Jue 18.06.2009
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LA ESCENA ELECTRóNICA ARGENTINA RENACE DESDE EL UNDER

Cambio de chip

La electrónica no murió, amiguitos, aunque a algunos les llegó la hora de desenchufar las bandejas y buscarse un laburo honesto. Mientras el mainstream del bit aburre con las mismas recetas de siempre, artistas como Le Microkosmos, Julián Aznar, DJs Pareja, Jerónimo Escajal, Poncho, Mugre, Intima o los agrupados en el colectivo Zizek sorprenden a locales y extranjeros con propuestas que son como un soplo de aire fresco.

› Por Yumber Vera Rojas

Después de anunciar dos apetitosas jornadas, el Southfest 2009 –realizado a comienzos de abril– redujo su cartel a una fecha que en teoría contenía lo indispensable de su oferta inicial. En un Costa Salguero medianamente henchido, el productor y DJ canadiense Tiga estuvo bastante lejos de la contundencia de sus dos actuaciones anteriores en el país: brindó un set anodino que, frente a la apatía generalizada, tuvo que invocar al hit seguro para poder levantar. Después llegó el debut en Buenos Aires de uno de los grandes bastiones del house de los ‘90, Basement Jaxx. Aunque el dúo inglés subió al escenario con más pirotecnia que música, cuando logró compaginar ambos caracteres la irregularidad no fue perdonada por el público, que con actitud beligerante –similar a la de una hinchada esquizofrénica, testimoniando la caída de su equipo en un clásico– comenzó a arrojar al escenario vasos y botellas de plástico, mientras clamaba por la obviedad de Sasha, encargado del cierre del espectáculo.

Esa imagen de uno de los públicos más alabados por productores, músicos y DJs de todo el mundo, en el reciente capítulo del primer súper festival dance patentado en Sudamérica, no era más que la evidencia de que el género, así como la economía, había entrado en recesión en la Argentina. Ojo: ya había habido un adelanto en la Creamfields criolla del año pasado, que ostentó uno de los mejores carteles y una de las muchedumbres más desconcertantes de su historia. O en la misma noche porteña, en la que el indie copó la pista, los DJs del mainstream se convirtieron en residentes de los espacios del under –cuyos antiguos protagonistas colgaron sus vinilos, decidieron tomar una pausa o huyeron a Europa– y hasta lidian con el criterio del No DJ. Mientras, los medios especializados se encuentran en extinción y los boliches dedicados exclusivamente al bit escasean y reciben cada vez mayores restricciones de parte de la legislación porteña. Al mismo tiempo, el bajón de la movida está arraigado a dos realidades locales: la mermada cultura electrónica que existe y la imposición del rock por sobre cualquier otra manifestación musical.

La electrónica, particularmente la orientada al baile, ha enfrentado un desgaste conceptual no sólo aquí sino en todo el mundo desde hace tres años. Si bien algunos profetas del desastre se refieren a este fenómeno como un proceso de decadencia irreversible, en realidad se trata del reacomodamiento del ímpetu reinventivo, ése al que tanto había acostumbrado esta manifestación artística. Ahora que se acaba la década de estreno del nuevo milenio, la incertidumbre es lo que persevera. No obstante, en el plano de lo tangible, el minimal –en sustitución del progressive– fue la última corriente masiva, el dubstep se tornó en la gran diva de esta era, el electro agota todas sus posibilidades cadenciosas, el house prueba otras expresiones, el crossover se instaló como el paradigma del recambio, el kuduro –de la misma forma que lo hicieron el funk carioca y el reggaetón– ubicó al tercer mundo en el mapamundi del bit, y artistas del indie perfilan algunas de las opciones más frescas de las pistas.

En este contexto global, la escena argentina busca la manera de mantenerse constante y sonante. Incluso en lo que va de año han aparecido varios discos de artistas nacionales, algunos de ellos con grandes aciertos que han servido de radiografía y catalizador del actual estado de salud de la electrónica. Marcha, el exquisito segundo álbum de DJs Pareja, es una de las flamantes realizaciones. Verdadera oda al electropop, pareciera haber seguido a rajatabla el pedido de The Smiths en el clásico Panic: por el momento, colgaron al DJ. Diego Irasusta, mitad de la dupla que completa Mariano Caloso, explica por qué: “Hace mucho que terminó la era del DJ mega-star. La gente va a fiestas nada más que para divertirse. Debido a la Internet, la música está en todas partes. Antes alguien iba a escuchar a un DJ porque era una de las pocas opciones para descubrir música nueva, pero eso ya no sucede. Hace unos dos años, a partir de fiestas como Compass, surgió la norma del No DJ, que va a ser transitoria y está terminando porque no cualquiera puede manejar una pista”.

Irasusta, quien estará de gira en Europa en agosto con DJs Pareja, divisa otros dos rasgos que caracterizan a este período: la caída del mainstream y el auge del indie dance. “A diferencia de lo que pasaba antes, ahora hay muchas tendencias. Es muy difícil decir lo que se viene y lo que no, porque está todo al mismo tiempo. Esa pugna de rock versus electrónica ya fue más que superada en los ‘90. Cuando arrancamos hace diez años, tratamos de cortar con eso. Lo que sí puedo asegurar es que la música electrónica no está de moda, lo que se encuentra en boga es el indie dance. Pero tampoco es algo tan importante como lo fue el acid house en el ‘80 y pico.” También el insigne productor y DJ Javier Zuker coincide en lo extraño de esta época: “Es raro el estado de la música en general, porque no me gusta hablar solamente de la electrónica. Eso pasa porque no se sabe a dónde va la industria, más cuando podés encontrar todo en Internet. En 1998 o 1999, durante la explosión de la música electrónica, no podías apretar un botón y conseguir cualquier disco, como pasa ahora. Sin embargo, acá tenés muchas cosas nuevas hechas por chicos jóvenes como Beat De Kids o Arcade”.

Otra de las novedades de la escena es Poncho, la lozana iniciativa electro rocker de Zuker –en la que lo acompañan su coequiper en la Zuker XP Fabián Picciano y el ex guitarrista de Turf Leandro Lopatín–, que pronto editará su disco debut. “Es un proyecto electrónico no tan enfocado hacia la discoteca sino que apuesta por la canción”, especifica el DJ, que lleva adelante el programa de radio Zuker Attack en Metro. “La mitad de los temas los produjo Justin Robertson (reconocido productor, DJ y remixador mancuniano) y del resto nos encargamos nosotros. El álbum es ciento por ciento electrónico, hecho en la habitación de una casa y tiene varios cantantes invitados. Siempre me llamaron la atención las colaboraciones, es algo que ya practicaron The Chemical Brothers, Primal Scream o Basement Jaxx. Para Javier, la actitud arengadora de las bandas en la actualidad tiene que ver con el legado de la discoteca. “Un hit como Seven Nation Army, de The White Stripes, o grupos de la talla de LCD Soundsystem, Hot Chip, Justice o Micachu, lo reconozcan o no, son una consecuencia post–DJ.”

Revolver Club se denomina el tercer y fantástico disco de Intima, trío que mixtura lo analógico con lo digital y que, al igual que Poncho, desarrolló un álbum cuyo concepto está definido por la colaboración de diferentes cantantes. “Esto fue resultado de nuestra necesidad de evolucionar”, explica Carlo Solá, baterista del conjunto (que hoy a las 21 presenta el disco en Niceto Club). “Experimentamos en el contexto de la canción. Si bien en nuestros discos recurrimos al sample, acá nos planteamos la posibilidad de tener distintos invitados y de desarrollar contenidos en español.” Producido por Diego Vainer, en este variopinto trabajo participan desde próceres de la música popular contemporánea argentina como Daniel Melero y Richard Coleman hasta la novel exponente pop Denise Murz, además de figuras del dance como Miguel Silver o paladines del rock como Cristian Aldana. “Hay un consenso general de que la electrónica como escena está decreciendo y no es lo que era hace unos años. No están saliendo propuestas buenas o singulares. Existe una crisis de lugares, de productores de eventos y de sponsors, y el público lo percibe y emigra hacia otros lados”, admite el batero.

Aunque históricamente ha sido uno de los embajadores del drum’n’bass y el breakbeat latinoamericano, Intima abrió en Revolver Club el abanico hacia el crossover. “Esta producción –iluminada por la obra de los británicos Slyde– se sustenta en los diez años de trayectoria del grupo”, afirma Solá. “Desde nuestros comienzos somos una agrupación de música electrónica. Sin embargo, cuando el rock tanteó en la electrónica descubrió un montón de nuevos lugares para entrar.” Justamente, ni Guillermo Beresñak (a.k.a. Le-Guille) ni Pablo Retamero (a.k.a. Le–Govinda) vienen del palo de la electrónica, pero desde su Morón natal concibieron, en enero de 2008, una de las maquinarias más atrevidas que posee el dance criollo: Le Microkosmos. “Somos como algo extraño, pues en el Oeste se hace rock o reggae”, suelta Le-Guille. “Nos conocimos por ser los que se quedaban hasta el final de las fiestas en el barrio donde vivimos. Teníamos la misma marca de sinte y comenzamos a juntarnos. Luego intercambiamos discos de Boys Noize, Digitalism, Justice o Daft Punk y, cuando nos dimos cuenta, lo que empezó como una diversión de los fines de semana ya había tomado consistencia.”

Mientras sus integrantes participaban de agrupaciones de rock como Ojas o Yenifer y su Auto Mágico, Le Microkosmos giraba por Europa y se convertía en una sensación en Buenos Aires. “Nos catalogaron así sin haber tocado mucho. Los primeros que se nos acercaron fueron los DJs, entre ellos Fabián Dellamónica”, dice Le-Guille. Tal como sugerían hace pocas semanas los australianos Midnight Juggernauts en el NO, posiblemente una de las opciones para la renovación de la electrónica venga de la mano de artistas que no estén infectados por la cultura del bit. “Usamos muchas guitarras eléctricas y sacamos riffs con los sintetizadores”, explica Le-Guille. “Hay una tradición rockera importante en las canciones que componemos, pues en ellas conviven los Beatles y los Ramones.” Pero existe igualmente una gran influencia del rock argentino en la dupla electro house, al punto que el título de su ópera prima, Y vas donde sonrisas te dan esos encapuchados de un mundo nuevo, está inspirado en un tema de Luis Alberto Spinetta: “Es de una canción de Pescado Rabioso llamada Credulidad, incluida en Pescado Rabioso 2. Ese álbum y Artaud marcaron a fuego nuestra adolescencia”.

Con el alias de DJ Patrick King, Julián Aznar se dio a conocer a comienzos de esta década por sus remixes ricoteros. “Mi idea original fue hacer algo bastante extraño”, asegura. “Como un chiste, no tanto a los Redondos sino al público.” Luego de que causara conmoción con este emprendimiento, el productor y músico de synth pop, creador de temas que rememoran la grandeza de Giorgio Moroder, se concentró en la construcción de su obra solista. No obstante, este lapso de metamorfosis que atraviesa la industria musical le afectó conceptualmente: “No me metería dentro de la escena electrónica, me siento más cerca del rock y del pop porque lo mío es más cancionero. Toda la industria está en etapa de transición, por eso en este instante no separaría a la electrónica de otros géneros. Es un momento extraño de la música en general, e Internet es la gran causa”. Aznar ya terminó un disco con post-producción de Daniel Melero, que está a la espera de su lanzamiento. Y se trata de una de las joyas todavía inéditas de la música de avanzada nativa. “Son canciones pop que tienen algo retro, como a mí me gusta. Mi idea es sacarlo en CD, pero es muy complicado. Podría lanzarlo yo, pero no es lo que deseo. También me interesaría una edición virtual”, apunta.

Al tiempo que el sello estadounidense Nyte Traxx prepara la edición en vinilo del sencillo Electric Gigolo de Julián Aznar, en la Argentina acaba de aparecer, tras una colección de discos inéditos, el primer larga duración del músico, compositor y productor Jerónimo Escajal: el maravilloso Forma lenta. Es, sin dudas, uno de los grandes lanzamientos de 2009, editado por Casa del Puente. Originario de Adrogué, el artista de 32 años eleva la puesta experimental de artífices de esa ciudad, como el fundamental Emisor, pero con una impronta que apunta hacia la conjunción de ambient, folk y dub. “Tiene que ver con la música que escucho”, reconoce Escajal. “Me gustan Caetano Veloso y Ricardo Vilca, aunque también me atraen las frecuencias bajas del alemán Thomas Fidmann y el swing del dub jamaiquino.” Y es que el gancho de este talento en potencia radica en su misticismo. “La escena electrónica está más relacionada con la pista de baile y yo fui para otro lado. Me gustaron siempre los músicos que hacían otro tipo de hincapié, que tenían otra cosa aparte de aproximarse al baile y que mostraban un costado más misterioso o místico. Será por eso que The Orb es una de mis influencias”, plantea Escajal.

Por su parte, el colectivo Zizek se adentra de lleno en un universo que, a partir de la electrónica, intenta llevar los ritmos populares vernáculos hacia un lugar diferente. Se trata de uno de los conceptos más novedosos de la música de avanzada argentina de la década que expira, así como el de mayor crecimiento, pues en tan sólo tres años construyó las bases de su identidad, estableció una de las fiestas más notorias de la noche porteña (Zizek Club), fundó su propio sello (ZZK Records, que acaba de editar el compilado ZZK Sound Vol. 2) y se posicionó en el exterior (en abril representó a la Argentina en el festival de Coachella). “Zizek encara una música de baile diferente, que no es la misma que se puede esperar de otros lugares. Una más tranquila y sin la intensidad del techno”, describe Villa Diamante, alter ego de Diego Bulacio, productor, DJ y uno de los creadores de esta odisea cadenciosa. “Chancha Vía Circuito, El Remolón o Fauna, componentes del colectivo, eran artistas que antes se dedicaban al IDM, minimal techno o drum’n’bass, así que tienen una fuerte raíz electrónica. Pero luego se hicieron cargo de que viven al sur de las grandes potencias y comenzaron a pensar en una pista de baile latinoamericana.”

Respuesta argentina a imaginerías panamericanas como la de los mexicanos Nortec Collective, Zizek nació del aburrimiento de la pista de baile estándar. “Hacemos música muy contemporánea, pero que viene de la Argentina”, enfatiza Bulacio. “La gente común no dice que es cumbia o reggaetón, es medio como un híbrido. La escena electrónica local se hastió del techno, del arengue y hasta creo que volvió a una cuestión más hip–hopera. En esta última época, con Ed Banger (sello y productora francesa responsable del éxito de Justice, Vicarious Bliss o Uffie) y el dubstep, el público quiere que le peguen fuerte en la cabeza. Acá hay poca cultura de baile, al punto que cuando la gente sale no escucha la música que pasan. Creamfields va a seguir existiendo y el público va a seguir bailando, lo que sucede es que hay cierta audiencia que se está cansando de bailar lo mismo. Entonces va a Zizek, regresa al rock o apunta al reggae.”

Ese hartazgo dio pie para el surgimiento de otro colectivo: Mugre, que en sus seis meses de vida se tornó en la gran sorpresa de la música electrónica local y en un indispensable de las fiestas porteñas. “Salía a bailar y nunca estaba muy conforme con lo que escuchaba. Lo mismo le sucedía al resto de los integrantes del colectivo. Nos conocimos, y empezamos a pasar música y producirla”, recrea Arcade, pilar de este combinado del que también forman parte Beat De Kids, Douster, Galaxy, Seven y Watertonik. “Surgió imprevistamente, pero la idea era tratar de separarnos de la escena electrónica actual de Buenos Aires y generar nuestra propia movida. Al principio conseguimos varias fechas, como la Piñata Party, en Cocoliche, se corrió la bola a través del boca a boca y a la gente le gustó mucho lo que poníamos.” Y es que el radio de acción musical de Mugre no cae en los convencionalismos del bit. “Antes era productor y DJ de drum’n’bass, pero luego viré hacia el fidget house, el bmore club o el jackin house. Douster –el francés del team–, por su parte, viene del dancehall y del dub y se inclina más en la actualidad hacia la tendencia tropical.”

Si es real ese precepto de que la electrónica de baile es disfrutable cuanto más impura, entonces Mugre se alza como uno de los baluartes del rupturismo en el país. A pesar de su mocedad, sus hiperkinéticos integrantes, revueltos o por su cuenta, ya buscan la manera de dejar registros. “Estamos editando cosas”, dice Arcade. “Douster publica a través de Sound Pellegrino. Por mi parte, hace poco remezclé a una agrupación española-londinense llamada Crystal Fighters. Y los otros chicos están más mezclando que produciendo.” Sobre el momento en el que emergió el colectivo, el productor y DJ (que tocará el 25 de junio en Candy) detalla: “La escena está muy volcada al indie dance, y eso nos marcó a nosotros, pero nos llevó a otro lado. Tratamos de mostrar lo que hacemos y siento que de a poco tiene repercusión, aunque el público se quedó estancado. El otro día salimos a dar una vuelta por la noche y nos dimos cuenta de que la movida está muy rara: la gente, la música, los promotores de las fiestas... Pareciera que no importa nada”.

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