Viernes, 2 de mayo de 2008 | Hoy
NO RURAL > ZáRATE ROCK, CAMPO CON GENTE
El festival sorteó el lockout, el humo y la lluvia para finalmente evaporar dudas sobre lo que pasa “en el campo rockero”. El NO estuvo allí.
Por Juan Manuel Strassburger
Vaya momento para hacer un festival de rock en el campo. A días de que finalice “la tregua” que los productores agropecuarios le ofrecieron el gobierno por la aplicación de las retenciones móviles, el rock se mudó a Zárate, se llenó de humo en el ínterin y, a nivel convocatoria, se quedó con las manos bastante vacías, más allá de que el balance artístico haya sido, al final, más que bueno. Y es que la propuesta de salir un poco del cerco de Capital y su conglomerado de lugares, productoras y bandas de cartel asegurado, le daba un poco de aire a la rutina. No es que el Zárate Rock se propusiera renovar en todo sentido. De hecho, las tres bandas de cabecera –Kapanga, Las Manos de Filippi, Resistencia Suburbana– suelen tener presencia en los megafestivales. Pero el line-up inmediatamente siguiente (con bandas de cierta trayectoria como Los Cayos, Domínguez o WDK, más algunos créditos del under local) le daban al evento un gustito distinto que iba bien con la consigna que despertaba el lugar: un día de campo para un festival de rock. Barrancas, Zárate Brazo Largo y sol.
¡Y así sucedió! Porque no fue el humo (que obligó a suspender una semana el festival) ni la tan temida lluvia lo que terminó conspirando contra la primera fecha realizada en el estadio Luis Vallejos del Club Belgrano, sino la falta de criterio de la propia organización al fijar un precio bastante por encima de lo que el sentido común rockero estaba dispuesto a pagar. “Si hace un par de semanas pudiste ver a Kapanga por 20 pesos, ¿por qué vas a pagar 50 ahora?”, se preguntó más de uno cuando caía la noche y se veía que los intensos claros que mostraba el Estado Belgrano ya no se iban a poder llenar. Una pena porque, por varios motivos, la propuesta prometía. No sólo por las bandas principales (los citados) sino también porque ya el hecho de que surjan festivales fuera de Capital es para festejar. Y lo cierto es que, más allá del crucial detalle del precio de las entradas, el Zárate Rock estuvo bien: el sonido fue impecable (algo resaltado también por la mayoría). Y al no estar presente esa histeria típica de megafestivales, el clima de camaradería entre las bandas se acrecentó. Y la moderada escena rocker del noroeste de la provincia de Buenos Aires, ese triángulo que va de Zárate a Pilar y Campana, tuvo su pequeña celebración.
Había que verlo a Pato, el cantante de Domínguez, rodeado por los chicos de Yerba Mate, un joven grupo local que quedó impresionado con el afilado y poderoso hard rock (muy en la onda de The Cult y Pappo’s Blues) de la banda. Se nota que la pasan bien arriba del escenario. Poco después, los que sorprendieron fueron Los Cayos, un trío de Campana que viene elaborando desde hace bastante tiempo (ya cuentan con cuatro discos) un rock-pop paegadizo en la vena de Weezer o The Feelies. No es frecuente que una banda poco conocida despierte empatía entre el público diverso de un festival. Y eso lograron con Los Cayos: sus canciones tienen “algo”. Y contagian.
En otro plan (en sintonía con el reggae-ska predominante en las bandas de cabecera de la fecha), subieron los chicos de WDK, una big band oriunda de Zárate, que giró largo tiempo con El Otro Yo, y que el sábado pasado demostró que ya están para las ligas mayores (su ska-punk con ribetes latinos no tiene nada que envidiarles a otras bandas de la escena como Dancing Mood). Un precalentamiento ideal para recibir a continuación a Resistencia Suburbana. Asumidos de que, efectivamente, ya no vendría más público al festival, los Resistencia comandados por Luis Alfa dieron un recital sin fisuras, en el que –como es usual en sus shows– las banderas de Los Gardelitos y otras referencias al rock barrial se amalgamaron sin problemas con el reggae social de la banda. “Si me vieras todos los días no me aguantarían un segundo”, bromeó Luis cuando un fan exageró en su incondicionalidad.
Con la partida de Mosky, muchos se preguntaron cómo harían Las Manos de Filippi para reemplazar a una de sus principales piezas compositivas e histriónicas. Y la realidad es que su ausencia se nota. Lo cual es lógico y no implica que Las Manos no logren, de todos modos, sobreponerse: el Cabra asume, sin vueltas, el liderazgo que ya tenía, pero que ahora nadie le disputa. “Es bueno, el viejo, eh”, comentó con honestidad brutal una chica con remera de Kapanga. Y el Cabra le retribuyó con un hiperkinético show basado en Control Obrero, el último disco. Pese al frío (un clásico de los festivales a cielo abierto) y el escaso público, los Kapanga se las arreglaron para hacer saltar a todos y entregar un show contundente, alegre y esperanzador. ¿Qué después había que emprender el regreso por rutas llenas de niebla y humo? No importaba. La siguiente fecha del Zárate Rock será con Villanos y Guasones, como cabezas de serie. ¿Dará una tregua el humo y explotarán los productores agropecuarios? Quién sabe.
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