EXCLUSIVO: PETER HAYES, CANTANTE DE BLACK REBEL MOTORCYCLE CLUB
La banda liderada por Hayes vendrá al país por tercera vez en menos de un año e intentará demostrar cómo se puede luchar contra el “mainstream” sin convertirse justamente en un artista de las corporaciones.
› Por Daniel Jimenez
A la primera impresión del otro lado de la línea, Peter Hayes parecería estar dado vuelta. Sus palabras se mezclan, se hacen borrosas y cuesta entender lo que dice. Por momentos su voz presenta un mínimo brillo, y ahí es cuando su hablar excesivamente pausado permite descifrar lo que el cantante, guitarrista y ocasional bajista de Black Rebel Motorcycle Club intenta comunicar. De fondo, un televisor pasará por todas las señales de cable más de una vez en el transcurso de la nota. A falta de una webcam, uno puede imaginar que Hayes está despatarrado sobre un sillón, con gafas negras, un tanto resacoso y a punto de quedarse dormido en mitad de esta entrevista. Pero Peter no deja de hablar. Sus intervalos entre una frase y otra son tan largos que obliga a preguntarse cada tanto si sigue despierto, pero allí está. “Hmmm... yeah... cómo estás... hmmmmm... yeah... mffffmmmmm... yo aquí estoy”, murmura. “Es un gusto... ehhhh. hablar... mfffffmmmm... contigo...”
Hoy a la noche, momentos antes del show de Nine Inch Nails que cerrará la cuarta fecha del Pepsi Music 2008, BRMC –que acaba de perder por segunda vez a su baterista Nick Jago, que será reemplazado por la exótica Leah, de los daneses The Raveonettes– brindará su tercera actuación en la Argentina en lo que va del año. Repasemos: en abril pasaron por el Quilmes Rock y La Trastienda y en unas horas debutarán en el Club Ciudad en una jornada que promete maquinaria industrial y un trance hipersensitivo a altos decibeles. “Nací en California y me crié en Minnesota en una granja. Allí viví hasta los 13 años, cuando me mudé nuevamente a California, donde conseguí mi primera guitarra eléctrica. Mi intención era tocar Castles Made of Sand, de Jimi Hendrix. Ahora, si miro hacia atrás, puedo darme cuenta de lo difícil que es vivir y trabajar en una granja, trabajar la tierra, mucho peor que estar en una banda de rock and roll”, dice Hayes.
–Puede llegar a existir un poco de presión al momento de sacar un disco nuevo, pero no hay nada que vos puedas hacer al respecto. Lo principal es no tratar de forzar una canción. Nosotros tenemos ideas de canciones que quizá dan vueltas por años y que llegarán cuando estén finalmente terminadas, porque ese momento será inevitable. Hay canciones que las escribí en una noche y canciones que las escribí en una hora. Esas deben ser escuchadas en ese preciso instante, antes de la siguiente. Resumiendo, puede existir un poco de presión si te planteás hacer un buen disco, pero no podés forzar el hacer algo bueno. Y agrego: nuestras versiones son buenas y las del resto una basura (risas).
–La verdad es que me sorprende que el disco siga andando y que nosotros sigamos con él. Pasamos dos años girando por todos lados con Baby 81 y aún ese ciclo parece que no termina. Para algunos es muy fácil pegar una canción en la radio y –¡boom!– hacer un montón de dinero en poco tiempo con malas canciones. A nosotros nos llevó dos años tratar de mostrar ese disco a la gente en distintas partes del mundo. Y en ese ciclo tratamos de hacer lo mejor, que es girar todo lo que podemos y presentarnos ante nuevos públicos todo lo que podemos. Pero creo que ya es tiempo de mover hacia otro lugar.
–Sí, lo pensaba. Nosotros esperábamos problemas y los problemas empezaron antes de terminar el primer disco. Ellos nos dijeron que nos iban a dar libertad, y nosotros tomamos eso al pie de la letra y dijimos: “Okey, no hay problema, pero manténganse alejados de nuestra música”. Y ellos no lo entendieron (risas). Pero ésa fue nuestra oportunidad, ¿entendés? Tomamos la decisión de irnos a otro lado. Siempre se piensa en la instancia de crear un sello propio, pero no funcionaría. Existe un camino hacia abajo que manejan hambrientos hombres de negocios desde hace un tiempo y eso suele convertir a los músicos en la misma cosa, en hambrientos hombres de negocios. Además, en mi caso no funcionaría porque yo no soy un hombre de negocios. Me gusta pensar que los músicos sean músicos y la gente de negocios, gente de negocios.
Aquellos que estuvieron en La Trastienda en abril de este año aseguran que lo que vivieron esa noche será muy difícil de olvidar: tres tipos sombríos en plan shoegazing subidos a una ola densa y eléctrica de guitarras, que por momentos paraliza el cuerpo. Un viaje a través de los cables que perdió una pizca de profundidad y concentración en el estadio de River, pero que no dejó dudas acerca del arrollador sonido del trío, que hoy, con baterista alquilada, va por la vencida en el Club Ciudad de Buenos Aires. “Las canciones a veces tienden a tener una mejor recepción y cada show es diferente”, afirma Hayes. “Existen diferentes formas de tocar una canción, como podés resaltar los aspectos que vos quieras cuando las tocás en vivo, y eso está buenísimo.”
–Si me preguntás a mí, no creo. O al menos yo no veo las influencias del punk rock en la actualidad. Sí noto una moda: de acuerdo con el tipo de ropa que te pongas vas a ser más o menos punk. Es muy duro vivir en el underground y estar debajo de la superficie, escuchar música “suave” en la radio y en la televisión. Pienso que todo aquello que está debajo de la superficie puede llegar a estar influenciado aún por el punk rock, pero eso al mainstream le importa una mierda. Realmente no sé lo que es el punk de hoy, no caí mucho por ese mundo, aunque lo conozco. Siento que mi único propósito es destruir a la bestia, que es la música mainstream, y no convertirme en esa bestia al mismo tiempo.
–Sí, aunque se hace triste. La gente que se muere por bajar un simple para escuchar, un comercial de la televisión, un tema de la radio, tiene una mentalidad muy diferente a la mía. A veces me dicen: “Todo debería ser libre”. Y en ese momento pienso: “Okey, está bien, que todo sea libre”. Pero pasate por un almacén y llevate una manzana sin pagar, a ver qué pasa. Tratá de ir a una estación de servicio y pedir que te carguen el tanque del auto gratis, a ver qué pasa. Creo que el arte debería ser más respetado que las estaciones de servicio y las compañías de gas. Si me gusta, voy y lo compro, entonces prefiero no bajar música de Internet. Como cualquiera, los músicos intentamos sobrevivir de nuestro trabajo, como un abogado, como un doctor. Ellos se ganan la vida de su trabajo, ¿no? Me parece que la charla está derivando hacia el comunismo, así que mejor lo dejamos acá (risas).
–A decir verdad, sí, un poco. Pero estoy sorprendido de buena forma, porque nunca esperé tocar tres veces allí en un año. Estuvimos girando durante ocho años y nunca habíamos pisado la Argentina, hasta que nos damos cuenta de que metimos tres shows en un año. Eso es genial y, claro, tenemos ganas de volver a tocar.
–Me encantaría tener la oportunidad de poder correrme de la escena y ver un show de la banda, absolutamente. Más que nada para ver si me gusta lo que hacen (risas). Lo que sí me gustaría es tomar a alguien que nunca escuchó a la banda, ponerlo un paso adelante de la multitud y preguntarle si la banda le gusta. Aunque, pensándolo bien y para no correr riesgos, esa persona podría ser yo (risas). n
* Black Rebel Motorcycle Club toca el jueves 2 de octubre (Día 4), en el Club Ciudad de Buenos Aires, Pepsi Music. A las 19.50.
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