EL OTRO YO Y CATUPECU MACHU, ANTES DE SUS NUEVOS DISCOS
EOY llenó Cemento el viernes y el sábado, y anticipó algunas nuevas canciones de Colmena. El domingo, Cristian Aldana se vistió de monja y pasó música en una fiesta casera. Catupecu apareció de sorpresa en el escenario del Roxy en la madrugada del domingo para tocar covers, pero todo quedó en un segundo plano cuando irrumpió Charly García. Hubo empujones, algún golpe al aire, amenazas y un “viejo choto” proferido por Fernando Ruiz Díaz... Aquí, la crónica de tres noches a toda velocidad.
1
POR PABLO PLOTKIN
El extraño caso de Sor Chorongoza y Mr. Aldana. O viceversa. A diferencia
de lo que ocurre en el clásico de Robert Louis Stevenson, la personalidad
de Cristian se desdobla en dos lados igualmente salvajes. El guitarrista que
aúlla sobre el escenario de Cemento santuario y letrina del rock
porteño y la monja que pasa discos a todo volumen en la terraza
del DJ Fabián Dellamónica, cuartel del coolness dominguero. Falta
menos de un mes para que El Otro Yo edite su séptimo disco Colmena
y la banda sigue preparando sin prisa ni pausa lo que, se supone, será
un nuevo microestallido en el corazón del rock independiente argentino.
Pero no hay histeria ni grandes expectativas, y la discreción obedece
a una estrategia histórica de un grupo que sabe cuándo es momento
de gritar y cuándo hay que callarse la boca.
Ruido
Viernes a la noche en Cemento, momento de gritar. Ya tocó Expulsados,
punk de culto del Conurbano sur. El impertérrito Omar Chabán sumado
a un par de posters promocionales del inminente Invasión 2002 (el regreso,
una vez más) indican que no siempre el rock vive rápido y muere
joven. El longevo Cemento se cubre de cierto tedio existencial adolescente y
ropa de colores, un revuelto aggiornado de las estéticas dark, grunge
y hardcore positivo. Más allá de la medianoche, El Otro Yo sale
sin sus mamelucos anti-radiación y toca La ola, esa canción
rápida y contagiosa de Abrecaminos que habla de amor y de suicidio y
de las ganas de sobrevivir en un mundo que no está hecho para mí.
La secuencia de canciones que le sigue casi todas recopiladas en Contagiándose
la energía del otro, el disco en vivo grabado en este mismo escenario
en mayo del 2000 cuenta de muchas maneras el mismo conflicto: la necesidad
de expresar los sentimientos en un mundo complicado, la urgencia de ser independiente
sin convertirse en marginal. Insatisfacción, ignorancia, sexo desenfrenado,
incomprensión del universo adulto... Todo arrastrado por
un mismo torrente de electricidad en el que Cristian funciona como desencajado
capitán de barco y vocero de emociones extremas. Este año
se fueron muchas personas queridas, dijo en un momento del show. Ricky
(Espinosa), Dee Dee, Joey, mi vieja... Pero cuando realmente hubo amor y alegría
en las relaciones, la energía que queda es la mejor. Por eso quiero tocar
este tema con todas las ganas. Entonces María Fernanda, a cuyo
histórico registro infantil le sumó una cierta nobleza maternal,
cantó aquello de: Esta noche estamos muy lejos, pero nuestro corazón
permanece uni-iiiiii-do-o-ooooooo....
Silencio
Párrafo aparte para la irrupción en escena del mago (¿?).
Como las presentaciones en Cemento venían precedidas por el rótulo
Show mágico y misterioso, la banda abandonó el escenario promediando
el concierto y le dio paso a un joven mago calvo que hacía aparecer palomas,
jugaba con fuego y ese tipo de trucos más bien cumpleañeros. (Consejo:
si quieren enfriar un show de rock caliente, contraten a un mago. Luego de diez
minutos, buena parte del público comenzará a gritar cosas como:
¡Ma qué magia, salgan a tocar, hermano...!)
Cara
Como se dijo, El Otro Yo está ultimando detalles de Colmena desde hace
tiempo, y varias canciones del disco ya fueron presentadas a lo largo de sus
giras interbarriales e interprovinciales. Canciones como Calles,
Me harté, Siberiano, Virus, Bendición
y Punk, un tema que Cristian grabó con Ricky Espinosa y que
quedará como parte del legado de la voz y el espíritu de Flema.
El estribillo de Calles se refiere a la gente que duerme en
las calles, están tan fríos, abrigados sólo con cartones.
Es la manera en que El Otro Yo (que siempre fue una banda testimonial, en el
sentido en que siempre resultó una banda generacional) describe el paisaje
del hambre argentino. El antecedente más directo quizás sea Moquiento,
un tema de Mundo (1995) en el que los Aldana contaban, en primera persona y
pocas palabras, el drama de un pibe de la calle: No puedo decir que fue
una infancia muy feliz/ Fue muy duro para mí/ Necesito pegamento en mi
nariz.... Por lo que se escuchó en vivo, Colmena es la continuación
lógica de una forma de componer que, a esta altura, para la banda parece
irrenunciable: rock distorsionado y melodías juguetonas, agresividad
y dulzura. El choque de opuestos que hizo que El Otro Yo trascendiera por mucho
el tropel generacional de aquella nación alternativa.
Cruz
Después de dos noches al hilo en Cemento (la segunda con la garganta
castigada), Cristian Aldana tomó los hábitos (literalmente, anduvo
por la ciudad disfrazado de monja), su carpeta de discos y fue a pasar música
a la terraza de Dellamónica, situada en una esquina de Palermo. El set
de Sor Chorongoza (tal su seudónimo en las bandejas) no fue en absoluto
condescendiente con la armonía crepuscular del domingo. A todo volumen,
Cristian pasó la música que escuchó toda la vida:
Ramones, Beastie Boys, Whale, Mano Negra, Beck, The Strokes... La hermana Chorongoza
pecando bajo un cielo arrebatado, mientras los asistentes sacudían gentilmente
la cabeza y bebían en dosis moderadas. ¿Y el disco? Calculo
que lo tendremos a fines de octubre, respondía Cristian a todo
aquel que preguntara, antes de cambiar de tema.
2
POR MIGUEL MORA
La compañía discográfica, aún en la crisis, les
tiene una fe enorme. Pero eso no es nada comparado con la fe que se tienen ellos
mismos. Están que no se aguantan hasta que salga. Cuadros dentro de cuadros,
el tercer disco de estudio de Catupecu Machu (el segundo para la multinacional
EMI), tiene fecha confirmada de salida para el 15 de octubre. Ya hubo un adelanto,
el tema Origen extremo, que hace unas semanas suena en las radios
y tiene la particularidad de apoyarse en bases disparadas por Gabriel Ruiz Díaz,
que deja de lado el bajo. Cuadros... estará compuesto por once temas
en total, diez propios y un cover de Héroes del Silencio, Hechizo.
La grabación se realizó en una quinta cerca de Capilla del Señor,
donde bajo las directivas de Gabriel Ruiz Díaz se montó un inusual
método de grabación. Se construyeron tres estudios, uno para cada
uno de los Catupecu, conectados entre sí por un sistema de red que les
permitía estar todo el tiempo en contacto sin necesidad de moverse. La
grabación llevó tres meses, de junio a agosto, luego se mezcló
en los estudios Panda y por último la masterización se llevó
a cabo en Estados Unidos, bajo la dirección de Howie Wember, un conocido
del trío de Villa Luro. Wember, quien entre sus créditos ostenta
haber trabajado con Prince, The Clash, Madonna y Red Hot Chili Peppers, ya se
había encargado de la misma tarea en Cuentos decapitados. A la vez, este
disco presenta en la batería de Javier Herlein, tras la abrupta partida
de Abril a mediados de este año. Herlein debutó en vivo en un
show que el grupo dio sin aviso en agosto en el Roxy (y que repitió el
sábado pasado, aunque ésa es otra historia), pero es un viejo
allegado y colaborador de la banda. Participó en los dos primeros discos
de Catupecu, Dale! y en el vivo A morir!!!, tocando el acordeón en el
tema La Polca. A diferencia del arte de tapa del disco anterior,
esta vez habrá más dibujos y menos fotos, y parte de eso se adelantó
en el simple de difusión, donde se ven de fondo unos marcos dorados encadenados
con el borde superior prendido fuego y en el plano principal un marco mayor
que derrama agua desde donde una chica desnuda parece escaparse.
Empujones
Claro, todo lo anterior, el adelanto de uno de los discos más esperados
del año para el rock argentino, perdió protagonismo luego de una
caliente noche de sábado-madrugada de domingo en el Roxy. En pleno festejo
del décimo aniversario del lugar, la noche los presentaba como número
de fondo. Nadie dijo, sin embargo, que iba a suceder versus Charly García.
Así se sucedieron los hechos.
Pasadas las 4.30 de la mañana, Catupecu subió al escenario para
presentar un show exclusivamente de covers. Así, los primeros rounds
de estudio pasaron con Héroes, Hablando a tu corazón
(¿un anticipo?), Song 2, Kanishka, con el ex
Brujo Lee-Chi en el bajo, y hasta se coló un tema propio, Secretos
pasadizos. A esa altura, el retador ya estaba en camarines pugnando por
subir al cuadrilátero. García, secundado por Pipo Cipolatti, lanzó
una típica primera amenaza: ¡Quiero subir a tocar ahora!.
El golpe no llegó a destino, pero abrió el espacio. Esperá,
Charly, subís en el tema que viene, le contestó Gabriel
Ruiz Díaz, bajista de Catupecu, pero a Charly no le importó e
irrumpió en el escenario llevándose todo por delante.
¿Grande?
Ahí comenzaron los primeros intercambios. García le manoteó
el bajo a Gabriel, que intentó resistir. Mientras Fernando lo presentaba
como un grande, ya lo conocen, el grande preguntaba:
¿Quién es este flaco, quién se cree que es el tarado
que no me quería dar el bajo?. Mordida de oreja: ¡Mi
hermano, boludo! Y no te metas con mi hermano porque te cago a trompadas,
respondió el locuaz Fernando. Gancho al hígado. Ya era golpe por
golpe, e incluso algunos escupían desde abajo. Se produjo un momento
de confusión: Charly dejó el escenario y volvió Gabriel.
Su hermano ya había cambiado el discurso para referirse a Charly García:
Un pelotudo, viejo de mierda.... Así llegó el cierre
del show, nunca más adecuado, con 1, 2 Ultraviolento.
Nadie
Pero todavía faltaban los rounds finales. García esperaba en la
oscuridad del backstage para tirar sus últimos golpes. Y eso fue literal.
Charly tuvo cruces con Macabre, tecladista de Catupecu, y algún otro
con Gabriel, quien no parecía acusar impacto de los disparos de su contrincante.
¡More, Say No More, que no me duele!, lo increpó desafiante.
Entonces, el hombre mayor decidió retirarse hacia otro lugar de la disco.
Mientras, en camarines, los Catupecu se quedaban a sus anchas en el camarín,
triunfantes, y aún con la adrenalina en el aire. Charly terminó
en el VIP con evidente cara de fastidio, siempre secundado por su golpeada comitiva.
Pero no terminó ahí, porque la siguió cuando pidió
que otra gente, que ocupaba su espacio, se retirara. No son
nadie, ¿qué hacen acá?, se molestó. En la
otra punta, los muchachos de Villa Luro seguían brindando. Por lo caliente
del show, claro.
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