Jue 30.07.2009
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LA BOMBA DE TIEMPO Y EL CHOQUE URBANO

Percusión, baby

UNO ES UN GRUPO DE IMPROVISACION DIRIGIDO POR SEÑAS, EL OTRO LE SACA SONIDOS A CAÑOS DE PVC Y BOLSAS DE NYLON. Y ADEMAS DE SU AMOR POR HACER MUSICA A PARTIR DE LA PERCUSION, TIENEN EN COMUN EL FRENESI QUE GENERAN SUS ESPECTACULOS EN EL PUBLICO. SE VINO EL TUTA TUTA...

› Por Julia González

LA NAVE DEL RITMO

Una masa compacta de locos se mueve, se tambalea. Batidos por la locura, hablan un idioma indescifrable. Uno de ellos quiere escapar de la masa y corre por su vida. Busca ser diferente a ese puñado de idiotas que pretende continuar como cosa uniforme, discriminando al original. El líder lo persigue, lo devuelve al grupo que se menea en su propia demencia, y de pronto todo deja de ser tan denso porque las imágenes oníricas se diluyen y el elenco comanda el navío hacia ningún lugar. Esta podría ser una interpretación del comienzo de La nave, el nuevo espectáculo del grupo de percusión El Choque Urbano, inspirado en la pintura de El Bosco La nave de los locos. Si bien los momentos rítmicos son los menos, la música es el motor de esta embarcación manejada por la tropa, tras ocho años de tocar con instrumentos no convencionales. Con la búsqueda del sonido industrial como punto de partida, El Choque se rebela ante las formas conocidas de hacer música y sus manos tocan más allá. “Hoy por hoy es inalcanzable tener un set de percusión completo”, cuenta Sebastián Ablin acerca del porqué escapar a los parches y tambores. “También está la idea de transmitir que todo puede llegar a un lugar diferente al que ya se tiene preestablecido socialmente, y que la fuente de recursos para crear y subsistir es inagotable, es tan grande como tu imaginación te lo permita. Entonces vos podés generar música o cualquier situación de la nada en cualquier circunstancia.”

Aunque al principio Ablin no lo menciona, pesa la inevitable influencia del grupo inglés Stomp, que irrumpió por TV a principios de 2000 e impactó a los locos de El Choque: “De hecho, las primeras dos escenas con las que arrancábamos eran de Stomp, igualitas. Una era la de las pelotas. Es lo mismo que empezar en una banda y arrancar con un tema de algún grupo pionero”, compara Sebastián. Los comienzos de El Choque datan del principio del milenio, como un desprendimiento de Caturga, mezcla de Catalina (por el grupo de teatro Catalinas Sur) y de murga. Allí tocaban con tambores tradicionales como La Chilinga, y ya en 2001 un subgrupo de Caturga hacía música africana, y otro, del que luego se desprendería El Choque, hacía escenas con pelotas de básquet y con palos. “Al principio de 2002, los directores de Caturga hablaron de disolverlo y nosotros formamos un grupo que sólo hiciera percusión con elementos no convencionales, al estilo Stomp”, cuenta Santiago Ablin, director musical del grupo.

Con el tiempo, El Choque desarrolló su costado actoral, a sabiendas de que el musical estaba perfectamente aprehendido. Como en la obra de El Bosco, el grupo transporta a los que están del otro lado del escenario hacia un mundo surrealista. La nave tiene momentos de humor y de tensión. Suenan los tachos, las bolsas de nylon, el cuerpo, los palos, el bidón, y una especie de sikus gigante microfoneado, que es la base de la música electrónica que hace bailar al público. Son tubos de PVC ubicados a los costados del escenario (“son como dos octavas de un piano”, explica el director musical), que golpean con paletas de goma eva fabricadas por ellos. “Manuel (Ablin), que es director general, es como un director que está todo el tiempo queriendo renovar y hacer, modifica sobre la marcha la obra constantemente. Además, así funciona el grupo y uno puede preparar un espectáculo, pero éste comienza a desarrollarse de manera seria con su repetición a través de las funciones”, expone Sebastián.

Llegar a contar una historia en medio del toque fue mérito del tiempo y de la exploración de sus integrantes, en medio de giras nacionales e internacionales (Siria, Holanda, Corea del Sur, Centroamérica). Fabricando sonidos fue la obra anterior, gestada en 2003, que transcurría en una fábrica con capataces poderosos y oprimidos, bien a lo Rebelión en la granja, de George Orwell. A partir de esa obra, El Choque fue más allá de la música y creó un espectáculo también visual, que transgredió el formato escena-apagón-escena, logrando una historia con puentes conectores entre los actos. “Entonces empezamos a laburar escena por escena. Una con pelotas, otra con palos, otra con tachos, otra con sopapas, y así empezamos a meter danza y actuación con algunos gags muy chiquitos”, detalla Santiago.

* El Choque Urbano se despide de Buenos Aires antes de su gira nacional, mañana en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131) a las 24.


BOMBARDEEN BUENOS AIRES

Un camino de paños con artesanías dispuestos a centímetros del cordón de Sarmiento, entre Anchorena y Jean Jaurès, conduce a la celebración del ritmo. En la calle, los pibes también se reúnen, aunque La Bomba de Tiempo haya comenzado ya con la rutina de los lunes. Santiago Vázquez y su troupe de percusionistas son chamanes que mueven la energía de tres mil personas en estado de libertad. Tres mil mundos aparte agolpados en el Konex bailan y conocen el juego de señas con el que se manejan arriba del escenario. Ver a La Bomba no es sólo ir a un recital de percusión, más bien se trata de recibir la noche de los lunes encontrándose, sintiéndose libres bajo la ley del “todo bien”. Los chicos miran a las chicas, las encaran, las chicas hacen su danza, mueven el cuerpo, fuman, y la cola para comprar birra es más larga que la de la entrada. Lo primitivo de la danza se mezcla con la adrenalina de la improvisación, creando un lenguaje nuevo. Es como estar en un boliche, pero sin la histeria obligada de la madrugada. La energía se siente, y mucho. “Aumentó un montón porque hay más gente y porque estamos más preparados también para tomar todo eso”, dice Vázquez, ideólogo y director de La Bomba. “Por otro lado, también creo que casi todos los de La Bomba aprendimos cómo estar parados ahí sin que nos voltee también eso.”

Vázquez también es el fundador del grupo de música popular Puente Celeste y está presto a inaugurar su nuevo proyecto, La Grande, donde también dirige y canta: “La Grande tiene un sistema de señas muy parecido, es para bailar y se basa también en la repetición, pero es con instrumentos, dos guitarras eléctricas, bajo, batería, cuatro bronces, tuba, trombón, dos trompetas y saxo; y también percusión como en La Bomba”, adelanta el músico, que ya había probado con las señas en un grupo anterior, el Colectivo Etereofónico. Hace tres años, cuando surgió La Bomba, el NO anticipaba la “deformidad” de que un puñado de tambores toque en vivo y suene como la pista de Pachá, más allá de la tecnología. Desde aquel entonces, el colectivo de percusión e improvisación sólo paró una vez, durante el primer año; y como el público extrañaba el rito, los músicos decidieron seguir y turnarse, en el caso de que alguno necesitara vacaciones. Por eso son diecisiete percusionistas estables (por lo general hay trece tocando), aunados en el sentimiento de que siga esta comunión de comienzos de semana. “Es como si nosotros fuéramos un DJ, los que brindamos el sustento sonoro a todo lo que sucede. Pero creo que lo importante es lo que le pasa a cada persona del público con los demás, consigo misma o con la música. No es un espectáculo que debe ser visto de principio a fin, y sentado en la butaca, sino que es ser parte de ese ritual colectivo que cada uno lo retoma como quiere”, explica Santiago.

A esta altura, La Bomba de Tiempo excedió lo musical y se convirtió en fenómeno de pertenencia, que era el propósito buscado en un principio. Pasados tres años de su nacimiento, los percusionistas son locales, visten camisetas con los apellidos en sus espaldas, cual casaca futbolera, y los pibes desde abajo corean sus nombres. Alejandro Oliva es otro de los directores estables que supo ganarse el cariño del público a fuerza de simpatía, bailes cancheros y señas que llevan a la explosión. Andrés Inchausti y Lucas Helguero también dirigen. Así se turnan y pueden pasar de tocar las maracas a los tambores con la misma pasión. “Como es un grupo de improvisación, tiene un tipo de evolución distinto al de una banda que va y toca unos temas, ¿no? Lo que evoluciona es nuestro entendimiento como grupo, por las cosas que pasan, la velocidad de reacción, la comprensión de lo que puede tocar el otro. Y lo mismo nos sucede con las personas del público: tomamos lo que les pasa a ellas como fuerza creadora. No es que están ahí para mirar lo que hacemos sino que de algún modo dictan cómo sigue cada momento del concierto”, afirma Vázquez. Tres años después, esta búsqueda se materializó. Entonces saben que, cada lunes, tanto ellos como el público están deseando lo mismo, aceleraciones o cortes en el toque que despierten su fibra sensible, la que los lleve a la libertad más primitiva.

* La Bomba de Tiempo toca todos los lunes a las 20 en Ciudad Cultural Konex, Sarmiento 3131. Este sábado a la medianoche habrá fiesta con La Bomba y La Grande en el mismo lugar. Y el viernes 7, La Bomba se presentará en Pachá junto a DJ Zuker y Nico Cota.

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