Jue 08.05.2008
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CUARENTA Y TRES CONCIERTOS EN CINCUENTA Y CINCO NOCHES

Un Kuartito pasó la aduana

Luego de una gira de dos meses por Europa, Un Kuartito vuelve a presentar Cerca del mar. Pero antes reflexionan sobre los alemanes: “Son calientes, les gusta la música, bailan, te compran discos y te compran la remera”.

› Por Mario Yannoulas

Un sudaca lavacopas, un mono analfabeto que apenas entiende el idioma de su explotador. Un inmigrante ilegal, un problemático marginal. En algunos casos, podés viajar a Europa y no ser visto así. El método más simple –pasa en muchos otros lugares– es demostrar que uno puede consumir mucho. Pero, entre otros caminos, presentarse como una banda argentina de rock mestizo parece sonar bastante más agradable y, por qué no, digno. Lejanos habitantes de ciudades blancas y frías buscan calor latino, productores locales que compran el sudor del artista, le dan comida, albergue (quizás algo de drogas), y así sostienen su circuito. Esas maquetas de concreto pertenecen a ambos mundos, al de las películas-sonrisa, y al de la cruda patada social. Las separan minutos de ruta, nomás.

Detrás de una puerta de hierro de aspecto rudo pero sin cerradura –”empujá”, ordena una voz por el portero eléctrico– se esconde el pequeño complejo de salas donde Un Kuartito prepara su regreso a la escena porteña, a cuadras del mismísimo Abasto. A mascar el chicle del under otra vez, luego de una gira por Europa que incluyó 43 conciertos en 55 noches con la presentación de su cuarto disco, Cerca del mar (2007). “Me da bronca que allá te respeten tanto por ser músico, mientras que acá siempre te dicen: ‘Ah, sos músico... ¿y de qué laburás?’ El que te contrata piensa en que ganen plata el sonidista, el fletero, y el último en la lista sos vos, el que convoca a la gente”, se despacha Ana Sol Torroixa (percusión y voz, ex Todos Tus Muertos). Claro, cuando el músico no es el último orejón del tarro, no se siente en la Argentina. Así lo expresaron también Emiliano (batería y voz, integrante de la compañía Cirko Marisco), José (guitarra y coros) y Sebastián (percusión), que se dieron cita con el NO para hablar de sus experiencias más recientes como embajadores del rock mestizo.

–Vuelven de su tercera gira. ¿De dónde surge la necesidad de tocar en Europa?

Emiliano: –La idea es llegar a distintos lugares haciendo música, y poder vivir de esto. Empezó con un viaje a California, donde compartimos escena con unos chicos alemanes que nos dijeron: “Ustedes van a tocar allá”. Armaron un sello, editaron el disco, y fuimos. No estuvo demasiado planeado, si bien con José ya habíamos hecho un recorrido por Europa para distribuir algún material, pero con la mira puesta en España. La primera gira por Alemania la hicimos en 2002, y fueron treinta shows. Esperábamos algo frío, pero nos sorprendimos, porque no sólo son respetuosos sino que además son calientes, les gusta la música, bailan, te compran discos y te compran la remera.

José: –También surge de intentar aprovechar el momento, porque mucha gente nos dijo que éste era el tiempo para bandas como la nuestra. Llevamos el disco, pegó: salió una gira. Eso habla de la internacionalidad de tu música, de que te pueden bailar a 12 mil kilómetros de tu casa.

Ana Sol: –El estilo también ayudó para poder salir. Allá les gusta la mezcla de ritmos caribeños o jamaiquinos con un poco de ska. Acá la escena es más chica para esa música.

–¿Cuáles son las diferencias respecto de lo que pasa en la Argentina?

Emiliano: –Es una cultura muy diferente. Si a las once se toca, once menos cinco no hay nadie, pero a las once está lleno el lugar. Son mecanismos bastante estructurados, que ya al show número cuarenta te hacen pensar: “¡Quiero caminar por la calle y cruzar en rojo! ¡Si no vienen autos!” (risas). Eso allá no pasa.

Ana Sol: –Aprendimos mucho. Anduvimos por Alemania, Austria, Suiza, República Checa –que tiene más que ver con el tercer mundo–, Polonia, Bélgica y España. Conocimos todas las provincias de Alemania, incluso sin saber los nombres de los lugares a los que íbamos. Fue muy loco llegar a Berlín, ver los posters de la banda y saber que no los habíamos pegado nosotros.

José: –Los tipos se preocupan por vos hasta el punto que te creés Keith Richards. Siempre volvemos todos gorditos. Acá tenés que tocar en La Trastienda o en Peteco’s para que te traten bien.

Ana Sol: –Además, no está todo centralizado en las capitales, va todo el pueblo a verte, hay muchas ansias de conocer más cultura. Acá hay mucha cultura, pero es más complicado acceder, porque no todo el mundo tiene plata para pagar una entrada.

Emiliano: –Una vez tocamos en un lugar de Alemania en el que se hacía una “Fiesta de la playa”. Trajeron un container, llenaron todo el boliche de arena y pusieron estufas a todo poder. La gente iba en malla, ojotas, camisita hawaiana. Mientras, veíamos cómo nevaba afuera.

Ana Sol: –Después, para limpiar la arena, los tipos contratan a veinte personas. Está todo muy organizado.

–¿El rockero no necesita que lo maltraten un poco?

José: –Allá te das cuenta de que no. Al final, el que maltrata sos vos (risas). Prefiero que me trate bien el bolichero, de cualquier forma yo lo otro lo sigo pensando, no dejo de ver las injusticias. Si el bolichero me trata bien, pienso: “Ah, el mundo está mejorando un poquito”. Allá te pagan lo que te corresponde, no tenés que poner a alguien en la puerta para controlar cuánto te toca.

Emiliano: –Se manifiesta en todos los ámbitos. Cuando volvimos, intenté hacer como ellos y esperar a que el semáforo se pusiera en verde para cruzar, ¡y era un marciano! A las pocas veces, desistí.

–¿Cómo es dar ese paso entre el primer y el tercer mundo dentro de la misma Europa?

José: –Yo vivo en Tapiales, La Matanza, y es como cruzar la General Paz. Empezás a ver algunos edificios abandonados...

Ana Sol: –Gente con otras necesidades. Saben todo lo que pasa acá, nos hablaban del 20 de diciembre, nos preguntaban cómo eran los sistemas de trueque, qué eran los cartoneros. Uno flashea, porque es gente que está muy lejos y tiene tantas cosas en común con uno. Además, hay muchos que hablan español, porque la escuela les da la opción de aprender.

Emiliano: –Nos decían “¡Argentina revolución!”. Y nosotros les decíamos “No, no. Ojalá, pero falta mucho” (risas).

–En un diario de viaje cuentan que estuvieron en la ciudad más antifascista de Alemania. ¿Cómo fue eso?

Emiliano: –Es Göttingen. Ahí, cuando los neonazis quieren hacer una “demo”, es decir, una manifestación, tienen que pedir permiso a la municipalidad. Los antifascistas también piden permiso para ese día, y a los dos grupos se los dan, pero como los antifascistas son cinco mil y los fascistas apenas quinientos, nunca pueden manifestarse, porque siempre los tapan los otros, pero sin tirar piedras (risas). La juventud está muy organizada contra la globalización, también. Nosotros tocamos en muchos centros culturales que, si bien están subsidiados por el Estado, se manifiestan en contra del sistema capitalista. Hay lugares que se autogestionan que tienen equipamientos impresionantes.

–Después de vivir estas experiencias, ¿cambia la visión a la hora de componer?

Emiliano: –Visitar distintos lados hace que escuches un montón de idiomas y sonidos. Todo es música. Inspira mucho pensar en la gente que te cruzaste en el camino, músicos con los que compartiste algo. Yo, por ejemplo, ya escribí dos letras desde que volvimos.

Ana Sol: –Valorás muchas cosas de acá que antes no valorabas, añorás la humanidad de las personas. Nuestra idea es poder tocar mucho más por la Argentina, nos da mucha pena no conocer tantos lugares acá, o en América latina en general.

Sebastián: –Lo más difícil es que la música se difunda, porque la banda se conoce en el under. ¿Quién no conoce Un Kuartito?

–¿Qué significa que era “el momento” para ustedes?

José: –Allá es fuerte la movida del rock mestizo, o rock latino, como quieras llamarlo.

Emiliano: –La mezcla de ritmos, en definitiva. Lo que se puso de moda desde 2000 fue mezclar los estilos, meter una cumbia y un hardcore en la misma canción. Entre 2000 y 2004 fueron millones de bandas de rock mestizo para allá; ahora los alemanes se están cansando de esa mixtura y buscan los ritmos más puros.

José: –Nosotros pudimos persistir después de ese aluvión de bandas. La gente quiere caña y pachanga, explota con eso, quiere que subas y que no bajes más.

Emiliano: –Armábamos determinadas listas y nos decían: “Con estos temas se les va a caer el show”. Nos dimos cuenta de que tenían razón, que querían más y más caña.

José: –Cosas más tirando al ska, más definidas.

–¿Y acá? ¿Qué se puede hacer desde la música?

Ana Sol: –Nosotros tocamos en muchos festivales relacionados con derechos humanos. Eventos de Correpi (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional), por ejemplo.

José: –Estuvimos en los dos primeros recitales grandes del MUR (Músicos Unidos por el Rock), después de lo de Cromañón. También acompañamos a la gente de Brukman, las fábricas recuperadas.

Emiliano: –Es fundamental estar diciendo algo en las letras, generar conciencia de lo que creemos que no está bien. Vos das un momento, y un micrófono en la mano es un revólver cargado. Dar un mensaje, lo que creés mejor para cambiar las cosas. Injusticias, pobreza, lo que sea. Que quede rebotando una idea.

Ana Sol: –Pero además tenemos que ser consecuentes en el día a día, como personas, con lo que estamos diciendo.

* Un Kuartito cierra su gira y presenta Cerca del mar el jueves 29 de mayo en Niceto, Niceto Vega 5510, Ciudad de Buenos Aires. A las 20.

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