Jueves, 22 de enero de 2009 | Hoy
EMISOR EDITA UN COMPILADO DE SUS GRABACIONES “ILEGALES”
CD-Recordable pone en las bateas una música que antes sólo circuló en formato CD-R, de ahí su nombre. ¿De ahí solamente? No, porque Leo Ramella, el hombre detrás del alias de Emisor, dice con acierto que se trata de “canciones que van a ser recordadas”.
Por Luis Paz
Las plantas del jardín de Leonardo Ramella y Silvia Canosa tienen mayor concentración de clorofila que cualquier otro espacio verde en Adrogué, el distrito narcótico por excelencia del sur conurbano, y es por eso que el NO zafa del mareo producido por el olor a transpiración del remisero que lo acerca a ese hogar, una casa antigua reciclada por sus propios dueños: el músico conocido Emisor y su compañera diseñadora. El detalle botánico tiene especial protagonismo en este artículo porque la excreción glandular del conductor se había vuelto insostenible al llegar a la parada final del recorrido: el shopping Boulevard, sobre la avenida Hipólito Yrigoyen, por siempre Pavón en el imaginario suburbano. Una vez allí, no hizo falta más que bordear el centro comercial, hallar la altura de la calle Rosales y tocar timbre. Así que, en ese contexto, la entrevista comienza con una inspiración profunda de aire fresco y limpio, y acaba con los interlocutores detrás de una densa cortina de humo, en el estudio emplazado en la habitación que da a la calle y decorado con unos comodísimos sillones, una modernísima Mac y un perro anarquista que se toma el chopp del NO.
“No tengo instrumentos tradicionales porque toda mi música la hago con la compu. Eso es música electrónica. ¡Y que los rockeros se dejen de subir a la cresta de esta ola porque para hacer electrónica tenés que laburar con una máquina! Si no, estás haciendo rock con matices de electrónica.” Emisor arranca la charla bardeando, fiel a su estilo. Para entonces ya había jugado al “escritor maldito” de la primera mitad del siglo XX y al “nuevo periodista” de la segunda, con su pantalón blanco, sandalias y capelina sobre un banco de plaza, en medio de un verde nacarado por el sol, para las fotos que ilustran esta producción. “A la Hemingway”, definía entre toma y toma.
Es probable que, a esta altura de la lectura, se considere que la charla no tuvo otro fundamento que el pasar la tarde en un ambiente amable. Y en cierto punto hubo algo de eso, pero como resultante. La idea primordial fue dialogar con Emisor sobre su reciente CD-Recordable, una compilación de los cuatro discos que el ex El Corte, Resonantes, La Forma, Capulco Gold y Mimilocos editó en compactos vírgenes entre 2001 y 2003, que en sí es una nueva obra, con otro concepto y arte.
–Con ambos, y con otras cosas también. Por un lado edité Eventualidad (2001), Contumaz (2002), Local (2002) y La noche del mundo (2003) en CD-R porque no tenía sello y creía que esa música estaba buena y tenía que quedar documentada. Entonces, en lo personal, tuvo que ver con esa austeridad, con esa ilegalidad desde la que producía. Después está el tema de la existencia del soporte en esa época y de la realidad del país, en términos económicos: por las mías no podía sacar un CD legal, entonces lo hice así. Y, por otra parte, estaban mis ganas de llevar eso a otro plano, con otra posproducción de sonido, legalizarlo.
–Hay un dato que no es menor: en Sadaic tuve que registrar todo como rock, porque ahí la música electrónica no está avalada como género. Entonces, de por sí, mi música es ilegal, no está institucionalizada. Fue todo un laburo legalizarla. Y por legalizarla digo editarla en un disco más “tradicional”, registrarla, que se venda en disquerías, que tenga una distribución, hacerle la prensa, todas esas cosas “legales”.
Uno se siente bastante estúpido cuando se hace el angloparlante y pronuncia el nombre de la nueva obra como “Cidí ricordabl” y ve que se perdió la otra parte del significado del título: “Cedé recordable”, por memorable. Por suerte, Ramella y Canosa son lo suficientemente amables como para deslizar la pronunciación correcta con cordialidad y avivar giles con sutileza. “Creo que estas canciones van a ser recordadas en el futuro”, dice él. Y es probable, por varias razones. La nominal: títulos como La Internet nos navega, Empleado en un sitio web o Serie de intensiones técnicas son contemporáneos. Otros como Re-volt, Deméter, Dominio ilusorio o Entorno volátil ponen a coquetear los nombres técnicos con el romanticismo de época. Y algunos como Adormidera, Mnaomai o Metamatemático suenan a delirium tremens, aunque más psicodélico-narcótico que alcohólico.
La estética: CD-Recordable es no sólo un compilado de autor sino también de género, que cuando parece que viene en plan dub se vuelve trip-hop, cuando arranca ambient termina house, cuando empieza minimal tech se convierte en new rave bailable, resumiendo así todo cuanto hubo desde The Hacienda, el club de Tony Wilson en Manchester, hasta lo que suena hoy en la peluquería Prana. A fin de cuentas, el resultado de la compilación acaba en chill out. La conceptual: en cuanto se escucha el beat de un tambor, y en tanto una serpiente de cascabel o el acople de una ventisca pueden coexistir perfectamente con pads y envolventes.
“Siempre hay una cruza de lo orgánico con lo informático”, sentencia sobre su música esta suerte de Stravinsky posmo, consciente de que todo copypaste precisa de la mano que mece el mouse y clickea. Y aunque esté en plan legalizador, Emisor sigue siendo en muchos sentidos un ilegal que usa sustancias y programas crackeados para componer.
–Claro que lo es. El artista es el que predispone una situación de sonido, el que determina las ondulaciones de las envolventes, el que tiene que estar con todos los sentidos puestos en lo que está sonando para ver dónde puede pasar algo interesante. Sí, claro, yo compongo.
–No puedo forzarlo, se da naturalmente, de forma orgánica, aun cuando trabajo únicamente con la computadora. No trato de emular una batería, uso sonidos de computadora como percusiones. Elijo una configuración musical, instrumental, digamos; y eso, con una ecuación de sonido, una situación de sonido particular, y una situación mental particular, para la que pueden ayudar ciertas sustancias, puede llevar a encontrar dónde está lo interesante entre todo lo que está sonando.
Pionero en la electrónica en tiempos en los que en Valentín Alsina las fábricas humeaban y el punk no tocaba para Quindimil, Emisor se cultivó con lecturas de Deleuze, filosofía trascendental y budismo Zen, y cultivó sus primeras plantas en el jardín de la casa materna. “Un día, mi vieja cayó y le había plantado marihuana”, recuerda. “Fue un lío, pero a los meses estábamos cenando con las hojas colgadas arriba de nuestras cabezas, durante el secado de la planta.” Así, como propuso Donna Haraway en el Manifiesto cyborg, el Ramella que comenzó baterista y acabó como ingeniero de sistemas sónicos logró a su manera –un poco cyberpunk, un poco psicodélica– la comunión de lo orgánico con la mecánica informática, mediante la técnica musical.
Y siempre desde una ética punk en sí misma: cuando el distrito se contraculturizaba con Endrogada en Adrogué, Leo se iba al Parakultural y a Cemento; cuando en el barrio Tomás Fonzi se convertía en VIP de Sobremonte y La Diosa Gaia, Leo se encerraba a grabar música con el Soundforge 5. Y, por entonces, lo único más lo-fi que ese programa era ¡la “grabadora de sonidos” que venía con el Windows 95 profesional! En ese sentido, CD–Recordable es de lo más Emisor entre todo lo que Ramella ha hecho hasta acá, porque compila el compromiso intelectual de su época, la abstracción psicodélica del rock, el grito orgánico de la ética punk y la diversión mecánica del baile post punk con el pulso técnico de la composición musical y la herramienta informática del software. Un documento recordable de este siglo XXI, (también) cambalache.
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