Jue 03.10.2002
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LO QUE HAY QUE SABER DEL NUEVO DISCO DE SUEDE

Nuestros días felices

Se llama “A New Morning” y, desde el título, presupone una mirada optimista de la vida. En parte tiene que ver con la nueva realidad de Brett Anderson, uno de los más carismáticos peterpanes del rock inglés de los ‘90. Pero también refleja el espíritu de una banda que hizo del hedonismo una forma de vida traducida a la música.

› Por Mariana Enriquez

Suede siempre despertó expectativas desproporcionadas. Estuvieron en la tapa de Melody Maker antes de grabar su primer disco. Morrissey solía tocar uno de sus temas, “My Insatiable One”. Crissie Hynde dijo que la versión de “Brass in Pocket” era mejor que la de Pretenders. Sin embargo, cuando estalló el brit pop en los ‘90, Suede no consiguió el éxito de Oasis, Blur o Pulp. Sin embargo, las letras, viñetas urbanas en las que Brett Anderson cubría de brillantina las vidas ordinarias de chicos que, como él, estaban encandilados por las luces de Londres, eran únicas: idealizar las salidas nocturnas, otorgarle cierta épica a la ambigüedad sexual, las noches de drogas y los pequeños romances truncos era un recurso original y sincero. Lo que Suede idealizó fue la juventud, esa época en la que es tan importante vestirse bien como enamorarse perdidamente, ese momento en el que un viaje en subte y una flor creciendo en el asfalto pueden ser material romántico. Musicalmente tomaron de todos los que alguna vez compartieron ese imaginario: The Smiths, T.Rex, el joven Bowie, Roxy Music.
¿Cómo puede madurar una banda así? Sus propias vidas se mezclaban con los químicos personajes ansiosos de sexo de sus canciones. No faltaron los dramas. Antes de que existiera la posibilidad de un contrato, la guitarrista Justine Frischman dejó la banda y a su entonces novio Brett Anderson para formar Elastica y caer en los brazos del niño dorado Damon Albarn. Cuando grabaron Dog Man Star, el segundo disco, el guitarrista Bernard Butler pegó un portazo en medio de una grabación que se desarrollaba en una mansión campestre entre ácido y ácido, y después de amargas acusaciones pareció que el destino de la banda estaba sellado. Sin embargo, se reinventaron: en reemplazo de Butler entró el entonces adolescente Richard Oakes y agregaron al tecladista Neil Codling, que se hizo famoso por su desconcertante androginia y su no menos desconcertante actitud sobre el escenario, que consistía en cruzarse de piernas, fumar y tocar algunos acordes cuando lo consideraba apropiado. Con esta formación lanzaron Coming Up, el disco más exitoso y accesible. Mientras tanto, Brett Anderson ascendía de cocainómano a adicto a la heroína y el crack, lo que se notó en Head Music, un álbum robótico e injustamente maltratado, frío y tan desprovisto de vitalidad como el estado mental de Anderson.
Hace dos años, el cantante de Suede se cansó de vivir a la altura de sus canciones. Dejó los vicios y se retiró al campo munido de libros, una guitarra y una máquina de escribir. “Pasé seis meses solo”, cuenta. “Como a mucha gente, eso me daba miedo. De los 14 a los 30 años me la pasé saltando de cama en cama, aterrorizado de despertarme sin compañía.” El resultado de esa temporada de limpieza es A New Morning, el nuevo disco a punto de salir en Inglaterra y que tendrá su edición argentina en noviembre. Pero, siendo Suede, un drama era inevitable. Durante la accidentada grabación (varios productores y cambios en la lista de temas) abandonó el grupo Neil Codling: el tecladista no pudo seguir adelante porque sufre una extraña enfermedad muscular que se llama síndrome de fatiga crónica. Anderson compara esta baja con la partida de Butler: “Me sentí destrozado, decepcionado con el mundo. No estaba preparado para que se fuera”.
El trauma fue superado con la entrada de Alex Lee, ex Strangelove (una banda que nunca salió del status de culto). Con el álbum en la calle, Suede enfrenta las expectativas de fans y prensa. Si se las tiene en cuenta, A New Morning es un disco menor. No puede competir con el ya mítico debut, ni con el tan elogiado doble de lados B Sci-Fi Lullabies. Pero de ninguna manera es un mal disco. El problema, y paradójicamente su mejor virtud, es que es un disco personal, que ignora el tema de la madurez que “debería” mencionar, y se refugia en un terreno conocido. Ninguna otra banda podría haber compuesto las canciones de A New..., lo que confirma que Suede es sinónimo de estilo, y que el álbum es más de lo mismo. Hay temas que quizá sólo puedan ser disfrutados por fans, porque semueven en ese universo que inventó la banda y del que no quiere, o no puede, salir: “Beautiful Loser” vuelve a la idealización de los personajes nocturnos y “Streetlife” es una nueva oda al pavimento y a los subterráneos. Pero los lugares comunes no deben arruinar los logros del disco: una balada como “Untitled”, con su estribillo tan humanamente vulnerable (“Yo sería tu flor salvaje/ creciendo a través del concreto/ nacida del titilar de las estrellas/ Y, sí, sólo soy un estúpido/ destrozado como una mariposa/ dentro de un auto en la banquina, con los ojos muertos”) rematada por “...Morning”, una delicadeza de menos de un minuto que invita a despertarse temprano y disfrutar del día sin ignorar la maldad del mundo, debería estar entre las mejores canciones de este año. “Lonely Girls”, un tema acústico con sobria percusión, encuentra a Anderson usando la enumeración, género que maneja muy bien: “Stephanie mira los posters de la pared/ Tina espera un llamado telefónico/ Maxine mezcla alcohol con polietileno y pintura/ Sylvia está sola en su cama/ Escucha pasar los autos y se pregunta adónde van/ Y si le dejás un mensaje en el contestador quizá algún día te conteste”. El bonus track, “Oceans”, es otra perla bella y triste, y “Obsessions” suena como una canción de Coming Up, es decir, detenida en el tiempo y nuevamente autorreferencial.
La crítica inglesa no ha sido piadosa con A New Morning. Por un lado, muchos se irritaron por el espíritu “optimista” del disco, como si el Brett Anderson cronista debiera abrazar el movimiento antiglobalización en vez de preferir las alegrías y tragedias cotidianas. En verdad, hay que agradecer que A New Morning se sitúe a años luz de todo oportunismo, y que, como en “Lonely Girls”, explique: “A veces nuestras vidas no son lo que parecen/ vemos lo que queremos ver/ en este milagro de arcilla”. Otros insistieron con que el disco no incursiona en terrenos nuevos, o que está a medio camino entre Dog Man Star y Coming Up, sin el brillo de ninguno de los dos. Es posible: esos discos eran inusitadamente buenos. Prematuramente anacrónico, encerrado en un mundo propio, A New Morning no pretende ganarse a las masas, ni bajar línea, ni experimentar en terrenos musicales ambiciosos. Tan sólo es un disco de una banda que hace lo que mejor sabe hacer, y que no siente la exigencia de arriesgarse. Si esta actitud es valiente o cobarde, es materia de debate. Un debate que quizá no existiría si todas las canciones fuesen pequeñas obras maestras. Pero, ¿qué banda puede ofrecer esa proeza en este mar de mediocridad?

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