BEEDIES
Se presentan en un paquete bastante artesanal y hace rato que llegaron al país, pero ahora más que antes se los puede ver encendidos en el after office. Pero, ¿qué son exactamente?
› Por Facundo Di Genova
Hay gente que se las arregla para quemar cualquier porquería con tal de tirar humo. Sin ir más lejos, conozco a uno que en circunstancias apremiantes, léase ausencia de tabaco, ha fumado caca de tero resecada por el sol, siendo su sabor no del todo desagradable, como me confesó más tarde. De cualquier manera, y sin contar con el falso y horrible y venenoso cannabis que circula por estos días en Buenos Aires, ahora se puede ver fumar tímidamente a ciertas gentes unos cigarritos indios de color verde amarronado, atados con un piolín rosa, símil porrito cónico liado con pericia, de venta libre en bares y quioscos de Palermo y Las Cañitas, antidomingos y cualquier tabaquería amiga. Se llaman genéricamente beedies, se presentan en un paquete bastante artesanal y hace rato que llegaron al país, pero hoy más que antes se los puede ver encendidos en el after office, en fiestas del circuito alternativo y por supuesto en boca del joven intelectual sibarita, que los conoció en sus viajes por Europa y que no duda en fumarse uno acompañado con vasito de verdolaga licor de ajenjo, elixir alcohólico tan inexplicablemente venerado como prohibido, cuya botella acá se consigue fácil por doscientos mangos en el mercado negro. Fumar beedies es re cul y por eso, como el ajenjo, no es para cualquiera: aunque en el sur de la India donde se producen son populares y masivos y muy baratos, acá 25 cigarritos valen 9 pesos. Pero no es que su auge resida en una abstinencia por lo importado, nada que ver. Los defensores de los beedies argumentan que no tienen químicos agregados como el pucho común, ni tampoco papel, y que así se puede disfrutar “del antiguo placer de fumar en su forma más natural”; y por ahí quizás algún iluminado dirá además que tampoco tienen tabaco ni, por lo tanto, nicotina. Bueno, no tanto. Cierto es que los beedies están enrollados a mano con naturales hojas de tendú, un árbol de la familia del ébano (Diospyros ebenum), pero también lo es que adentro contienen hebras de tabaco o, mejor, un blend de hebras de tres tabacos distintos. Visto así, para quienes pensaban que gastar fortuna fumando beedies al menos tenía su contraparte saludable, malas noticias: hasta los fabricantes advierten que fumar estos puchitos hace mal y diversos estudios demostraron que un solo cigarrito tiene igual o mayor cantidad de nicotina y alquitrán que los convencionales. De todas maneras, y aunque en el atado no figure un 0800-pucho para despejar las dudas de los consumidores, cosa que no sirve para una garcha, como pudo comprobar este suplemento, lo bueno es que en el reverso del paquete se lee algo más interesante que la clásica advertencia nacional de el fumar es perjudicial para salud. En el atado de beedies, en cambio, dice Health Warning: smoking is main cause el lung cancer and heart diseases o algo así como Guarda la salud: fumar es la principal causa de cáncer de fueye y enfermedades del bobo. Igual, si no te da el billete para agenciarte una botella de ajenjo y quemar cualquier porquería con tal de tirar humo y parecer re cul en el intento, el Ministerio de Defensa del Consumidor del NO recuerda que, ahora mismo, en el interior profundo de nuestro país, se fuman unos de tabaco enrollados con hojas secas de choclo, chala que no será el tendú pero tira bien y va como loco (veinte chalas por un peso en la provincia de Santiago del Estero) y además le entran fuerte al yerbeado, que no será el ajenjo pero lo mismo es verde y resulta tanto o más poderoso: mate regado con chorritos de aguardiente de caña, ginebra o, si se anda muy pero muy tirado, alcohol etílico de farmacia.
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