SHANGHAI HACE “ROCK SIMPLE Y COTIDIANO”
› Por Javier Aguirre
El enigma infinito sobre el orden de aparición del huevo y la gallina puede reescribirse en cualquier esquina de Hurlingham, de Mataderos o, en el caso de la banda Shanghai, de Avellaneda: “¿Qué fue primero, el rock barrial o esa conjunción semibohemia de mística suburbana, guevarista, cervezal y, fundamentalmente, futbolera?”. Los últimos veinte años del rock argentino han sido pródigos en postales de esquinas. Algunas de las bandas del rock barrial han tocado el cielo de la música popular argentina, otras han grabado hasta una decena de discos antes de separarse, y hay algunas que permanecen —incansables, convencidas, ensimismadas, invencibles— en ese agujero negro de voluntades briosas que parece ser el under, con la única meta de hacer rock. Es decir, de componerlo, de tocarlo, de pulirlo, de volver a tocarlo y de grabarlo sin descansar jamás. Este tercer destino posible parece ser afín al de Shanghai, la banda bonaerense que prepara para marzo la grabación de su cuarto disco en doce años de carrera. “Así como nuestro país cambió cinco veces de presidente en una semana, nosotros hemos cambiado mucho en toda nuestra carrera, hasta encontrar el punto justo”, evalúa el cantante Toti Ghirardi, a quien acompañan en la banda Pollo Añon (guitarra), Sergio Varela (bajo), Mario Castro Rey (batería), Guille Solís (guitarra), Fede (armónica) y Cuervo López (saxo).
Ese punto justo consiste en el rock and roll bonaerense más ortodoxo, con saxos que moderan la ferocidad de las guitarras y con una voz que parece estar, todo el tiempo, rindiendo un emotivo homenaje a las letras que canta. El fútbol, qué duda cabe, funciona como eje: “Buena previa, mejor vino.../ Más allá del resultado, debo estar en el tablón/ agitando con la hinchada.../ Yo sólo quiero ir con vos, de la mano del campeón”, dice el himno propio del grupo, la canción Pasión de multitudes. Aunque la utopía rocker de la banda es llegar a tocar alguna vez en la ciudad china de Shanghai, de momento el lugar más extraño en el que ha tocado fue... Mercedes: “El lugar se llamaba La Trocha, y era una estación de tren abandonada de Mercedes, con las luces en un vagón fuera de servicio”, recuerda Toti, y confiesa: “Nos llena de orgullo la forma en que la gente recibe nuestro rock simple y cotidiano”.
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