Jueves, 4 de junio de 2009 | Hoy
LA RENGA FUE AL FRENTE
La Renga se hizo presente en La Plata para certificar que esta viva y dispuesta a revigorizar su propuesta cada vez mas heavy, y que apela al factor humano como casi ninguna otra banda de grueso calibre.
Por Juan Ignacio Provéndola
A 50 kilómetros de River, Chizzo se confesaba ante su público: “No nos separamos, ni tampoco suspendemos el recital”. Como si se tratara un reality show de rock masivo donde esa entelequia llamada “la gente” goza de amplio margen de participación (recordar, si no, que el desborde de la masa no fue el único motivo del parate de Los Redondos, pero sí el más mentado por la letra oficial), La Renga se hizo presente de cuerpo y alma simplemente para certificar que está ahí, dispuesta a revigorizar su propuesta en tiempos donde la cartelera local se va quedando sin grandes luces. El contexto los había intimado públicamente a que se tomaran la presentación como algo más que su primer gran show en mucho tiempo: era una tentadora oportunidad de mostrarse en carrera y en forma.
Sus seguidores (actores importantes de este reparto, claro) dieron el presente. Algunos haciéndole frente al frío, la lluvia y el asedio de algunos uniformados inquietos. Otros saqueando el stand de remeras que Locuras puso en el estadio mientras eran reprobados por el abucheo unánime de campo y platea. Todos allí, en definitiva, renovando su contrato con el único grupo de rock que ha permanecido en el duro terreno de la popularidad. Pareciera que el secreto de La Renga ha radicado en su indiscutible dominio del factor humano. Mientras las relaciones personales fueron horadando los engranajes del éxito en Redondos y Piojos, los de Mataderos supieron hacer, justamente de su éxito, el combustible de una gran maquinaria compuesta por una veintena de amigotes personales de una formación musical que –dato no menor– se mantiene inalterable desde la partida de Locura Dilello, allá en el lejano 1991.
Esa compacta hermandad (término de una jerga motoquera que ellos bien dominan) les permite redoblar la apuesta sobre pie firme con la insolencia que faculta la solidez. Esa misma audacia que los llevó a firmar un contrato con la multinacional Polygram/Universal (de inéditos beneficios en materia de ganancias) y, una vez concluido el mismo, permanecer en el mercado discográfico bajo un sello propio; o a esquivarles a los festivales esponsorizados para organizar otros a su medida y a la de los artistas que invitan. Ni hablar del boca a boca, esa estrategia de marketing tan eficaz para promocionar shows como para construir la arquitectura mítica de una banda que nunca haría eventos exclusivos para la prensa o jamás tocaría en recitales rentados con fondos públicos. Esas actitudes sellaron a fuego una identidad que conquistó a quienes no sólo valoran una música sino también una conducta.
Así como mantuvieron una “política” inalterable a la hora de las concesiones y los negocios, generaron el espacio para un proceso de cambio musical que comenzó partir del rock pretendidamente duro (colado entre el fanatismo por las motos y una amistad con Pappo) y continuó con la exploración de conceptos psicodélicos que derivaron en Tierra, esa suerte de EP de culto de cinco temas que acompañó a la edición de Trueno (2006). Cuando presentaron Detonador de sueños en 2003 (un disco que marcó nuevos patrones de producción artística en la banda), Chizzo resumió su alegato con un simple “me salió esto y es lo que hay”. No sólo no se sentían incómodos por abandonar el viejo molde sino que lo hicieron con absoluta intencionalidad. El que sigue viendo a La Renga como banda líder de un rock barrial que no mira más allá de la esquina, se ha quedado en el tiempo tan sólo por no comparar el concepto gráfico del primer disco (un borracho arrumbado en una callejuela) con el del último (los nombres del disco y de la banda encriptados en el cuerpo de un águila planeada ad hoc).
Ese golpe de timón los distinguió claramente de todo el grupo de bandas criadas a su calor (desde Callejeros hasta El Bordo) y les autentificó el respeto de un público que celebra la etapa 1991-2000, pero que a la vez atiende respetuosamente las novedades. Al respecto, algo de eso anticipó Chizzo sobre el escenario del Estadio Ciudad de La Plata cuando explicó que el estrenado Canibalismo galáctico refería a “algo así como un espejo del cosmos, donde se ve cómo los seres se carcomen entre sí”. Por lo pronto, ellos continúan íntegros e indemnes de esa supervivencia salvaje por un camino que, al costado del mundo o no, los muestra igualmente vigentes, igualmente vivos.
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