CUANDO LA PILCHA INSPIRA A LOS MUSICOS
Las vestimentas que cubren los cuerpos rockeros son vistas, en general, como un símbolo del consumismo más vacío. Pero, muchas veces, la rockpa es musa inspiradora de una canción, marca una época política, impone una estética cultural, funciona como ruptura sobre el pasado, simboliza otra cosa o define un momento social. Andrés Calamaro, Mavi Díaz, Daniel Flores, de Satélite Kingston; Fernando Blanco, Ariel Flores, de Azafata, y Pablo “Huevo” Wehbe, de Aztecas Tupro, cuelgan sus ideas en este probador.
› Por Javier Aguirre
¿Signo de mera frivolidad consumista o sublime enseña de pertenencia rockera? ¿Plumas, lentejuelas y modelito único en nombre del espectáculo, o la autenticidad de un artista al que se viste igual para tocar en River que para limpiar el inodoro de su casa? ¿Debe entenderse como “polémico” que Liam Gallagher, voz de Oasis (próximo a visitar estas pampas), haya lanzado su propia marca de ropa, PrettyGreen? ¿Son objeto de crítica las iniciativas de Carajo, El Otro Yo y tantos otros artistas que venden, a través de sus sitios web, su propio merchandising oficial, que incluye remeras, buzos, musculosas, zapatillas y otras prendas de vestir? ¿O las numerosas marcas textiles, desde Lee-Chi hasta Satoshi o Rethink, que de un modo u otro focalizan sus productos sobre los músicos, las canciones y la cultura rock? “Cuando te enterás de que gracias al estampado de una remera, un pibe va al Google a investigar la obra de un músico, decimos ‘misión cumplida’”, apunta Mariano Yoraillh, uno de los dueños de Rethink, la marca de ropa seguida por un abanico de músicos que incluye a Gustavo Cerati, Pericos, Cuentos Borgeanos, Ricardo Mollo o, hasta hace poco, al fallecido ex cantante de Las Pelotas, Alejandro Sokol.
“Sokol iba al local de Rethink en Hurlingham, porque él prefería comprar ropa en Hurlingham antes que en Palermo”, asegura Yoraillh. “Incluso ahí hay una foto de él en el local, y los pibes ahora van a sacarse fotos con la foto de Sokol”, cuenta. Es que el “lookeo” forma parte del protocolo del fan, y no es secreto para nadie (y menos para publicistas, diseñadores de ropa y empresarios textiles) que la pilcha que usa un artista bien puede inspirar el gusto de sus seguidores a la hora de vestirse.
Una prenda de vestir puede decir mucho sobre su relleno: hasta Los Redondos alertaron a la población rocker sobre la capacidad comunicativa de una camiseta con el estampado apropiado, como lo atestigua el 1-2 de las t-shirts ricoteras que componen “Ya nadie va a escuchar tu remera” y “Una piba con la remera de Greenpeace”.
La ropa ha disparado ríspidos debates en el fondo del placard del rock, sí; pero muchas veces ha zanjado esas presuntas divisorias de aguas y hasta se ha convertido en musa inspiradora a la hora de componer. Algo hay que ponerse, después de todo, y muchos músicos han trascendido a musas más convencionales (el amor, la muerte, el sexo, las drogas, el rocanrol, los organismos represivos estatales) y se han animado a cantarles a los habitantes –textiles– de los armarios. Aquí van algunas de las más famosas canciones de rock dedicadas a la ropa. Como para desafiar al sistema y promover un cambio contracultural, pero desde el probador.
Uno de los primeros hits de Andrés Calamaro –que en estos días lleva a la calle su cajita séxtuple denominada Andrés– fue grabado en 1982 por Los Abuelos de la Nada: Sin gamulán se sitúa en los fríos –friísimos– inviernos de la dictadura, para lamentar (“Tanto tiempo te esperé sentado aquí/ que ya el invierno me alcanzó sin gamulán...”) la ausencia de una tradicional prenda de abrigo hecha de piel animal, muy de moda en los ‘70, tan apropiada para quitar el frío como para inmovilizar al usuario. El propio Calamaro, en charla con el NO, escruta su vestidor y reflexiona: “Muchas de mis pilchas queridas merecen el status de musas, de fuentes de inspiración o, al menos, de fetiche rockero. En tiempos de ‘renunciar a la estética’, rompo una lanza por mi armario de ropa buena, y sostengo que un bien rock-stripper (vestido) debería trasladar su estilo, también, a la calle y fuera de los escenarios. Buena prueba de ello es Loquillo (gran caballero) o, en las antípodas del tamaño, Prince, a quien jamás vieron usar una remera”. Andrés sigue revisando en el placard: “Tengo una canción inédita que se llama Mi borceguí, y en el archivo seguro que hay más ropa, pero me basta con una frase de David Lee Roth: él sostiene que a las reuniones de negocios (para que no sean únicamente un negocio ajeno) hay que llegar bien vestido, con ropa más cara que la de los ejecutivos. Seguí el consejo durante los años ‘90: llegaba a la discográfica embutido en trajes italianos, con las mejores camisas y bien calzado (la elegancia bien entendida empieza por los pies). Pedía silencio y explicaba a los sorprendidos directores el detalle de lo que traía puesto... ¡No importa si después vomitaba en el despacho del presidente de la compañía! Los consejos de Dave dieron resultado: logré grandes cosas, conquistas que sirvieron a los músicos que venían detrás mío... Después vendrían los años rústicos del marxismo accidental, sin bienes materiales ni sentimentales males, pero ése sería otro cantar. ¡Un hombre puede ser juzgado por la camisa que tiene puesta!”. Pero volviendo a Sin gamulán, atención, ¡exclusivo!, Andrés Calamaro confiesa: “Lo más curioso es que, ¡jamás tuve un gamulán!”. Que los fans tomen nota, para la hora de los regalos navideños.
Esta oda a la más hot de las prendas de vestir playeras fue uno de los principales hits de Viuda e Hijas de Roque Enroll. Grabado en 1984, Bikini a lunares amarillo diminuto justo es una adaptación de Itsy Bitsy Teenie Weenie Yellow Polka Dot Bikini, un clásico cuya autoría es atribuida tanto al baladista Paul Vance como al cantante Brian Hyland, que la popularizó en 1960, cuando las bikinis calentaban sus primeras pavas. La versión de las Viudas adaptaba la letra en sintonía con el “despertar sexual” del rock argentino, tras la vuelta a la democracia. Así lo recuerda la cantante de las Viudas, Mavi Díaz: “Incluimos los elementos playeros del tema original, pero hablando de la problemática femenina de la depilación, un tema muy serio para cualquier mujer, trans o metrosexual que se precie; y localizamos la historia en Playa Bristol, que nos parecía lo más kitsch del mundo”. A pesar de que diez años más tarde también The Sacados hizo su propia grabación del tema (con un narrador masculino, que se quejaba de que su competidor por la chica del bikini a lunares era “un forzudo, corpulento tipo Rambo, Schwarzenegger, el muchacho, que estaba con ella en el mar”), sin dudas la de las Viudas fue “la” versión en castellano del traje de baño a cuyo estampado hoy se le diría “animal print”. Pero, decepción: Mavi admite que, fuera de los modelos-prototipo usados por la banda para el clip original, ni en ese momento ni después se puso “formalmente” ningún bikini a lunares amarillos: “Buscamos como locas para comprarlos, pero no encontramos ninguno y terminamos cosiéndolos nosotras, con unas telas de saldo que compramos en Once. Ahora que lo pienso, debimos haberlos fabricado en serie y venderlos como merchandising oficial”. ¿Estarán todavía a tiempo?
No es casual que un hit de la siempre coqueta escena ska tenga que ver con una prenda de vestir. Ahí está una banda fundamental del ska británico, Madness, que dedica uno de sus máximos hits a unos pantalones amplios, medio “bolsa”, que tal vez en estas pampas remitirían a las bombachas de campo. Editada en su segundo disco Absolutely, de 1980, Baggy Trousers se convirtió en un clásico de la banda, y mucho tuvo que ver su videoclip. Lo recuerda Daniel Flores, tecladista de Satélite Kingston y periodista–investigador del ska: “Era un perfecto clip de estilo y subcultura joven, en el que Madness daba auténticas lecciones de cómo bailar y cómo ‘vestirse ska’, desde su tradicional marcha en formación de trencito, hasta los zapatos, los lentes redondos, los sobretodos, el pelo corto. En la Argentina de los ‘80, los videos de bandas ska como Specials o Selecter eran una rareza, pero sin embargo los de Madness aparecían en TV abierta, particularmente el de Baggy Trousers, con la clásica escena del saxofonista volando, que sirvió para que todas las bandas argentinas de ska se formaran a su imagen y semejanza”. La canción, cuya letra recuerda con cierta nostalgia las épocas de estudiantes en edad del pavo, profesores en los pubs, escuelas desagradables y deseos de romper las reglas, termina recordando, curiosamente, una prenda de vestir no del todo identificable con el “look ska”. Explica Flores: “Es paradójico, porque esos ‘pantalones flojos’ no corresponden con el estereotípico vestuario de los rude-boys, que prefiere los pantalones de talle ajustado, a lo mod. Aunque, claro, aquí en la Argentina muy pocos fans entendían una sola palabra de un hit como éste”. ¡Para eso están los hits!
Tema tan hosco y malhumorado como parecía estar su autor, George Harrison, Old Brown Shoe quizá no sea exactamente un clásico de los Beatles, aunque siempre resulta difícil asegurar que alguna de sus composiciones no lo es. Editado como simple en 1969, esta canción tiene un sonido y una melodía vocal tan ajados y terrosos como el “viejo zapato marrón” de su título. El ex frontman de Súper Ratones, Fernando Blanco, acaso un perito en Beatlelogía, ahonda en la idea que Harrison pudo haber tenido a la hora de componer el tema: “Es una metáfora sobre sacarse los viejos ropajes, porque acaba de descubrir un nuevo amor. De repente alguna ropa te va quedando vieja y lo mejor que podés hacer es buscar otra nueva. Si el zapato está gastado y además molesta, afuera”. El cantautor marplatense relaciona Old Brown Shoe con otros históricos tamangos del rock, los de Blue Suede Shoes (Zapatos de gamuza azul), hit de los ‘50 que en la Argentina grabaran desde Moris hasta Los Piojos. “Me remite a ese viejo rock and roll de Carl Perkins, que tiene un valor especial para mí, ya que fue lo primero que canté en vivo, y que tiene una versión de Elvis Presley que me parece un momento insuperable en la historia de la música.” Como pasa en muchas de las canciones de los Beatles, siempre tienta imaginarlas como reveladoras de cuestiones internas que experimentaba en ese momento el cuadrilátero formado por John, Paul, George y Ringo. Blanco adhiere y teoriza sobre Old Brown Shoe: “Puede leerse como una simple canción de amor, pero también como una visión del cambio que se venía en la vida de George. Recordemos que él ya estaba cansado de los Beatles, particularmente de Paul, y se le abría un nuevo mundo con su andanzas con Eric Clapton, Bob Dylan y otros, que concluirían en el maravilloso All Things Must Pass, su genial disco triple”. Así es el vértigo de las pasiones: en algún momento, hasta los Beatles pueden resultar ropa vieja.
Basta con mirar cualquier multitud, tanto en estadios deportivos, recitales, manifestaciones, puebladas, piquetes: el jean parece ser el pantalón de cabecera de los homo sapiens occidentales, al menos en las últimas décadas. Y hay una canción de rock que lo tributa con clase, como al pasar: Blue Jean, grabada por David Bowie en 1984, para el álbum Tonight. En su letra juguetea con el doble sentido que habilita el hecho de que Jean sea, también, un nombre de mujer: su Blue Jean es una prenda de vestir, pero también una chica. “El rock y el jean prácticamente nacieron juntos, al menos como elemento estético –interviene Ariel Flores, cantante de Azafata–, ambos comparten esa esencia de rebeldía, de novedad, de espíritu joven, y de ser una potencial pieza de arte perdurable y que se sigue reinventando.” En cuanto a la canción, Flores apunta: “Está tomando un icono pop y lo abstrae; un poco como la banana que Andy Warhol usó para la Velvet Underground. Bowie siempre tuvo muy buen gusto y muy buen ojo para tocar ciertos nervios en la gente. Hablando estrictamente de vestuario, siempre supo marcar la diferencia. En su atrevida época glam, por ejemplo, se apoyó en cierta filosofía espacial y significó todo un shock social en un contexto tan conservador. Era transgresión pura, marketing, calidad y alta costura. Por eso recordamos a él y a muchos otros no. Nadie puede negar que es un caballero y, probablemente, la persona mejor vestida del rock”.
Bonus track: un guiño de ambigüedad semántica similar, pero en castellano, le prodigó al noble y áspero pantalón azul Daniel Melero en 2001, para su disco Vaquero, que en la lengua de Cervantes y Pity Alvarez significa tanto “cowboy” como “jean”.
Una de las más emotivas canciones de la obra de Los Fabulosos Cadillacs es protagonizada por una prenda de vestir. Saco azul, incluida en el disco Rey Azúcar (1995), parece remitir a un abrigo que es icono de la formalidad urbana. ¿O acaso el saco no es el uniforme cotidiano de millones de oficinistas, embajadores, vendedores de seguros, agregados comerciales, ordenanzas y ascensoristas? Aunque el saco también tiene un fuerte recorrido como indumentaria rockera, como bien recuerda Pablo “Huevo” Wehbe, cantante de Aztecas Tupro, quien sostiene que “los sacos y el rock siempre estuvieron relacionados; los primeros rockers –Bill Halley, Elvis, Chuck Berry, o los mismos Beatles– usaban saco. Significaba elegancia, pero también rebeldía, porque sugería un ‘estamos de traje, pero mirá el quilombo que armamos’. El caso más interesante es el de los rude boys y la era del ska y el reggae en Jamaica: es muy fuerte ver a los primeros Wailers vestidos de traje. ¡Esas fotos de Marley y Tosh de saco! Era como decir: ‘Somos del ghetto, de la villa, pero somos cosa seria’”. En el caso de esta composición de Vicentico, sin embargo, la conmovedora interpretación vocal y líneas como “Invierno de saco azul, nadie te va a recordar/ pero dentro de mí siempre te vas a quedar... Mano gigante Dios, tu mano enseñaba a vivir/ quiero tu saco azul y volver a ser como fui”, sugieren que habla de algo más profundo que una nostálgica añoranza textil. Habla de alguien. Huevo aporta una anécdota: “Justo hace un par de días estuve hablando con Pecho, trompetista de Las Manos de Filippi, sobre la canción Saco azul. El estaba emocionado, escuchándola en su MP3, y coincidimos en que la letra era sobre una despedida, una muerte, la muerte de un padre. Y la canción derivó en una larga charla sobre la vida, la muerte, la paternidad. El saco azul del que habla Vicentico funciona como nexo del amor entre un padre y su hijo, un objeto que une y representa amor. El saco azul es como la protección que brinda un padre: te cuida, te cubre, te abriga”. Enseñanza: ese cobijo único que puede dar un saco de tu viejo, también puede darlo una hermosa canción de duelo como Saco azul.
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