Jueves, 18 de diciembre de 2008 | Hoy
BETO ZAMARBIDE HABLA DE LOS MOTIVOS PARA EL REGRESO DE LOGOS
El cantante y el guitarrista Miguel Roldán celebran sus anteriores proyectos conjuntos regrabando clásicos del último V8 y del primer Logos. Revisada una histórica etapa, el cantante dice: “Ahora queremos ofrecer un hilo de pensamiento positivo”.
Por Juan Ignacio Provéndola
Para saber de qué va A través de los tiempos basta con leer su título. Alberto Zamarbide y Miguel Roldán realizan un autohomenaje a la carrera que comparten desde las postrimerías de V8 regrabando temas seleccionados entre el último disco de aquella banda, los dos primeros de Logos y un EP editado en 1997 pero nunca comercializado. Un “Grandes éxitos” en clave heavy, bah, que lleva el nombre –dato no menor– de la única composición nueva que había ofrecido V8 cuando se rearmó sin Ricardo Iorio, en 1996.
Lo que hizo la dupla, en nombre de Logos, fue repasar todo el material grabado hasta que Zamarbide emigró a Estados Unidos y la sociedad entró en el freezer. “Me fui enojado con lo que pasaba y sigue pasando en el país, aunque allá me di cuenta de que hay hijos de puta en todos lados”, recuerda Beto, quien todavía vive en Miami.
–Hice algunos proyectos de covers y, con unos amigos, nos juntamos a hacer temas de V8 y Logos en pubs rockeros de Normiami. Pero, fundamentalmente, me dediqué a estudiar: hice un college sobre la parte jurídica de la música. Eso me vino bien para abrirme la cabeza, porque es común que los músicos sean estafados. Le pasó a monstruos como los Beatles, los Stones o Creedence, y también a nosotros.
–Todavía no, porque estoy en el padrón de Argentina. Si quisiera, votaría en el consulado, pero... ¿a quién?
–Hay una modorra donde no se ven novedades; el rock ya no es más una contracultura. Yo quiero estar en la trinchera de la resistencia inteligente y no en la de la pasividad complaciente. Basta de tipos vestidos de pijamas para hacerte dormir. ¡No, loco, la gente ya durmió bastante! ¡Ahora tiene que despertarse!. Estamos viviendo un circo terrible y el rock debería estar del lado de la resistencia y de la denuncia, no del lado de “llené un River”. Está bien, llenaste un River, pero... ¿de qué? ¿Qué se dijo ahí para que vaya toda esa gente?
–Cada uno de nosotros tiene su trabajo para poder subsistir: el metal no da de comer y por eso muchos se apartan. Si estamos, es porque realmente lo vivimos desde otro lado.
–La producción de El fin de los inicuos, el último disco de V8, fue muy magra, casi menos que la de un demo. Surgió la idea de regrabarlo entero, como hizo Queensryche, pero finalmente decidimos elegir solo aquellas canciones que continuamos tocando en la primera etapa de Logos, cuando aún no teníamos muchos temas propios. Tuvimos la posibilidad de trabajar en un muy buen estudio de grabación y con la producción de Miguel (Roldán), que sabe mucho y es un vampiro que se puede quedar hasta cualquier hora puliendo cosas.
La historia del grupo se recompuso en 2004 con Walter Scasso en bajo y Marcelo Ponce en batería, quienes llegaron de Cruel Adicción, la banda con la que Miguel Roldán se mantuvo activo durante el entretiempo de Logos. Para Zamarbide, el reencuentro fue posible porque el distanciamiento original se había producido “sin chusmeríos ni conventillos, manteniendo el respeto y la amistad”.
–Sin dudas, porque V8 fue una banda muy violenta en el trato y durante los primeros tiempos de Logos seguimos con esos ataques de chiripiorca, mala onda en los ensayos, todo muy cortante. Después se fue evacuando y lo que siguió fue buenísimo.
–Lo hicimos como homenaje a Osvaldo Civille, ya que tocamos en un escenario que llevaba su nombre. Nosotros no renegamos de nuestro background y lo hicimos por respeto a V8. Sin embargo, a lo mejor Destrucción no tiene tanto que ver con el pensamiento de V8 como otros temas de mensaje más copado esperanzador. Ahora queremos señalar una situación negativa pero, a la vez, ofrecer un hilo de pensamiento positivo.
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