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Jueves, 10 de octubre de 2002

EL OTRO YO Y CATUPECU MACHU, ANTES DE SUS NUEVOS DISCOS

Fin de semana salvaje

EOY llenó Cemento el viernes y el sábado, y anticipó algunas nuevas canciones de Colmena. El domingo, Cristian Aldana se vistió de monja y pasó música en una fiesta casera. Catupecu apareció de sorpresa en el escenario del Roxy en la madrugada del domingo para tocar covers, pero todo quedó en un segundo plano cuando irrumpió Charly García. Hubo empujones, algún golpe al aire, amenazas y un “viejo choto” proferido por Fernando Ruiz Díaz... Aquí, la crónica de tres noches a toda velocidad.

1

POR PABLO PLOTKIN


El extraño caso de Sor Chorongoza y Mr. Aldana. O viceversa. A diferencia de lo que ocurre en el clásico de Robert Louis Stevenson, la personalidad de Cristian se desdobla en dos lados igualmente salvajes. El guitarrista que aúlla sobre el escenario de Cemento –santuario y letrina del rock porteño– y la monja que pasa discos a todo volumen en la terraza del DJ Fabián Dellamónica, cuartel del coolness dominguero. Falta menos de un mes para que El Otro Yo edite su séptimo disco –Colmena– y la banda sigue preparando sin prisa ni pausa lo que, se supone, será un nuevo microestallido en el corazón del rock independiente argentino. Pero no hay histeria ni grandes expectativas, y la discreción obedece a una estrategia histórica de un grupo que sabe cuándo es momento de gritar y cuándo hay que callarse la boca.
Ruido
Viernes a la noche en Cemento, momento de gritar. Ya tocó Expulsados, punk de culto del Conurbano sur. El impertérrito Omar Chabán sumado a un par de posters promocionales del inminente Invasión 2002 (el regreso, una vez más) indican que no siempre el rock vive rápido y muere joven. El longevo Cemento se cubre de cierto tedio existencial adolescente y ropa de colores, un revuelto aggiornado de las estéticas dark, grunge y hardcore positivo. Más allá de la medianoche, El Otro Yo sale sin sus mamelucos anti-radiación y toca “La ola”, esa canción rápida y contagiosa de Abrecaminos que habla de amor y de suicidio y de las ganas de sobrevivir en un mundo que “no está hecho para mí”. La secuencia de canciones que le sigue –casi todas recopiladas en Contagiándose la energía del otro, el disco en vivo grabado en este mismo escenario en mayo del 2000– cuenta de muchas maneras el mismo conflicto: la necesidad de expresar los sentimientos en un mundo complicado, la urgencia de ser independiente sin convertirse en marginal. Insatisfacción, ignorancia, sexo desenfrenado, incomprensión del universo “adulto”... Todo arrastrado por un mismo torrente de electricidad en el que Cristian funciona como desencajado capitán de barco y vocero de emociones extremas. “Este año se fueron muchas personas queridas”, dijo en un momento del show. “Ricky (Espinosa), Dee Dee, Joey, mi vieja... Pero cuando realmente hubo amor y alegría en las relaciones, la energía que queda es la mejor. Por eso quiero tocar este tema con todas las ganas.” Entonces María Fernanda, a cuyo histórico registro infantil le sumó una cierta nobleza maternal, cantó aquello de: “Esta noche estamos muy lejos, pero nuestro corazón permanece uni-iiiiii-do-o-ooooooo...”.
Silencio
Párrafo aparte para la irrupción en escena del mago (¿?). Como las presentaciones en Cemento venían precedidas por el rótulo Show mágico y misterioso, la banda abandonó el escenario promediando el concierto y le dio paso a un joven mago calvo que hacía aparecer palomas, jugaba con fuego y ese tipo de trucos más bien cumpleañeros. (Consejo: si quieren enfriar un show de rock caliente, contraten a un mago. Luego de diez minutos, buena parte del público comenzará a gritar cosas como: “¡Ma qué magia, salgan a tocar, hermano...!”)
Cara
Como se dijo, El Otro Yo está ultimando detalles de Colmena desde hace tiempo, y varias canciones del disco ya fueron presentadas a lo largo de sus giras interbarriales e interprovinciales. Canciones como “Calles”, “Me harté”, “Siberiano”, “Virus”, “Bendición” y “Punk”, un tema que Cristian grabó con Ricky Espinosa y que quedará como parte del legado de la voz y el espíritu de Flema. El estribillo de “Calles” se refiere a “la gente que duerme en las calles, están tan fríos, abrigados sólo con cartones”. Es la manera en que El Otro Yo (que siempre fue una banda testimonial, en el sentido en que siempre resultó una banda generacional) describe el paisaje del hambre argentino. El antecedente más directo quizás sea “Moquiento”, un tema de Mundo (1995) en el que los Aldana contaban, en primera persona y pocas palabras, el drama de un pibe de la calle: “No puedo decir que fue una infancia muy feliz/ Fue muy duro para mí/ Necesito pegamento en mi nariz...”. Por lo que se escuchó en vivo, Colmena es la continuación lógica de una forma de componer que, a esta altura, para la banda parece irrenunciable: rock distorsionado y melodías juguetonas, agresividad y dulzura. El choque de opuestos que hizo que El Otro Yo trascendiera por mucho el tropel generacional de aquella nación alternativa.
Cruz
Después de dos noches al hilo en Cemento (la segunda con la garganta castigada), Cristian Aldana tomó los hábitos (literalmente, anduvo por la ciudad disfrazado de monja), su carpeta de discos y fue a pasar música a la terraza de Dellamónica, situada en una esquina de Palermo. El set de Sor Chorongoza (tal su seudónimo en las bandejas) no fue en absoluto condescendiente con la armonía crepuscular del domingo. A todo volumen, Cristian pasó la música que escuchó “toda la vida”: Ramones, Beastie Boys, Whale, Mano Negra, Beck, The Strokes... La hermana Chorongoza pecando bajo un cielo arrebatado, mientras los asistentes sacudían gentilmente la cabeza y bebían en dosis moderadas. ¿Y el disco? “Calculo que lo tendremos a fines de octubre”, respondía Cristian a todo aquel que preguntara, antes de cambiar de tema.

 

2

POR MIGUEL MORA


La compañía discográfica, aún en la crisis, les tiene una fe enorme. Pero eso no es nada comparado con la fe que se tienen ellos mismos. Están que no se aguantan hasta que salga. Cuadros dentro de cuadros, el tercer disco de estudio de Catupecu Machu (el segundo para la multinacional EMI), tiene fecha confirmada de salida para el 15 de octubre. Ya hubo un adelanto, el tema “Origen extremo”, que hace unas semanas suena en las radios y tiene la particularidad de apoyarse en bases disparadas por Gabriel Ruiz Díaz, que deja de lado el bajo. Cuadros... estará compuesto por once temas en total, diez propios y un cover de Héroes del Silencio, “Hechizo”. La grabación se realizó en una quinta cerca de Capilla del Señor, donde bajo las directivas de Gabriel Ruiz Díaz se montó un inusual método de grabación. Se construyeron tres estudios, uno para cada uno de los Catupecu, conectados entre sí por un sistema de red que les permitía estar todo el tiempo en contacto sin necesidad de moverse. La grabación llevó tres meses, de junio a agosto, luego se mezcló en los estudios Panda y por último la masterización se llevó a cabo en Estados Unidos, bajo la dirección de Howie Wember, un conocido del trío de Villa Luro. Wember, quien entre sus créditos ostenta haber trabajado con Prince, The Clash, Madonna y Red Hot Chili Peppers, ya se había encargado de la misma tarea en Cuentos decapitados. A la vez, este disco presenta en la batería de Javier Herlein, tras la abrupta partida de Abril a mediados de este año. Herlein debutó en vivo en un show que el grupo dio sin aviso en agosto en el Roxy (y que repitió el sábado pasado, aunque ésa es otra historia), pero es un viejo allegado y colaborador de la banda. Participó en los dos primeros discos de Catupecu, Dale! y en el vivo A morir!!!, tocando el acordeón en el tema “La Polca”. A diferencia del arte de tapa del disco anterior, esta vez habrá más dibujos y menos fotos, y parte de eso se adelantó en el simple de difusión, donde se ven de fondo unos marcos dorados encadenados con el borde superior prendido fuego y en el plano principal un marco mayor que derrama agua desde donde una chica desnuda parece escaparse.
Empujones
Claro, todo lo anterior, el adelanto de uno de los discos más esperados del año para el rock argentino, perdió protagonismo luego de una caliente noche de sábado-madrugada de domingo en el Roxy. En pleno festejo del décimo aniversario del lugar, la noche los presentaba como número de fondo. Nadie dijo, sin embargo, que iba a suceder versus Charly García. Así se sucedieron los hechos.
Pasadas las 4.30 de la mañana, Catupecu subió al escenario para presentar un show exclusivamente de covers. Así, los primeros rounds de estudio pasaron con “Héroes”, “Hablando a tu corazón” (¿un anticipo?), “Song 2”, “Kanishka”, con el ex Brujo Lee-Chi en el bajo, y hasta se coló un tema propio, “Secretos pasadizos”. A esa altura, el retador ya estaba en camarines pugnando por subir al cuadrilátero. García, secundado por Pipo Cipolatti, lanzó una típica primera amenaza: “¡Quiero subir a tocar ahora!”. El golpe no llegó a destino, pero abrió el espacio. “Esperá, Charly, subís en el tema que viene”, le contestó Gabriel Ruiz Díaz, bajista de Catupecu, pero a Charly no le importó e irrumpió en el escenario llevándose todo por delante.
¿Grande?
Ahí comenzaron los primeros intercambios. García le manoteó el bajo a Gabriel, que intentó resistir. Mientras Fernando lo presentaba como “un grande, ya lo conocen”, el “grande” preguntaba: “¿Quién es este flaco, quién se cree que es el tarado que no me quería dar el bajo?”. Mordida de oreja: “¡Mi hermano, boludo! Y no te metas con mi hermano porque te cago a trompadas”, respondió el locuaz Fernando. Gancho al hígado. Ya era golpe por golpe, e incluso algunos escupían desde abajo. Se produjo un momento de confusión: Charly dejó el escenario y volvió Gabriel. Su hermano ya había cambiado el discurso para referirse a Charly García: “Un pelotudo, viejo de mierda...”. Así llegó el cierre del show, nunca más adecuado, con “1, 2 Ultraviolento”.
Nadie
Pero todavía faltaban los rounds finales. García esperaba en la oscuridad del backstage para tirar sus últimos golpes. Y eso fue literal. Charly tuvo cruces con Macabre, tecladista de Catupecu, y algún otro con Gabriel, quien no parecía acusar impacto de los disparos de su contrincante. “¡More, Say No More, que no me duele!”, lo increpó desafiante. Entonces, el hombre mayor decidió retirarse hacia otro lugar de la disco. Mientras, en camarines, los Catupecu se quedaban a sus anchas en el camarín, triunfantes, y aún con la adrenalina en el aire. Charly terminó en el VIP con evidente cara de fastidio, siempre secundado por su golpeada comitiva. Pero no terminó ahí, porque la siguió cuando pidió que otra gente, que ocupaba “su” espacio, se retirara. “No son nadie, ¿qué hacen acá?”, se molestó. En la otra punta, los muchachos de Villa Luro seguían brindando. Por lo caliente del show, claro.

 

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