DOS MIRADAS Y UNA REEDICION SOBRE JOY DIVISION
De pronto, la sombra de Joy Division acecha por varios lados. En el próximo Bafici (que empieza el martes) estarán –por primera vez en un festival de cine internacional– las dos películas que andan recorriendo la historia de la banda y Ian Curtis: la biopic Control y el documental Joy Division. Y, por si fuera poco, se editó hace poco el CD doble The Best of Joy Division para saldar una deuda.
› Por Roque Casciero
“Nada de palabras, sólo sonido: eso es todo lo que necesitamos ahora, para sincronizar al amor con el beat del show” (Transmission).
Pasaron casi 28 años desde el final de Joy Division, una banda que apenas publicó dos discos, que nunca dio el salto a las ligas mayores del negocio del rock y que no llegó a tocar en Estados Unidos. Y, sin embargo, la breve pero esencial obra que dejó el cuarteto hizo que en todo este tiempo no fuera sólo el mito lo que sostuviera su legado: es bien sabido que el cantante Ian Curtis se suicidó colgándose mientras escuchaba The Idiot, de Iggy Pop, justo el día antes de salir hacia su primera gira norteamericana (la que podría haber convertido a Joy Division en U2 o algo parecido, se especula). De esa clase de historias se construyen las leyendas rockeras, que a veces terminan por opacar la importancia de lo que sus protagonistas produjeron efectivamente. Pasaron casi 28 años, sí, pero la música de Joy Division no envejeció ni un segundo y a cada rato se cuela dentro de la obra de otros, desde Sumo hasta Interpol y Editors. Es lógico. ¿Cómo no deslumbrarse con la visceralidad de los sentimientos y visiones volcados por Curtis en sus letras? Y si sólo necesitamos sonido, ahí están el bajo de Peter Hook (siempre imitado pero jamás igualado) capaz de sostener una catedral sobre cada nota, la guitarra de Bernard Sumner siempre dispuesta a arriesgarse por caminos intransitados y la batería de Stephen Morris, que sonaba como cualquier cosa menos como una batería, gracias a los oficios del productor Martin Hannett. Sonidos oscuros, que jugaban con las sombras y la sensación de alienación urbana en una Manchester que empezaba a reconstruirse, que buscaban una conexión diferente mientras te hacían bailar con la radio...
“Hacia el centro de la ciudad, donde se encuentran todos los caminos, esperándote, hacia las profundidades del océano donde se hunden todas las esperanzas, buscándote” (Shadowplay).
Casi de repente, la sombra de Joy Division acecha desde varios frentes. La próxima edición del Bafici pondrá en las pantallas porteñas dos visiones diferentes sobre la banda y sobre Curtis. No son antagónicas, casi que se complementan. Y casi al mismo tiempo un CD doble, The Best of Joy Division, salda una deuda: además de la obvia pero suculenta compilación del disco 1, en el segundo se encuentran las dos Peel Sessions que la banda realizó en 1979, y con el agregado de dos temas tocados en el programa televisivo Something Else y una entrevista con Curtis y Morris. La primera de las sesiones para el célebre conductor radial inglés fue el 14 de febrero, la segunda el 10 de noviembre: durante ese lapso, Joy Division grabó su primer disco, Unknown Pleasures, y también hizo más compleja la trama de su música. El panorama estaba ensombrecido por los ataques de epilepsia y los problemas conyugales de Curtis (que dieron origen a Love Will Tear Us Apart), pero la banda evolucionaba rápido hacia un sonido que no les rehuía a los teclados y que podía hacer bailar. Cosa que luego lograría New Order, la banda que formarían los tres sobrevivientes de Joy Division, pero ésa es otra historia. O tal vez no.
“Cuando la rutina muerde fuerte y las ambiciones son pocas; y el resentimiento sube, pero las emociones no crecen y estamos cambiando de caminos, tomando diferentes rutas, entonces el amor, el amor nos separará otra vez” (Love Will Tear Us Apart).
El fotógrafo Anton Corbijn tenía 24 años en 1979 cuando llegó a Inglaterra en busca de horizontes más amplios que los que tenía en su Holanda natal. Apenas hablaba en inglés, no tenía un centavo, ni contactos, pero de alguna forma se las arregló para encontrar a una de sus bandas favoritas: Joy Division. “A los cuarenta días de mi arribo, ya me había contactado con el manager y los encontré en la estación del subterráneo Lancaster Gate”, recordó hace poco para The Guardian. “Ellos paraban en un hotel cercano. Ahí hicimos las primeras fotos. Como yo era un joven holandés educado, quise darles la mano, pero ninguno respondió al saludo. Recién me dieron la mano después de hacer las fotos. No dijimos mucho. Yo no podía decir mucho.” Las imágenes en blanco y negro eran solemnes, misteriosas, alejadas de la convención de la “foto de rock”. Tres tipos le daban la espalda a la cámara, con las manos en los bolsillos, mientras el cuarto fumaba con la mirada perdida. Era Curtis, claro.
Corbijn hizo una gran carrera como fotógrafo y sus imágenes son muy distintivas: mucho grano, negros saturados, generalmente con algún árbol en segundo plano... U2, Metallica, R.E.M. y Depeche Mode se pusieron frente a su cámara, y con estos últimos hizo además varias puestas de shows y los filmó para DVDs. En la evolución desde la imagen estática hacia el movimiento, a Corbijn le faltaba intentar con un largometraje. Y su debut, que se estrenará en el Bafici aunque ya circula en copias piratas desde hace rato, se llama Control. Es la historia de Ian Curtis, tomando como referencia el libro Touching from a Distance, escrito por la viuda del cantante, Deborah Curtis. Y es una biopic con imágenes en blanco y negro de una belleza difícil de superar, pero algo parca y morosa en el relato. El foco está puesto en los problemas de salud y de pareja de Curtis más que en Joy Division. Sin embargo, la reconstrucción de lo que era la banda en vivo es impecable, con un Sam Riley impecable en el rol del cantante. En varios pasajes, la voz del actor se superpone a la música de Joy Division, en otros se escucha a Curtis, pero es todo un desafío intentar diferenciarlas.
La primera vez que se había visto a un actor interpretar a Ian Curtis había sido en La fiesta interminable, ese recorrido en tono de comedia por la historia de Factory Records (el sello de Joy Division) encarado por Michael Winterbottom. Corbijn dejó afuera de Control algunas historias que podían resultar repetitivas con respecto a esa película, pero le hubieran agregado algo de sabor. Sobre todo se olvidó casi completamente de Martin Hannett, el bizarrísimo productor que fue artífice del sonido del cuarteto. Hook aseguró que cuando la vio en Cannes se dio cuenta de que era una buena película y que iba a ser bien recibida: “Solamente dos personas fueron al baño durante la proyección, aunque dura dos horas. De hecho, una de ellas fue Bernard (Sumner). La otra fue una señora de 70 años”. Luego, el bajista, que sigue en disputa con sus ex compañeros desde aquel show de New Order en Buenos Aires, dijo que Deborah Curtis había odiado el largometraje de Corbijn y se alegró de la existencia de un documental sobre Joy Division. “Es la respuesta perfecta a Control”, disparó.
“Volví a perder el control, y nunca voy a saber por qué o a entender” (She’s Lost Control).
El nombre del documental es Joy Division y eso ya presupone la intención de Grant Gee, su realizador, y del periodista Jon Savage, su guionista: repasar en detalle la historia de la banda con las voces de todos los implicados. Para eso echa mano a todos los recursos posibles, desde el audio de una entrevista en la que el fallecido Hannett dijo que “al principio Joy Division era el sueño de cualquier productor, porque no tenían la menor idea”, hasta imágenes de camarógrafos aficionados (entre los que está un conocido de los argentinos, el músico Dick El Demasiado). Fotos, presentaciones en televisión, hojas de diarios íntimos... Todo sirve para reforzar los testimonios de Sumner, Hook y Morris, del fallecido Tony Wilson (el hombre detrás de Factory y de la movida de Manchester en general), del propio Corbijn y de la amante de Curtis, Annik Honoré. Deborah Curtis no participó con su testimonio, pero Gee (el mismo del documental Meeting People is Easy sobre Radiohead) utiliza pasajes de su libro.
Gee elige contar la historia de Joy Division en paralelo con la del renacimiento de Manchester y casi no deja huecos en su recorrido, que profundiza sobre detalles que terminan siendo reveladores. Por ejemplo, cómo Hannett pasaba las grabaciones de la batería a través de un condensador para darle ese sonido tan distintivo. O la reacción ante la noticia del suicidio de Curtis del diseñador Peter Saville: lo primero que pensó fue que la tapa del todavía inédito Closer, con estatuas fúnebres, iba a parecer morbosa. Por supuesto, la emoción prevalece en el repaso de ese 18 de mayo de 1980. Hook recuerda que recibió la noticia justo antes de ponerse a cenar y que siguió adelante como si no le hubieran dicho nada, tal era el estado de shock en el que estaba. Y Sumner, que no podía asumir que no se trataba de un fallido intento de suicidio (Curtis ya había tenido uno) sino que su amigo había muerto.
Después, Hook dice que una de las cosas de las que se arrepentirá siempre es de no haber ido al entierro del cantante. “En ese momento no quería saber nada con ir a ver su cuerpo muerto, pero después me di cuenta de que tendría que haber ido a darle el último saludo”, explica. Morris es quien dice que ni se plantearon seguir o no, que simplemente se saludaron: “Hasta el lunes”. Mil trescientos lunes más tarde, las imágenes son de New Order tocando en Blackpool en 2006 (por más que el impreso diga erróneamente 2007: el último show del trío fue en Buenos Aires en el Personal Fest de 2006), mezcladas con otras de Joy Division en 1978, lo que da idea de la continuidad entre ambas bandas de la que habla Sumner.
“Toma mi mano y te mostraré lo que fue y lo que será” (Atrocity Exhibition).
Otra vez, ¿por qué una banda de culto desaparecida hace tanto tiene tanta vigencia? Lo contesta Hook, incluso con algo de vergüenza por haber sido partícipe: “A veces pienso que es simplemente por la música que la historia todavía está tan viva. Creo que es porque hicimos algo tan único y simple que terminó siendo poderoso y sin fecha de vencimiento. Llegó a las almas de las personas. Tuvo un gran impacto en sus vidas. Seguro, está eso de la estrella de rock muerta, el mito, está Factory, Tony Wilson y la Hacienda, y la muerte de Ian lo reforzó; pero no creo que la gente estuviera todavía tan fascinada por todo eso si no fuera por la música”.
* Control de Anton Corbjin se da el miércoles 16, a las 23.30, en Hoyts 9; el viernes 18, a las 23.30, en Hoyts 9 y el sábado 19, a las 20.30, en Hoyts 9. Joy Division de Grant Gee se da el miércoles 9 a las 10.30, en Hoyts 9; el domingo 13, a las 23.45, en Hoyts 9 y el sábado 19, a las 23, en Hoyts 9.
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