantecao y su Combo, Muchachito Bombo Infierno, El Tío Carlos, Nour y La Kinky Beat siguen fermentando en el multiculturalismo de la ciudad.

› Por Yumber Vera Rojas

Repitiendo el modelo establecido por los medios norteamericanos de clasificar bajo el apelativo de “alternativo” todas aquellas fórmulas musicales de carácter ciclotímico, pasó poco más de una década desde que la prensa especializada española rotuló como “rock mestizo” el menjunje de estilos de diferentes partes del mundo que se cultivaba en la Barcelona post Juegos Olímpicos. Si bien estas intenciones multiidentitarias ya eran arriadas desde hacía rato por factorías pintorescas como la de los francoespañoles Color Humano, fue el establecimiento de Manu Chao en la metrópolis catalana lo que puso en evidencia el advenimiento de un suceso cultural y musical de matiz plurivalente. Al mismo tiempo que el labrador del colectivo Radio Bemba editaba ese documento de actitud que significó el disco Clandestino para la música popular iberoamericana –en 2008 se cumplirán 10 años de su aparición–, un sinnúmero de figuras y figuretes se subieron a este tren mixto que paulatinamente perdió su razón de ser. Ahora un conjunto de artistas barceloneses se atrevió a redefinir un concepto de hibridación que muchos desatendieron o por hastío o por temor a despojar a la ciudad de ese folclore local manufacturado desde un barrio tan sedicioso como el Rabal.

Como preámbulo para las Fiestas de San Juan, Barcelona, así como otras ciudades españolas, desarrolla en diversos puntos de su geografía otra celebración: el Día de la Música. Mientras los franceses Cassius ofrecen un show gratuito en la Alianza Francesa, en la Plaza de la Mercè unos Happy Mondays desarmados, aunque igual de cautivadores, con el gordo Shaun Ryder haciendo lo imposible para aguantar el cansancio de tantos años de vértigo –junto al irradiante carisma de Bez–, abandonan el escenario tras una hora y tanto de show. Minutos más tarde, el predio se disuelve y la gente enfila hacia cualquier taberna cercana. Otros, en cambio, prefieren vagar, animados por el clima veraniego. El laberinto de calles puede conducir raudamente, con breves paradas en puestos de venta de shawarma o abastos regentados por los chinos, desde la Plaza George Orwell en el Barrio Gótico hasta la Rambla del Raval. Así como la “Plaza del Tripi” en el primero, en la también llamada “Ramblakistán” se puede apreciar el arrebato de turistas desenfrenados, reatar scan o hachís, disfrutar del arte del ligue y percibir la fauna okupa que ha tenido como banda de sonido una mixtura de ritmos que supo definir en estos últimos años la idiosincrasia de suburbios migratorios como éstos.

Pero el fenómeno artístico de estampa “mestiza” que identificó a Barcelona por mucho tiempo, con los años se fue desgastando y evolucionó hacia otro lugar. Marc Isern, periodista especializado en la escena y artífice del laboratorio 2 Mini DJs, explica: “Realmente, no ha pasado nada interesante en los últimos tiempos. Nacieron nuevos grupos que quedaron relegados a la sombra de las bandas ya conocidas. No innovaron demasiado, sino que se mantuvieron en la línea de esa etiqueta impuesta por la prensa y las tiendas de discos que es el ‘mestizaje’. Para mí, lo más importante que ha pasado en Barcelona dentro de la conjunción de estilos en estos últimos tiempos fue el renacimiento de la rumba catalana. No creo que hayan sido sólo Ojos de Brujo los que la impulsaran, me parece más bien que se trata de una coincidencia de factores: los conciertos, las noches de rumba en las salas KGB y Sidecar y la aparición de compilados como Rambla, Rumble, Rumba y Achilifunk. Peret sacó discos al igual que una plétora de bandas a las que nadie les prestaba atención hasta ahora. Me refiero a Gertrudis, La Troba Kung-Fú, Barrio Negro, Mantecao y su Combo y Jaleo Real. Ellas supieron combinar la rumba catalana con influencias como el folclore catalán, la cumbia y el reggae”.

Otrora componente de los legendarios Dusminguet, Joan Garriga es hoy el líder de La Troba Kung-Fú, una de las agrupaciones que participa en la avanzada redentora de la rumba. Con un primer larga duración en la calle en 2006, Clavell Morenet, el acordeonista y vocalista precisa: “Con La Troba lo que intenté fue un planteamiento más claro que el de Dusminguet, donde el concepto era más confuso. La rumba catalana es un género que escuché siempre, pero no había practicado seriamente hasta ahora. Tampoco es tan sencillo, tiene sus claves. La rumba permite saltarse las fronteras. De hecho, esto pasa desde hace años. Lo que sucede es que muchas bandas la hicieron más propia”. Muchachito Bombo Infierno (foto de tapa) está a medio camino de todo, su propuesta acoge la rumba catalana, el rockabilly y el reggae. El fenómeno que el grupo desarrolló, gracias al boca a boca y su distancia del aparato mediático, ya rinde sus frutos. Con dos discos –el más reciente, Visto lo visto, fue publicado este año–, se convirtió en uno de los artistas definitorios para explicar la actual escena musical barcelonesa. Su líder, Jairo Perera, luego de pasarse seis años barriendo las calles de Santa Coloma de Gramenet –municipio cercano a Barcelona–, vendió con su primer álbum, Vamos que nos vamos (2005), 40 mil copias y captó el interés del público masivo y de la gran prensa nacional.

Otro grupo barcelonés que gana impulso para pegar el salto hacia la masividad es El Tío Carlos, trío que recién editó su ópera prima, titulada de forma homónima y en el que milita casualmente el tecladista de Muchachito Bombo Infierno, Tito Carlos. “Entiendo que el momento bueno del mestizaje fue el de los inicios de Ojos de Brujo, luego de eso vino la época de la gente que se aprovechó del tirón. Pero ése no es nuestro territorio principal, no pretendemos estar dentro del ‘sonido de Barcelo-na’”, explica el Payo Yeyé, vocalista del grupo, quien además revela: “Somos una banda de música pop con raíces, aunque en el fondo no nos interese realzar ninguna mezcla. Quizá ésa sea una diferencia nuestra con respecto al resto: preferimos hacer canciones más que invocar la fiesta”. Con una actitud más combativa, Nour maneja un concepto que destaca el rasgo bicultural de Yacine, el hacedor de la banda. De madre catalana y padre argelino, el vocalista opina: “El rock mestizo tuvo su apogeo, creo que eso mutó hacia otra cosa. Antes había un movimiento detrás que lo hizo más creíble, ahora se han metido las multinacionales y las instituciones y se ha creado en torno a Barcelona un imaginario postizo. Muchos grupos están cansados de esa palabra. En su día tuvo sentido, ya no. La etiqueta confunde al oyente”.

Joni es el artífice de la productora Hace Color, referencia de la escena mestiza barcelonesa y gestora del sello Kasba Music –la casa discográfica por excelencia del movimiento junto a K Industria–. Su proyecto acaba de cumplir 10 años, suficiente tiempo para hacer un balance sobre la actual validez del término “rock mestizo”: “Creo que el rock mestizo se inició como algo natural desde abajo, desde la calle. Posteriormente, por lo menos en Barcelona, se intentó utilizar políticamente desde las instituciones, y, por otro lado, la prensa empezó a usar la denominación para encasillar a muchos grupos que nada tenían que ver entre sí. El resultado fue que los mismos músicos dejaron de utilizar ese término, y poco a poco se fue desinflando. Actualmente, creo que aquí no hay escena de rock mestizo, la gente ha roto el tabú y estamos volviendo al origen, hay grupos de rock sin complejos que mezclan lo que les da la gana, y hay otros de folk o música más tradicional –en el caso barcelonés, la rumba por ejemplo– que tampoco tienen complejos y que también hacen los que les da la gana. Quizás, hoy en día sería mejor hablar de “mestizaje” antes que de “rock mestizo...”. Propuesta con la que Marc Isern coincide: “La inscripción rock mestizo hace más daño que bien. De cara a Europa, define un tipo de música. Pero en España es absurdo hablar de ella porque, igual que al principio, entre muchos grupos no hay ningún tipo de conexión artística”.

Lo que es real es que la capital catalana es un referente musical en todo el mundo. Además de hospedar algunos de los festivales europeos más representativos de la vanguardia musical y de servir de aliciente para que una banda lleve por nombre I’m From Barcelona, también es capaz de cobijar a la mitad de los grupos censados por el site radiochango.com: “la página oficial del mestizaje”. Se trata de agrupaciones de rock mestizo, de folk catalán que se aproximaron al mestizaje, de rumba catalana, de rumba fusionada con otros ritmos y de algunas bandas de hip hop que también conviven con el dancehall y forman parte de esta familia. La Kinky Beat es una de las agrupaciones que aparece en este empadronamiento. Sobre lo que emana musicalmente, Miriam Matahary, su cantante, reseña: “La música de Jamaica es una gran influencia para el grupo. Nos gusta lo que hacemos, es una búsqueda que se dio naturalmente. Creo que tenemos una actitud más energética. Cada uno hace lo que puede, nosotros fuimos más por el punk rock y el drum ‘n’ bass. Ésa es nuestra diferencia con respecto al resto. En el segundo disco de La Kinky Beat (One More Time, 2006) bajamos los tiempos. Este trabajo refleja el estado de ánimo de la banda, evolucionamos hacia la música electrónica y no de manera premeditada”.

Pese a la evolución del adjetivo, la escena mestiza en la actualidad, más que ostentar la tersura de su nueva progenie, revela un paisaje en el que conviven los precursores con las flamantes divas de la hibridación. Isern apunta: “Decir que hay una serie de grupos insignia implica que los que están detrás forman parte de la misma escena y no creo que sea así. El liderazgo sigue siendo compartido: Macaco acaba de sacar el mejor disco de su carrera (Ingravitto, 2006) y es un artista internacional que no para de tocar. Está Ojos de Brujo, que viene de hacer un súper tour; Amparanoia, que anduvo de gira con Calexico; y Muchachito, que está medio paso por detrás de todo ellos. Asimismo, vale la pena señalar a 08001, que dio un brinco al mezclar lounge, raï y flamenquito. Son como los Gotan Project de Barcelona. Está también Calima, que es la agrupación de Juanlu, primer bajista de Ojos de Brujo, y se encuentra nominada para los Grammy latinos”. Y Joni adhiere: “Aunque es difícil hablar de una escena de rock mestizo en estos momentos, si un grupo mantiene ese espíritu es La Kinky Beat. Por otro lado, durante el auge de esta movida surgieron bandas importantísimas que, desde mi punto de vista, poco tuvieron que ver con el rock como Ojos de Brujo o Dusminguet”.

Capítulo aparte merece la presencia latinoamericana en esta vitrina. Administrando dosis del folclore regional, los músicos principalmente sudamericanos se enlistaron en esta asonada como parte de combinados barceloneses o a través de iniciativas colectivas entre las que despuntan la del cubano Orbe Ormides Ortiz y su Radio Malanga, los argentinos Che Sudaka y Go.Lem System, los venezolanos Soma Raza, el brasileño Wagner Pa y su Brazuka Matraca y la variopinta BarXino, conformada por un argentino, un brasileño y un catalán. Y es que el toque identitario ha sido fundamental en esta historia, especialmente para los artistas locales. Debido a ello, es cada vez más fácil distinguir las diferencias entre las puestas aunadas al folclore catalán y las relacionadas propiamente al barcelonés. Aunque a veces se aproximan, estas escenas todavía no se mezclaron. Con el antecedente de Dusminguet en el medio de éstas como modelo para trabajar la fusión de estilos, otra característica a considerar es la elección del idioma como forma de representación. Mientras muchas bandas usan el catalán o el español, La Kinky Beat eligió el inglés. Miriam explica: “No reivindicamos un idioma sino la posibilidad de cantar en cualquier idioma, creemos que eso enriquece”. A la vez que Payo, de El Tío Carlos, afirma: “El lenguaje es para entenderse y en Barcelona tenemos un fenómeno precioso que es el bilingüismo”.

Si bien es cierto que el mestizaje se convirtió en un identikit de Barcelona, paradójicamente los propios habitantes de la ciudad, esa parte de la prole que nada tiene que ver con las tribus, son ajenos a esta escena. Marc confiesa: “Se trata de un problema generalizado de toda España, en el que hay un interés, una curiosidad y un background musical tirando a flojo. Hay muchísima gente que conoce primero a Shakira que la propia música de aquí. No sólo pasa con el mestizaje sino con todos los géneros. Creo que es más culpa de los medios, que no se lo creen tanto, que de la propia escena”. Incluso, el marketing desarrollado por las multinacionales no logró funcionar del todo en esta movida. Joni argumenta: “Contra-riamente, ese marketing les funcionó a los mismos grupos cuando se autogestionaron los trabajos y las giras. Eso demuestra que las bandas tenían mucho que decir y su línea de trabajo era bastante clara. Creo que por eso mismo la escena como tal se fue a pique, porque no les convenía a las grandes empresas e instituciones que mercantilizan la cultura. Por ende, el circuito no existe. Lo que hacemos es aprovechar la infraestructura del rock: salas, la ayuda del Estado Español y a nivel internacional nos insertamos en el ámbito de las de músicas tradicionales y la world music”.

Pero es una realidad que, a pesar de los traspiés y el menguamiento de la escena, las bandas todavía pululan, algunas incluso exhibiendo dentro de su esencia sus referentes. “Hay bandas que hoy son éxitos de ventas que tienen influencias de grupos que fueron referentes y de los que nadie se acuerda”, asegura Joan Garriga de La Troba Kung-Fú. “Pese a que todo era más underground, se tocaba mucho más y se mezclaban artistas muy diferentes. Esa cosa ecléctica la veo poco, pero hay más agrupaciones. Sin embargo, no hay tantos sitios para tocar, están cerrando los bares. Se profesionalizó el tema y mal. Antes era más inocente todo, mucho más bonito.” Mientras se establecen los cimientos de una nueva embestida de conciencia híbrida, sólo queda la instrucción a partir del desliz y la evocación de ese caldo de cultivo que arengó todo un imaginario. Ramón Giménez, la guitarra flamenca de Ojos de Brujo, recuerda: “Debido a nuestro afán investigativo por el flamenco, comenzamos a compartir un público que provenía de Mano Negra. A nuestros recitales empezó a venir gente que no tenía nada que ver con nosotros. Esto generó el estereotipo de la Barcelona mestiza, y a partir de ahí se produjo un boom y los prejuicios cayeron. Y en un mismo escenario, desde ese momento, era normal encontrarse con Manu Chao, Macaco, Solo los Solos, Dusminquet, Radio Tarifa y Ojos de Brujo”.

Manu Chao, el sobreviviente

El mayor sobreviviente de esta transición de la escena mestiza barcelonesa es Manu Chao. Justo en este proceso de recambio irrumpe desconcertando a todos con su decisión de convertirse en un artista independiente. El último disco de este juglar de la canción hispana, La radiolina (editado en España por K Industria y en Argentina por El Farolito Discos), tomó distancia de la redundancia y el ensimismamiento de Próxima estación: Esperanza –la semana pasada Chao reconoció que fue un error usar sin consentimiento las voces del Metro de Madrid para un tema de ese álbum– para abrirse nuevamente a la permeabilidad y recuperar la canción híbrida en su estado más natural e incluso invocar el brío rocker de Mano Negra. Una producción tan sorpresiva como encantadora, tan poderosa como conmovedora. Ahora mismo es número uno en ventas en España y entró directo a ese lugar. Su sobreexposición y el trabajo de exaltación de los medios se convirtieron en un cóctel que embriagó y más tarde logró el repudio del movimiento. Si bien no fue su responsabilidad, la desinformación incentivó la aversión hacia su persona. A partir de eso, algunos músicos ni siquiera se atrevían a hablar de él o por temor o por respeto. Otros lo hicieron por hastío, para sacarse el estigma de encima. Pero luego de una temporada de exhibiciones puntuales, que se encaminó hacia el silencio hasta la edición de La radiolina, existe la sensación de que comenzó a deshacerse esa neblina inquisidora que lo envolvió. Buen momento para reconocer que la figura del francoespañol es tan esencial como la de los referentes que aparecen en su música: Bob Marley, The Clash, Johnny Cash, Georges Brassens, Víctor Jara, Caetano Veloso, The Pogues, Chabuca Granda o Héctor Lavoe. Y también para recordar que aunque no inventó la pólvora, bien supo cómo detonarla.

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