Jueves, 13 de marzo de 2008 | Hoy
TOTI DESPUES DE JOVENES PORDIOSEROS
Prototipo del rockero que triunfa poniendo el cuerpo y genera resquemores entre los compañeros germinales. El problema de crecer, los celos y la tensión entre la banda y el frontman. Un clásico del rocanrol, que casi siempre termina mal. Cristian “Toti” Iglesias habla sobre el final de Jóvenes Pordioseros y sus increíbles confesiones sirven para retratar un estado de época.
Por Daniel Jimenez
El pasado jueves 24 de enero, Cristian “Toti” Iglesias –en aquel momento frontman de Jóvenes Pordioseros– bajaba una metáfora de los árboles de Lugano para explicar la crisis interna que atravesaba el cuarteto, y decía al NO: “Y bueno, sí... estamos tiroteados”. La falta de comunicación interna, un tsunami de rumores, cierta inestabilidad en el vínculo entre los músicos y el desgaste de casi ocho años ininterrumpidos arriba del micro parecían cederle al silencio la noticia que cientos de fanáticos no querían escuchar: la gloriosa Jota Pé entraba en un estado de coma irreversible. Así, tres meses después de su último show, el corazón rockero de los herederos naturales de los Ratones Paranoicos –al menos el único grupo que contaba con el padrinazgo y la admiración abierta de Juanse, amigo y consejero del Toti– dejó de latir. “Fue por una boludez total, una boludez”, repite Cristian una y otra vez mientras se quita el calor de un viernes húmedo y porteño en un vaso de cerveza.
En una sala silenciosa –hoy no se ensaya– del barrio de Once, el cantante se encuentra comenzando un nuevo proyecto que lleva por nombre –-paradójicamente– el título de una de las últimas canciones de su “banda de toda la vida”: Hijos del Oeste.
“Disculpá que llegué un poco tarde pero recién me entregaron el coche del taller”, se excusa de buen humor mientras baja del auto su mochila por recomendación de periodista y fotógrafa. “Tenés razón, mejor que no deje nada adentro a ver si en una de ésas desaparece”, dice riendo mientras desliza su cuerpo de espiga sobre al asiento del acompañante y hace equilibrio sobre sus Topper –una roja y otra azul– todo terreno.
“Calláte, que ahora si uso estas zapatillas me gritan de todo; vendido, careta. Tendría que haberme comprado unas ‘Tapper’, para que no me digan nada”, suelta. Aunque suene exagerado, muchos pibes que tenían al Toti como referente de la idiosincrasia barrial hoy no le perdonan “semejante” ostentación. Y él no lo entiende: “A veces es muy difícil tratar de estar bien con todos, pero ya me acostumbré a que me puteen”.
Media hora más tarde, en un bar a sólo cien metros del búnker de los Hijos del Oeste –ex centro de operaciones y sala de los Jóvenes Pordioseros–, Cristian dirá, reflexivo pero inquieto, que “a nadie le duele más que a mí lo que pasó”. Y suena sincero.
–Estoy feliz, me agarraste feliz. Realmente estoy muy contento porque estamos ensayando a full con Hijos del Oeste, y la verdad es que se dio todo muy rápido. Ya estamos tocando trece temas de lo que va a ser el disco (ver recuadro Estallando desde Lugano). Entramos a grabar los demos esta semana y empezamos a tocar en vivo de a poco para algunos amigos, de boca en boca. El 20 de marzo estamos en Laferrere, el 21 en Temperley y el 22 en Pilar. Es más que nada para la gente que está cerca de nosotros, porque no creo que se enteren muchos.
–Sí, ya sé. Pero como no tenemos página de Internet ni nada de eso, se va a quedar ahí; la gente lo lee pero no se acuerda. No va a ser nada masivo pero va a servir para foguear un poco a la banda, salir de estar encerrados en una sala ensayando y ver cómo funciona. La mayoría de los temas ya estaban hechos, porque era lo que yo iba a grabar con Jóvenes, porque yo compongo. Y a los pibes que tocan conmigo ya los conocía.
–El desgaste, obviamente, siempre está, porque llevamos muchos años juntos. Al menos desde 2000, que salimos de gira y ya no paramos. Te digo más: el año pasado, en la época de Descontrolado, estuve solamente quince días en mi casa. Tocábamos lunes, martes, miércoles, jueves; siempre de gira. Pero ése no fue el motivo. Aunque no lo creas, es muy tonto el motivo por el que nos separamos, muy tonto. Creo que fue una cuestión de códigos, que ellos no tuvieron conmigo. A mí me empezaron a tratar mal, me cortaron el saludo y me empecé a sentir mal; todo por comentarios de otros. Yo había parado los ensayos porque notaba que todos iban de mala gana, así que les mandé un mail: “Muchachos, suspendamos los ensayos mitad de noviembre y todo diciembre porque esto viene medio feo. No nos estamos extrañando. No nos queremos. No está bueno”. Ojo, que yo también me hacía cargo: “No me muero por verlos. Paremos por un rato”. Mi intención nunca fue separar a Jóvenes Pordioseros. Imaginate que fue mi banda; la inventé yo. A nadie le va a doler más que a mí. A la banda la hice a los quince años y el nombre ya lo tenía a los ocho, así que te podés imaginar si caminé, pinté paredes y pegué carteles para que esto crezca. Pero parece que hubo un comentario de alguien de adentro de la banda que estaba muy peleado conmigo y que me había hecho una jugada muy fea de amigo. Ya se veía venir que no iba a trabajar más conmigo. Y esto no tiene nada que ver con los músicos. Es alguien que me faltó el respeto y perdió códigos, además de creerse pillo. Como no ensayábamos, pareciese que les hizo la cabeza a ellos de que yo me quería hacer solista porque estaba grabando una canción para un disco de Greenpeace, donde están Colombres, Claudia Puyó y otros músicos. Me invitaron a grabar y para mí fue grosísimo, porque aprendí mucho. De ahí me empezaron a cortar el saludo y a tratarme mal, incluyendo hasta algunos de técnica.
–En Federación explotó. El tema es así: había un contrato firmado para ir al festival Federación Rock, en Entre Ríos, en enero. La banda ya venía mal y no estábamos ensayando, así que les mandé otro mail: “Suspendamos todo porque no vamos a tocar. No está todo bien y no están las condiciones dadas”. Y yo quería ir a disfrutar, entendés. ¿Vamos a tocar rock and roll? Vamos a disfrutar. Y al recital lo vendieron igual y a mí nadie me avisó que lo habían vendido. Si bien no tiene la culpa el organizador, porque el contrato estaba, le tendrían que haber avisado al tipo que la banda se separaba. Antes metimos dos recitales acá a fin de año, pero no había que viajar. La idea era no meternos en un micro si no nos estábamos queriendo. En cambio acá, vamos, tocamos, saludamos, y listo. Y así hicimos dos fechas en el Marquee y en Burzaco. Después de eso yo les dije que si en enero no íbamos a la Costa me iba a tocar con amigos, porque yo no puedo estar sin tocar. Y les comenté que si querían podía volver los fines de semana para que todos los pibes, los técnicos y ellos, laburemos. Porque si bien hacemos rock and roll, no deja de ser lo que les da de comer a todos. Y cuando me trataron mal en esos dos shows, pensé: “Yo no vuelvo. Me voy de vacaciones”. Porque no había más que un hola y un chau y pintaron muchas boqueadas y reuniones que se hacían sin mí. Si estaba desenamorado, me fui entristeciendo y enojando. Ese puterío de “no te saludo porque me enteré que”, no me cabe. Además nadie me llamó, te lo juro. Tienen mi mail, mi teléfono, saben dónde vivo. Si me quieren ubicar, me ubican. Pero me quisieron hacer la noviecita fatal: te veo por la calle y te doy vuelta la cara. ¡Y no había hecho nada!
Rebobinemos. El sábado 5 de enero, sobre el escenario principal del Federación Rock, sus ex compañeros Pedi y Chori –que estaban en la grilla como Jóvenes Pordioseros– fueron invitados a compartir un par de canciones/zapadas junto a la banda Viejo Berry, también oriunda de Villa Lugano. Luego de presentar el tema Somos un poco más, su cantante Cristian Perrotta se despachó con una dedicatoria especial: “Todos queremos ser un poco más. Hay algunos que quieren más y se olvidan de la gente que creció con ellos. Y más querés, más solo te quedás”, en clara alusión a su tocayo Iglesias, que en un pase de magia apareció en el predio.
–Sí, agarré la guitarra, el equipo, me subí al auto y me fui con los técnicos, que fueron los que me avisaron del show porque yo no tenía ni idea. Había algunas bandas amigas de ellos que me puteaban y me gritaban cosas cuando iba caminando. Qué sé yo... nunca dejaría que a mis amigos alguien les falte el respeto.
–Porque sí. Llego, hablo con el organizador, y le digo: “A vos te estafaron. Te vendieron el show trece lucas”. Pero mirá qué tarado que soy: cuando caigo lo llamo al batero y le digo: “Che, hoy nos vamos a llevar plata después de tres o cuatro meses que no vemos un mango”. Después lo llamo a un amigo del Pedi, que no me atendía, y le digo: “Avisale que hoy va a cobrar, que se va a llevar buena guita, así que disfrutemos de esta noche de rock and roll”. Entonces le mando al organizador: “A vos te estafaron pero yo voy a subir a tocar igual”. Y cuando caminaba por ahí ya estaba todo medio hostil, viste. Me gritaban “puto”, “maricón”. Me venía a hablar gente que ni conozco. Yo estaba como loco. Cuando llegué a Federación uno de los músicos de entrada me trata muy mal y me putea, supongo que por lo que le habían contado, que era mentira. Parece que le dijeron “éste se va a hacer ‘solo’ y te va a dejar tirado”. Y cuando me vio, me dijo: “Vos sos un hijo de puta, a mí no me hables”. En un momento me veo y eran las seis de la mañana, estaba ahí sin que me hayan avisado, se querían currar toda la guita, algunos me puteaban y les estaban mintiendo a los pibes que fueron al show, porque yo no sabía nada. En Federación me hicieron una cama, loco.
Las palabras salen velozmente de la boca del Toti. Como si necesitara expresar su actual estado de bienestar y exorcizar los últimos demonios de la duda que aún lo persiguen por las calles de Lugano, Quilmes, Boedo o cualquier barrio por donde camine bajo el gentil sol de marzo. Este danzarín Jack Flash que pareciera vivir en estado de shock eléctrico sobre el escenario no arma frases de compromiso ni practica un discurso a medida del casete. Su mirada, tan tierna como firme, respalda cada una de sus respuestas. En la mesa, el segundo vaso de cerveza comienza a entibiarse y en pocos minutos entrará en la fase “intomable”. Pero a Cristian no parece importarle.
–Y... yo puse muchas veces la cara para que todos comieran y mirá cómo me pagaron. Nosotros fuimos una vez a tocar a un desfile de moda de John Foos... no sé ni dónde era. Hacía tres meses que no cobraban los asistentes, y me dicen: “Che, Toti, hay buena guita, ¿vas?” Y les digo: “Loco, me van a matar, me van a putear todos si voy ahí”. Y me contestan: “Pero los pibes no cobran hace un montón”. Entonces fuimos. Yo, gracias a Dios, como soy autor, estaba bien y no necesitaba ir. Y uno de esos asistentes por los que yo fui a tocar para que cobre, ahora fue a lo de un abogado para ver qué me puede sacar porque la banda se separó. Esa gilada no la volvería a hacer. Cuando tocamos, tocamos, y si no tocamos, lo siento. Los quiero a todos pero tonto soy una sola vez.
–Creo que ahora está bueno hacer un demo y grabar el disco. Después analizaremos cuándo tiene que salir. Me parece que estaría bien que empiece a sonar un tema y sacar el disco más o menos en septiembre. Hoy no estoy apurado por sacarlo, pero necesito que suene un tema para que escuchen que lo que estamos haciendo está lindo, que sigue siendo rock and roll y que no flasheé.
–Me preocupa porque no tengo defensa y no me gusta la boqueada gratuita. Soy un tipo al que realmente le importa lo que piensa la gente. Igual, no hay nada que no se responda con música. La música es lo que a nosotros nos salva. No quiero entrar en un tiroteo de puteadas ni decir que tal o cual es un puto. Yo me tengo que dedicar a la música y tratar de hacer buenas canciones. A mí ha venido gente que me ha dicho “loco, yo no me suicidé porque escuché tu música”. Y me pasó dos veces que me llamaron por teléfono diciendo que se iban a suicidar, y yo les dije que pongan música. “Hacéme caso, poné un disco y llamáme en un rato. Sentáte y sentí qué linda es la música”. A mí, hoy, mientras me salga una canción y le llegue a alguien, estoy hecho.
–Mirá, una de las enseñanzas más grandes me la dio mi mamá, que me dijo que sea como soy, siempre. Es más, hoy me mandó un mensaje que dice “Hijo, vos seguí para adelante como sos”. Así que yo voy a ser igual. De lo que sí me voy a cuidar es de las giladas que hicimos para salvar a otros. En vez de tocar en un desfile podríamos haber hecho un recital, aunque sé que era plata fácil. Tendríamos que haberla pensado un poco, porque después es a mí al que le gritan “che, puto, fuiste a John Foos, puto”. Y vos decís: ¿Qué está pasando?
–Y... mamá quiere romper todo y yo la contengo. Es que lo tocan al nene, viste... encima hijo único. Pero mi mamá ya no me pregunta más nada. Antes sí me preguntaba por algunas cosas, las letras, pero es lo que uno ve en la calle (risas). Ya pasamos la peor parte, creo que ya la pasamos, y no me pregunta más. Pero no es tonta y me dice “nene, cuidate”.
–Yo solía tener noches largas... He vuelto a mi casa a las tres de la tarde: cuatro bares, dos boliches, afters. Rodeado de gente que no sabía ni quién era. Por suerte a esa gente la descarté y ahora si lo hago, lo hago con amigos. Había mucho barrilete al lado, mucha gente que no entiende ciertas cosas. Y me pasaba de estar en los dos extremos: un día en mi barrio, en Lugano 1 y 2 o en La Cañada, donde me saluda el cartonero, el pibe que limpia los vidrios y la gente que vende en la calle, porque Jóvenes era una banda muy popular. Y al otro día estaba sentado con otros amigos, que conocí en la vida y que eran buena gente, en Palermo Hollywood. Y mi cabeza se peleaba. No entendía bien de qué lado estaba, de cuál no estaba, dónde tenía que estar, dónde tenía que ir. Por eso ahora el 25 de mayo vuelvo a tocar a Ciudad Oculta, pero con Hijos del Oeste, y para mí es un placer. Ahí es donde me siento mejor. Son mis lugares, mis raíces. Esto es de puto, pero a veces agarro el auto, me voy a ver a mamá a Lugano y paso por mi colegio, por Piedrabuena –donde paraba antes–, voy hasta Los Perales, después sigo por la avenida, y vuelvo. Es de puto, viste, pero me agarra la melancolía.
–La banda no vuelve porque yo no les miento a los pibes. Yo no vuelvo ni por guita ni por nada. Si no soy feliz, no vuelvo. Hablé con dos de los pibes que organizaban el banderazo y les dije que iba a ir, por más que me encontrara gente de la banda anterior que no quería ver, y que al final no fueron. Estuve preparado para ir, me pasaron a buscar y cuando iba para allá tres personas me llaman y me dicen que no se hace, así que me volví. Cuando hablé con estos chicos les dije que no nos íbamos a juntar, por eso lo hicieron para demostrar el cariño que nos tenían. Que pierdan el tiempo en nosotros, haciendo banderas, comprando entradas, remeras, viajando y haciendo el banderazo, se los agradezco. Lo único que les puedo decir es que yo no les fallé. Simplemente fui sincero conmigo, y al ser sincero conmigo soy sincero con ellos.
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