Jueves, 28 de febrero de 2008 | Hoy
LA RELACION DE DANTE SPINETTA CON EL ROCK
Aquel niño que saltaba desaforado ahora habla de la responsabilidad de hacer música y propone un paseo por el hip hop sin desdeñar ningún otro género musical. Sus cambios de estado de ánimo (El apagón se llama su último disco), su interés por la cumbia y la capacidad para encontrar sonidos versátiles son parte de esta larga charla con el NO, que incluye frases como ésta: “Yo puedo flashear con una orquesta, también con Damas Gratis, con Oscar D’León haciendo salsa o con Jimi Hendrix”. O ésta: “Me encantaría estar forrado de cobre”. O también ésta: “Yo no bardeo a la mujer, capaz que a una mujer...”.
Por Julia González
“Acá se sienta siempre Dante, de espaldas a la puerta”, indica la camarera de un bar mítico de Villa Urquiza, y deja sobre la mesa el café y el diario. A las 10 en punto llega Dante Spinetta, con toda la luz de la mañana, y ocupa su lugar. Está igual que en los videos, gorra hip hopera, rosario negro flúor sobre la remera blanca, y unas Nike Air Force One que lo elevan del piso, las famosas llantas originales del hip hop. Está igual, sólo que tiene cara de dormido y sonríe mucho más. Su candidez parece diferenciarlo del ambiente hip hop, al que pertenece, pero él negará ese prejuicio con su presencia y en silencio. Luego dirá que no cree en los palos sino en la gente, a propósito de la participación de Julieta Venegas en El apagón, su segundo disco solista, donde le dio a su música un giro aún más fuerte hacia el hip hop, con letras furiosas y armonías futuristas.
Dante explica que líricamente también está en otro lado, en la realidad más que en lo espiritual, a diferencia de su primer trabajo, Elevado. Tal vez sea el cachetazo que le dio la industria, tal como él llama a las discográficas, y que por eso El apagón nació en las tinieblas y con los ojos abiertos, atentos. “Me tuve que hacer mucho más de abajo –cuenta Dante–, ya te lo está diciendo el título. En el disco hablo de todo eso, de la oscuridad no sólo del mundo sino también de la industria, de encontrar el propio camino en la oscuridad.” La luz se está prendiendo para el ex Illya Kuryaki, porque sabe que una vez que salió el disco, todo empezó a girar. “Pero fue re difícil sacarlo, aunque no lo creas. Entonces yo digo: ‘Imaginate que para mí, que es el disco número 9, contando los de Kuryaki, me fue difícil... para un guachín que está empezando, es imposible’, ¿calás?”
–Chaco salió con nuestro sello Gigoló Productions, en realidad, lo pagamos con un adelanto de regalías. Y nada, salió y después explotó. Yo creo que hay que poner ideas que estén buenas, que sean frescas y cosas que a uno le gusten en la calle. Ese es el verdadero triunfo para mí. Obviamente hay que vivir y yo tengo que pagar el jardín, ¿calás? Pero creo que para mí es muy importante el legado que les voy a dejar a mis hijos, de luchar por lo que uno quiere. También es mi manera de ser feliz. En cuanto haga algo que yo no quiera con la música... Toda mi vida gira alrededor de eso, no es que tengo un personaje, un laburo; no. Es mi vida, mi experiencia, es lo que hice en toda la vida, desde los 14 años, desde siempre, entonces no puedo joder con eso. Le tengo un respeto porque es familia, es sangre, no lo puedo deshonrar, no sé cómo explicarte, ¿calás?
Entonces, capaz que te juntás con un sello, o con un plan que no te gusta, no digo que esté mal o bien, pero digo un plan que va por un lado que no querés. Yo creo que el disco está del lado de la resistencia. Esto me da risa: la resistencia.
–Bueno, el disco tiene ese choque con la industria, tiene su palito para la industria, viste que en el último tema dice: “Hay que ser duro para vencer / si sos blando podés enloquecer / no cambio mi magia por tu Mercedes-Benz, no cambio mi estilo para vender CDs / Entonces cuando me senté a hablar contigo / te conté mis sueños, mi vida / te abrí la puerta a lo mío / mi relación con la música es sagrada y digo, nada más te importa vender discos decorados como torta / música estéril, sin magia, sin onda / Por eso paso por el mundo, a nadie le importa”. Ahí hablo de algunas reuniones que he tenido. Y yo creo que hay una misión más importante que eso, la misión personal también. Capaz que para mucha gente no signifique nada que uno siga un camino. Yo soy artista y quiero que me vaya bien y quiero vender discos y llenarme de cobre, me encantaría estar forrado de cobre, pero básicamente quiero estar lleno de música.
–O sea, prefiero ponerme una plantación de bananas en Ecuador y no joder con la música, o hacer la música que yo quiero paralelamente. ¿Entendés lo que digo? Es ésa la movida.
La historia de Dante es conocida, pero lo sustancial es que está haciendo música desde los 14 años, formalmente con Illya Kuryaki, aunque tuvo algunas intromisiones incitadas por su padre, Luis Alberto (“El mono tremendo es grosso”, admite Dante), cuando apenas arañaba la pubertad. Dante no sabe bien cómo explicar su propia evolución desde el primer Kuryaki de Fabrico cuero, que inauguró junto con Emmanuel Horvilleur. Pensar que eran dos pibitos que revoleaban la cabeza y rapeaban desde una impunidad increíble para la masa tradicional rockera. “Pasaron tantas cosas pero, bueno, creo que uno ahora tiene más recursos y elige. Creo que el haber estado en escenarios tanto tiempo te da oficio. Salir a tocar o estar en el estudio experimentando. Todos los discos de los Kuryaki están grabados en cinta, o sea que aprendimos con la vieja escuela, y creo que ahí reside unos de los secretos de sonar distinto, las técnicas old school, de mezclar la madera con lo digital”, rememora. Y sabe que líricamente tiene el recurso, aunque hoy se aleje de la metáfora y elija la practicidad para expresarse. “La verdad es que no me siento como en una movida poética. Mi poesía quiero que suene como la calle, que tenga baches, que tenga esa baqueta que la hace más real.”
–Creo que fue la maduración y decir: “Bueno, loco, pará, a ver a dónde quiero ir”. Y nada, son cambios. Igual, si te fijás entre un disco y otro, siempre hay pasos distintos o caminos que están todos hilados y tienen que ver. Creo que de alguna manera todo lo que hago está conectado. Siento que hay un nexo totalmente claro en las canciones que he cantado desde Chaco hasta ahora. Creo que hay momentos, como en la vida, que un día te sale el sol, otro día te sale la luna. Bueno, algunas veces uno tiene ganas de tirar una selva abajo y construir un shopping (se ríe), pero tiene que prevalecer la selva, digamos. No es un buen ejemplo (se ríe). No, eso no, de eso no tengo ganas nunca, pero uno a veces tiene ganas de sorprenderse a uno mismo. Igual pienso que es como la tierra, que está todo conectado. Creo en el gran organismo y en la música también. Todo lo que hago viene con la misma onda. Algunas veces los ingredientes cambian, entonces hay porcentajes más altos de violencia o de amor, qué sé yo, pero trato de que siempre sea Dante. Y también voy probando, me gusta deformar el estudio, que es el lugar donde me meto a flashear, desde la música, la letra, todo.
–Siempre la música. Si la música no lo ampara, no me meto. Creo que cuando escuchás cumbia está bueno, está buenísimo. El hip hop tiene mucho que ver con la cumbia, más allá de tener la misma madre Africa los dos ritmos. Y también lo que representa la cumbia villera es que tiene mucho que ver con hip hop, es la música de la calle, de la resistencia. Y nada, las cosas suenan o no suenan. Yo puedo flashear con una orquesta, también con Damas Gratis, con Oscar D’León haciendo salsa o con Jimi Hendrix con el rock. Justamente lo que tiene de bueno es que el hip hop se mezcla con las músicas de una manera mucho más copada. Es como una semilla mutante, porque cae en un lugar y se mezcla, cae en Japón y se mezcla con Japón, cae en Buenos Aires y se mezcla con Buenos Aires, en México y se mezcla con los mariachis. Te ata un poco al clima sónico de cada lugar. En la música hay que romper las reglas, porque si uno hace música para el cartelito de la batea... Uno crece con esos propios límites en lo musical. Yo no creo en esos límites, hay que ser libres.
–Sí, son elementos que tienen que ver con la música, la música te lo pide. Yo muchas veces hago temas que son irónicos, una joda. Aparte, la música tiene un histrionismo y una deformidad también que está buena. ¿El sexo para quién no es importante? Algunos no lo exteriorizan, pero a mí me gusta cantar eso. Yo estoy casado, tengo mi mujer que es mi diosa, pero me gusta escribir y las canciones de amor tienen que ver con el sexo. Es un elemento muy importante, no veo por qué dejarlo afuera. Algunas veces me voy al carajo (se ríe), pero me parece que es gracioso, o representa algo estético también. Esa lujuria, como el funk, que es un exceso. Siempre con respeto, yo no bardeo a la mujer, capaz que a una mujer... pero yo no soy un chabón misógino. Eso del rap no me gusta, eso que dicen “todas las mujeres son putas”, eso es fruta, eso es no tuviste mamá, no tenés hermana, no tenés mujer; si te tocó una puta, jodete por elegirla mal, bancátela por boludo.
Dante es religioso; pero no religioso de ir a misa todos los domingos. No cree en la Iglesia, esa institución desacreditada por el tiempo y las generaciones. Pero lleva un rosario en vez de cadenas de oro, y en su Myspace hay una foto de la Virgen de Guadalupe. Le interesa la física cuántica, el poder del pensamiento y la energía de los deseos.
–En unos aspectos sí, y en otros uno siempre quiere más, que las cosas mejoren, pero estoy contento con el camino emprendido y sé también lo difícil que es. Estoy con mi sellito, Moncho Records, y la idea es en el futuro empezar a sacar otros pibes de hip hop. Pero creo que éste es el camino que yo elegí y es el que me gusta. Obviamente las cosas se van a ir acomodando, pero hay un buen panorama: el disco fue re bien recibido y la gente viene a ver los shows. Las críticas del disco también fueron súper buenas, eso siempre ayuda. Todo eso fue hecho desde un lugar casero, y eso para mí es un caño.
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