Jueves, 19 de febrero de 2009 | Hoy
SIN ZAPPING NI AVISOS, LOS 10 MOMENTOS TELEVISIVOS DEL ROCK ARGENTINO
No son conciertos ni videoclips, pero sí algunos de los momentos más impactantes que el rock argentino se anotó en la televisión, muchos de ellos incluso anteriores a ese zapping del pasado catódico que permite YouTube. A veces mirados a través del periodismo y otras veces como estrellas invitadas, varios músicos protagonizan un álbum de fragmentos televisivos que, como el rock, pueden proveer sorpresa, dolor, emoción o hasta carcajadas. No cambies de canal.
Por Javier Aguirre
La imagen no pertenecía a ningún programa en particular sino que fue captada por una cámara digital privada, aunque luego engalanó cuanto noticiero hubo en el aire el 3 de marzo de 2000. Fue el clavado más famoso del rock argentino, y hasta fue documentado en las canciones Me tiré por vos y Noveno B para el retorno de Sui Generis: Charly García estaba en una habitación del noveno piso de un hotel mendocino y, tras una discusión, saltó desde el balcón, cayó veinte metros y acuatizó en la piscina del edificio. Las cámaras fueron a buscarlo hasta la escalerita de la pileta, donde Charly, con malla y acomodándose el pelo, dijo que la experiencia le gustó, desafió a los movileros (“Yo no digo que voy a saltar; yo voy y salto”), y aseguró que ya había saltado en el pasado. Aun sin saber cuántas veces Charly se había arrojado desde un balcón, la presencia de una cámara convirtió esa temeraria maniobra en un hecho televisivo y único: un rocker desaforado que cae al vacío verticalmente, parado, con las piernas abiertas, casi calculando. La secuencia incluye el horror del final abierto, ya que en la grabación original no se ve dónde cae García, porque una arboleda oculta la pileta. “¿Dónde cayó?”, debe haberse preguntado, no sin morbo, el anónimo camarógrafo.
La escena de mayo de 1994 fue futbolera, aunque no hubiera ninguna pelota en cámara. Y revelaba la euforia que se vivía en el país en las semanas previas al Mundial de Estados Unidos, aquel en el que a Diego Maradona le saltó el doping positivo y corta-piernas. Bajo una noche cerrada a cielo abierto, en la oscuridad del predio de la AFA en Ezeiza, Andrés Calamaro y Fito Páez visitaron a Diego en la concentración de la Selección, seguramente con el permiso del entonces DT, Coco Basile. Y le cantaron una serenata, con la guitarra acústica y la voz principal en manos del Salmón y los coros a cargo del rosarino. La canción elegida fue Salud (dinero & amor), de Los Rodríguez, y Maradona –que tenía puesta la ropa de entrenamiento de la Selección, con el muy vintage logo viejo de Adidas en el pecho– la escuchó atentamente, parado entre ambos músicos, sosteniendo en sus manos el micrófono cual movilero, y con una sonrisa enorme. Con el rasgueo final, Diego aplaudió y gritó: “¡Son unos maestros!”. La espina que quedó es que, a pesar de los convites gestuales que Calamaro y Páez le hicieron durante toda la interpretación, Diego no se prendió a cantar ninguna estrofa. ¿Acaso no sabía la letra? ¿Ni siquiera el deportivísimo y anti-resultadista verso de “brindo por la victoria, por el empate y por el fracaso”?
En pleno horario central televisivo, uno de los debates intestinos de la cultura rock mostró sus dientes y sus prejuicios cuando Pappo y DJ Deró (hoy, Ezequiel Deró) coincidieron como invitados en el programa Sábado Bus, allá por agosto de 2000. “El guitarrista contra el DJ”, “El conservador contra el moderno”, “El músico contra el ladri”, “El veterano contra el joven crédito”; las maneras de entender esa pulseada son muchas. Más allá de la sorna con la que medió el conductor Nicolás Repetto, el visible encono de Pappo y la angustiada argumentación de Deró probaron cuán en serio iba el cruce de púas (una de guitarra, otra de bandeja). El detonante fue que, mientras era interrogado por Repetto sobre su paso por el Love Parade de Berlín, el DJ utilizó la palabra “tocar”. El Carpo tomó un traguito de vino y apeló a su ronca metralla verbal: “Buscate un trabajo honesto, pibe”. Risas y tímidas intervenciones de otros invitados, como el actor Juan Acosta o la conductora Karina Mazzoco. Deró, incómodo y con tono didáctico, explicó: “El disco es un instrumento, yo toco discos”. Y Pappo, sin mirarlo, corrigió: “El disco no es un instrumento, está grabado por otro; ahora resulta que estuve toda la vida estudiando un instrumento para que después venga uno, enchufe y diga que toca”, argumentó el líder de Riff, mientras hacía girar un dedo frente a la boca, en inequívoca acusación de chamuyo hacia el pinchadiscos. Una batalla que el rock le ganó a la electrónica.
“No tomes más”, era el consejo que Pipo Cipolatti, caracterizado como un movilero pelirrojo, con cresta y anteojos con marco de carey (o sea, caracterizado como Pipo Cipolatti), le daba a Chango, su camarógrafo. Sorprende, hoy, que Telefé pusiera en el aire los viernes a las 23 un programa de sketches surrealistas y drogones con el rol protagónico a cargo de Pipo. Pero eso era posible en 1992, cuando Los Twist vivían cierto reverdecer mediante el hit El estudiante, y el cantante venía de impactar en la tele con sus móviles paródicos en La TV ataca, que conducía Mario Pergolini. Boro Boro le daba a Cipolatti un marco ideal para el descontrol, rodeado de sus compañeros-amigos-integrantes-ex integrantes de Los Twist (Fabiana Cantilo, Damián Nisenson, Rolo Rossini), además de una sex-symbol en ascenso (Carolina Peleritti) y un veterano actor de carrera (el fallecido Nathán Pinzón, que interpretaba al diabólico Nathanás). Aunque antes y después de Boro Boro otros músicos de rock condujeron ciclos de TV, ningún otro se acercó a esa idea de capocómico psicodélico. Ni mucho menos el discurso reventado y dadaísta de Cipolatti. El mismo que mostraría como conductor en posteriores programas (Súper Pop Kids, Rompeportones) y, más cerca en el tiempo, como entrevistado, pero contando miserias familiares en talk-shows. Boro Boro duró tres meses al aire, en YouTube hay sólo un fragmento, y el propio Pipo, sorprendido por la consulta del NO, recuerda: “La experiencia fue más fascinante que el programa, aunque lamentablemente me robaron los VHS, así que nunca pude volver a verlo”. ¿Perdido para siempre?
En 25 años de mediatiquísima carrera, Los Auténticos Decadentes construyeron un recorrido televisivo muy rico (muchas de esas escalas forman parte del extra Trucholandia, incluido en el reciente DVD Somos). Una de las apariciones más recordadas de la banda de rock que más hizo por los trencitos fiesteros en la historia ocurrió en 2001, cuando festejó sus 15 años de carrera y, por única vez, fue invitada a Almorzando con Mirtha Legrand. La conformación de la mesa generó dudas vinculadas con la superstición: 12 Decadentes más Mirtha sumaban 13 comensales y nadie quería eso, por lo que se especuló con convocar al Suizo Sayans, por entonces invitado estable del grupo, o “el decimotercer Decadente”. Sin embargo, finalmente se decidió hacer el programa en dos tandas, y que los músicos almorzaran en dos turnos, de a seis. “Lo que hacíamos los seis que estábamos fuera de cámara era inventar supuestas preguntas comprometedoras de los televidentes, para molestar a los que sí estaban al aire”, recuerda Nito Montecchia, guitarrista de la banda, y ejemplifica: “Por ejemplo, hicimos que Mirtha le preguntara al aire al saxofonista Pablo Rodríguez si era verdad que siempre se transaba a sus alumnas de saxo”. Vestidos de smoking blanco, los doce Decadentes charlaron con la longeva conductora sobre Alberto Castillo y hasta tocaron el vivo, mientras hacían la digestión. “Mirtha la tiene re clara, y nos gustó ir a su programa. Nosotros tuvimos una época en la que éramos muy televisivos; pero ahora no vamos más a la tele, ya nos rompió los huevos”, asegura Nito, y dispara una desafiante confesión: “Odio a los productores de televisión, son lo menos”.
El Indio Solari estaba sentado en el medio, con anteojos negros. Lo rodeaban Skay Beilinson, también con lentes oscuros, y Semilla Bucciarelli, sin gafas, total a él nadie lo miraba. Era agosto de 1997 y faltaban cuatro años exactos para que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se separaran. En una excepción notable (y en términos ricoteros, histórica) a su rechazo a la exposición televisiva, la banda de rock and roll más popular del rock argentino organizó una conferencia de prensa, debido a que acababa de ser prohibido un concierto que iban a dar en la ciudad bonaerense de Olavarría. El estigma de los incidentes en los shows de los Redondos estaba en boca hasta de Catalina Dlugi. El que hablaba, claro, era el Indio. Y hablaba claro: “La histeria ha descripto esto como si fueran a venir 15 mil chicos, todos en actitud de destrozar. Pero no son vándalos, son chicos de familia, algunos tienen 12 años, nada de malevolencia. Ni siquiera se parecen a esos rostros que podrían temerse, de gente mayor, de sindicalistas”. El Indio monologó con riqueza retórica, amplitud de análisis, léxico nutrido y mucha paciencia, casi como Marcelo Bielsa más tarde en sus conferencias de prensa como DT de la Selección. “Yo no bajo línea. Hacemos canciones y los chicos vienen a escucharlas porque los conmueve. Vivir cuesta vida, no se puede vivir en una sanguchera de vidrio. La vida no es rica si no está expuesta a ninguna experiencia”, enuncia. Ningún rocker recuerda con afecto al responsable político de aquella prohibición, el entonces intendente de Olavarría, un tal Helios Eseverri, ya fallecido. Pero llega la paradoja del archivero: sin aquel episodio, las imágenes disponibles del Indio Solari hablando largo y tendido por televisión serían casi nulas.
Parecía que el rock ganaba espacios en la televisión abierta cuando el programa Hacelo por mí, que en 1992 conducía un pelilargo Mario Pergolini por Canal 9, convocaba a bandas de rock para tocar los domingos a la noche, en franca competencia con Ritmo de la noche y su plan melódico–festivo con el que, desde Telefé, Marcelo Tinelli lideraba las mediciones de rating. Pero nada es lo que parece, y Hacelo por mí no resultó precisamente el legendario Top of the Pops de la BBC: las bandas no tocaban en vivo sino que debían hacer playback. Divididos fue invitado al programa, y como el entonces baterista de la banda, Federico Gil Solá, se demoraba en sumarse a la entrevista previa al show, Pergolini le advirtió a Ricardo Mollo: “Van a tocar sin batero”. A lo que el guitarrista respondió: “Sí, igual es lo mismo”. Es que acaso sorprendidos –o bien fingiendo estarlo– por la imposibilidad de tocar en vivo, Mollo, Diego Arnedo y Gil Solá hicieron un playback punk, jocoso y boicoteador de la canción Sábado. Que empezó con timidez, con Mollo rasgueando a destiempo y simulando errores; y terminó en cualquiera, con Arnedo saliendo de cámara, los músicos charlando con los brazos caídos, o con Gil Solá dejando la batería en medio de la canción, y regalándole los palitos a los fans que había en la tribuna.
En 1985, Charly García y Luis Alberto Spinetta masticaban un probable disco en conjunto, una verdadera cumbre del rock argentino entre sus dos máximas estrellas (al menos hasta entonces). El proyecto había generado muchas especulaciones, fuerte expectativa y una serie de composiciones entre las que estaban Una sola cosa, Total interferencia, Pobre amor, llámenlo y Rezo por vos, la más importante y la que quedaría como símbolo de esa abortada gestación rockera. En ese contexto ambos fueron invitados a tocar en vivo al programa Cable a tierra, que conducía Pepe Eliaschev por el canal estatal, que por entonces se llamaba ATC. Acompañados por una batería programada, García –con tres teclados y un micrófono– y Spinetta –con una guitarra y otro micrófono– interpretaron juntos Rezo por vos, pero un fuerte componente de mufez aguó la fiesta: al mismo tiempo en que ambos colosos tocaban ante las cámaras, la videocasetera de la casa de Charly, que había quedado programada para grabar justamente esa actuación, sufrió un cortocircuito y se prendió fuego. O sea, mientras que García y Spinetta cantaban el verso “y quemé las cortinas y me encendí de amor”, se incendiaba el domicilio particular de quien todavía no era Say No More. No sin cierta lógica, Spinetta consideró que el siniestro era un pésimo presagio: hubo matafuegos, peleas y paranoias; y los planes del disco en dueto quedaron truncos, quizá para siempre. Aunque donde hubo fuego...
El Pity Alvarez de pelo decolorado y con Intoxicados en alza ya había ganado sus minutos en la televisión, y no por su obra musical. El presunto robo de un remís, con persecución policial rutera y todo, lo había convertido en una vedette trash de Crónica TV. Su carisma, sus canciones franquísimas, sus descontroles y sus declaraciones –parte slogan, parte cinismo, parte candidez– resultaban ideales para el formato de “informe televisivo”, y quien lo advirtió fue Daniel Tognetti para el programa de Canal 9, Blog, en agosto de 2006. Las preguntas y las respuestas sobre marihuana y pasta base aseguraron el alto impacto de la entrevista, aunque el salto de calidad rockera y televisiva lo dio el viraje temático hacia el estómago after-todo de Pity. Y hacia sus teorías sobre medicina no tradicional. El cantautor de Piedrabuena recorrió la cocina de su casa y llegó hasta la hornalla, donde había una olla con sopa olvidada desde hacía varios días. Obviamente se había convertido en una baba blancuzca y putrefacta en la que, a modo de fideos, flotaban unos cuantos hongos (o musgos, o líquenes, o formación bacteriana o vaya a saber qué otro tipo de organismo celular asqueroso y potencialmente tóxico). Pity agarró una cuchara, revolvió la sopa fría y podrida, y levantó un objeto verdoso, de forma irregular, y que bien podría ser una amígdala de Jabba el Hutt. “Esto es un champiñón, ¿quién puede pensar que es feo? Además crea anticuerpos. Yo como estas cosas y nunca me dolió el hígado”, dijo Pity mientras mostraba el grumo pútrido a la cámara. “No te lo claves, por favor”, le imploró Tognetti entre risas, con indisimulable tono de arenga. Aaaadentro. Pity se tragó el hongo, mientras restos de la ex sopa permanecían en sus labios. ¿No era que Pomelo era Juanse?
Algo así como una de las estrellas de la televisión argentina del cambio de milenio, Andy Chango promocionó su debut como solista –conceptual y politóxico– en el mejor escenario que consiguió: el de los programas de Chiche Gelblung (Memoria, 2000), Mauro Viale (Indomables, 2002) y Lucho Avilés (Indomables, 2001). Su rally por los talk-shows tuvo momentos de euforia, de carcajadas, de paranoias y hasta de mal viaje. Se deseó la muerte (mutuamente) con el ex policía y diputado menemista-liberal Alberto Albamonte. Fingió quedarse dormido de aburrimiento junto al panel de Indomables. Y a pesar del tono de vituperio cruzado constante que mantuvo con panelistas y conductores, por lo general mantuvo una elegancia argumentativa que le permitió salir bien parado, en los escasos pasajes de debate más o menos serio sobre libertades individuales y consumos. Desde entonces, aquellas “entrevistas” vinieron siempre al caso para que los numerosos programas de archivo televisivo incluyeran todas las imágenes disponibles de rockers hablando de drogas, desde Andrés Calamaro hasta Pipo Cipolatti. Sin embargo, no todas las apariciones de Chango en su “rueda de prensa” terminaron igual: Chiche lo despidió con frialdad e indiferencia; Mauro, con un abrazo jocoso; y Lucho, con acusaciones y gritos enojados. Es que a cada uno le pegó distinto.
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