Jueves, 23 de abril de 2009 | Hoy
BICICLETAS PEDALEA SU MUSICA
Los bicivoladores piden un lugar en la escena actual y defienden, entre otras cosas, la pureza de andar en bici por la ciudad a pesar de la enajenación reinante. Su disco Quema, así, viene a ser un auricular encendido de buena música ante la polución sonora que propone otra parte del rock nazional.
Por Julia González
Quema es un disco de rock. Así de simple. A Bicicletas le llegó el momento de levantar su bandera y dejar atrás todo rasgo de tibieza. Si bien está desprovisto de trivialidades, Quema es puro rock en estado animal y a veces espacial. Las canciones instan al baile desde el primer acorde que sobreviene en riffs adhesivos, cuando las guitarras y los teclados se ponen de acuerdo y de pronto aparece esa voz rasposa que arenga. El sonido se unifica en una psicodelia lisérgica que la banda ya había probado en trabajos anteriores. “Es un disco muy responsable, no de tener cero fantasía, pero sí de tener un argumento detrás”, dice Mariano Repetto. Entonces habla de La puerta: “Es una canción generacional”. En ella piden con respeto que los de arriba los dejen entrar a ellos y a otros grupos que hace tiempo caminan a la par, como para que no sea una generación de músicos destinada a la desaparición. Con ocho años de vida, dos LPs, más cuatro EPs en su haber, enfrentan un noviazgo de los largos sin haber dormido ni una noche afuera. “Bicicletas nunca paró”, puntualiza Julio Crivelli (voz y guitarra).
Quema, editado por Bingo Records (sello que debuta con este disco) y Estamos Felices, diluye cualquier fantasma de Jaime Sin Tierra, aquellos poderosos indies que supieron sensibilizar los ‘90. Si en el CD anterior epónimo quedaba algún vestigio de ese sonido, en éste sólo hay velocidad y cierta madurez. “Hubo mucha gente que nos decía que le gustaba más vernos en vivo que escuchar el disco, cosa que va a seguir pasando. Pero buscamos en estudio un sonido que fuera cada vez más similar al que tenemos en el show”, cuenta Julio. Si bien no son una banda retro porque los sintetizadores le dan un carácter actual, Bicicletas reivindica el rock’n’roll más puro y homenajea así a los iconos del pasado.
En este disco los instrumentos pasaron al frente y el sonido analógico les dio a las canciones una impronta más del vivo, ya que casi no están condimentadas con los toques de la tecnología. Lo mismo con la voz, que está bastante seca y no tiene más que algunos efectos de cámara. “Lo que siempre buscamos fue claridad, porque en general las bandas en el indie se ensañan mucho con cuestiones sonoras. Buscamos que la bata se entienda bien, que la voz se entienda bien, para que la canción quede clara, que no tengas que escucharla 18 veces para entenderla”, expone Julio.
Quema estaba listo desde septiembre del año pasado, pero Bicicletas tomó la decisión estratégica de dejar pasar el verano para no competir con los grandes lanzamientos. “Además tenemos un par de signos misteriosos, como que 2009 va a ser un buen año para la banda, entonces queríamos jugar con eso”, apunta el baterista. Desde su nacimiento, Bicicletas tiene la particularidad de rodearse de amigos verdes y amarillos para llevar adelante su colectivo de arte. Y el proceso de Quema no fue más que otra reunión. La mitad de los bajos de Ruki Pardo y las baterías fueron grabadas en el estudio El Pie, el resto en su estudio (“el centro de operaciones, el Poder Ejecutivo de Bicicletas, la Pink House”), y fue producido por Nacho Valdez, el tecladista. Ellos mismos son los realizadores de sus videos.
Un amigo de la primera hora –Ezequiel Black– diseñó el arte al igual que en el disco anterior, Marcelo Blanco (ex Doris y actual Onda Vaga) grabó las trompetas, Nikita Nipone ayudó con las guitarras, y Pablo Romero coprodujo los temas 11 y 20 y Pájaros. “Bicicletas tiene una forma de actuar bastante autosuficiente. Entonces nos parecía formidable que el disco anterior haya salido con (Ezequiel) Araujo, pero que ahora lo hiciera uno de la banda, porque creíamos en él. Y lo más atractivo es que este disco es consecuencia de una decisión que tomaron algunos integrantes de la banda en 2006 de irse a vivir juntos y armar toda la movida de la banda en una casa. Tenemos la suerte de formar parte de un grupo de amigos o de gente muy imaginativa”, dice Mariano.
Mariano: –Eso es parte del perfeccionamiento. A nosotros nos parece que este disco tiene mejor producción que el anterior, que a su vez estaba mejor producido que el anterior. Hay bandas a las que no les interesa mejorar la calidad de su audio. Pero me parece que es la idea del progreso en medio de la Ilustración francesa. Siempre jodo con eso, pero es como para que entiendan. Las canciones son mejores así.
Julio: –También elegimos ser más sintéticos. En un show te podés dar el lujo de alargar ciertos climas instrumentales o de cantar un poco distinto o de bajar el tema y volver a subir. Te podés dar ese lujo porque está la gente mirándote y está todo el condimento visual. Pero en un disco, que son cuarenta o cincuenta minutos en que la persona está sentada frente a un equipo escuchando, tenés que ser más sintético, las ideas se tienen que entender más rápido.
Bicicletas fusiona el mundo de las ideas con el aspecto sensible. La banda unifica estos dos mundos y se encarga de multiplicar las miradas del presente sin dejar de ojear el pasado. Abre el prisma y juega con una miscelánea interpretativa. “De la psicodelia viene el tema de las múltiples miradas. Tenemos una obsesión con la mirada. Si la realidad es una, la mirada se la puede decodificar de distintas maneras. Como si fuera la tapa de Dark Side of the Moon, que son muchos vectores de luz que salen transformados a través de un prisma. Bueno, cada uno entra de maneras distintas a la realidad y después su mirada sale transformada”, dice Mariano, que compara su banda con el estado de naturaleza de Rousseau: la libertad y la pureza de andar en bicicleta en la ciudad, a pesar de la enajenación que la civilización impone.
A medida que pasa el tiempo, estos cinco adoradores del legado psicodélico de Albert Hoffman parece que ampliaran los conceptos en los que engloban a su banda. Cuando grabaron Deslízate naranja, seguramente no sabían que esas canciones serían las hermanas mayores de las otras que vendrían. En ese primer EP (que bien podría considerarse un LP, a pesar de tener seis buenas canciones que dejaban ese gusto a poco) están presentes las líneas estéticas por las cuales transitó Bicicletas en estos ocho años. Y así Arbol es la hermana mayor de Casa y de Cara de rojo (canciones de Deslízate naranja, Bicicletas y Quema, respectivamente), El sol es la previa del rock electrónico y esa impronta espacial de la velocidad de Corre (de Bicicletas); y Jueves es la canción de amor que puede ser Camellos o Tren. “Vamos a hablar claramente –dice Julio–. Deslízate naranja es un disco donde hay no sé si dos o tres canciones que tiran a The Cure, un poco a Radiohead, y esa comparación, siendo que Jaime Sin Tierra tiraba mucho para ese lado, tiene cierta lógica. Pero también es cierto que en ese disco había otras canciones como El sol, que eran impensables para el universo de Jaime.” Y se entiende su pedido de no comparar más a Bicicletas con sus amigos JST porque con Quema encontraron su propio sonido y, según dicen, hay más ideas para seguir alimentando ese mundo que se codea con el de Lucy en el cielo con diamantes.
El gran Houdini: “Es el track escondido. Es oscuro, felino, místico y sexual. Es un himno, Houdini es el escapista. Es el himno de la desaparición. Es romántico también”.
Quema: “Es una canción del infierno, de la codicia. De que el infierno está encantador, que la codicia te quema y no te deja sentir. Es de Fede (Wiske, guitarras) esa canción. Es como un mantra que te la cantás como para no olvidarte de quién sos. Tiene una cosa que cuando parece que no puede crecer más, crece y crece y crece”.
11 y 20: “Es una canción de amor que habla de los ciclos. A grosso modo habla de todas las cosas que tenés que enterrar para volver a enamorarte y para que se enamoren de vos. Está el video de esta canción, que arranca en un universo psicodélico y después pasa a otro escenario de liberación mental, es el proceso de transformación”.
Hoy: “Viene de Todos los días de Deslízate naranja. Tiene un gran juego de teclados, el ritmo es una cosa medio sexual. Habla de la histeria entre los sexos o el mismo sexo, esa cosa de que quiero pero me hago el que no quiero. Musicalmente es una canción alegre, pero hay un diálogo con la letra que puede ser contradictorio”.
Araña negra: “Es de protesta porque habla del sistema, de la mierda que se te fue por las orejas, de la gente que está en una fiesta y no te deja entrar. Es una canción de vos contra los que te vuelven locos. Dice voy a derribar tu casa, pero después te vas a festejar. Podés estar en contra de algo, pero no por eso dejar de cantar y bailar. La base es muy tecno. Es una mezcla de Los locos Addams con la fábula de Los tres chanchitos”.
Conversación: “Es la hermana de Jueves de Deslízate... Es para la gente que le gusta Bicicletas hace mucho tiempo”.
Pájaros: “Tiene mucho de Girl de Los Beatles. Es una canción de despedida, melancólica, pero no llega a ser oscura. El tecladito es re volador. Es la canción que más le gustó a Pablo (Romero). Tiene algo de canción que podés escuchar después de una fiesta, para volver, para cerrar un poco el día. También habla de ser el malo de la película, porque a veces la única forma de despedirte de alguien sanamente es que esa persona te odie”.
La puerta: “Tiene una cosa medio country. El coro es re fuerte. La generación de gente que se dedica al rock es una generación que siempre está esperando que lo viejo le dé la oportunidad. Este es un país en el que los artistas masivos son siempre Calamaro, Fito Páez, Charly; quiero decir, gente vieja. Esa canción es de eso, pero no sólo con respecto al rock sino con respecto a toda la vida de la gente joven. Es una interpelación a la gente a que abran su cabeza y su corazón a las bandas nuevas que tienen tanto para contar, y a las disciplinas en general: a las redacciones, a las empresas, a la política. No es un capricho de rebeldía, estamos hablando de la generación de gente que está arriba de los 27, por ejemplo”.
Cara de rojo: “Es el tema de la ciudad. Viste esa canción que dice ‘la gente en la calle parece más buena, todo es diferente gracias al amor’. Esto es todo lo contrario: al personaje de esta canción la gente le parece más mala después de una pérdida. Termina diciendo ‘quiero volver a casa’. Es una descripción de Buenos Aires. Es que a los Bicis la vida monogámica nos hace bien”.
Pica pica: “Es la que dice ‘ay, cómo pesa el cuerpo’. Es una canción complicada, también de Fede, una mezcla de Arctic Monkeys con los Redonditos de Ricota. Viene con riffs asesinos. Le pusimos Pica pica por los que te hacen las bajadas en la calle. Al principio sostiene una sensación de incomodidad, de un sueño pesado y una cosa molesta en la que alguien duerme en la calle y todo le pica y le pesa, pero el estribillo es de amor. Es un bolero, pero para nosotros es una especie de locura”.
En tu cara: “Habla de la infidelidad, de la cama como lugar simbólico. Es la tentación. Por otro lado también tiene un juego muy insoportable, muy difícil de cantar, porque son todas palabras muy parecidas entre ellas, y si las cambiás de lugar el significado es totalmente distinto. El laburo es psicodélico, como esos cuentos de Borges que leés y aparentemente es un cuento policial, pero después lo vas leyendo para adentro, para adentro, y va teniendo un montón de otras capas que excede esa situación”.
Escaleras: “¿Viste la Pantera Rosa, que tiene una nube negra que siempre le llueve? Escaleras tiene esa cosa de persecución, con las percusiones muy tribales. El personaje de esta canción siempre puede llegar un poco más bajo. Es como una advertencia de que siempre se puede estar peor”.
Tren: “Es la canción más emocionante. Funciona como despedida del disco, pero es más la canción que uno le cantaría a alguien para que se fuera a descansar acompañado. Es una canción de cuna, claramente a lo Bicicletas”.
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