PROSTITUCION 2.0
El “rubro 59” ya huele a naftalina: dos señales de Telecentro ofrecen un variopinto book catódico para urgencias de la carne. Un informe especial de la Secretaría de Inteligencia Prostitucional del NO.
› Por Facundo Di Genova
Que el gremio de las putas ha marchado históricamente a la vanguardia de la creatividad mundial, no es nuevo, ni sorprende a nadie. Sin embargo, quizás alentadas por los femeninos tiempos que corren, agremiadas al viejo oficio ahora se destapan sin censuras, calentando la pantalla de TV todas las noches, sumándose así a la categoría de grandes anunciantes.
En realidad, igual que con la exitosa estrategia de inundar la Ciudad de coloridos y sugerentes papelitos, o con la de sostener financieramente al rubro 59, quienes planifican la campaña no son ellas sino, más bien, sus patrones. Desde hace un par de meses, y siempre a partir de la medianoche, ardientes servicios sexuales se ofrecen a través de la pantalla televisiva, en dos de las 82 señales del operador de cable Telecentro. Y todo gracias a los ideólogos del negocio, los siempre y mal queridos cafishios (chulos, rufianes, proxenetas, pimps y siguen los sinónimos), quienes junto con brillantes publicistas lanzan al aire eslóganes como pete amor te prestan la colita, dulce brasilerita nuevita o acá todo sin globito.
Con el objetivo de retratar tan gallardo suceso, instruir a las nuevas generaciones en el ilícito arte del proxenetismo y comprender cómo es eso de publicitar por TV la explotación sexual de mujeres en oscuros lupanares, la Secretaría de Inteligencia Prostitucional del NO, mediante agente encubierto, dialogó con los promotores del negocio.
–¿El aviso lo querés con foto? –pregunta la operadora de Clasicentro quien, ante la afirmativa, responde–; te sale 90 pesos por semana, y se emite todos los días durante siete días, más 30 días en Internet. Son aproximadamente 16 segundos al aire.
–¿Y cómo mando la foto de las chicas?
–Me podés mandar la foto y el texto por mail, y te tenemos que mandar un cobrador. Si no tenés la foto, el mismo cobrador se las saca.
–¿Hay alguna restricción entre lo que puedo decir y mostrar y lo que no? –pregunta el cronista, mimetizado de anunciante chulo.
–Sí, en realidad se trata de que sea insinuante y no guaso, igual que las fotos.
–¿Guaso cómo, por ejemplo?
–(Suspira) Se han censurado cosas bastante elevadas.
Con seguridad, la operadora podría referirse a avisos que dicen “Acá todo sin globitooo! 24 horas. Rubia paraguayita. Completito. Sin límites”, pero como éste ya salió publicado durante dos semanas seguidas, es posible que hable de otros más guasos tanto que irresponsables (el número de la “rubia paraguayita” no contesta).
“Somos tu agencia de publicidad. Los mejores precios en los mejores medios. Publicá ya”, informa un aviso que se emite luego de la medianoche en el canal 9 y 11 de Telecentro, intercalado con las fotos de las chicas, que no tendrán la magia de Andy Cherniavsky, pero al menos ilustran bien el producto.
Dice el publicista, del otro lado del teléfono:
–Nosotros te publicamos 6 avisos por noche toda la semana, y cada aviso dura diez segundos, con foto y un texto.
–No tengo fotos, ¿cómo hacemos?
–La foto que vos ponés puede ser real o puede ser una foto que se baja de Internet, de espaldas, qué sé yo. La buscamos nosotros. El precio es de 75 pesos semanales durante 7 días corridos.
–Sería más barato que hacerlo directamente con Telecentro.
–No. Piden lo mismo, lo único es que tenés que pagar el servicio de cobro, y con nosotros no. Igual las publicidades que ves, te diría, el 75 por ciento son nuestras. Pasa todo por acá prácticamente.
No hay de qué espantarse, pues el de “bolsero de medios”, un oficio que consiste en comprar espacios publicitarios a un precio y luego revenderlos a otro, no es ningún delito, ni tampoco una rareza. En los grandes diarios esta práctica se conoce bien y un par de importantes gordos de agencias publicitarias empezaron así, siendo “bolseros”.
–¿Y les pueden sacar fotos a mis chicas? -–pregunta el rufián encubierto. Y el muchacho de “tu agencia de publicidad” responde:
–También. Podemos hacer una o dos fotos, o si no... –se queda callado, y replica, como desconfiado–. ¿Vos en qué zona estás?
–Capital.
–Lo que te puedo hacer es sacar... ¿y cuántas chicas son? –indaga de nuevo.
–Tres chicas.
–Entonces hacemos 15 fotos por chica por ejemplo, y te las entregamos en un CD que ya te queda. Te sale 100 pesos y se te entregan 50 fotos, serían promedio 15 fotos por cada una de las chicas.
–Está bueno.
–Y lo que hacés es cobrárselo a las chicas. “Chicas, ¿quieren tener 15 fotos?” “Sí, quiero.” “Bueno, 30 mangos.” A vos no te sale nada y las chicas se quedan con las fotos.
Dura la vida del cafishio.
Ahora que coperas, alternadoras y meretrices tienen nueva vía de comunicación, posibilitada por el talento y el trabajo duro de los cafishios, resulta menester interiorizarse sobre la calidad de los servicios ofrecidos en Clasicentro.
“Dulce paraguayita de 19 años. ½ h 30 $”, dice el aviso, y lo acompaña una foto de morocha bien dotada.
–Mi nombre es Alejandra, ¿a quién estás buscando? Te cuento que la chica de la foto se llama Paola y somos cinco amigas en total. Estamos manejando un arancel de media hora 30 pesos, la hora 50, el servicio es completo: bucal, vaginal, cola, poses, todo, mi vida, ¿sí?
–Decime, quiero saber, ¿qué tienen las “paraguayitas”?
–No sé, mi vida. Vení y probalo vos, cariño.
Lo de “paraguayita” cotiza, y que alguien diga por qué, en el variopinto gremio de las putas, y más cuando se trata de precios accesibles al bolsillo popular: se puede leer en el célebre rubro 59 o ver en las octavillas multicolores que abundan en los teléfonos públicos de la Ciudad y se entregan en mano por Florida, Rivadavia, Cabildo. En tal caso, aun cuando el aviso venda, quien pone el cuerpo no se lleva mucho: a un peso el minuto de sexo, la trabajadora sexual se estaría quedando con menos de 50 centavos por sus servicios por minuto, tras el descuento por honorarios de rufianes y madamas, y siempre que no tenga que pagar los costos de la publicidad.
–¿Qué avisito viste? Te comento, me llamo Loly, tengo 20 añitos, soy rubia de ojos claros, mis medidas son 90-60-92 y estoy solita en mi departamento.
–¿Podemos negociar preferencias?
–Eso lo hablamos acá, mi amor; para conocerme no te voy a cobrar, es sin compromiso.
–Está bien, pero... Perdoname, no quiero que te enojes, ¿vos tendrás libreta sanitaria?
–(Sorprendida) ¿Por qué? ¿Por si las dudas? Y... no sé... me tendría que fijar. ¿Y vos? ¿Tenés libreta?
Sobre el mismo tema, en otra conversación:
–No te preocupes, podemos usar dos o tres preservativos si tenés miedo; igual no te asustes, vení a conocerme. A lo mejor nunca estuviste por un lugar como éste, ¿o sí?
“Siete egipcias calentitas. Jugamos en la bañera, vos, yo y mis amiguitas”, dice el aviso en la pantalla, pero viendo el plano general descriptivo de cuatro chicas en cuatro, de espaldas y arrodilladas y con el culo al aire, estas egipcias calentitas parecen en realidad un equipo multicultural de esclavas dominicanas, europeas del este, paraguayas y argentinas, muertas de cansancio. La imagen en particular es por cierto triste, como la mitad de todos los avisos: cuando la foto no es falsa, las imágenes publicitadas como “ciento por ciento reales” muestran a chicas siempre de espaldas, la tanga atragantada y el rostro oculto, las habitaciones oscuras, los catres reventados.
Más aún, la señorita que ahora atiende el teléfono parece una operadora de telemarketing que tiene al odioso supervisor (el cafishio) auditando la llamada.
–¿Cómo es eso de las “Siete egipcias”?
–Somos siete diosas que te hacen el amor de diferentes maneras, mi vida. Estamos las 24 horas de lunes a lunes, mi vida. Libre participación convencional, mi vida. Colita o aparatitos son diez pesos más en el arancel que vos decidas, mi vida. Y en este momento las que estamos lo hacemos con globito, mi vida.
–¿Pero hay quienes trabajan sin?
–A veces hay alguna excepción de chicas que trabajan sin, pero hoy, las que estamos, todas trabajamos con, mi vida. Y si no, tenemos una participación mínima de un prebucal y vaginal de 20 pesos, papi, como para conocernos. ¿Te esperamos, mi amor?
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