EL FESTIVAL DE LOS VIAJES
UN GRUPO DE BANDIDOS ENTRA A UN PUEBLO FANTASMA Y, CUAL VAQUERO CITADINO, ENCHUFA EL MP3 AL USB DE LA ROCOLA. ENTONCES SE ESCUCHA SU FLAMANTE DISPAREN!
› Por Federico Lisica
Tal vez suene raro ese galope que se escucha a lo lejos y se acentúa con el fade in que trae las imágenes de una estampida y un llanero, no necesariamente solitario, que viene sobre su caballo soberbio, agitando la soga al aire, listo para atacar. El primer track de Disparen!, el segundo disco de El Festival de los Viajes, llega fuerte y luego se aleja con un fade out para dar paso al primer tema cantado con una voz grave y monocorde, La huida. Durante el resto del disco no se podrá hacer otra cosa que pensar en las imágenes del Lejano Oeste o en las películas de westerns, donde es común el desierto, los caballos, los sombreros y el sol quemando la piel. “Estamos contenidos dentro de cierto imaginario”, dice Mathias (guitarras, sitar, melotrón y voces), quien además se encargó del arte, espejo de esas imágenes de las que hablan las canciones.
Adrián (batería) completa el concepto: “Era esa idea, somos unos bandidos, unos forajidos que entran en un pueblo fantasma y después toda la película se va formando en la cabeza a medida que vas viendo el orden de las canciones, mientras lo vas escuchando junto con las letras”. El nombre del disco no tiene que ver con la violencia o las armas sino con que se disparen las ideas para expandir la mente, un pensamiento más bien psicodélico. Al igual que el nombre de la banda, que se refiere a los trips que se hacían en los años lisérgicos.
El Festival ya no es un rejunte de integrantes de otras formaciones, como Los Kahunas, Poseidótica, Fan de Paul y otros proyectos que no prosperaron. Con el segundo disco, estos vaqueros citadinos encontraron el peso necesario para que la banda se plantara sólida. Y así lo sienten sus músicos que definen a El Festival como una conexión inexplicable que se da telepáticamente. “Es milagroso, podemos compartir algo. Es una relación de amor y conexión”, dice Adrián, para quien también es importante la figura de Sabina, que aporta la suavidad de las mujeres, tanto en las voces como con su presencia.
Una deformidad del disco –y no porque sea imperfecto o carente de forma sino porque es raro– es El blues de San Martín, que empieza con una melodía espacial de sintetizadores como boomerangs y unos gemidos lejanos, y la letra mezcla la figura del Libertador con el Himno a Sarmiento. El tema fue grabado en un ensayo, tal es la forma de trabajar de la banda, y quedó así. “De hecho, tampoco es un blues. Es como una antinomia de todo en sí mismo, no es el himno a San Martín, ni es un blues”, cuenta Martín (bajo, guitarra y voces).
Federico, el cantante, fue quien apareció con la idea de meterse en una película de la época del spaghetti western, y los fue empapando a los demás, en busca de ese mundo sonoro que enseguida remite a una imagen. “El sonido de la guitarra es de esa época, de los ‘60; y las guitarras transmiten cierto sonido porque las grababan con un mismo sesionista, que es Al Caiola, que usaba Morricone para grabar este tipo de sesiones. Entonces sí queremos transmitir algo desde lo musical que te lleve a ese tipo de imágenes. En este disco hay un abanico más amplio que en el primero (homónimo), que va desde una cosa más espacial colgada que se licua con la cosa western”, finaliza Mathias.
* El Festival De Los Viajes presenta Disparen! el 5 de julio en Zas, Moreno 2320, con 107 Faunos y Hernán Martínez. A las 20.
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