Jue 05.06.2008
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ENTREVISTA CON EMILIANO BRANCCIARI, CANTANTE DE NO TE VA GUSTAR

Uruguayos, uruguayos... dónde fueron a parar

Comenzaron curtiendo el under montevideano y en unos años giraron por Europa, metieron 32 mil personas en su Velódromo y ahora van por un Luna Park porteño.

› Por Daniel Jimenez

Emiliano Brancciari es un tipo de palabras firmes. Poco afecto a las declaraciones estruendosas, pareciera quedarse siempre con la definición correcta, respaldada por una media sonrisa que se balancea bajo sus rulos desarmados. Para él, que se fue de su Munro natal siendo muy pequeño y que abrazó su patria chica al otro lado del río, el oficio de cantante de rock es tan sólo una buena forma de perseguir los sueños que acumuló durante los crudos inviernos montevideanos. Y, como si echara mano a su reserva confesional, recubre su estado de constante timidez con cortesía de caballero. Ordena las ideas y se muestra sobrio, seguro. Dejando entrever que su mundo interior no es de libre acceso y que ciertas historias deben permanecer guardadas en el mejor lugar posible: su música.

En silencio y con mucho esfuerzo, No Te Va Gustar fue construyendo su carrera escalón por escalón. Desde los lejanos días en que la banda era un trío que se curtía en el under charrúa y se sacaba las ganas tocando temas de Sumo y Bob Marley, pasaron algunas cosas: giras por Europa, la pérdida de dos miembros fundadores –el baterista Pablo Abdala y el bajista Mateo Moreno–, un sold out de 32 mil personas en el Velódromo de Montevideo, la edición de un DVD y dos vísperas de consagración en la Argentina, reflejadas en un Obras al mango y la caliente y festejada actuación en el último Quilmes Rock. Pero nada es suficiente.

Mientras el grupo se prepara para entrar a estudios para grabar el sucesor de Todo es tan inflamable –que contó con la producción del mítico Tito Fargo–, ajusta los detalles finales de lo que será su show más trascendente en estas tierras, cuando el próximo jueves 12 de junio llegue por primera vez al Luna Park. Con la serenidad de quien sabe ha recorrido un largo camino, Emiliano hace gala de la uruguayanidad al palo y se lo toma con calma. “Estamos viviendo esto con mucha expectativa, ya que sabemos de la importancia del lugar. Tuvimos la oportunidad de tocar una sola vez en un festival solidario hace un montón de tiempo ahí, pero sólo hicimos un par de temas y nos quedamos con las ganas de, en algún momento, hacer uno nosotros solos. Y la verdad es que se nos dio después de mucho tiempo y después de mucho trabajo. Esperamos que nos salga todo como queremos”, suelta con su voz suavizada por años de termo bajo el brazo. “Si bien yo le tengo quizá más respeto a Obras, y no sé por qué, siento que el Luna es un sitio especial y un punto de inflexión entre dos etapas del grupo. Este show es muy importante y sabemos que es un lindo paso en la Argentina. Estamos con muchas ganas.”

–¿Pensaste alguna vez que iban a ser tan fuertes en la Argentina?

–La verdad es que nos llena de alegría que cada vez más gente quiera venir a vernos. Para nosotros, que sabemos el trabajo que hicimos para ir a la Argentina, toda la plata que no cobramos, bancarnos el pasaje y la estadía y empezar a tocar en lugares de cien personas, esta realidad hace que vivamos todo con el doble de alegría. Fueron muchos años de pelearla.

–Más allá de esta fecha, ustedes suelen hacer shows en lugares chicos. ¿Cómo se equilibran esos momentos?

–Mirá, nosotros tenemos todo tipo de shows. Tenemos los multitudinarios, que pueden ser en Buenos Aires, Montevideo, La Plata, Córdoba o Rosario, y de repente tenemos otros como los que hacemos en Alemania, en Suiza o en Austria, que son más chicos y con gente que no te conoce. También nos sucede en cada lugar que vamos por primera vez, como el otro día que estuvimos en La Rioja. Si bien el lugar era grande, la gente que nos conocía era poca, y dimos el show con las mismas ganas que lo damos en cualquier otro lado.

–¿Imaginaste que ibas a cumplir un sueño a través de una forma de arte?

–Y, la verdad es que soñar, uno lo sueña, pero se sabe que es muy difícil; más en un país como Uruguay, donde cuando nosotros empezamos no había nadie que pudiera vivir del rock. No había nadie que se dedicara y que pudiera trabajar y dedicarse solamente a una banda. Para nosotros, sin saber a quién seguir o sin tener un ejemplo a seguir, era como un sueño. Y poder dedicarse en este mundo de hoy a lo que a uno le gusta es un privilegio. Y más con lo que nos sucede a nosotros, que podemos transmitir cosas y situaciones que nos pasan, además de poder viajar y conocer lugares y gente. Realmente es impagable.

Junto a La Vela Puerca, No Te Va Gustar es una de las bandas uruguayas de mayor proyección internacional y, desde 1999, con la edición de su debut Sólo de noche, emprendió un camino de bajo perfil. Compañeros de la discreción, viajaron a Europa y lograron salir de su aldea; un escenario no siempre favorable para los grupos de rock de ese país, quienes vieron renovada su fe a partir del éxito logrado por el combo de Sebastián Teysera fuera del circuito botija. Ese mecanismo propulsado a sangre, sudor e inversión que hace que un artista se convierta luego de un largo tiempo en un espejo para quienes vienen detrás. Aunque para Brancciari el término “referente” sea una carga demasiado pesada. “Yo creo que si vos ves que a alguien le sale, pensás: ¿y por qué no a mí? No sé si somos referentes, pero en ese sentido, en entender que se puede, sí. Uno tiene que dedicarse, perseverar y trabajar mucho, que las cosas pueden llegar. Y tener suerte, claro. Pero acepto que la banda sea un referente o un ejemplo de gente que trabajó y se rompió el culo para que le vaya bien, más allá del papel que juega la gente”, explica Emiliano, quien admite que desde que comenzaron han tenido la cintura suficiente para no ser engañados por los tiburones que abundan en las aguas de este negocio: “Nosotros siempre nos cuidamos bastante, por eso nos cagaron muy pocas veces. Pero siempre fuimos de cuidarnos, de no dar pasos en falso, de no hacer cosas más grandes de las que podíamos hacer. Siempre nos fijamos metas cortas para evitar frustraciones y haciendo todo desde una base sólida. Si no, en el momento de dar un poco más, no vas a estar preparado para afrontar lo que viene”.

–¿En qué situación los encuentra este Luna Park?

–Nos agarra en un momento increíble, porque estamos muy felices por lo que nos pasa y somos muy conscientes de lo bueno que tenemos y de la suerte que tenemos. Estamos además en un momento muy creativo, porque trabajamos en el disco que viene, que lo vamos a grabar dentro de un mes y medio, y ya estamos redondeando las canciones que van a quedar. Ahora nos encontramos en la etapa de la preproducción y nos sentimos muy felices con eso. Es un disco que nos genera mucha expectativa... ¿Qué será lo que va a pasar? Porque es el primero de estudio con los nuevos integrantes y es una prueba para nosotros mismos.

A diferencia de su último álbum, en este caso la banda decidió convocar para la producción a Matías “Chávez” Méndez. ¿Ex? líder de Nuca –uno de los proyectos más personales salidos del Oeste bonaerense–, Chávez tiene un alto handicap en producciones nacionales en ascenso (Ojas, Los Umbanda, No Disco, Yicos) y se perfila como uno de los talentos más promisorios de la escena de rock argentino detrás de las perillas. Su estilo quebrado se apoya en el beat, la electrónica y la experimentación, siendo un exquisito gourmet para mezclar las melodías que suenan en un andén de estación o en una feria callejera con la sensual profundidad de Massive Attack.

“Nosotros ya sabíamos de él por Socio, que es un amigo nuestro muy talentoso que va a abrir el show del Luna Park”, cuenta. “Era lo que queríamos: una persona de nuestra edad que viniera de otro lado y que nos ayudara a conseguir lo que queríamos, que más que crear algo de cero era guiarnos hacia una renovación, ya sea en la forma de grabar, en el sonido o en lo que sea. Está bueno de vez en cuando cambiar y que venga alguien que haga las cosas de manera diferente a como las hace uno.”

–Escuchándote, pareciera que se vislumbra un cambio de sonido.

–Sí, porque las canciones son otras y de repente precisan otras cosas. Creo que sin perder nunca la esencia del grupo van a escuchar cosas distintas. Todavía estamos grabando demos, pero esta etapa la vemos como muy productiva y lo que está quedando nos da muchas ganas de seguir adelante. Estamos muy copados con el material nuevo.

–¿Qué rasgo del nuevo disco pensás que va a enganchar al fan de NTVG?

–Me parece que es un disco más tocable en vivo, más bailable. Me refiero a que las canciones tienen un beat más rápido y serán más apropiadas para tocar en vivo. Realmente va a ser poderoso, una patada en el pecho.

–Y un poquito en las letras vas a sufrir...

–Y, sí, eso no se pierde nunca. Y a mí que me cuesta tanto (risas).

La lírica de Brancciari desnuda con la sabiduría de la simpleza situaciones cotidianas que pueden enroscar a cualquiera: desengaños, frustraciones, ilusiones, deseos, corazones que desarman y sangran y amores perros. Su prosa no camina hacia la declamación vana, si no que se retuerce sobre la ilimitada capacidad de resistencia ante las heridas abiertas de las relaciones interpersonales. Y allí, en el papel, se encuentra el mejor atajo para tratar de leer y llegar hasta el fondo de Emiliano. Un tipo capaz de escribir textos tan viscerales y ásperos como el de Al vacío; un hit multitarget donde el cantante condena a su destinatario a que “toda tu vida te mate la culpa de haberme robado una parte del alma”. Atención, chicas. Parece que el muchacho es bravo. “Tener este ejercicio y permanecer más de diez años haciendo música y escribiendo canciones puede hacer que cambies algunas cosas. Por un lado no asimilo tanto el cambio exterior, porque nosotros somos un grupo muy cerrado, demasiado cerrado: músicos, manager, técnicos y nadie más. Entonces es como que acá adentro todo sigue siendo igual; afuera será otro mundo, pero a nosotros no nos pega mucho. En lo humano, con los años se te va haciendo todo un poco más fácil, tenés menos miedos y más conocimientos que te permiten moverte con mayor confianza. Además, el crecimiento como grupo y la relación entre nosotros ayuda a entendernos fácilmente. La experiencia te ayuda a moverte sin miedos.”

–¿Extrañas algo de los días de amateur?

–No, porque lo único que extrañaría sería tocar en lugares chicos y lo seguimos haciendo. Por ejemplo, a Europa vamos sin técnicos y armamos y desarmamos todo nosotros, y también nos cargamos los equipos al hombro, como hace diez años. Pero ésas son las cosas buenas que te pueden pasar. Eso sí: el mal sonido no lo extraño ni a palos (risas).

–Y también habrán dormido todos en una pieza...

–¿Habrán? Todavía lo hacemos.

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