LA TRIBU CUMPLE 20 AÑOS
› Por Federico Lisica
En 1989, la palabra “crisis” estallaba en las pantallas de TV y se sentía fuerte en los bolsillos. Las bandas no podían producir discos por falta de vinilo y para fabricarlos buscaban teléfonos (no celulares sino los aparatos grandotes), incluso al punto de pedírselos a los fans. En esos años, las radios no comerciales surgidas al calor de la democracia eran tildadas sin más de truchas, ilegales o piratas, junto a un largo y despreciativo etcétera. La Tribu (FM 88.7) comenzó a transmitir por esos días y desde entonces crece con “irreverencia y plan”, según Gastón Montells (una de las tantas cabezas pensantes y parlantes de ese espacio), hasta convertirse en “un proyecto político autónomo” que mezcla el calor de la universidad pública (fue creada por algunos de los primeros egresados de Ciencias de la Comunicación) con “la audacia del experimento cotidiano” y formas de “conversación directa” con sus ¿oyentes?
El último signo de pregunta es apropiado: la emisora cambió de lemas durante estas dos décadas (“La voz de los que no tienen voz”, “Apagá La Tribu y hacé tu radio”, “Radio sin oyentes”) hasta llegar al actual, “20 años de amor”. “Son pequeñas dinamitas editoriales capaces de generar preguntas, inconvenientes a la reproducción automática del razonamiento y el sentido común. ¿Por qué una radio dice que la apagues y hagas la tuya cuando todas dicen que la escuches y apagues las demás? ¿Por qué se declara sin oyentes cuando todas pelean por puntos de audiencia? ¿Por qué un proyecto político y militante en su segunda década elige la frase ‘20 años de amor’?”, apura Montells con la respuesta contenida en un deseo: “Que cada vez haya más radios y que las audiencias puedan ser emisoras de sus relatos. Que las radios no tengan oyentes sino productores de sentido, y que lo que conversen no sea intercambiable por dinero”.
El espíritu de La Tribu trascendió su sede en la calle Lambaré al 800, mezcla de squat, transmisora y bar cultural. Por algo Manu Chao elige a la emisora como centro de operaciones en sus visitas, y cada vez que sucede es un remolino de actividades. Como el nómade francés, este colectivo hizo el bolso con los radiotransmisores a cuestas en más de una ocasión. Fue a Mar del Plata durante la visita de George Bush en 2005 y hasta Santiago del Estero creando estaciones para el movimiento campesino. “El sistema capitalista es, además de todo, la negación del amor, la disputa sobre la noción de ‘tiempo’, el estado de ánimo, la producción de conocimiento, la autonomía creativa”, explica Montells. “En La Tribu hay una combinación de formación y cabezadurismo. Es una militancia. Amamos los propósitos que nos unen ante los espantos del mundo.” Su política empieza por un micrófono, pero va mucho más allá; por eso participan en los debates del proyecto por una nueva ley de radiodifusión, por ejemplo.
“Tenemos propósitos radicalmente distintos a los de las radios comerciales”, continúa Montells. “Cuando lo artístico depende del fin de lucro, las decisiones pasan por matrices que poco tienen que ver con la identidad emocional de la música. Musicalizar poco tiene que ver con armar una lista de canciones sino con posicionar un relato acerca de la industria de la música. La radio sigue siendo productora de emoción.” Montells sostiene que todo aniversario es también un comienzo. “Por eso revisamos la historia, animándonos ante el futuro”, plantea. El epicentro de los festejos será mañana en Uniclub (Guardia Vieja 3360). Pero hay más: documentales, presentaciones de libros, jornadas de concientización política, pintadas de murales, nueva web y un reacomodamiento de la programación (ver www.fmlatribu.com/fiesta.html). Y después del festejo, ¿qué? “Seguiremos buscando lo imposible, como hasta ahora. Por eso estamos juntos todos los días”, sintetiza Montells.
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