Jue 12.06.2008
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PETER CAPUSOTTO ES PARTE DE UN FENOMENO MUNDIAL

Cinismo catódico

El universo del rock es exagerado, y lo que una vez fue rebelión, hoy es costumbre popular. Los clichés del rock son fáciles de reconocer, y el soporte de YouTube, el espacio ideal para exponenciar ese mundo bizarro. Los casos de Andy Samberg en Saturday Night Live, Rodolfo Chikilicuatre en la televisión española, el rapero Ali G de Sacha Baron Cohen o The Mighty Boosh, los ejemplos internacionales.

› Por Federico Lisica

Si Peter Capusotto y sus videos se da a conocer como “un programa de rock” para hablar de su hermosura e idiotez, describiendo usos y costumbres bien iconográficos más allá del rock, en este tiempo y órbita –-pero algunos kilómetros más allá– otros comediantes también lo usan para entregar su esperpento llamado realidad. Su apertura de géneros y de temática es amplia, pero conservan la provocación adecuada al siglo XXI.

Corto y seguro

Es que sin YouTube hubiera sido imposible que las creaciones de Pedro Saborido y Diego Capusotto llegasen a su tercera temporada consecutiva (¿cuántos programas guionados de la TV local pueden ostentar esta marca?). Y seguramente a Andy Samberg le hubiese costado mucho más convertirse en la nueva estrella de Saturday Night Live. Con sus compañeros de colegio de Berkeley (Akiva Schaffer y Jorma Taccone) formó el team The Lonely Island, y juntos vienen entregando algunos de los cortos más hilarantes producidos en el país del Norte en los últimos tiempos. El trío era lo que necesitaba Lorne Michaels, creador de SNL, para acomodar el ciclo a la era digital.

Pequeños cortos en los que abunda el humor chicloso como gatos disparando láser (donde Samberg le presenta la idea a Michaels) o capturas del comediante pegándole a la gente en la calle antes de comer (acompañado con un ritmo infeccioso que incluye un “zombie dance”). La buena estrella comenzó con Lazy Sunday en la que hizo su aparición como un chico blanco con ínfulas de rapero. Como los Beastie Boys de los ‘80, aunque acá no hay vieja escuela alguna sino ganas de comer pastelitos y ver Las crónicas de Narnia. Ahí está la clave de su humor: mostrarse como aniñado, algo desarticulado con su propio cuerpo, y con buenas dotes musicales.

Como en el rap Natalie Portman (donde la actriz aparece totalmente cabreada), y en su mutación a Barry White junto a Justin Timberlake regalándoles a las chicas penes en cajas (se ganó un Emmy por su Dick in a Box). Estos tres cortos fueron records en la nueva meca audiovisual (el último, con más de 24 millones de clicks, es uno de los más vistos en la historia de YouTube). El 2007 terminó de la mejor manera: estrenó junto a su crew el film Hot Rod, donde interpreta a un inepto doble de cine, y el site Blender (hacedores de los mejores tops en la actualidad) lo ubicó en el primer puesto de lo mejor del año pasado. En una entrevista en esa web explica su humor: “Golpes en los testículos y cosas con monos”.

Pero no sólo es cultura pop. Poco después de que el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, declarara que en su país no hay homosexuales (y que aquellos que lo fueran la iban a pasar mal), llegó la respuesta de Samberg. Con su tema I Ran lo invitaba como buen chico judío a entregarse sin miedos al amor acompañado por el cantante de Maroon 5.

¿Persona? ¿Personaje?
Da lo mismo, ¡joder!

Lo de Samberg fue un poco menos militante que Bombita Rodríguez –que el lunes pasado entregó un nuevo capítulo en Canal 7–, pero igual de insurgente que el último hit ibérico: Rodolfo Chikilicuatre. En España todavía siguen convulsionados con su performance en Eurovisión. La encarnación de David Fernández como un argentino (no, no tenía pasaporte azul, aunque declaró que prefiere a Carlos Gardel antes que a Elvis Presley), amante del reggaetón, el breakdance, las chicas guarras (todo junto en El baile del Chiki Chiki) se volvió un tópico de discusión nacional. Tanto que su propio ministro de Cultura afirmó que ni Chikilicuatre ni el toreo representan a la madre patria.

Finalmente no ganó el festival de la canción donde abunda el brillo y la escenificación épica, en especial porque su chiste al propio concurso y a los nacionalismos puristas no fue bien entendido en Belgrado, sede de su última edición. Pero se rumorea que Fernández (quien colgó la peluca de Chikilicuatre) tendrá su show junto a Edu Soto, al igual que éste surgido del late night Buenafuente. Soto tuvo su momento unas temporadas atrás con encarnaciones como Miguel Chiclé, Javi Williams y James Bluff (tremendas parodias a Bublé, Robbie y Blunt). Pero en especial con “el Neng”, un amante del progressive con unas pocas neuronas abocadas a los químicos, la discoteca y el tuneo. Las imitaciones también ganaban en el ya extinto programa español La hora chanante. El bloque “Testimonios” se concentraba en autobiografías de celebridades (en su mayoría rockeros) hablando en tonada manchega y a desgano de su pasado. ¿One hit wonders del humor? Habrá que esperar.

Sacha Baron Cohen lo sabe mejor que nadie. Luego de ser absorbido por Mr. Hyde, hay que asesinar al alter ego sin miramientos. Tras la encarnación del rapero Ali G y el kazajastano Borat (que se convirtió en un maravilloso y arengador largometraje), se prepara para entregar la versión fílmica de Bruno, un notero televisivo austríaco que indaga sobre la sexualidad en lugares de la América profunda como Alabama, todo al ritmo europop de la banda alemana Scooter.

The Mighty Boosh

Mamando el rock

“Todos los clichés del mundo del rock son fáciles de reconocer tanto para un chico de 10 años como para un tipo de 60. Antes, lo que Capusotto satiriza era una forma de vida o una actitud frente a un sistema. Ahora son parte de una postura intrascendente más parecida a una parodia que a una declaración de principios”, explican Sebastián Meschengieser y Maxi Martina, ambos productores y guionistas de radio y TV, que además transitan escenarios (con Gerardo Delelisi) en su proyecto Seu Cirilo, “un artista enamorado del rock que fue el primero en hacer versiones en bossa nova de 2 Minutos, Vilma Palma, Alcides y Los Piojos. De esta manera hacemos una crítica de la forma en que el rock es manipulado hasta extremos de dudoso gusto”, dice Martina, por otro lado, guitarrista y cantante de Error Positivo.

El vacío de la rebeldía del rockero explica para ellos el suceso de la parodia: “Lo que quedó es un envase medio bobo y pretencioso que te invita un poco a la burla. Resulta más divertido reírse de Juanse y sus lentes oscuros y su noche, que ponerse a imitar a un jugador de fútbol diciendo: ‘Yo pienso de que...’. A los jugadores de fútbol ya no da ni gracia usarlos para el humor, en cambio el universo del rock es grande, exagerado, diverso”. Y eso es lo que plasman estos comediantes; acaso no ofrecerán la tipología de modismos a la Jack Black, sus composiciones musicales –cuando las creen necesarias– sólo se asemejan a las de Frank Zappa en su derroche, y tampoco tendrán la elocuencia contracultural de Lenny Bruce, pero su abordaje es “más rockero que muchas bandas”. Palabras de Noel Fielding, uno de los inventores de The Mighty Boosh para explicar el éxito de su troupe.

En este caso, las conexiones con el presente son pocas, como si fuera una mezcla entre El mago de Oz, Kiss contra los fantasmas y Monty Python, el show de la BBC habita en su propio cosmos, como lo hacía La bola de cristal, célebre programa español por el que pasó la movida madrileña entreteniendo a infantes. La biografía de sus personajes principales señala que Vince Noir es un huérfano criado por Brian Ferry (el cantante de Roxy Music) amante de la cultura mod, el punk, la electrónica de Gary Numan, que junto a Howard Moon –un aspirante a poeta, fotógrafo y melómano con sueños de grandeza– se embarca en diversas aventuras.

Puede ser para salvar a un rockero enano del ostracismo o hallar un huevo en la tundra ártica, entretanto aparecerán el espíritu del jazz (que embruja a Moon), de Woodstock, el gorila Bollo, la luna de Méliès preocupada por que no tiene cejas y un monstruo con el dedo grande de tanto darle al slap con su bajo. Vince tiene el mojo para que todo le salga bien de modo natural, Howard es el intelectual frustrado. De un modo u otro logran su cometido, y discuten (siempre lo hacen) sobre peinados, vestuario y temáticas existenciales sobre el scat como arte o si se puede hacer yoga con The Human League.

De alguna forma, para Fielding “The Mighty Boosh es un documental del estado de Gran Bretaña en la actualidad”. Y así se pasean como un circo ambulante por radio, TV, se habla de cine, discos (con la música creada para el show por la otra mitad del team, Julian Barrat) y están de gira con Jarvis Cocker, Peaches y ¡Gary Numan!

El proyecto nació hace poco más de 10 años. Dos estudiantes de arte, hijos de padres hippies que les inculcaron Zappa, Captain Beefheart y los llevaron a ver a Black Sabbath, decidieron hacer un collage con la música que los había influenciado, la pintura (recientemente Fielding tuvo su exposición con cuadros de sus lucubraciones) y todo lo que la cultura pop puede ofrecer. Quien los llevó del teatro a la pantalla chica fue Steve Coogan, el actor principal de 24 Hour Party People. Así los definió: “De alguna forma es music hall. Una mezcla de dúo inocente y estrellas de rock cool. Es puro escape y surrealismo, un antídoto apropiado para la comedia naturalista que hemos visto recientemente. Lo que Julian y Noel están haciendo no tiene nada de plagio. Es el tipo de comedia que obliga a la audiencia a investigar, algo genial. Todo lo hacen en sus propios términos”. En Gran Bretaña, The Mighty Boosh está corriendo los límites de ficción y realidad, imponiendo tendencia en el propio ámbito del que beben, sobre todo en la estética rockera. Saben buscar bien (un designer de Marc Bolan trabaja con ellos).

El show viene de ganar prestigiosos premios de la TV británica, y otros más ajustados a su tónica: Fielding fue el hombre más sexy, el de mejor vestido y nominado a héroe del año por la New Musical Express. Hasta Karen O de Yeah Yeah Yeahs los homenajeó en el clip que dirigió para Tiny Masters of Today. Es que el esperanto de Vince y Howard, con el humor y el rock como argot, no será real, pero sí posible.

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