SOBREVIVIENTES LOWFI
Formaron parte de Ned Flanders (de la banda, claro) en los ’90, y ahora editaron por separado, sin perder ese espíritu sucio y desprolijo.
› Por Juan Manuel Strassburger
Si Diego Billordo fuera un dibujo animado sería uno de esos personajes que no paran de chocar contra una puerta hasta que finalmente la rompen y logran pasar. Así de insistente es este referente –algo caricaturesco, algo heroico– del lowfi y el amor argentino a Sonic Youth que, con A Full (hagamos de esto una leyenda), su tercer disco, encontró la forma que más lo convence: “No quería quedar como un artista que sólo toca indie, noise o punk rock”, sostiene en conversación con el NO. “Quería sumar otras cosas como el hip-hop, la bossa nova, el reggae, cosas del post-punk, el folk. Pero todo con un matiz de indie rock que es lo que siempre hice yo.”
Y sí: cualquiera que trató alguna vez con Billordo sabe que el indie rock, la cultura alternativa o el noise son algunas de sus obsesiones. Eso sí: siempre desde un lugar medio lumpen (si hay que hacer una movida, pero no se cuentan con los medios necesarios, Billordo la hace igual) y un alto perfil (su fotolog y su MySpace explotaron en la web) que le ocasionaron burlas de no pocos de sus pares. “No te voy a negar que algunas cosas que leo digo: ‘Naaah, no puede ser’, y me agarra cierta calentura. Pero, bueno, después pienso: ‘Este tipo se tomó el tiempo de hacer un blog para bardearme’. Y, sinceramente, hasta me causa gracia. Vos fijate que en Chile es diferente: allá cuando sacan una página es a favor. Todos los sitios en contra son de la Argentina. Por otro lado, también está bueno que la gente se exprese. Si el que mató a Lennon hubiera tenido un blog, por ahí en vez de matarlo lo puteaba” (risas).
Hay algo que es verdad: Billordo no tiene sello, no tiene manager, no cuenta con la simpatía de los medios, ni el beneplácito de los críticos, y aun así ya lleva editados tres discos (“y siete videos”, como no deja de remarcar), varias giras nacionales y hasta una aparición en Telenoche (en otro momento bizarro para su biografía) como el chico rockero que recorre el país a puro contacto del msn. “A mí la tele me embola, la gente me embola. Me creé un mundo donde soy mi propio payaso, entra la gente que quiero y el circo me aplaude”, asegura.
En sus discos, Billordo suele hacer referencias al mundo anglo en un inglés medio chapucero. Y a veces desbarranca cuando llega al estribillo sin cantar. Pero no se puede decir que carezca de una mirada personal. En La puta de un vestido azul –una de sus mejores canciones– mezcla balada de piano y ska para terminar cantando: “Ya sé lo que quiero: sólo verte cantar canciones de Say No More”. Y en Noam Chomsky for President y en Worale! Guay! Bakan! Cool! Groso! (una especie de indie-rap) recrea un noticiero de su vida y cuela algunas opiniones sobre el indie actual. En ese sentido, Billordo mantiene cierto parentesco con Qué Out, la banda pop que también tira consignas y eslóganes en sus letras. “Por ahí algunas cosas que hago o digo quedan medio toscas o grasas. Pero no sé qué quieren”, protesta. “Yo escucho bandas de Nueva York y Manchester. Pero vivo acá.”
Y es que para este rockero colorinche y criado en La Plata, el indie nacional tiene cierta frivolidad. “Yo veo que está muy parado en Palermo, más allá de que no vivan ahí. Tienen actitudes de derecha y le son funcionales a un gobierno de derecha con su discurso entre sensible y que no dice nada.” Aunque después agrega, conciliador: “A pesar de que muchas bandas no tengan buena onda conmigo, yo las apoyo. Como gremio lo digo. O sea, la UOM y la Uocra se cagan a palos, pero al final están en la misma”.
–Me dio ese sentido de libertad. Si estuviese situado en los ‘70, donde sólo grababa el que tenía guita o el que era tomado por un sello, yo no hubiera podido existir. Porque tengo discos y guitarras que no están afinadas, soy directo cuando todo el mundo se calla y porque tengo una forma muy clara de laburar. Perdí mil novias y amigos por eso. Pero por suerte, gracias a Internet, y a cosas como grabar en un portaestudio o en una PC, es que puedo seguir.
–Escuché un tema en Kabul y me sonó a El Mató. Y para eso me quedo con El Mató.
* Billordo toca el viernes en La Fuente, Tambo Nuevo 1435, Hurlingham. A las 22. El sábado en Melonio, Montevideo 175. A las 24. Y el domingo en D-Zero, 25 De Mayo y Meeks, Temperley. A las 20.
A veces lo que termina de redondear a un artista es simplemente una canción. La melodía y las palabras justas para capturar algo que ya rondaba en el ambiente, pero que nadie había expresado hasta ese momento. En el caso de Javi Punga esa canción se llamó Nena stone. Un tema con audio y gracia lowfi que circuló hace unos años por La Plata de la mano de su letra costumbrista, pero al revés: la mirada indie que se deslumbra con el derrape y la fragilidad de una “cenicienta” estón. “En Nena stone y en Chica cheta (el otro tema que también circuló bastante y funcionó como contraparte de la mirada) reflejé algunas de las teorías que publicaba en mis fanzines y que transformé en canciones”, le cuenta el autor al NO. “Son experiencias de vida, pero con un costado gracioso. Me gusta arrancar una sonrisa en el que escucha.”
Esa espontaneidad y frescura es lo que intentó preservar Javi Punga a la hora de editar Manzanas deliciosas, su primer disco “en serio” y profesional (a cargo del sello Estamos Felices). “Mantuve un poco el concepto de lo punga, esa cosa callejera de hacer algo inmediato y sin preocupación por las limitaciones técnicas.” Y es cierto: el resultado desconcierta un poco a quienes estaban acostumbrados a la artesanía de sus temas (por el disco desfilan chelos, timbales, teclados y sutiles percusiones que visten a las canciones antes desnudas). Pero la contrapartida son tracks como Arco iris, Amar amar o la propia Manzanas deliciosas que –de otro modo– no hubieran podido lucir su costado más pop y preciosista, a la manera de un Adam Green platense. “Están grabados como yo en verdad soñé los temas. Con chelos, pianos y una onda psicodélica que siempre me gustó”, revela.
De todos modos, el espíritu lowfi se mantiene en el disco. Sobre todo a partir de las letras directas y cotidianas. Y de cierta despreocupación a la hora de cantar y llevar adelante los temas. “A mí lo que más me interesa es hacer canciones. No soy solemne. Si en un show me confundo, me río y arranco de vuelta.” Para una escena indie que en los ‘90 –con Juana La Loca, Los Látigos o Babasónicos– hizo culto irónico al glamour estrafalario de una estrella de rock, la propuesta de Javi Punga es radicalmente opuesta. “Yo me crié con Sonic Youth, Nirvana y todas esas bandas que decían que si te creés una estrella sos un gil. Y yo no quería ser gil”, postula.
Sus canciones punzantes y graciosas se contraponen también a las típicas letras sensoriales del indie nacional. Javi Punga no cuestiona en sí misma esa línea poética: “Está bueno que existan esas bandas porque te abren la cabeza, te conectan a un estado distinto”, dice. Pero, puesto en lugar de explicar por qué el indie argentino prefiere divagar que contar, arriesga: “Es que somos producto de la mezcla entre la represión militar que no te permitía decir las cosas como son; el rock inglés al que no interpretabas del todo porque hablaban en otro idioma; y las bandas pop de acá que hablaban boludeces. Entonces, una postura mía fue decir las cosas como las veía. Con claridad”.
–Como postura política me enseñó más la cultura punk del “hacelo por tu cuenta”, ir para adelante con lo que tenés. Me encantan bandas como Pavement o Sebadoh. Pero no estoy al tanto de que hayan marcado una visión política de cómo encarar las cosas. Al lowfi lo veo más individualista y cargado de cuestiones estéticas. Por el contrario, el punk me parece más colectivo en la forma de laburar.
–Escuché una canción en Internet. Está bueno. No tengo muchos comentarios porque tampoco lo escuché en detalle. Pero en principio me pareció que reflejaba bien lo que él hace.
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