AUYENTADEMONIOS, CAJA ELECTRICA DE PANDORA
El arte del ruido
Bajada: Sus shows o cada canción puede durar 10 minutos. O más, o menos. La formación es móvil y la prueba de sonido, a veces, queda a cargo de músicos amigos. De la escuela MC5, con la guía espiritual de Sun Ra y la actitud sonora de Black Flag, existen y se dejan llevar.
› Por Santiago Rial Ungaro
”No vi en vivo a Sonic Youth... Mucha gente me dice eso: ‘¡Cómo no fuiste a ver a Sonic Youth! ¡Justo vos!’. Y tal vez sea vanidoso, pero esa sensación que tuvo la gente que los fue a ver, de que no sabés dónde estás, de que todo está estallando en todos lados, eso es lo que me pasa siempre que toco la guitarra.” El que habla es Nicolás Di Yorio, 35 años, electromaníaco líder de Auyentademonios. Siempre entusiastas a la hora de generar explosiones de sonido, los demonios para este grupo de guiterroristas (la formación se completa con Diego Rodríguez en guitarra, Pato en bajo y Gori en batería) parecen ser las convenciones: cualquier tipo de convención sobre cómo debe funcionar un grupo de rock. Luego de 6 años deambulando por diversos escenarios y con su primer disco Este color evita la fatiga visual, editado en forma independiente en el 2001, la existencia de un proyecto de estas características es una noticia. Todo en Auyentademonios (A.D.) parece excepcional: se trata de un grupo para el cual los ensayos “sirven para probar las ideas que tenemos. De hecho no queremos ensayar siempre en la misma sala para no acostumbrarnos”. Por otra parte, en sus escasos pero recordables shows, las listas de temas son sólo una referencia “para no olvidarnos de que tenemos temas”. Incluso algunas pruebas de sonido fueron realizadas por los integrantes de las otras bandas. Todo lo que para el resto de las bandas es un problema, para A.D. parece ser una oportunidad para experimentar: “Una vez teníamos que hacer una fecha y nos dijeron que no podíamos tocar con batería, porque se quejaban los vecinos. Y nos dijimos: ‘Bueno, está bien’. Gori consiguió una caja de ritmos, la programó y tocamos así. Estuvo buenísimo”. Sus performances, que más de una vez fueron interrumpidas por los dueños de los lugares, llegaron a durar apenas 10 minutos. “El tiempo exacto para sintetizar todo lo que hacemos y no dar tiempo a que nos corten. Enchufamos, tocamos a full y nos vamos: y nadie entiende qué fue lo que pasó”, explica Diego Rodríguez.
Incluso la formación del grupo está sujeta a fluctuaciones. A.D. son 4, pero pueden ser dos (alguna vez tocaron Diego Rodríguez y Di Yorio con sendas portaestudios, pedales y amplificadores), o tres. Las entrada de Pato, bajista y cantante del grupo y tatuador nómade, escapa a cualquier lógica: “A mí me avisó Diego, que era un amigo suyo que venía de Estados Unidos que había estado allá y que iba a venir a tocar un par de temas con nosotros. A mí me pareció bien. Lo único: estaba preocupado por él, que nunca había estado con nosotros y no conocía los temas. Cuando se incorporó, hicimos un show muy stone, todo 3 tonos, en todos los temas. Yo nunca había tocado en esa onda. Ahí supe”. El grupo, además, cuenta con un guitarrista “suplente” (Nicolás Pucharelli). A grandes rasgos, A.D. es un grupo de hardcore, con una influencia de grupos como Dead Kennedys, Minor Threat, Black Flag, Fugazi y bandas más oscuras como Engine Kid, y con una tendencia hacia los digresiones explosivas. Pero tal vez lo más acertado sea considerarlos como una usina de energía electrica, un dique abierto del que puede surgir cualquier cosa. Por lo pronto, Gori y Pato Domínguez se llevan muy bien entre ellos y están armando un grupo de glam rock, bien stone, bajo el nombre de Sacachispas. ¿No podría ser A.D. un buen grupo de rock convencional? “Nos resulta imposible hacer canciones, aunque sí podemos hacer hits mediocres. No son hits como los de Michael Jackson sino que son temas que están buenos y que son fáciles de recordar”, dice Rodríguez. Di Yorio agrega: “Cuando queremos hacer temas, nos salen temas de rock y nos salen bien, pero nos falta la esencia, que es experimentar. Los temas los usamos como calentadores o como disparadores. Tocar temas es una circunstancia, como calentar los músculos para ir a jugar al fútbol. Tal vez tocamos algo cuadrado y tocamos cuadrado casi para concentrarnos en lo que es un cuadrado, hasta que alguien empieza a limar un lado y toda la energía explota porque todos nos prendemos en eso. Y a veces es alrevés: estamos haciendo una bola de sonido y uno de nosotros se da cuenta de que hay algo que se parece a algún tema y empieza a tocar ese tema. Y todos lo seguimos”.
Con esa metáfora geométrica, Di Yorio lo que está explicando es cómo funciona un grupo de free-rock: los riffs sirven como trampolín para una música realizada en base a improvisaciones, un concepto sonoro que está en la misma línea de otros grupos históricos como Velvet Underground, The Stooges, MC5, Sonic Youth, The Who (“son una influencia en lo de romper los instrumentos”, aclara Diego Rodríguez) o, más cercanos en el tiempo, Polvo, Drive Like Jehu o Truman Waters. Una música que se conoce como noise, pero que en realidad tiene un antecedente no siempre tan conocido en el free jazz original, cuya estética y filosofía alcanzan, en sus mejores exponentes (Ornette Coleman, John Coltrane, Sun Ra, Albert Ayler, Cecil Taylor, por nombrar algunos de los referentes más importantes) algo que aún hoy resulta desafiante, vital y revolucionaria. La autocomplacencia, punto crítico de la música free, es entonces la esencia de A.D. “Cuando sufrís, la pasás mal. Y tratamos de no pasarla mal, aunque alguna vez la hemos pasado pésimo. Pero me parece que vos sufrís más en una estructura, porque si tocás fuera de tiempo, o fuera de armonía, si pifiás, eso lo sufrís. Pero cuando no tenés preconceptos, lo que tratás de producir es algo bueno, algo que sea agradable.” Agradable para los A.D. es surfear en una ola de ruidos, reverberancias, acoples y demás sonidos, aprovechando toda una cantidad de fuentes sonoras que pueden ir desde las más obvias (un pedal, un amplificador, etc.) hasta las más inusuales, como ser un improbable casete con voces de presidentes argentinos, el casete del contestador de un celular o un insólito scratching hecho con un disco con los relatos de José María Muñoz de los goles del Boca Campeón de la Libertadores de 1978.