Jueves, 7 de mayo de 2009 | Hoy
INES EFRON Y NAHUEL PEREZ BISCAYART HABLAN DE SUS JUEGOS EN EL CINE
Estos dos pequeños grandes rostros del cine argentino se han cruzado de forma intermitente en pantalla grande haciendo un poco de ellos, un poco de adolescentes desgarbados, hipersexuados, solitarios y dubitativos, pero tremendamente potentes. A pedido del NO se encontraron en una plaza y se dieron un apretón... de imágenes.
Por Federico Lisica
A media tarde, una de las tantas plazas de Belgrano R está casi desierta. Inés espera como lo hace una chica en un relato de Haruki Murakami. No está tiritando, pero tiene frío. Se mantiene quieta, escondida detrás de la capucha con la carterita roja cruzando el pecho. El sol desapareció y el olvidadizo otoño porteño brota en sus tonos sepia. Igual de repentina es la aparición de su amigo detrás los juegos. Nahuel tiene los ojos vidriosos por una noche de poco sueño. Inés lo abraza y se besan al punto de parecer amantes. Los resfríos; hacer las valijas para tomar un avión esa misma noche; las prohibiciones a pisar el pasto de una plaza... todo queda sepultado cuando se disponen frente a la cámara.
Inés Efron estrenó hace unos días El niño pez de Lucía Puenzo y Nahuel Pérez Biscayart está por estrenar La sangre brota, dirigida por Pablo Fendrik. Ahora, ambos posan y hablan de sus similitudes físicas, del pájaro que el actor está cuidando, se ríen del miedo de la actriz a saltar alto. Se conocen de cuando cursaban juntos, poco más de un lustro atrás, en el taller de teatro de Nora Moseinco. “¿Yo cuándo entré?”, pregunta Efron (que se pronuncia Efrón, pero se escribe sin acento), ahora sentados en un bar con una taza de té por delante. “Fue al año siguiente de la muestra en la que hiciste de la concheta con el carro”, recuerda Pérez Biscayart.
En cine trabajaron juntos en Cara de queso de Ariel Winograd, y Glue, la premiada opera prima de Alexis Dos Santos, ficción sobre el despertar emocional de un trío en el medio de la Patagonia, filmada con esa misma urgencia sonora y colorida. “Yo la viví muy adolescentemente, fue un rodaje muy adolescente, y creo que nunca más volví a tener ese nivel de juego. Seguí haciendo películas de adolescencias furiosas, pero ahí fue como una zambullida de vida real y ficción. Después pude separarme un poco más de los personajes. Pero Glue fue muy especial”, se sincera Efron.
“Para mí inauguró una forma de hacer cine, muy relacionada con el disfrute, como un experimento químico, re de guerrilla, pero muy placentero. Hubo trabajo de equipo realmente en lo creativo. Se hacían cadáveres exquisitos, vivíamos juntos, nos íbamos de fiesta, dormíamos jun... quise decir compartíamos los espacios”, corrige Pérez Biscayart, abre los ojos y toma una enorme sorbo a su infusión (ídem a la de Efron, melisa y eucalipto). “Es que todas las filmaciones están movidas por lo hormonal –se ríe ella–. Es como que te excitás. Ay, Dios... ¿qué pasó acá?”, dice y agarra apasionadamente lo que tiene más cerca, una tetera.
Pérez Biscayart: –Glue es adolescente porque nunca hablábamos de adolescencia. Ocurría. Tomábamos la leche como tres tarados, nos calentábamos en un baño. Estábamos en Zapala, habíamos llegado en un bondi destartalado y fueron varios días de trabajo muy puro. Si sucede, es de un nivel de intensidad espantosamente fabuloso.
Efron: –Cuando estás en un rodaje punk quedás atravesado, porque todo el rodaje excede a la película en sí. Si la historia es a fondo y la experiencia es a fondo, vos vas a fondo.
Pérez Biscayart: –Es tremendo eso. A veces es brillante. La mayoría de las veces no. Yo no pienso que va a pasar después, pero sí lo puedo concebir en su contexto.
Efron: –¿Cómo sigue la vida de Alex de XXY?
Pérez Biscayart: –¿Se opera?
Efron: –No quiero ni pensar. A veces te hacen hablar de los personajes, y yo te juro que miento mucho en las entrevistas. Miento. Y a veces los periodistas se quedan conformes. “Eso” está ahí, en la película.
Pérez Biscayart: –Aunque se da que entiendas a un personaje después de hacerlo. Estoy plantando la idea acá y germina allá.
Efron: –Ay, ay, ay... Es un alivio cuando pasa eso.
Una suerte de redención final con sus personificaciones, en muchos casos una selección Sub-23 (como en El niño pez, El aura o La sangre brota) surgida de la cantera de la clase media, pero viviendo un partido chivo, jugando con su propio reglamento, rayando la criminalidad juvenil tan en boga mediáticamente. “Es muy delicado ese tema –medita Pérez Biscayart–. Metés a un pibe preso a los 14, ¿y qué hacés? ¿Se va a corregir? Hay que corregir una base. De educación, de necesidades básicas insatisfechas. Me pasó de ir a la escuela, yo bien niño clase media con mi carpetita, y se me acerca un pibe re dado vuelta. Una situación muy violenta con el flaco gritándome: ‘¡Dame todo!’. Y terminó golpeándose él mismo la cabeza contra una columna en Paseo Colón. Y después pensé: obvio, qué le va a importar el nenito de clase media si tiene carencias de todo tipo, incluso afectiva, que es de las más necesarias. ¿Se soluciona extremando más la violencia? Y si el pibe llegó a matar habría que preguntarse cómo llegó a eso, ¿no?”
La actuación es un camino con sus buenas rutas (“me gusta porque permite conocer gente y lugares, entrás en un mundo diferente sin continuidad, vuelvo y hago lo que quiero”, indica Efron; “es sociabilizante”, suma Pérez Biscayart), aunque implique tomar otros de rispio, más interiores y de los que no se sale indemne; mucho más pesado que la sobreexposición mediática. “Aunque me cuesta, un poco me gusta. Podés aprender a divertirte. Es muy simple, si querés tomarte un bondi lo hacés, si querés emanar lo hacés”, detalla Efron. A Pérez Biscayart le ocupa poco tiempo en la cabeza. “Sé hasta donde sí y no, y cómo asumís el rol”. Hace poco una oficinista lo reconoció, y para su sorpresa no fue por el clásico “Eh, vos sos de la tele, ¿no?”, sino por su papel en la puesta teatral Los Mansos de Alejandro Tantanian. “Es lindo cuando te reconocen por algo muy pequeño y que disfrutaste.”
Pérez Biscayart: –Una historia de amor, pero grossa, y no un dramón.
Efron: –A fondo. A mí me gusta su delirio. Los hombres tienen un nivel de creatividad que “Ahhh”... ¿Cómo les va la cabeza por ahí?
Pérez Biscayart: –A mí me pasa con las mujeres.
Efron: –Es que es difícil encontrar buenos hombres.
Pérez Biscayart: –¿Actores?
Efron: –Entre lo del vómito y esto (se ríe con tapándose la boca con las dos manos). No... De Nahuel me gusta su locura y libertad, que las dos se comunican y le hacen muy bien a mi niña interna.
Pérez Biscayart: –Tal vez sea más teatral que cinematográfico.
Efron: –Tiene que ser demencial para poder arrastrarme en ésa. Y si es una historia de amor... podría ser muy bueno. En Francia, quizás.
Pérez Biscayart: –Puede ser cinematográfico, bien mínimo. Irnos al ca-ra–jo.
Efron: –Bah, a mí ya me gusta él, verlo a él, a Nahuel, sin actuar.
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