Jueves, 31 de enero de 2008 | Hoy
4º QUIKSILVER KING OF THE GROMS, CAMPEONATO DE SURF
Por Julia González
Desde Mar del Plata
”Conseguí tres olas buenas y la música que pusieron en la final me inspiró”, dice Arreyes, aún con el pelo chorreando mar, ansioso por los resultados de la clasificación. La final la pelearon el brasileño Cahué Wood, y los argentinos Santiago Muñiz y Franky Usuna. Fueron veinte minutos de surfear en el mismo momento con Pearl Jam, Kid Rock y Sumo en el aire, tratando de mostrar su performance entre las mejores olas. Artaza y Moria debían estar haciendo lo suyo en los teatros vecinos, pero en Playa Grande, sector Biología, se vivió la cuarta edición del Quiksilver King of the Groms, campeonato para los surfistas menores de 19 años. Y es razonable que ganara por segunda vez el cordobés radicado en Brasil, Mariano Arreyes, y que conservara de esta forma su corona de rey.
“Desde que empecé a surfear no hago otra cosa”, tira Cahué, el brasileño del segundo puesto, y deja claro que es difícil que exista otra actividad para quienes eligen el mar como su ambiente natural. El tercer lugar es para Muñiz, que vive en Brasil y sólo vino tres veces a la Argentina, pero habla un porteño clarísimo: “Hubo una música que yo pedí, el nombre no me acuerdo, pero pedí una música y la pusieron justo en la ola que yo estaba”. Y cuarto queda Franky, una especie de Brad Pitt joven, fanático de Pez y ex baterista. Dice Franky que tocaba la batería, pero que dejó porque no soportaba estar lejos de la playa: “No me gusta estar en la casa en ningún momento, la casa es para dormir y nada más”. Por eso mismo va al colegio de noche, para aprovechar el mar durante la mañana y la tarde. Su padre no sólo avala este desarraigo adolescente sino que también surfea y lo incitó a subirse a una tabla a los 11 años, con vista al Pacífico en California, donde vivieron diez años.
Playa Grande tiene su historia en la MDQ surfer y se ven postales dignas de la película Punto límite: cabellos muy rubios, caras pálidas de protector solar, chicos en la vera de la costanera sacándose el traje de neoprene, mostrando algo más que su torso, y el canchereo consecuente.
Durante la mañana, la playa está vacía, sólo para los surfers que desde el mar se motivan con un poco de Marley, Israel Vibrations o Gilberto Gil (sí, la música se escucha desde el mar). Se ve perfectamente a los chicos nadar con sus tablas hacia el horizonte y volver parados sobre el agua espumosa. La escollera es sólo suya, ingresan al mar y empiezan a bracear en busca de la ola perfecta. A la tarde, el muelle de piedras se llena de curiosos y de las banderas con las marcas que auspician el campeonato.
Durante la tarde, en cambio, las Sub-20 duermen prolijas sobre las toallas hirvientes de sol. Es sorprendente, pero el maquillaje no se les corre con la arena que se pegotea en la piel untada de bronceador. Lejos de la familiar Punta Mogotes, acá el pavoneo sale con fritas y es la previa ideal del levante nocturno. Hay bandas en vivo, sillones blancos sobre la arena, promotoras y hacinamiento.
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