“A RUSH OF BLOOD TO THE HEAD”, EL NUEVO DISCO DE COLDPLAY
Sangre caliente
Buenas canciones e intensidad sonora. Con esto el grupo señalado como heredero de Radiohead pega el salto de calidad necesario en estos casos. Aquí, un adelanto de su nuevo material y un perfil de Chris Martin, el particular personaje ubicado al frente de la banda.
Por Roque Casciero
Hay que decirlo de entrada: A rush of blood to the head, el álbum de Coldplay que será editado mundialmente la próxima semana, es una auténtica joyita: baladas encantadoras, letras sobre corazones partidos, mid-tempos que suben la intensidad hasta el desahogo, algún rockito de estadio y estribillos ganadores. O sea, un disco para atraer a casi cualquier amante de la música pop. Ahora, ¿quién podría haber imaginado que Coldplay iba a despacharse con algo así? No existían demasiados indicios de que el grupo liderado por Chris Martin estuviera para ser la gran esperanza blanca de la escena británica de la década OO. Sí, Parachutes, el disco debut, vendió cinco millones de copias y entregó una gran canción-hit como “Yellow”. Pero apenas dejaba ver cierta consistencia y vuelo creativo. Por momentos, Coldplay sonaba a un grupo de músicos en desarrollo con la ambición suficiente como para pretender retomar el camino de Radiohead, justo donde Thom Yorke y los suyos se habían desviado con Kid A. Mientras el disco facturaba, la tendencia de Martin a pedir disculpas por su ineptitud en los shows y la abundancia de baladas hizo que el grupo se convirtiera en blanco de críticas mordaces. El dardo más venenoso lo lanzó Alan McGee, cerebro del ahora desaparecido sello Creation (Oasis, Primal Scream), cuando dijo que los miembros de Coldplay eran la clase de pibes que se hacen pis en la cama.
Dos años más tarde, en una de las entrevistas que promueven el nuevo disco, Martin dice que quiere darle la mano a McGee: “Tenía razón en darnos una patada en el culo. Para mí, McGee es como Drago en Rocky IV. Trata de lastimarme, entonces me voy, entreno como un mono, hago unos abdominales increíbles, escucho un montón de música y escribo canciones que son mejores que las de The Hives. Y entonces le digo a Alan McGee: ‘Muchas gracias, man...’ A mí no me gusta sentirme inferior a nadie, entonces hay un montón de Dragos. Thom Yorke es uno. No quiero sentir que hay un tipo que es mejor que yo. Estoy por decir algo realmente estúpido, pero él y McGee me fuerzan a ser mejor”.
Así es que “Rocky” Martin ha volteado a trompadas a cualquier Drago personal que pudiera tener. En A rush... suena seguro de sí mismo, por más que la temática de la mayoría de las canciones tenga que ver con relaciones fallidas. Si alguien tiene la impresión de que al cantante le gusta coleccionar fracasos para ganar material lírico, no está demasiado lejos de la verdad. “Mis mejores canciones aparecen cuando tengo las sensación de que me fui temprano de la fiesta”, asegura. “Sé que me van a putear por esto, pero, sí, no quiero ser feliz... Para escribir, tengo que sentir una leve lástima por mí mismo. Tenés que estar en un estado de leve obsesión con vos mismo y sentarte frente al piano durante seis horas sin preocuparte por salir con alguien. Otra de las razones por las que nuestras canciones tratan sobre luchar, preocuparse y ser atacado es por mi viejo. Es un tipo que vive preocupado, pensando en lo que viene después. Y yo también soy así. Afortunadamente, el resto de Coldplay son más relajados. Otros tres miembros como yo y nos volveríamos locos.”
La madre de Martin también ha influido en gran medida en la visión que el cantante tiene del mundo. Fue ella quien lo educó en el cristianismo y, a pesar de que él no profesa la fe, le ha generado dudas y conflictos en su vida afectiva. Afirma, por ejemplo: “No creo que exista el sexo casual. Siempre hay alguien que sale herido. Y odio ese sentimiento. Una cosa que me pasa con las chicas es que me asusta que mis sentimientos estén en manos de otra persona. Conozco esa sensación de estar esperando a que llame una chica. Es aterrador. Mi madre no está de acuerdo con acostarse con alguien antes del matrimonio. A pesar de que yo no pienso así, tampoco me acosté con tantas chicas. No perdí la virginidad hasta hace dos años. Si me siento bien con alguien, sigo adelante y lo disfruto. Pero tengo unaobsesión con la banda, entonces me rehúso a comprometerme. Son un ambiciosito inquieto”.
Otro pibe raro en el rock británico, otra suerte de antiestrella. Además de sus tribulaciones con las chicas, es capaz de confesarle a la prensa su obsesión con quedarse pelado o soltar como si nada que hasta los 16 años pensó que era homosexual. Otra de las particularidades del cantante, en este caso compartida con el resto de sus compañeros de banda, es su firme decisión de no entregar sus canciones para avisos de televisión. Mientras el resto embolsa billetes con esta nueva “salida laboral”, ellos le pidieron a su manager que ni siquiera les trasmita las ofertas, para no tentarse. Ya rechazaron unos seis millones de dólares, aseguran. “No seríamos capaces de bancarnos a nosotros mismos si vendiéramos el significado de las canciones de esa manera.”
Por cierto, así no les va mal. A punto de publicar su segundo trabajo, se sienten más orgullosos que nunca de sus logros. “El peligro era que hiciéramos un disco descuidado y de mierda, de batea de saldos, con canciones que no fueran tan buenas como ‘Yellow’. No me interesan los discos en los que los artistas parecen decir: ‘Acá tienen algunas sobras del primer disco. Tenemos montones de guita y de cocaína, y estoy en la tapa de las revistas’ Eso es pura mierda”, se enerva Martin. Coldplay no cayó en la trampa, en buena medida porque no tenía sobras que mostrar. Cuando el cuarteto terminó de grabar Parachutes, apenas había dejado una canción incompleta afuera. Martin llegó a pensar que ya no tenía cuerda para seguir adelante, pero ese tema inacabado lo hizo cambiar de idea: “Cuando Jonny (Buckland, guitarrista) tocó la melodía de ‘In my place’, pensé: ‘Bueno, tenemos que grabar eso. Es lo mejor que hayamos escrito’. Y esa fue la canción que nos salvó’.”
Hubo que esperar bastante hasta que A rush... estuviera terminado. La banda tenía pasajes para volar a Estados Unidos el 13 de setiembre del año pasado, pero los atentados terroristas modificaron los planes. Ese día, Martin escribió “Politrik”, el tema que abre el nuevo álbum con una demanda urgente: “¡Abran los ojos!”. Con el viaje cancelado, en octubre el cuarteto se encerró a grabar. Tres meses después, el disco estaba listo. Sin embargo, cuatro personas no estaban conformes con el resultado: ellos mismos. Entonces se fueron a un pequeño estudio de Liverpool, recibieron consejos del gran Ian McCulloch (Echo & The Bunnymen) y salieron “Daylight”, “The Scientist” y “The Whisper” (con notables influencias de PJ Harvey). La espera valió la pena: Coldplay ha madurado y desarrollado nuevas facetas de su personalidad como banda. Ya no mojan la cama. n