Jueves, 10 de abril de 2008 | Hoy
A DONDE VA A PARAR TANTO REGISTRO
Decenas de videos virtuales en cada recital. Cientos de fotos en cada evento. Miles de comentarios posteados en el universo digital. ¿A dónde va a parar tanto contenido digital inútil y de baja calidad? ¿Quedará la blogósfera convertida en el espacio ideal para registrar lo inservible?
Por Federico Lisica
El Quilmes Rock fue el último testigo de lo que algunos no dudan en llamar Generación P. El dedo pulgar y su extensión, un celular, con el que se puede captar los momentos transformándolos en emociones pixeladas, datos que podrían expresar toda la cultura pop en su juego granulado. Y hay hasta quienes viven de ello. “Para hablar de lo que hago no podría citar fotógrafos, tengo más afinidad con David Bowie o Prince, aunque lo hecho por Anton Corbijn es increíble. Creo que lo que mejor define a Last-nightsparty es la canción Bamboo Banga de M.I.A.”. La sentencia pertenece a Merlin Bronques, cuyo trabajo es el de captar con su cámara el ánimo de lo que pasó en la noche de ayer y, luego, subirlo a su página web: “Es una visión de cómo quisiera que fuera y lookeara la última fiesta”. Basta agregarle a la frase ceros y unos (el ADN digital) y se vuelve parábola de un consumo vigente.
Con plataformas como You Tube, fotologs y blogs, conjugadas para que el ocio se vuelva imagen y el hoy una representación permanente. Si el pop es más que tres letras juntas, entonces la digitalización le suma más capas a su idilio con el consumo. El NO consultó a bloggers, floggers, artistas y otros interesados para comprender lo que se elimina, cambia o persiste a su paso.
Para Javier Lourenço, fundador y editor de TheUncoolhunter.com, no hay dudas sobre la emergencia de algo distinto promovido desde las redes sociales. Frente a esta “comunicación más humana, más real y sin mediación” surge una camada de usuarios con distintas búsquedas, “artistas que desean mostrar su talento, personas con ansias de fama, o ciudadanos con algo para decirle al mundo. Todos hallan su espacio en esta suerte de meca de contenidos. La suerte de que existen Facebook, o Myspace o la comunidad que posee mayoría de argentinos a nivel mundial, Fotolog. Cabe indagar qué es lo real, aunque adoramos las redes sociales y lo que ellas nos permiten como productoras de información”. Gabriel Range, director del film La muerte del presidente (el documental ficticio que nos coloca en el futuro hablándonos del asesinato de George W. Bush), lo avala.
Señala que con su “mockumentary” quiso enseñar cómo se están corriendo los límites entre lo que es verdad y lo que es ficción en la era digital. Un bloggero pone paños fríos al asunto: “No creo que alguien esté produciendo un cambio social por postear o por subir sus videos a YouTube. Probablemente, esté mostrando parte de su visión del mundo. Es indiscutible que hay más información dando vueltas y que impacta en distintos sectores de diversas formas. Quizás, ese sería el cambio social que veo más claro: hay una mayor inclinación a mostrar parte de tu intimidad, pero no sé si es para tanto”, advierte José Esses, a cargo Bien Ahí, blog que día a día suma una observación en torno al ser urbano –en muchas ocasiones él mismo–.
Y si las reflexiones, pasatistas o existenciales, según cómo se lean, son su punto fuerte; Bronques decoró a Lastnightsparty como una Studio 54 de cosecha 2.0. Punto obligado de fashionistas de aquí y allá, puede verse a Madonna abrazando a un DJ; Marilyn Manson apacible junto a Perry Farell, y a perfectos desconocidos logrando ser Dionisios: “No pongo fechas ni nombres de los lugares, ya que se supone que es una juerga continua. Lo que más me gusta es ir a un lugar con una mezcla ridícula de gente: Drag queens, corredores de bolsa, chicos y chicas en búsqueda del hype, reinas de la secundaria, roqueros y nerds”, explica. El pastiche y la fiesta interminable han llevado a definir lo suyo como Trendy-kids, Trash-glam, Cosmic-fashion, Boheme-chic, aunque aclara: “No es lo mío catalogar lo que hago. Lastnightsparty no es una pieza de museo, sino un espacio envolvente y que sigue creciendo”.
Cobrasnake es otro fotógrafo de hábitos noctámbulos. Sus raids por Los Angeles junto a Cory Kennedy volvieron a esta niña bien, pero con gusto para la superposición de modas y la vida después de las 2 AM, una starlet global. Al igual que Bronques, Cobrasnake visitó Buenos Aires para registrar los momentos en los que el lujo es vulgaridad, tan parecido o particular, como lo es en otras latitudes.
Ambos fotógrafos son conscientes de la herramienta de promoción que es Internet, al igual que Sebastián Sario y Matías Famulari, dos videorealizadores locales con obras digitales in situ. “Palito de agua”, corto de Sario, cuenta la historia de una prostituta serial pero con sonidos extraídos de films pornográficas. Lo hizo en base al cut & paste. Matías Famulari complementa sus filmaciones con apostillas en su blog, un ida y vuelta que le resulta “fácil y cómodo”.
“Hago un resumen del trabajo en el blog y de ahí mismo, cliqueando, podés acceder al trabajo en You Tube.” El caso de Tiny, usuaria full time de varias interfases es diferente. Más que trabajo lo suyo comenzó como hobby, “como un diario”, añade. Aunque para su vuelco al diseño de accesorios y RRPP se tornó indispensable la autoexposición en el Fotolog. “Amo a Britney Spears. Pero todos los días conozco chicas que pueden ser como ella”, dice Bronques, y la frase podría haber sido diseñada para esta chica que en sus entregas regala un erotismo, mudo, explícito o naïf. “El Fotolog en sí no está orientado a fotógrafos; para eso tenés el Flickr, Deviantart y otros más. Creo que el Fotolog es algo más cotidiano, donde la mayoría de la gente no se preocupa demasiado por la calidad de fotos que sube. Ni se suben fotos propias, colocan imágenes de artistas o cosas que les gustan.”
Según los entrevistados el caudal digital de imágenes responde a una necesidad sin compensación: compartir. Y a dejarse sorprender por los mensajes. Pero cuanto antes suceda mejor. “La teoría del just in time aplicada a lo virtual es perfecta” replica Lourenço, y según él lo sustenta la modalidad de los medios masivos alentando la participación. “Estas dos grandes estéticas –lo casero y lo profesional– conviven hoy de manera plena y democrática, de la misma manera que conviven lo cool con lo bizarro, lo kitsch con lo ochentoso, lo trash con lo minimal. Lo qué esta in y qué está out se va diluyendo.” Es más para Lourenço, la propia masificación pone en suspenso la pregunta sobre el uso de cámaras y soportes, sobre las técnicas que hacen todo posible.
Esses da su visión: “Creo que esto tiene relación con una idea mal entendida del punk, ‘hazlo de cualquier forma’, o de frases como “cualquiera puede cantar”. Es cierto que millones pueden acceder a ciertas tecnologías que les sirven para sacar fotos, editar videos, hacer canciones o lo que sea. Pero lo difícil es transmitir una idea, un concepto, sin haber estudiado. Y aún más difícil es hacerlo sin tener algo que decir. Hay millones de blogs que están escritos de un modo horrible, mantenidos por gente que no se preocupa demasiado por el contenido, así como hay millones de fotologs que publican fotos mal sacadas sin criterio alguno”. Tiny recalca que “trata de no dejar de lado el tema de la calidad de representación” y Famulari hasta lo ve como positivo: “Si bien te acostumbrás a una calidad o una estética que están muy por debajo de lo aceptable, y éste pasa a ser el canon establecido, puede ser beneficioso. Cuando un trabajo tiene una estética diferente, un cuidado de la imagen y la edición y el sonido, inmediatamente emerge por sobre el resto”. Mientras, una pregunta azota cada día a Tiny. ¿Qué va a suceder con toda la imaginería (imágenes, palabras, y contactos) de los Fotologs cuando aparezca una nueva plataforma?
Desde que una banda como Gorillaz! (hasta con shows en vivo), replanteara qué es eso de la virtualidad, hoy el mismo concepto parece estar dándose la crisma contra el suelo, justamente por la aparición de la urbe y de sus experiencias en las representaciones visuales que saturan la web: Recitales, fiestas, y otros (no) lugares como los shoppings, aparecen como favoritos. Aunque su efusividad puede llevar a la molestia, lo que llevó a Björk en su show en Buenos Aires a pedir que se abandonaran los flashes. “Lo relaciono con una dificultad para vivir el momento de una forma directa. Poner la cámara todo el tiempo delante tuyo te sirve como escudo para no entregarte a la experiencia. Un amigo mío, el fotógrafo Luis Abadi, me dijo que asocia esa pulsión por sacarle fotos a todo –propiciada por lo digital– con el consumismo más descerebrado. Con una cámara en sus manos, mucha gente siente que puede tener recuerdo de todo, aún sin estar demasiado atento a lo que está pasando ahí mismo”, reflexiona Esses. Según Lourenço: “Si en una red social, yo puedo mostrar qué bien la pasé en el recital de Soda Stereo, eso habla de quién soy, de quién quiero ser, de quién fui, cómo me relaciono con ellos, etc. Con esa información el mercado se hace un festín”.
El último festival Personal, con su entrega de pelucas azules y una página acorde para que los usuarios subieran contenidos, iba en esa línea. Claro que un acuchillado no hizo bien a la imagen del evento y se levantaron los posts y comments, en los espacios que la misma empresa había generado. El video de Edisson Bou Diwan sangrando en el suelo no apareció justamente en esa página. Por eso, los límites pueden diluirse o reforzarse, como las medidas de del copyright extremo que guiaron la presentación de Soda Stereo (que gracias a la gestión de Sony/BMG se prohibió la emisión por You Tube del primer mini show de tres temas). Paradojas de los encuentros pixelados que hoy reaparecen en titulares que se ensañan con “el mundo oculto de los floggers”, clasificando como lo haría el criminalista Cesare Lombrosso sus formas de vestir, peinados y hasta de moverse. Mientras, se recibe con una mirada complaciente la acción de markerting de un encuentro de lentos fomentado desde un “blog”. Luego sus imágenes coparán las páginas de los medios masivos. Como dice Lourenço: “El ahora es un presente, un regalo”.
Había una técnica de infiltración –que se usaba en las primeras listas de correo electrónico, a comienzos de los ‘90– que los servicios de inteligencia usaban para inhabilitar espacios de discusión política por vía electrónica. Era otra época, claro. Los que usaban el e-mail, en su gran mayoría, eran universitarios, pensadores, académicos trabajando en lugares de cierto poder de decisión. El mecanismo de infiltración consistía (si no podían bajar del servidor la lista de correo) en llenar a la lista de correos inservibles hasta lograr que los usuarios (supongamos de una lista destinada a la discusión sobre marxismo) salieran despavoridos del espacio (se desuscribieran) ante la imposibilidad de seguir discusión alguna. Era el spam provocado por los servicios, antes del spam. El registro permanente provocado por la avalancha tecnológica (cámaras, ipod, iphones, celulares, mp3, mp4, etc.) genera una especie de loop sin sentido: una infiltración maratónica sobre el contenido mundial. Los shows, los eventos deportivos, y la vida cotidiana, qué duda cabe, son espacios dedicados a la exposición del espectador como fin principal. La cámara toma un objeto de deseo (el deseo es aparecer, mostrarse en el lugar de consumo) y lo sube a la bitácora mundial. La capacidad de producir registro inútil llena los espacios vacíos de un mundo en permanente movimiento. Un beso, una risa, un pedacito de una canción quedan disponibles en formato digital, en un objeto de dudosa capacidad de resguardo. El registro vale en tanto puede compartirse. La foto en papel era un objeto de resguardo. La captura digital pretende difundir la permanencia sobre lo instantáneo. Ya no importa tanto quién esté sobre el escenario –a quién vamos a ver–, sino cómo salimos en la foto del espectáculo que fuimos a ver. Los *logs van registrando cada paso que damos –como el sueño del registro univeral que proponía un cuento de Alejandro Dolina– y son los mismos registrados quienes se encargan de mortalizarse en la blogosfera. Mortalizarse, dijimos, porque llegará el día en que alguien tome en sus manos la escoba digital y barra unos años de contenidos basura. Llegará el día en que la inmortalidad de lo permanente sea intelegible, inentendible para la mente humana, y –acaso– también inentendible para Google. Una técnica de infiltración para dictaminar el fin del contenido entendible.
El pop puede ser varias cosas a la vez. Acaso quien primero lo evidenció fue Andy Warhol desde el terreno del arte. En la actualidad algunos pensadores lo toman como materia para describir la sociedad en su conjunto (¿Cómo lo hiciera Warhol?). Los alemanes Diedrich Diederichsen en Personas en Loop y Mercedes Bunz en La utopía de la copia (editados por Interzona) exprimen al pop desde distintas perspectivas. La novedad es la jerarquía que ambos le otorgan digitalización. El NO entrevistó a Bunz para que explique porqué la entiende como la última utopía posible.
–La tecnología digital cambió al pop. El pop era algo por lo que debías buscar activamente 20 años atrás. Tenías que conocer los nichos donde se escondía. Un ejemplo: las bandas. Tenías que ir a una tienda de discos y no todas ofrecían mucho más allá del mainstream. Esto se alteró. La música, fotos, films están en la net. Podés encontrar todo, incluso sin vivir en una gran ciudad. De hecho es tan grande la cantidad que no sabés donde buscar. El pop es aún conocimiento, saber dónde buscar. Nuevo problema, pero aún hay que usar la misma habilidad.
–La net es una gran herramienta de distribución. Segundo, se ha vuelto una esfera pública pero que, extrañamente, se siente privada. Eso la vuelve una herramienta intensa.
–Lo más positivo es que personas con un mismo interés pueden encontrarse de forma más fácil por la net. Crean relaciones, se hayan cara a cara y comunican. Y las comunidades fomentan esto. Por otro lado, han economizado la amistad: se trata de cuantos amigos tenés, cuán atractivo es tu perfil, sobre como diseñás tu alma, la elitización partiendo de vos mismo. Para los teenagers, sigue siendo el valor de ser popular. Eso no cambió se trasladó a la net.
–Creo que los jóvenes nunca sabrán por qué pertenecen a este mundo, son los nuevos. Por eso, hacerse visible en el espacio público es tan importante. Hallar tu lugar, e insistir en éste. Y además cada imagen cuenta una historia, así que documentar lo que sucede, hoy en día, es parte de un evento. A veces pienso que los eventos que no documentás no ocurren. Compartirlos con otros se vuelve tan fundamental como el evento en sí mismo. Documentarlo a través de la tecnología digital transforma al evento en una historia. Y a veces olvidamos el evento mismo para registrarlo. Es extraño.
–Personalmente creo que la calidad sigue siendo importante. Ok, tenemos Internet, el gran distribuidor, y hay más producción por ver. Pero igualmente: para una buena fotografía, para un buen film, para una buena pieza musical o un buen texto, hay que ponerse a trabajar. No todos pueden hacerlo. Tenés que ser un suertudo o practicar.
–Buena pregunta. ¿Cómo ser radical en un mundo cada vez más pluralista? ¿Cómo hacer la diferencia? El mundo hoy es más complejo. Se lo niega, pero lo es. Por eso el pop es perfecto para el uso. Es algo que se haya entre la economía, la cultura, el idealismo, el trabajo, la diversión y la amistad. Creo que si accionamos estos distintos puntos se logra un ejemplo. Y haciéndolo, esas cosas pueden ser consideradas de forma diferente, mejor, a veces irritando, a veces con política. El shifting –el acto de compartir– es la nueva rebelión.
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