CRONICA II: 100 MIL PERSONAS EN EL VIVE LATINO 2008
El balance argentino arrojó sonrisas: Babasónicos volvió a mostrar que juega de local, los Decadentes son como semidioses, la Bersuit cautiva, Arbol incendió el escenario, Kapanga plantó su bandera y nadie resistió la cadencia dulzona de Los Cafres. Además, los Kuryaki amenazaron con juntarse. Orale, pues.
› Por Daniel Jimenez
El Distrito Federal es un caos. El gigantesco parque automotor, el descontrol de los conductores, el smog omnipresente y su cantidad de habitantes –la mayor aglomeración urbana del mundo, con 28 millones de personas–, hacen que la Ciudad de México se levante como un pulpo monstruoso y desafiante. Durante dos días, ese epicentro cosmopolita que le mira la panza a su opulento vecino del Norte se convirtió en la autopista de cientos de combis que iban y venían desde la mañana a la noche transportando equipos, periodistas, productores, publicistas, fanáticos y, sobre todo, músicos. La novena edición del Festival Vive Latino, uno de los eventos musicales más importantes de la América hispanoparlante, podía palparse en las calles. Aunque de forma moderada, teniendo en cuenta que semejante movida sólo afecta interesadamente a una pequeña parte de una metrópolis que nunca llega a conocerse del todo.
Hacia allí partió un contingente de bandas argentinas –Arbol, Babasónicos, Bersuit, Kapanga, Ratones Paranoicos, Todos Tus Muertos, Los Cafres, El Otro Yo, Sr. Flavio, Pánico Ramírez, Tren Loco, Dante, Emmanuel Horvilleur y Los Caligaris–, que invadió los tres escenarios dispuestos en el predio del célebre Foro Sol. El magnífico punto de referencia donde suelen aterrizar estrellas internacionales como The Police, Aerosmith, Red Hot Chili Peppers, Depeche Mode y... Soda Stereo.
A diferencia de los megafestivales que se organizan en nuestro país –Pepsi, Quilmes, Cosquín–, la grilla de bandas comienza cerca de las 13 y finaliza casi a medianoche; sí, doce horas de música sin baches, parches, desacoples, ni desbandes. Bajo un sol asesino, cada uno de los escenarios –rojo, verde y azul– ofrecían un programa de trece bandas, con sets que despertaban intereses dispares. La presencia de Dante era una de las primeras grandes incógnitas. El rumor era fuerte: “Se reúnen los Kuryaki”. Es decir, Ema toca con Dante. “Quiero invitar a un amigo”, soltó el vástago del Flaco para que un millar de mexicanos estallaran ante una versión fresca y groove de Abarajame, que en la tierra del tequila fue un enorme éxito en la década pasada. La gentileza sería devuelta el domingo, cuando Dante se sumó al show de Horvilleur en Jugo, sobre una plataforma montada en la recta de una pista de carreras. ¿Reunión en puerta? Por ahora, sólo rumores.
Poco tiempo después y a quinientos metros, Arbol brindaba una actuación consagratoria. Un cuarto de hora al palo y con pogo del bueno que se reflejó en el llanto final de Pablo Romero ante más de 4 mil insolados que, a juzgar por las remeras y hasta una bandera, fueron a ver al cuarteto, que ya no parece extrañar a Edu Schmidt. Con canciones de Guau, Hormigas y un breve homenaje a la leyenda guarra de Paquita la del Barrio (Rata de dos patas), los de Haedo tuvieron al público a los saltos y su trabajo silencioso comienza a dar sus frutos. Se retiraron ovacionados.
A puro vértigo y sin perder un segundo, El Otro Yo, con un Cristian Aldana doblegado por un fuerte dolor en una pierna, sacudía desde el escenario azul con su furia adolescente a otros tantos que se quedaron pidiendo más. Mientras, aquellos que esperaban el turno de su artista favorito, paseaban por los puestos de la feria de El Chopo, que este año se hizo dentro del predio. Entre remeras, máscaras –aquí la lucha es una sensación– compactos, DVDs, indumentaria rockera y stands de venta de cerveza, la oferta de discos nacionales –Kapanga, Rata Blanca, Los Cadillacs, Babasónicos, IKV, Arbol, etc.– oscilaba entre 25 y 40 pesos. La misma diversidad que permitió que seguidamente se presentara en el escenario principal el surf instrumental de los Straitjackets y el rock murguero de la Bersuit. Con pijamas negros, Cordera y los suyos salieron a romper interactuando con la monada que revoleaba vasos plásticos al aire y acompañaba cada canción, explotando en Sr. Cobranza con un eléctrico y aún emocionado Pablo Romero de invitado.
En un tablado que vio pasar a Reel Big Fish, Black Rebel Motorcycle Club y los locales y sorprendentes Six Million Dollar Weirdo, el premio mayor se lo llevaron los Auténticos Decadentes, quienes cerraron la primera jornada ante 45 mil jóvenes –la edad promedio de los concurrentes no pasa los 25 años– con su catarata de éxitos inoxidables, que finalizó con asistentes, familiares, músicos y hasta algunos periodistas bailando y cantando junto a la banda en la ya fría noche del Foro Sol. Al igual que los Babasónicos (que estrenaron canciones de Mucho, su reciente disco), los reyes de la fiesta multicolor son celebridades en México gracias a las habituales visitas que realizan desde hace más de una década.
Aún con la baja repentina de Los Piojos, la segunda fecha del festival fue decididamente argenta. Y decididamente de Kapanga. Porque si bien la banda del Mono había generado cierta expectativa, nadie imaginó que su breve y contundente performance fuera una locura. Con un campo lleno, los mexicanos bailaron el cuarteto rock de los de Quilmes y cantaron todos los temas como si los conocieran de toda la vida, haciendo olvidar que era el debut kapanguero en ese país. Media hora fue suficiente para que Martín Favio se metiera a todos en el bolsillo y le juraran amor eterno cuando bajó a saludar entre la gente.
Momentos más tarde, en pleno set de Los Cafres –que también fueron ovacionados–, Maikel, que disfrutaba del reggae de Bonetto y compañía como uno más tirado en el pasto, se pasó varios minutos sacándose fotos y firmando cuanta remera le pusieran delante. Sin dudas, Kapanga abrió una puerta que en un futuro no muy lejano los tendrá nuevamente rodando por México. No corrieron la misma suerte los Ratones Paranoicos que, a pesar de dar un show caliente, pagaron el precio de su poca experiencia en la nación de Zapata y tocaron para unas quinientas personas cuando se esfumaba el atardecer. Además, varios elementos les jugaron en contra: la poca aceptación que aquí tiene el rock and roll ortodoxo –El Tri es la excepción a la regla–, el poco conocimiento de la música de los Ratones y la presencia de dos números esperados con ansia: Maldita Vecindad y Nortec, colectivo oriundo de Tijuana que esta vez sólo tuvo a Fusible y Bostich como representantes y que cerró el evento con su electrónica deforme.
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